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domingo, 22 de enero de 2012

#Chaman o el maltrato a un campesino

Hashtag  Columna de opinión en http://www.confidencialcolombia.com
Publicada el 20 de enero de 2012



Pues sí, al parecer la noticia más importante del día es el chamán. La emergencia ambiental en el Catatumbo, por ejemplo, es una estupidez, dijo @EspinosaRadio  sobre el debate que generó una noticia que aunque no alcanzó a ser trending topic, sí produjo centenares de trinos durante un poco más de 70 horas.

Me enteré cuando @juanmurs trinó:  “Increíble, el Distrito contrató un chamán por 4 millones de pesos para que no lloviera el día de la clausura del Sub-20 bit.ly/ydp9If” y como tros usuarios, me hice algunas preguntas. “@JulianRoman:  RT Le creyeron a un pulpo en el mundial... Y ahora se escandalizan por un chamán? No entiendo”;  “@dijugar: Y por qué se burlan o critican al #chamán? Ustedes no usan pulseritas #powerbalance? En esencia es la misma vaina”. Pensé como @bobadaliteraria: “No le creen a un chamán que dice que no llueva un día pero sí les creen a los mayas que dicen que se va a acabar el mundo: colombianos”. Incluso parecía sensato el trino de @ fsantosRCN “Desde cuando un chamán es noticia? La Fiscalía no tiene cosas más importantes que investigar? Y los medios otras noticias que reportar”?

Lo que aparecía en mi TL no ayudaba a entender lo qué se debatía. Busqué más fuentes que disiparan mi necesidad de comprensión. @Solano también. “En el tema de los sobrecostos en el MundialSub20, miremos a profundidad el informe de la Contraloría. No más #Chaman”, trinó. Me sumergí en la internet pero el informe no estaba en la red. Escudriñé quién era el protagonista del tsunami en twitter.    

Encontré muchísimos homónimos nacionales, extranjeros y de diversas profesiones, pero ninguno chaman. Es un nombre común. Afilé la búsqueda y asocié la palabra lluvia y saz! Google me entregó en la página 8 del buscador El Hombre de la lluvia. Una historia urbana escrita dos años atrás por John Jairo Saldarriaga. La información era clara: Jorge Elías González no es indígena sino campesino, tampoco era chaman sino un radiestesista y una vez más sufriría “el desprecio y la burla de la gente”.

Compartí de manera inmediata la información en twitter: “Esta es la historia de quién es Jorge Elías González Vásquez  el hombre de la lluvia para que no hablen más paja”, triné y adjunté el link del bloguero. Pocas personas hicieron RT. Medios y twiteros no querían ver ni leer y persistieron en llamar al radiestesista chaman. Era el último festín. Como dijo @SalcedoRamos “Después del Chamán lo que puede venir es que Silvestre Dangond desate el Fenómeno del Niño”.

“De verdad que somos superficiales... La noticia sigue siendo el Chamán del Tolima. Y el resto? los grandes delincuentes? Saludo a la bandera”, anotó @raficuellar. Hasta el Min. Trabajo @RafaelPardo participó en la acción que ridiculizaba al campesino. “Bienvenido Pekerman, y que sea el chaman que necesitamos para que lluevan los goles de Falcao”.

Los medios análogos no nos ampliaron lo que señala el informe del burócrata Contralor. Había queja como @julitamartinez: “1.900 millones perdidos, y se preocupan es por el Chaman que hacia parte de la cotización pasada por el Teatro Nacional. Lindo país!”. Así “la noticia de la polémica del Chamán es registrada en varios medios de comunicación en el mundo. #VeaPues”, trino @juanfe824.
 
Pocas voces como @Sergiocamarg pedían “URGENTE. Que alguien le diga a @NoticiasRCN que Jorge Elías González ni atrae los poderes del universo, ni es chaman. El es un Radiestesista”. Y se preguntaban como @OscarCollazos3: “Jorge Elías González: ¿chamán o radiestesista? Entonces, ¿por qué muchos medios comprometen al chamanismo?”.
 
No sé si como dice @siempreconusted “Lo del chamán fue una magistral estrategia para desviar la atención de los demás tumbes. Éxito total”. Lo que es evidente es que los “twiteros deberán aprender a consultar fuentes para no caer en la desinformación que fomentan periodistas y medios análogos”: @Bunkerglo.


Por invitación de María Alejandra Villamizar @MAVILLAMZAR directora del digital ConfidencialColombia.com, a partir de esta columna publicada el viernes 20 de enero y que reproduzco en mi Blog, me inauguro como columnista.

viernes, 20 de enero de 2012

La ley Sopa es un regreso a las Brujas de Salem y la Letra Escarlata

Entrevista con Alberto Ruy-Sánchez realizada por Raúl Ramírez para Ixopixel.net

Alberto Ruy Sánchez (@AlbertoRuy) es un editor y escritor mexicano, autor de más de veinte libros de ensayo, poesía, cuento y novela.

Desde el año 1988 es Director General de la revista Artes de México. Siendo además un insomne consumado. Como no podía ser menos, su último libro “Elogio del insomnio” abreva de Twitter para rescatar algunas frases e ideas para gestarse. Este fue el pretexto ideal ayer que leía una entrevista en El Universal sobre este tema para abordarlo y preguntarle ¿Cómo es que un autor con esta trayectoria y de la “old school” se atreve a mamar de las nuevas tecnologías para configurar un libro? Algunos escritores ortodoxos se jalarían los pelos, hay casos de algunos que aún escriben en su vieja Remington y se niegan a usar una computadora.

En estos momentos Alberto vuela hacia Mérida, Yucatán, para presentar sus libros “Decir es desear” y “Elogio del insomnio”. Mientras el va volando, a continuación les dejamos algunas preguntas que Alberto amablemente accedió a responder en exclusiva para Isopixel.

¿Como se gesta la idea de Elogio del insomnio y de qué va el libro?

Desde niño llega un momento en el que todos están dormidos y yo sigo despierto. Y cuando me preguntan si “padezco” de insomnio resiento el prejuicio en la pregunta porque yo no lo padezco nunca, lo gozo. Desde hace mucho tiempo me di cuenta de que el insomnio es un gran incomprendido. Había que reivindicarlo como yo lo vivo: una zona inigualable de libertad del cuerpo y la mente donde el entresueño hace que conciencia y delirio convivan sin disputarse el tiempo y el lugar. Es también un tiempo dentro del tiempo: un regalo de vida. Tener insomnio puede ser un privilegio y no una enfermedad.

Investigué a fondo el tema, fui a clínicas de “desórdenes del sueño” y al centro de estudios del insomnio en Stanford. Hablé con los especialistas y consulté su biblioteca cuando fui profesor invitado en esa universidad. Leí todo lo que encontré sobre el tema. Incluyendo el testimonio de varios escritores. Pero en vez de hacer un tratado sobre el insomnio y cómo lo viven diferentes culturas y autores, quise más bien escribir una reivindicación del insomnio desde el insomnio que me incluyera ensayándome inmerso en el flujo de imágenes, sensaciones, presencias, ideas, escenas, relatos y obsesiones que me visitan durante el insomnio. Un relato de relatos donde los diferentes fragmentos son a la vez, cuentos, ensayos poemas, textos insomnes que casi podrían considerarse sonámbulos.

¿En qué momento decides utilizar las Redes Sociales como un elemento más de tu libro?

Desde hace veinte años mis libros se alimentan de las reacciones recibidas gracias a los libros publicados. Primero llegaban muchas cartas de lectoras, sobre todo jóvenes, que encontraban en mis páginas las palabras que necesitaban para declarar su amor a otra persona o para describir lo que iban sintiendo. Con cada libro se multiplicó y diversifico el ramillete de respuestas. Luego lo hicieron por correo electrónico y ahora gracias a las redes, tanto en mis blogs como en fbook y tuiter.

En uno de mis blogs puedes ver los tatuajes que muchas mujeres se han hecho tomados de las caligrafías árabes que incluyo en mis cinco novelas sobre el deseo en Mogador. Cada una de esas cinco historias incluyen ecos o de plano situaciones y actitudes que me han contado en línea. He hecho varias encuestas. Para un Festival de escritores en Colombia, de la revista El Malpensante, yo tenía que entrevistar en público, en un gran teatro, a tres mujeres muy conocidas allá sobre la masturbación femenina. Pedí a mis seguidoras que me contaran sus experiencias. Para aprender y para preguntar más adecuadamente. Recibí más de 400 respuestas que me fueron muy útiles. Algunas son muy bellas y convulsivas. Mis libros son libros de investigación en los que el resultado se presenta de forma poética y narrativa.

El libro del insomnio no podía ser menos y tenía que vincularse de alguna manera con esa muy activa retroalimentación escrita.

El material que recopilaste te sirvió de inspiración o ¿haces citas de los tuiteros?

Cuando estaba terminando mi Elogio del insomnio, dejándome habitar por las presencias, personas y ciudades que me visitaban como fantasmas personales durante el insomnio, surgió la presencia escrita de innumerables tuiteros que de pronto, por voluntad propia o incitados, tuiteaban cosas geniales sobre el insomnio. Tomé algunos y, después de pedir permiso a los autores los puse al frente de cada capítulo como epígrafe. Algunos, muy pocos, son de escritores conocidos o de amigos, pero muchos son de tuiteros con avatar misterioso y que no he visto en persona. lo que importaba es lo interesante de la frase, de la idea y lo adecuado que resultaba para cada fragmento en particular. Así entretejí mis obsesiones con las de esa comunidad de insomnes que muchas veces me acompaña noches enteras.

Y aunque no surge de mis tuiteros hay algunos de ellos que viven su insomnio de manera muy similar a la mía. Y sus experiencias, su manera de enfrentarlas me ayudaba a pensar la mía, a sentirla. Una tuitera muy inspirada, @Sra_Noche, puso un tuit que describe el espíritu de mi libro y mi actitud ante el insomnio. Tanto así que los editores lo eligieron para ponerlo en la contraportada: “Espero la llegada del insomnio como se espera a un amante. Inquieta entre las sombras, me rindo a las caricias del silencio.”

Se dice que Internet y las redes sociales son frías y despersonalizan a las personas ¿Por qué usar la tecnología para idear y recopilar material para un libro?

Yo encuentro que es todo lo contrario. Las páginas web eran y muchas veces son como folletos oficiales. los blogs comenzaron a romper el hielo. Facebook estableció la distancia de la aparente cercanía que da la imagen. pero en la improvisación personalizada, en la puesta en escena se ve lo que es cada quien y se siente. Tuiter convirtió eso en pulsación: en latidos. Beats: somos todos de pronto ritmos vivos de ideas, imágenes y palabras fugaces. Gatos en el tejado que se atreven muchas veces a pronunciar lo que no dirían en persona. La palabra, la textura y vitalidad de la palabra hace que las redes, las tecnologías conductoras de palabras, se pongan algunas veces al servicio de la vitalidad que vibra en lo que algunas personas pronuncian. Y ya se sabe que con los instrumentos que son las redes cada quien hace lo que puede o quiere: algo frío o algo cálido, algo muerto o algo vivo, algo cercano a los lectores o simplemente un atrio distante. Yo te diría que los fríos crónicos viven redes frías y de cualquier modo nada los descongela.

¿Qué piensas de la controvertida Ley SOPA y las acciones que se están realizando de manera global para frenar este tipo de iniciativas que de alguna manera atentan contra la libertad de expresión y el libre flujo del conocimiento y la información?

El 18 de enero muchos hemos hecho difusión amplia por todos los medios posibles de los peligros de las leyes de control que tratan de implantarse desde el gobierno norteamericano. Y sus remedos nacionales. Sus consecuencias nos afectan a todos en el mundo. Es uno de los más graves peligros que ha vivido la cultura desde hace décadas. Es un nuevo fundamentalismo corporativo y estatal que en nombre de la propiedad autoral-tema complejo si los hay-, y del mercado “naturalmente” controlado por las manos de los más fuertes quiere instaurar un régimen de denuncias y censuras: la muerte de la diversidad vital de la red.

Esta ley nos recuerda que la sociedad norteamericana es, en sus orígenes, el producto de sectas protestantes fundamentalistas. La ley Sopa es un regreso a las Brujas de Salem y la Letra Escarlata. Un hipermacaratismo que dejará corta la persecución de libertad de opinión que castró ese ser nefasto llamado MacCarthy en los cincuentas en nombre de “detener al comunismo.”

Es la obligación de ser sancionados por una sociedad fundamentalista que en nombre del mercado y de la propiedad autoral establece un régimen de denuncia. Lo vimos en Facebook al principio, la denuncia como reguladora se convierte en el arma de lo peor de la sociedades. Hay mucho que decir sobre el tema pero nada bueno puede venir de esa ley que tiende hacia un terrorismo corporativo y de Estado.

Yo estuve en China y viví las limitaciones terribles que allá existen. Estaba obligado a buscar todos los días túneles cibernéticos clandestinos que se crean y se destruyen todo el tiempo para poder hacer algo tan simple como una inofensiva crónica de viajes por tuiter, como lo había hecho en India y en otros países. Quien defienda para el mundo el modelo chinoestadounidense tiene en muy poca estima su dignidad y su libertad. Y no se da cuenta de que la innovación del conocimiento requiere lo contrario de lo que esta ley propone. Y lo que pasa es que quienes hacen leyes así se piensan a sí mismos en la punta de la pirámide social, con privilegios que los harían escapar de las fauces del monstruo que están creando. Pero hasta en eso se equivocan. De aprobarse una ley así terminarán devorados también por su engendro. Son muchísimas las consecuencias de darle armas e instrumentos a los impulsos más bajos de la humanidad. Y está ley trata de hacerlo. 

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Titulo original  "Yo no padezco el insomnio, lo gozo” – Entrevista a Alberto Ruy-Sánchez de Raúl Ramírez director del sitio Ixopixel.net  . La entrevista fue postiada el 19 de enero de 2012. Foto intervenida por @Bunkerglo  
Autorización DA. Le escribí a @isopixel: "acabo de leer la estupenda entrevista con @AlbertoRuy y quisiera publicarla en mi Blog. Quiero tu autorización. Abrazo". Me responde @AlbertoRuy  "@Bunkerglo @isopixel // De parte mía no hay problema, y lo agradezco; corresponde a isopixel confirmarlo". Dice @Isopixel: "@Bunkerglo De hecho si... @Bunkerglo @AlbertoRuy Para eso es, por favor, dale!". 

miércoles, 18 de enero de 2012

Twitter: para iniciarse sin perderse

En Mundo geek y otras aficiones y bajo el título Twitter: vocabulario y consejos muy básicos para iniciarse sin perderse encontré un "abc" muy últi, sencillo y claro que puede ayudar a quienes incursionan por primera vez en la Comunidad Twitter. 

Solo agregaría que, por mi propia experiencia, hay que persistir las primeras y horas y días para "conectarse" con la propuesta Twitter para no desfallecer. 

Después, como yo, terminará poniéndose horarios para poderse apartar de las intensas y apasionantes conversaciones que en este espacio pueden terner lugar.

He copiado aquí algunos terminos (ver más abajo) pero los encuentra de manera completa en la siguiente dirección. Pinche encima.  

Vocabulario propio

Hay palabras que se usan para denominar acciones o elementos determinados de esta red social. Como novato en Twitter que soy, sólo tengo nivel para hacer un tutorial para los muy novatos. Espero que sirva.

Tweet: Cada uno de los mensajes que se envían, limitados a 140 caracteres. La traducción (bastante malsonante, por cierto) sería ‘piar’, por eso el logo de Twitter es un pajarito.

Tweeter: Usuario de Twitter. En plural: tweeters. En español sería ‘tuitero’, aunque no tengo muy claro como se escribiría.

Tweetear: En español sería ‘tuitear’ (digo yo…). Acción de usar Twitter.

Follower (seguidor): Cada uno de los usuarios de Twitter que están suscritos para leer tus mensajes. Cada vez que escribas un tweet, aparecerá en su timeline.

Followear (seguir): Hace unos meses sacaron la traducción al español para Twitter, aunque ha estado mucho tiempo usándose sólo en inglés. Por eso hay quien sigue utilizando muchas expresiones en inglés, incluso adaptando los verbos a un uso que no es ni inglés ni español. Followear (seguir a alguien) significa que te apuntas a recibir sus tweets en tu timeline, de forma que te enterarás de todo aquello que vayan publicando.

Timeline (línea temporal): Es la recopilación de los tweets enviados por todos los usuarios que has decidido seguir, ordenados temporalmente de más viejos (abajo) a los más nuevos, que aparecerán en la parte superior.

Followings (seguidos): Son los usuarios que tú sigues en Twitter. Por lo tanto, lo que escriban aparecerá en tu timeline.

@: Es un símbolo muy identificativo. En Twitter, cada nombre de usuario se escribe siempre precedido por la @. Por ejemplo, mi Twitter personal es @miguelHD, y el de la web es @elbosondegeeks.

#FollowFriday o #FF es un "hashtag" o "Tema del momento" en Twitter "que se ha convertido en una costumbre de cada Viernes para la mayoría de los usuarios.
 

Esta costumbre se caracteriza porque al utilizar la clave #FollowFriday (o #FF) en un tweet damos a entender a nuestros seguidores que recomendamos seguir los usuarios incluidos en el mismo tweet. Se trata de una costumbre iniciada en Enero de 2009 por Micah Baldwin".

Ahora lo invito a continuar en la página indicada más arriba.

martes, 17 de enero de 2012

Los principios no se negocian ni por poder, ni por cálculo político, ni mucho menos por dinero

Noticieros de RCN con perfil de Cambio, así tituló hoy Confidencial Colombia  la noticia que los periodistas María Elvira Samper y Rodrigo Pardo estarían a la cabeza de los informativos del Canal RCN.

Como lo he dicho en twitter la noticia para el periodismo, para la sociedad y para la democracia no puede ser mejor.

Plazoleta de Los Periodistas, Bogotá D.C. by Bunkerglo
Durante los últimos 10 años esta cadena radial se convirtió de manera evidente en vocera del gobierno de Álvaro Uribe Velez, negociando abiertamente los principios del periodismo por poder, cálculo político y dinero, todo lo contrario de lo que ha sido la sostenida y clara trayectoria periodística de estos colegas, férreos y coherentes no solo con una profesión, sino con una responsabilidad ante la sociedad: la de informar.

Es inocultable el hecho. No por casualidad comunmente nos referíamos a RCN como Radio Casa de Nariño. La gente expresaba así su percepción de lo que recibía no solo a través de la radio sino de la televisión de periodistas y programas como La Noche de Claudia Gurisatti (propaganda especializada en FARC y Hugo Chavez) y la misma Victoria Eugenia Dávila Hoyos o Vicky Dávilia (especialista en propagar rumores al servicio de Uribe a través de su tal "Cosa política").

Por eso es importante señalar un antes y un después y ver este momento como el punto de partida, quizás, para que ese conglomerado periodístico tome un rumbo informativo y labor periodística al servicio de la sociedad, para que esta pueda reconstruir una visión de sí misma y, por tanto de la Nación, centrada en los valores, en el respeto y el reconocimiento del Otro en donde No Todo Vale. 

Desde luego la tarea no será fácil. No hay que perder de vista que ni María Elvira ni Rodrigo son los dueños del cartelito. Hay todo un conglomerado industrial, automotriz, financiero y de comunicaciones detrás. Sin embargo, este rotundo cambio de visión (sin duda oportunista) de Carlos Ardila Lülle es importante.

También es pertinente recordar que a Samper y a Pardo les cerraron la Revista Cambio por su labor investigativa. Un mes después de que revelara el informe periodístico "Programa Agro Ingreso Seguro ha beneficiado a hijos de de políticos y reinas de belleza" en enero de 2010, la revista fue cerrada sorpresivamente que dizque por su situación financiera propinándole así un golpe al periodismo de denuncia, como tituló El Espectador. Aunque es difícil no pensar que, seguramente, Uribe también tuvo que ver en ello. La historia nos lo dirá. 

Lo que aún tenemos que comprender para aprender los consumidores de medios es que ni los periodistas, ni las empresas periodísticas "se mandan solas". La sociedad les ha delegado la función social de informarnos con responsabilidad, oportunidad y equilibrio. De ahí que estos consumidores de información seamos los fiscalizadores, pero también garantes de su trabajo. Nada más ni nada menos. Libertad de empresa sí. Libertad de expresión sí. Pero libertad de empresa y de expresión con carácter y utilidad para la evolución y desarrollo de una nación y de un país.  

En el 2010, mismo año en que cerraron la revista cambio "víctima de la segunda conquista española", María Elvira Samper fue destacada con el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra de un periodista. Su discurso hoy constituye un documento indispensable para reconocer en esta colega una trayectoria profesional asumida con repsonsabilidad, de cara a la sociedad y sustentada en la coherencia de unos principios y valores que jamás ha negociado.


Los principios no se negocian ni por poder, ni por cálculo político, ni mucho menos por dinero: María Elvira Samper

Rodrigo Pardo y Ma. Elvira Samper Marcha contra paramilitarismo Foto by Bunkerglo
Antes que yo, por aquí debería haber pasado mi mamá, Lucy Nieto de Samper, con más de 50 años en el oficio y quien a punta de teclear en una máquina de escribir Olivetti nos educó a sus cinco hijos, huérfanos de padre muy temprano en la vida. A ella, heredera de una tradición que lleva el periodismo en la sangre, y a mi hijo Andrés, a quien mi necesidad de trabajar lo privó muchas veces de mi presencia, les dedico este reconocimiento.

Llegué al periodismo sin proponérmelo. Rebelde sin causa, no quería ser ni la hija de Lucy, ni la nieta de LENC, Luis Eduardo Nieto Caballero, un nombre que nada dice a las nuevas generaciones pero que hace parte de la historia del periodismo colombiano, un hombre que en la defensa de la democracia, de la libertad de pensamiento y de la libertad de prensa, sufrió la cárcel y la censura. Fue codirector de El Espectador al lado de don Luis Cano y fue también columnista y colaborador de El Tiempo durante 40 años, hasta su muerte un mes antes de la caída de la dictadura del general Rojas Pinilla. Cuando en 1955 el régimen militar ordenó cerrar El Tiempo porque su director, don Roberto García-Peña, abuelo de mi colega Rodrigo Pardo, rehusó hacer una rectificación que no consideró pertinente, el mío se negó a callar y acudió a las cartas para denunciar la corrupción y los abusos de la dictadura, exigir justicia y protestar por la censura.

Dirigidas al General, las entregaba personalmente en las puertas de Palacio y, mimeografiadas, circulaban luego de mano en mano. Sus luchas políticas, basadas en sus profundas convicciones de librepensador e inspiradas en su vocación de servicio al país, las libró siempre con la más noble y limpia de las armas: la pluma.

Hago esta introducción con sabor a nostalgia para honrar esa herencia que me enorgullece y que me dejó la lección de mi vida personal y profesional: los principios no se negocian ni por poder, ni por cálculo político, ni mucho menos por dinero. Esta ha sido mi carta de navegación en un oficio en el que maduré y estoy envejeciendo gracias a todos aquellos que alguna vez me dieron oportunidades y abrieron espacios: Jaime Soto, Felipe López, Plinio Mendoza, Fernando Gómez Agudelo, Juan Gossain…También a las decenas de periodistas con los que he trabajado en prensa, radio y televisión, y a ese puñado de colegas amigos con quienes, no hace muchos años, emprendimos quijotescas aventuras periodísticas: María Isabel Rueda, Ricardo Ávila, Pilar Calderón, Roberto Pombo, Enrique Santos, Mauricio Vargas, Édgar Téllez y, ni más ni menos, que Gabriel García Márquez, inspiración y aliento en el noticiero QAP y en los años en que hizo parte de la revista Cambio.

Han sido décadas turbulentas y los periodistas, no siempre bien preparados, no siempre con tiempo para profundizar, para estudiar nuestra propia historia y entender por qué somos como somos y nos pasa lo que nos pasa, nos hemos visto enfrentados a múltiples violencias, a complejos procesos de negociación con organizaciones armadas, al ingreso de los grupos económicos a los medios de comunicación, a enormes escándalos de corrupción pública y privada, rodeados de trampas, amenazas, presiones y talanqueras a la libertad de prensa... Difícil, entonces, no mirar atrás ahora que este premio me obliga a reflexionar sobre mi vida en los medios. Difícil no describir, aunque sea a grandes brochazos, las distintas encrucijadas que hemos enfrentado y en las que los periodistas han dejado una alta cuota de sangre.

En los albores de los años 80, consciente de que si bien el Frente Nacional había puesto fin a la violencia entre liberales y conservadores también había creado dos monstruos, las guerrillas y la represión militar, Belisario Betancur promovió el diálogo con la subversión. La actitud de total respeto por la libertad de prensa que asumió el Presidente, quien llegó a decir que prefería una prensa desbordada a una prensa censurada, significó un punto de quiebre para el periodismo que, sobre todo en radio y televisión, había estado sometido al control de la información sobre el conflicto que ejercía el gobierno del "estatuto de seguridad" de Turbay Ayala.

Sentimos que nos habían soltado la rienda y en parte por falta de preparación, en parte por ingenuidad y exceso de optimismo, caímos en la tentación de conceder demasiado protagonismo a los jefes guerrilleros que aún conservaban cierto aire de romanticismo revolucionario.

Tanta visibilidad irritó a los enemigos de los diálogos y desató una polémica sobre los límites y responsabilidades de la prensa, y los peligros que entrañaba para el equilibrio informativo el llamado "síndrome de la chiva". García Márquez terció en la controversia y en el prólogo del libro La guerra por la paz, un compendio de columnas que Enrique Santos Calderón había escrito sobre el proceso, dijo que la opinión pública, que debía ser el árbitro final del debate, "había quedado reducida a la condición de pobre señora sentada en medio de un ventisquero de informaciones contradictorias, en el cual era imposible saber, sin lugar a dudas, dónde estaba la verdad". ¿Fuimos los periodistas idiotas útiles, chivos expiatorios o víctimas del doble discurso oficial, que desde el Ejecutivo concedía estatus político a los guerrilleros y desde la cúpula militar hablaba de bandoleros? Los interrogantes quedaron abiertos y volvieron a surgir durante las conversaciones de Caracas y Tlaxcala en el gobierno de César Gaviria, y en las negociaciones del Caguán durante la administración de Andrés Pastrana. Para ese momento, al menos la prensa escrita había aprendido algunas lecciones: varios medios crearon Unidades de Paz o abrieron espacios de discusión con expertos, en un esfuerzo para comprender los hechos más allá de la coyuntura, para mirar la negociación a la luz de otras negociaciones de conflictos internos y aportar elementos de juicio a los lectores.

No hicieron lo mismo los noticieros de radio y televisión que, sometidos al rating, impusieron un periodismo sensacionalista que daba prioridad a situaciones dramáticas -tomas de pueblos, cilindros-bombas contra alcaldías y estaciones de Policía, enfrentamientos, expresiones de dolor de las víctimas-, sin duda hechos noticiosos que no podían dejar de ser cubiertos, pero que terminaron por hacer mucho ruido y desviaron la atención de avances, apenas visibles para los analistas del conflicto.

No hemos salido en general bien librados en el cubrimiento de los diálogos con la subversión, y por varias razones: por falta de más análisis y crítica, y de más independencia de las voces oficiales, y por la dificultad para superar la condena visceral de la barbarie de la guerrilla, de todas maneras lógica, que nos impidió ver más allá y entender que los caminos de la paz son terreno minado. Contribuimos a crear falsas expectativas y confusión en la opinión. Ayudamos, sin proponérnoslo, a impulsar el péndulo que, según la coyuntura, se ha movido del entusiasmo por la paz al entusiasmo por la guerra.

La época del narcotráfico y su ofensiva violenta contra el Estado durante las administraciones de Virgilio Barco y César Gaviria, nos enfrentaron a una de las más dramáticas situaciones de nuestra historia reciente. Si al comienzo del Gobierno Betancur la lucha contra las drogas no había sido prioridad, el asesinato de su ministro de Justicia Rodrigo Lara, por orden del cartel de Medellín, fue un punto de inflexión definitivo.


Los carteles comenzaban a marcar su territorio con sangre y fuego, y convencidos de que por el camino de la violencia podían acorralar al Estado y recuperar la senda de la negociación que había fracasado en el Gobierno Betancur, intensificaron la ola de atentados, amenazas, y asesinatos de magistrados, jueces, policías, funcionarios, periodistas…Fue la dictadura del miedo: la consigna era silenciarnos o corrompernos. Algunos sucumbieron a la tentación, pero en general los periodistas nos convertimos en blanco y en trinchera.

El asesinato del director de El Espectador, Guillermo Cano, nos llevó a convocar una marcha nacional para rechazar el crimen y defender la libertad de prensa. Multitudinaria en todas las ciudades, fue la expresión de un país conmocionado hasta los tuétanos. Hicimos también un paro informativo, 24 horas sin noticias, para crear un espacio de reflexión sobre lo que significaba el silencio de los periodistas.

No estábamos dispuestos a aceptar la mordaza que los carteles pretendían imponernos, y para autoprotegernos organizamos luego un pool de medios que aportaron sus unidades investigativas y designaron a un puñado de periodistas, del cual hice parte, para preparar informes sobre esas organizaciones criminales. Adaptados a radio, prensa y televisión fueron divulgados en forma simultánea durante tres meses cada 15 días. Nos reuníamos en diferentes lugares, en distintos días y horas de la semana, pero nos descubrieron y las reiteradas amenazas nos obligaron a suspender las reuniones. 


No obstante, la campaña causó gran impacto y permitió que la opinión conociera las dimensiones del monstruo. La sociedad empezó a darse cuenta de que la violencia no solo era de la guerrilla, que también era del narcotráfico y de los paramilitares, que escalaban la guerra sucia contra la UP, financiados por la droga y apoyados por miembros de la fuerza pública y sectores políticos de extrema derecha.

Fue la época de las peores masacres, de los secuestros de Andrés Pastrana y Álvaro Gómez, de una nueva iniciativa de paz, de esa ofensiva violenta que alcanzó su máxima expresión con el magnicidio de Luis Carlos Galán, del restablecimiento de la extradición por vía administrativa, del narcoterrorismo en las ciudades, del asesinato de Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro. Los periodistas nos debatíamos entre el miedo y la incertidumbre, nunca sabíamos si íbamos a volver vivos a nuestras casas.

La campaña presidencial había sido la más violenta y trágica de la historia. Todo parecía excluir cualquier posibilidad de un acuerdo con los narcotraficantes. Sin embargo, César Gaviria aprovechó la crisis para dar una vuelta de tuerca y retomar el camino de la negociación, imposible tras el asesinato de Galán. Propuso abrir espacios jurídicos con instrumentos diferentes a la amnistía y el indulto para lograr la entrega de los llamados "Extraditables" a cambio de la no extradición.

¿Negociar con las mafias no era claudicar, reconocer que el Estado estaba derrotado? ¿Había otra salida para poner fin al baño de sangre? Como siempre en este oficio, eran más las dudas que las certezas.


Para presionar al Gobierno, los capos, que buscaban tratamiento político y no de delincuentes comunes, acudieron al secuestro de periodistas, Diana Turbay y Francisco Santos entre ellos. En el entretanto, el equipo de Gaviria daba las puntadas finales a la política de sometimiento, y se abría paso la Asamblea Constituyente que en junio del 91 proclamaría la nueva Constitución que prohibía la extradición. Ese mismo día, se entregó Pablo Escobar a la Justicia. Respiramos aliviados. Lejos estábamos de imaginar que un año después registraríamos su fuga, y año y medio más tarde su muerte en un operativo del Bloque de Búsqueda.

La muerte del capo significó el final del narcoterrorismo pero no del narcotráfico y el crimen organizado. El paramilitarismo con su maquinaria criminal surgiría como el nuevo enemigo. Sus jefes acudirían a las formas más infames para acallar a la prensa. Muchos periodistas, sobre todo de los medios regionales, más vulnerables, pagaron con su vida la osadía de denunciar. No obstante, gracias a esas denuncias y sobre todo a las investigaciones periodísticas de algunos medios capitalinos, la opinión empezó a descubrir la dimensión del poder que habían alcanzado los paramilitares en las administraciones locales y regionales, y en el Congreso, donde lograron el 34 por ciento de las curules en la campaña de 2002, todas de la coalición uribista.

Reelegidos la mayoría en 2006, las investigaciones de la llamada parapolítica no solo llevaron a muchos de congresistas aliados del Gobierno a la cárcel, sino que derivaron en el escandaloso espionaje del DAS a opositores, magistrados de la Corte Suprema y periodistas.

El uso de prácticas perversas y de dineros oscuros para conseguir resultados políticos y electorales ya tenía antecedentes: la campaña que llevó a Ernesto Samper a la Presidencia y que derivó en el llamado proceso 8.000. Entonces quedó claro que las mafias habían aprendido que mejor que enfrentar a las instituciones, era infiltrarlas y corromperlas, y que más rentable que asesinar policías, jueces, políticos y periodistas, era comprarlos.

Fue entonces cuando se rompió una constante histórica: el periodismo cortó su cordón umbilical con los políticos. Fue un proceso por etapas: tímido al comienzo, se radicalizó a medida que conocíamos declaraciones, documentos, testimonios, grabaciones e indagatorias que comprometían a congresistas, altos funcionarios y al propio Presidente de la República. Repugnancia y rechazo por la corrupción de la clase
política se respiraba en las salas de redacción.

Los congresistas no ahorraron esfuerzos para imponernos controles y estatutos, precisamente cuando 173 parlamentarios empezaban a ser investigados por recibir plata del narcotráfico. El Gobierno acudió al chantaje para arrodillar a periodistas y medios mediante licitaciones de TV y frecuencias de FM, y con ayuda de sus amigos en el Congreso sacó una ley que cambiaba las reglas del juego y cuyo propósito era castigar a los noticieros que cuestionábamos su gestión. Entonces el DAS también interceptaba teléfonos y hacía seguimientos a los periodistas críticos del Gobierno.

La crisis del 8.000 significó un nuevo debate sobre el papel de los medios. Nos acusaron de haber ignorado las reglas del oficio, de haber servido de correa de transmisión de fuentes interesadas, de no haber investigado suficiente. En resumen, de tomar partido, de hacer parte de la crisis. Ante el vacío y el fraccionamiento de los partidos, ante la usencia de una oposición política organizada, la prensa ocupó parte de ese espacio y sí, tomo posición, y cavó trincheras. Ese fue, paradójicamente, su mayor acierto y su más grave error. Se jugó sus restos, su prestigio, su credibilidad pero no pudo salvarse del diluvio. ¿Pero qué habría pasado, entonces, de no haber sido por ese periodismo que, incluso con sus fallas y excesos, hizo de cancerbero? ¿La opinión habría sabido que el narcotráfico había penetrado hasta las más altas esferas del poder, que innumerables miembros de la clase política habían vendido su alma al diablo? No estoy segura. 


La encrucijada más reciente pero no la última fue la que creó el gobierno de Álvaro Uribe. Por esa la ley del péndulo que antes mencioné, el país pasó del desencanto por la paz al entusiasmo por la guerra. Seducidos por el fuerte liderazgo del Presidente, que concentró la información sobre el conflicto en cabeza suya y unificó el mensaje, un único mensaje, la lucha contra el narcoterrorismo de las Farc, la casi totalidad de los medios se contagiaron del clima de unanimismo que reinaba en la opinión.

Una tras otra, las encuestas reflejaban el decidido apoyo al presidente Uribe y, hábilmente manipuladas por el Gobierno, acabaron por incidir en las líneas editoriales y en los titulares de las noticias a la hora de informar sobre las políticas y acciones oficiales. Ese ambiente perversamente acrítico, alimentado por el discurso macartizador del Presidente que asociaba crítica y oposición con subversión, creó un peligroso ambiente de intolerancia y polarización.

Nunca como en los gobiernos de Uribe se había presentado un divorcio tan grande entre la opinión mayoritaria reflejada en las encuestas y la de la mayoría de los columnistas de la prensa escrita. El Presidente logró establecer una conexión directa con la gente y nos ganó de mano en nuestro propio terreno.

Pero habrían de presentarse nubes en el paraíso de la seguridad democrática con las investigaciones periodísticas sobre el fenómeno paramilitar, sus tentáculos en la política, la economía y las instituciones del Estado, y su influencia en la campaña del 2006. Sin embargo, el destape de las cartas de la reelección y la intención del Presidente de modificar la Constitución en beneficio propio, fueron el punto de quiebre: Uribe estaba yendo demasiado lejos. Así se lo hicieron saber desde sus editoriales, diarios que habían apoyado la primera reelección, y buena parte de los columnistas que hasta ese momento lo habían apoyado. Y así lo interpretó la Corte Constitucional que le cerró el paso a la segunda reelección.

Un lección fundamental dejó el "uribato" al periodismo y es que el exceso de concesiones y benevolencia con los gobiernos, da pie para grandes abusos y contribuye a banalizar opiniones periodísticas analíticas y críticas de las políticas y acciones oficiales.

El cubrimiento del nuevo Gobierno nos abre muchos interrogantes y tienen que ver con sus conexiones con los más importantes medios de comunicación. Pero más preocupante aún es el reto que nos plantean las nuevas realidades de los medios, sobre todo de los escritos, antes de gran relevancia para la opinión y hoy con influencia muy debilitada. Y es que la prensa dejó de ser lo que era y no solo por la proliferación de otros canales de comunicación y el avance de nuevas tecnologías, sino porque los viejos periódicos propiedad de una familia han pasado a la historia y hoy forman parte de poderosos conglomerados multimedia dentro de los cuales juegan un papel funcional al grupo.

Pese a que esos grupos tienen gran solvencia económica para resistir chantajes o presiones económicas y políticas, para influir en la agenda pública, para defender el bien común, sus dueños están más interesados en la rentabilidad que en su responsabilidad con los ciudadanos o en la fiscalización del poder, bien porque comparten sus mismos intereses, bien porque persiguen negocios que dependen de él. Esa es la razón, por ejemplo, de la muerte de la revista Cambio, víctima de la segunda conquista española.


El negocio es el nuevo nombre del juego. Como dice el analista de medios Germán Rey, “la ideología es hoy la de los libros de contabilidad”. Las noticias han entrado en el mercado de la comunicación y su valor no es propiamente periodístico-noticioso, es económico. El criterio informativo ha pasado a ser también criterio financiero y eso está llevando a la prensa escrita, en especial a los periódicos, a una visión más restringida de su papel. De ahí la preferencia por contenidos que aseguren mayores ventas, de ahí que la información esté cada vez más arrinconada por el entretenimiento, de ahí que se decante preferencialmente por las llamadas “noticias útiles”. Cada vez hay menos análisis, menos investigación y menos historias relevantes.

¿Qué nos depara el futuro a los periodistas? Ante la marginación o extinción de medios alternativos, ante la evidente disminución de la independencia de los medios y las reducidas fuentes de trabajo, cada vez hay más limitaciones para informar con talante crítico, para meter las narices en las entrañas del poder. Debo reconocer que no es es mi caso, pues los medios que me acogieron tras el despido de Cambio, RCN Radio y El Espectador, me dejan expresar con total libertad. ¿Pero pueden todos los periodistas decir lo mismo? No creo. Para buena parte de ellos la opción es la autocensura, el silencio cómplice o la neutralidad pasiva. Y en el caso de los llamados cargaladrilos, se ven obligados a informar sobre el lanzamiento de productos de los grupos donde trabajan –libros, revistas, telenovelas, concursos, realities-, y a convertirse en periodistas multifuncionales que deben producir, por el mismo sueldo, para los distintos medios que convergen en su empresa -televisión, diarios, revistas, emisoras…-, con las implicaciones que eso tiene para la calidad de la información y su consecuente homogeneidad.

Acepto, pertenezco a la vieja guardia, soy de la generación de los tubos, no de los chips; de la m·quina de escribir, no del computador; del teléfono fijo, no del celular; del predominio de la prensa escrita, no de Internet. Soy un dinosaurio. Pero aun así, y reconociendo el valor de las nuevas tecnologías y la utilidad de la red como fuente de información, creo que hasta ahora poco han servido para mejorar la calidad del periodismo. La concentración de medios en conglomerados conspira contra ello.

En estas circunstancias, el peligro no es solo que haya más espacio para la corrupción porque donde los medios independientes mueren, la corrupción tiene más probabilidades de prosperar. El peligro es también para el propio periodismo que como función social pierde cada vez más oxígeno.

¿Cómo llenar el vacío que dejan la disminución del número de periódicos y revistas, y la precariedad y mediocridad que hoy predominan en el cubrimiento periodístico? ¿Cómo crear o mantener empresas independientes que cumplan con el papel de auténtico servicio público que han ido dejando los grupos multimedia en aras del negocio? ¿Cómo hacer para que el buen periodismo, el que investiga, el que analiza, el que hace de contrapoder, encuentre apoyo entre los anunciantes? ¿Cómo evitar que el periodista perro guardián acabe convertido en perro faldero? Estos son apenas algunos de los interrogantes que hoy nos hacemos los periodistas de ayer. Muchas gracias...

Discurso de la periodista María Elvira Samper al recibir el premio Simón Bolívar a la Vida y Obra 2010.


Los destacados del texto son míos. La foto de María Elvira Samper y Rodrigo Pardo la tomé (Canon E250 análoga) durante la Marcha contra el paramilitarismo el 6 de marzo de 2008.

martes, 10 de enero de 2012

Ya no nos ocupamos de honrar la Memoria de los Muertos

No, no puedo estar de acuerdo. A Mateo y a Margarita no los mató la felicidad ni los ranking que muestra sin sonrojo el periodismo acrítico nacional que solo se mira a sí mismo.

A Margarita y Mateo los mató  el egoísmo y la ceguera de una sociedad que creyó y calló sin preguntar ni cuestionar, las verdades a medias o las mentiras completas de un proceso que solo existió en la bravuconada de un discurso y de unas armas que nunca se entregaron. 


Las otras víctimas de esta desgracia no cuentan o cuentan como Consuelo Gómez, la mamá de Margarita, que hoy nos dice que quiere “morir cuanto antes, porque quiero estar con ella… Pero moriré tranquila el día que se haga justicia y no quede en la impunidad”. 


Y no se resolverá, como tantos otros crímenes en los que de una u otra forma está vinculado el Estado. Porque los territorios dominados por el paramilitarismo, también están dominados por el ejército regular de Colombia. Expertos, a veces sin mucha suerte, de desaparecer pruebas, rastros, señas, cuando no, personas y hasta cadaveres. Todo se encubre en el manto de la impunidad claramente blindado por la cultura de una sociedad del “deje así” tan, pero tan colombiana.


No vayan porque hay un muerto en el camino, parece ser el sino trágico de esta sociedad que espanta porque no se espanta con nada. Tal vez la Fiscal General, Viviane Morales, no sepa que Margarita, como ella y como yo, fuimos cinceladas en la palabra, el respeto y la solidaridad cuando ocupamos en distintos momentos de nuestros caminos las mismas aulas de la primera juventud. Esa que recién dejaba Margarita para ir a andar el llano abierto, las serranías, cuencas, montes, ciénagas, quebradas y ríos por entre los almendros del departamento de Córdoba.


Como cuando en vida Pablo Escobar, los gobiernos de Barco y Gaviria lo responsabilizaban de todos los crímenes y sucesos delictivos de todo orden en el país, en este, al parecer, los uribeños, perdón!! los Urabeños son los determinadores de estos asesinatos y ya. Una vez declarado esto, la investigación duerme el sueño de los justos. Ya no nos ocupamos de honrar la Memoria de los Muertos, sino en recordar lo que no hacen los vivos, o mejor, los que están con vida, para este caso la Justicia. Un año y nada. Y habrá otro y nada pasará.


Esta Luna para sus familias, padres, abuelos, hermanos. Una luz que sueño, en cada extremo, es llevada por Margarita y Mateo.



Foto by Bunkergo. Serie Per-Siguiendo a la Luna con @JlpalacioL. Bogotá D.C., enero 10 de 2012.

martes, 3 de enero de 2012

Nuevos Desafíos del Periodismo

El texto del escritor William Ospina forma parte de las reflexiones ofrecidas en el marco del Foro Internacional "Gobernabilidad Democrática y periodismo en la coyuntura política colombiana" los días 16, 17 y 18 de agosto de 2000 en Bogotá. El periodista y escritor Ryszard Kapuscinky fue el invitado central de este Foro al conmemorarse el undécimo aniversario del asesinado del líder político Luis Carlos Galán y que tuve el privilegio de organizar para el Instituto para el Desarrollo de la Democracia. La fuerza de su vigencia sigue siendo la misma para el periodismo de hoy en Colombia, en donde los desafíos siguen siendo los mismos doce años después. Los destacados son míos.

Por William Ospina [1]


El único mal de Colombia es la  falta de una ciudadanía solidaria consciente de sus deberes y de sus derechos, responsable y vigorosa que no sólo esté en condiciones de ofrecerles la paz a los grupos violentos que siembran muerte y terror por todas partes, sino que sea capaz también de imponerles otro modelo mental a unas clases dirigentes mezquinas y torpes que, a pesar de estar rodeadas por todos los decorados de la modernidad, siguen manejando el país con la moral de los conquistadores españoles y con la mentalidad de los encomenderos del siglo XVI. Y digo que es el único mal porque es el que impide la solución de todos los otros. Mientras no se logre esa reacción ciudadana inteligente, generosa y creativa que proponga e instaure un proyecto nacional razonable y moderno, Colombia seguirá eligiendo gobiernos no por su talento y sus ideas, sino por su apellido y su buen tono social y seguirá cruzando los dedos con la esperanza desvalida de que los actores armados arrastrados a la barbarie y a la destrucción se pongan de acuerdo para regalarnos un país civilizado y próspero.

Yo diría que pocas disciplinas tienen hoy tantas responsabilidades en Colombia y en el mundo como el periodismo. Ya pasaron los tiempos en los que se limitaba sólo a informar y a comunicar. Hoy posee un poder tan grande como el de los partidos y el de las empresas, modela las reacciones de la opinión pública, alerta o aletarga, crea figuras públicas o las hunde, puede ayudar a clarificar los hechos o puede hacerlos aún más confusos y terribles de lo que son, puede ayudar a entender los fenómenos o puede sumergirlos en una niebla de incomprensión y de misterio.

El mundo moderno que de tantas maneras distintas ha ido rompiendo el hilo de sus tradiciones, que ha perdido tantas costumbres, parece expuesto a no tener otra explicación de los hechos que la que los medios le conceden. Pero, en los países democráticos consolidados, la educación tiene la prioridad de formar el carácter y el criterio de los ciudadanos y el Estado tiene la capacidad de brindar el espacio de orden donde ese criterio puede ejercerse.

En Colombia donde siempre el poder despreció a la gente la educación nunca fue una prioridad del Estado y es por ello que el Estado no cuenta hoy con el respaldo de una ciudadanía vigorosa y resuelta que le ayude a cumplir sus tareas de civilización. Existen grandes diferencias entre formar e informar. En Francia o en Inglaterra, los medios no necesitan proponerse la tarea de dar formación a la ciudadanía porque esa tarea ya la han cumplido, y de un modo programado responsable y eficiente, otras instancias de la sociedad, particularmente la familia y la escuela. Es sobre todo en ellas donde se modela el perfil de un país, su orgullo o su vergüenza, su respeto sincero por las normas o su vocación transgresora, la conciencia que tiene el ciudadano de su propia dignidad o su precaria valoración de sí mismo. Esa formación básica determina si alguien actúa solo como individuo en función de sus intereses personales o si se tiene ciudadano, es decir, alguien con responsabilidades sociales con conciencia de su valor ante la comunidad.

William Ospina con el coreógrafo y bailarín Álvaro Restrepo, atiende mi llamado. 
En Colombia somos vigorosamente individuos, pero no somos ciudadanos. Cuando asisto a reuniones de intelectuales o de profesionales en las que se discute como construir ciudadanía, casi siempre se insiste en la necesidad de volver ciudadanos a quienes no han ido a la escuela o a quienes están excluidos de toda oportunidad. Pero el mayor desafío de Colombia es cómo volver ciudadanos a los intelectuales, a los empresarios, a los profesionales, incluso creo que sería importante pensar en cómo  volver ciudadanos a los políticos[2], cómo lograr que actuemos minimamente en función de unos propósitos colectivos, de una simpatía básica por los demás, de la necesidad de nos estar solos en un mundo, donde de tantas maneras necesitamos de los otros.

La del periodista, se diría, es una de las profesiones más modernas que existen, no en el sentido de que es muy reciente, sino de que esté en la vanguardia de la actualidad. Nadie de los periodistas tiene por oficio la recepción y comunicación inmediata de todo lo que ocurre en el mundo, los mil rostros de una humanidad que no ha renunciado ni a la guerra, ni a la mezquindad, ni a la miseria, ni a la esperanza. Aparentemente, la tarea del periodista es solo la de convertir en lenguaje articulado los hechos y transmitirlos a través de influyentes medios de comunicación. Labor que supone una alta vigilia de atención e investigación, una existencia aventurera con largos desplazamientos, peligros continuos, largos tramos de esfuerzo y de incertidumbre.

Abundan las novelas y las películas cuyos héroes son los periodistas que vivieron peligrosamente la aventura de los golpes de estado, las revoluciones, las catástrofes naturales o los atentados criminales. Esa labor de cubrir los hechos no siempre permite a cada periodista ser ese personaje ultra informado que puede situar los episodios que narra en su perspectiva histórica, en su significación política, en sus implicaciones éticas y en su contexto planetario. Se supone además que el periodista solo debe ofrecer al público datos objetivos y que son profesionales mucho más especializados quienes podrán ahondar en la interpretación de los hechos y en la orientación de su público, pero yo creo que ningún periodista aceptaría voluntariamente ser un mero observador de datos sueltos. Para todos es un imperativo profesional y humanos situar los acontecimientos verlos en perspectiva y sin pretender convertirse en historiador o en filósofo contribuir a su desciframiento.

Todo lenguaje participa de las propiedades del análisis, todo lenguaje es una interpretación de la realidad. Así  que a los viajes, las esperas y los maltratos que forman parte cotidiana de la aventura periodística se suman la curiosidad intelectual y un esfuerzo expresivo que excede los meros asuntos gramaticales para participar de preocupaciones estéticas como la búsqueda de claridad, la eficacia narrativa, e incluso la capacidad de conmover, pues si esta no se logra los hechos dramáticos de la aventura humana no serán comunicados plenamente.

En situaciones como las que vive Colombia con un conflicto político y social de tan enorme magnitud y unas esperanzas tan tenues de transformación del escenario a corto plazo la labor de los periodistas se ve agravada también por el enfrentamiento entre las fuerzas que libran la guerra, por su recíproca  convicción de ser dueñas de la verdad y su decisión de imponer esa verdad a todo el mundo. Esto añade al trabajo periodístico, presiones, exigencias, amenazas y finalmente atentados y crímenes por parte de grupos que quieren beneficiarse de la divulgación de sus actos o imponer a la sociedad la versión que más les conviene.

El deber de los periodistas va, sin embargo, más allá del esfuerzo por informar y por dilucidar los hechos, aunque creo que la siguiente no es ya una exigencia que competa solo a los individuos sino también a los medios, a los gremios y a la profesión en su conjunto. El periodismo, - y ese es un alto destino-, se debe menos a la verdad de los protagonistas de los hechos que a los intereses de la humanidad. Es la perspectiva humana, no facciosa la que le puede dar su sentido no solo como instrumento informador, sino como instrumento civilizador.

Creo que el periodismo por su altísima influencia, por su presencia cotidiana ante las comunidades, por su capacidad de formar criterios y despertar opiniones ha demostrado en muchos sitios que tiene la posibilidad de influir de un modo mayor en el discurrir de las naciones, y es allí donde su condición de extrema actualidad gana sentido. Al periodismo le compete un papel de primera magnitud en el proceso de modernización de las sociedades. Una de las más urgentes tareas de la sociedad colombiana, es la de superar su ficción de modernidad, esa modernidad formal de autos y computadoras de electrodomésticos, supermercados, entretenimiento y moda, y acceder a la verdadera modernidad que es la de las ideas.

La guerra que vivimos se nos presenta como una típica guerra medieval, intolerante e inhumana, librada eso si con los sofisticados arsenales del siglo XXI, pero es que la mentalidad de nuestra sociedad, es una mentalidad arcaica donde todavía los únicos signos de preeminencia son la riqueza, la capacidad de excluir a los otros la capacidad de hacer daño, la capacidad de  manipular a los demás. Nuestra información de lo que pasa en el mundo es harto precaria,  nuestra participación en los grandes debates de la época,  nula. Nuestro encierro  en las contorsiones agónicas de este mundo aldeano, patético. Y sólo nos llama la atención los hechos espectaculares y violentos. Los personajes de nuestras noticias son, en su abrumadora mayoría, los que protagonizan procesos de rivalidad y de competencia que embriagan o conmocionan a las multitudes, esto no es malo cuando se trata de deportistas que arrasan  marcas mundiales o de luminarias del espectáculo y de la farándula, pero es muy grave cuando la mayor parte de la información se debe a aquellos que utilizan la violencia, la extorsión, el chantaje y la masacre, los señores de la guerra, los protagonistas de casos de corrupción y los políticos solo en la medida en que intriguen y manipulen.

La respuesta que escuchamos más a menudo es que la realidad no depende de los periodistas, que estos son - como lo decía un querido amigo en su columna de opinión-, una suerte de espejos de la realidad: muestran lo que ven y nada más. Que sería demasiado pedirle al periodismo, - que además de afrontar todas las pruebas que he enumerado y las violencias que de un modo creciente padecen-, tuvieran que encargarse de transformar una realidad que nadie más parece empeñado en transformar.

Pero la madurez de una sociedad y su grado de civilización está sobre todo en la escala de valores que la rige. En todas las sociedades modernas hay grandes deportistas, celebridades espectaculares, criminales y guerreros. Pero hay también empresarios, productores, orientadores, constructores de tejidos sociales, investigadores, pensadores, intelectuales, científicos, artistas. Sus noticias parecen menos excitantes, pero son más valiosas  para la vida. Y en la mayoría de las sociedades modernas, esas personas tienen un estatus social, una responsabilidad y un papel protagónico que en la nuestra no tienen.

Me atrevo a decir que uno de nuestros males como sociedad, es que nos hemos acostumbrado a las noticias embriagantes, a las noticias excitantes. Encendemos el televisor cada noche, no esperando que se nos diga que está funcionando bien, qué esfuerzos se hacen, sino qué atrocidades espectaculares, qué amenazas escalofriantes, qué hechos tremendos se ciernen sobre nuestras cabezas. El mal por supuesto está en la sociedad toda, pero también hay una suerte de colaboración entre quienes esperan las noticias, quienes las protagonizan y quienes las transmiten. Oigo decir a menudo que afortunadamente vivimos en un país excitante donde ocurren cosas que conmocionan. Incluso cierta vez el director de un gran periódico nacional dijo en una entrevista que le parecería muy tedioso vivir en uno de esos tristes países donde hay un muerto cada seis meses. Esas afirmaciones en alguien que vende centenares de miles de periódicos son ciertamente impúdicas, porque son ingeniosidades apenas tolerables en la ficción.

Recuerdo que Cherteston dijo alguna vez con mucha gracia que una novela para ser buena necesitaba un muerto. Una novela donde no haya un muerto, añadió, me parece falta de vida. Pero hay una diferencia importante entre el arte y la realidad, y más vale no confundirlos. Goette se preguntaba por qué será que lo que nos repugna en la vida nos fascina en el arte. Yo creo haber percibido la respuesta leyendo unos argumentos de San Agustín sobre el lenguaje: es que lo mejor que tiene la palabra perro, decía San Agustín, es que no muerde y lo mejor que tiene la palabra basura es que no huele mal. En el arte los hechos están despojados de su peligrosidad brutal, porque están inscritos en un orden estético y en un ritmo revelador que nos ayudan a su comprensión y nos fortalecen frente ellos.

El periodismo no se propone ser una obra de arte en ese sentido, y si bien no puede impedir que sucedan los hechos lamentables de una guerra que tiene su origen en muchas malignidades y muchas injusticias, también es responsable en parte del orden mental que impera en la sociedad, del sistema de valores que la rige y del tipo de importancia que se concede a las obras de la barbarie y a las obras de la civilización.

Es por ello que decía que no podemos pedir a los periodistas, individualmente considerados, que además de su valerosa misión se propongan cambiar a una sociedad que el resto de la comunidad no parece del todo empeñado en transformar. Pero si creo que la profesión, que los grandes medios, que la pedagogía profesional están en mora de plantearse otras responsabilidades  que si están en condiciones de asumir. Si se puede o no crear pautas para que, al menos los esfuerzos de entendimientos, de civilización, de convivencia, de creación, tengan tanto papel protagónico como los trabajos de la muerte, de la intolerancia y de la arrogancia criminal.

Si vemos solo los hechos, también sus causas y sus contextos, si vamos a seguir considerando importante sobre todo lo que lesiona y vulnera y destruye, o si también le concederemos importancia a lo que crea y piensa, a lo que convive y descubre, a lo que sosiega e inventa.

En las sociedades bárbaras solo cuentan los guerreros. Colombia es hoy una sociedad guerrerista, violenta, extasiada con su ración diaria de malas noticias, que parece moderna porque está adornada con todos los adminículos de la modernidad, pero la mentalidad de la gente es lo esencial, el sistema de valores que rige a la comunidad. Debemos saber si hay en ella respeto por el trabajo, por el pensamiento por la creación por la capacidad de convivir y de reinventar el  tejido social, porque si ello no existe se perpetuará la barbarie y todos los ciudadanos seremos cómplices y servirán de poco los desvelos y la abnegación de tantos periodistas heroicos, ya que también el horror como alimento cotidiano puede producir adicción.

Si Colombia es tan débil por falta de justicia y por falta de una educación dignificadora y enaltecedora del ciudadano, el periodismo, con su enorme poder tendrá que proponerse además de su labor informadora, una mínima labor formadora de criterio de carácter, de orgullo y de dignidad. Si de algo se alimentan la injusticia y la barbarie es de la ignorancia, de la falta de criterio, de la falta de orgullo, del resentimiento y del maltrato.

Lo que sucede hoy en Colombia, es en primer lugar un reto a la inteligencia y a la creatividad de los ciudadanos, de los profesionales de todas las disciplinas, de los políticos de los intelectuales, de los hombres de empresa. Es decir, tal vez  esta guerra de desgaste y de ruina sólo pueda ser resuelta por quienes no están devorados por ella y arrastrados por su vórtice de pasiones polarizadas y resentimientos crecientes. Es pavoroso que en las puertas mismas del tercer milenio, un país occidental esté naufragando en una guerra fanática de tintes religiosos, en una guerra particularmente brutal y sobre todo que esté abandonando a la muerte de la generación de jóvenes de todos los bandos que tendría que contribuir con su trabajo y con su talento a resolver las graves preguntas de la época y responder a sus desafíos.

Pero nos equivocaríamos si pensamos que lo único que hay que resolver en Colombia es la guerra, porque la pobreza, la exclusión, la ignorancia, el egoísmo y la injusticia no sólo son anteriores a esa guerra, sino que en gran medida son sus causas y es allí donde hay que definir si cada uno de nosotros reclama la paz solo para sentirse personalmente seguro, o si busca tener por fin un país donde todos podamos mirarnos como conciudadanos y podamos respetarnos como seres humanos. Muchas gracias.



[1] Muchas gracias. Quiero agradecer al Instituto Luis Carlos Galán esta invitación, y voy a leer unas reflexiones, que es la ampliación de unas reflexiones que hice hace algunas semanas ante el grupo de periodistas de Medios para la Paz, sobre los nuevos desafíos del periodismo.
[2] Aplausos.
Foto by Bunkerglo Diciembre 12 de 2010. Inxilio, el sendero de lagrimas. El Campin, Bogotá.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Saludo a mis amables suscriptores

Amables suscriptores:
Ha sido un inmenso privilegio contar con su interés en este Blog y en los pensamientos que allí encuentran. Todos y cada uno de ustedes son un estimulo que cuido con atención y afecto. Cada nuevo día procuro hacerlo mejor, escribir más y con mayor calidad para lo cual siento que le he ganado la partida de achaques de salud al año que dejamos atrás.
Por lo pronto, les deseo que el tiempo venidero llamado 2012 sea bueno, alegre y con salud. Va un abrazo renovándoles mis agradecimientos por estar aquí.
Con profundo afecto y respeto,
Gloria - @Bunkerglo - Bun



miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡Hideputas!

El periodista Juan Gossaín cuenta, indignado, cómo se pudrió la comida y cómo se vio perjudicado un pueblo

Excúsenme si parezco furioso: lo estoy. Esperé una semana antes de sentarme a escribir, pero no se me pasa. El crimen que se ha cometido clama justicia al cielo. Voy a contarles la historia.
San Estanislao de Kotska, con su nombre de santo polaco, es un pueblo de 15.000 habitantes, en el departamento de Bolívar, situado apenas a 40 kilómetros de Cartagena. Por allí se le conoce simplemente como Arenal.

En la víspera de Nochebuena murieron dos niños, uno, de 2 años, en Arenal, y el otro, de 7 meses, en Soplaviento, la aldea de músicos que le queda al frente.

Estaban recogidos con sus familias en albergues para damnificados del invierno. Los dictámenes médicos fueron iguales en ambos casos: muerte por desnutrición. Los aguaceros de los últimos años han ocasionado tantos estragos en las riberas del canal del Dique que ya no hay comida. Un sacerdote amigo mío vio a una madre con sus hijos almorzando las hojas que arrancaban de un palo de limón a la salida de Calamar.

Ese mismo día, mientras los vecinos piadosos recogían dinero en la calle para enterrar a los niños, en una bodega de la zona industrial de Cartagena tuvieron que destruir 12.000 raciones de comida que la Gobernación de Bolívar había comprado hace cuatro años, para socorrer a las víctimas del invierno, pero que acabaron pudriéndose en un depósito.

No eran solo alimentos. En las cajas también había varias medicinas, entre ellas suero glucosado para rehidratar a los hambrientos. Es probable que con un par de esas botellas los dos niños se hubieran salvado. Sigo pensando en ellos hoy, que es día de los Santos Inocentes.

Historia de un crimen

Todo empezó en el año 2007. El implacable invierno, que desde entonces venía rugiendo como un perro hambriento del sur de Bolívar hacia el norte, había cobrado ya sus primeras víctimas: ranchos destruidos, cosechas perdidas, gallinas y cerdos que flotaban en las corrientes. Las romerías de indigentes, con un pedazo de colchón al hombro y las criaturas en brazos, se
desplazaban de pueblo en pueblo, mendigando cobijo y pan.

El gobernador Libardo Simancas, que estaba a punto de dejar su cargo para ser investigado por vínculos con la parapolítica, ordenó que se compraran 12.000 mercados a unos licitantes de víveres que los cotizaron por 4.000 millones de pesos.

Joaco Berrío, el nuevo gobernante, acusó a su antecesor de haber hecho una compra amañada y sin los requisitos que exige la ley. Según declaró públicamente, temía que al repartir esos alimentos lo metieran en la cárcel. En aquella ocasión le dije por radio que es mejor terminar preso por repartir comida que por dejarla pudrir.

Prefirió ordenar que almacenaran los mercaditos en una bodega contratada mientras se adelantaba una "investigación exhaustiva" que no llegó a ninguna parte. (Malditas sean las investigaciones exhaustivas en Colombia. Todavía no hemos podido saber quién asesinó al mariscal Sucre ni quién ordenó que mataran a Gaitán.)

A Berrío lo destituyó la Procuraduría por otras razones. Llegó un tercero, Jorge Mendoza, tan fugaz que ni tuvo tiempo de averiguar dónde diablos era que estaba guardada la comida.

En el 2010 convocaron a votaciones atípicas para que alguien gobernara los nueve meses que hacían falta. Solo participó el 10 por ciento de los ciudadanos. Apareció Alberto Bernal, el cuarto mandatario, y, según él mismo ha dicho, desde el día de su posesión ya los mercaditos estaban dañados.

En esos cuatro años, cada invierno fue más grave que el anterior.
Los damnificados se multiplicaron. Eran, como siempre, los más indefensos y desprotegidos. Uno puede comprobar en las calles coloniales de Cartagena que los desplazados por el agua ya no piden dinero. Ni siquiera piden una sábana. Ellos mismos dicen que se conforman con una lata de leche en polvo o unos cubitos para hacer sopa.

Pasó el tiempo. Llovían las explicaciones legales, hubo una inundación de incisos y parágrafos, cayó un diluvio de intrigas, metieron sus manos diputados y concejales, y así, entre martingalas de leguleyos y bellaquerías de políticos, la bodega terminó por convertirse en un pudridero.

La ira de Dios

Los vecinos del depósito empezaron a quejarse. Los olores apestaban. 12.000 cajas de comida para seres humanos se habían convertido en un banquete de ratas y en basurero de cucarachas.

Hasta que la semana pasada un grupo de especialistas decidió que se procediera a destruir los mercaditos con candela porque eran un peligro para la salud pública. Yo no sé cuál de todos esos gobernadores es el culpable, o si lo son todos, porque cada uno cuenta un cuento distinto y cada quien trata de sacar sus chorizos del humo.

Solo espero que la ira de Dios caiga sobre los responsables de una infamia como esta, ya que la justicia de los hombres no solo es ciega, sino sorda. Y que les tenga reservada una paila del infierno más caliente que el fuego de los mercaditos, para que prueben una cucharada de su propia medicina. Son más condenables que la guerrilla, los narcotraficantes y los paramilitares juntos.

Este crimen de lesa humanidad es más horrendo que el de los parásitos financieros de Wall Street, que los fraudes electorales de Putin en Rusia, que las masacres de Gadafi en Libia, que las palizas del Ejército sirio contra los manifestantes de Damasco.

Pero aquí, en Colombia, tierra del café más suave del mundo y de las esmeraldas más bonitas, nadie se indigna, nadie ocupa una plaza para expresar su protesta, nadie abre la boca. Nadie se estremece. ¿Es que aquí a nadie le duele nada? ¿Qué es lo que tenemos en las venas? ¿Chicha de maíz?

Las estadísticas más confiables señalan que casi cuatro millones de colombianos se acuestan cada noche sin haber comido. De ellos, la mitad son niños. Pero la plata del Bienestar Familiar no alcanza para llenar el barril sin fondo de tanto contratista ladrón. Y en Cartagena dejan pudrir 12.000 mercados.

Sigamos en esas, sigamos; sigamos felices, como Nerón, tocando el arpa mientras Roma arde.

Epílogo para una infamia

Y faltan más horrores. Ya dije que el suministro de los mercados perdidos se contrató hace cuatro años por 4.000 millones de pesos. Como nunca les pagaron, ahora los proveedores exigen 9.000 millones, un incremento del 125 por ciento, a lo que hay que añadirle el precio hasta ahora desconocido de cuatro años de bodegaje, más 44 millones de pesos adicionales que cobraron los encargados de destruir la podredumbre.

No escribo con tinta de computador, sino con sangre, porque Altenberg me enseñó que quien escribe con sangre aprende que la sangre es el espíritu.

A punto de terminar, busco en la cabeza una palabra precisa para referirme a quienes hayan sido los causantes de esta monstruosidad. Todos los epítetos me parecen pobres ante la magnitud de lo ocurrido. Decía Cervantes que "solo hay una palabra, y solo una, para expresar lo que un hombre está sintiendo". Pero ninguna sirve para deshacerme del tarugo que tengo enquistado en el fondo del corazón.

Hasta que la encontré ahí, en las páginas del propio Cervantes. Cuando aquellos truhanes de una hospedería del camino lo molieron a palos, Don Quijote salió del lugar lanzándoles todos los improperios que se merecían: bribones, sinvergüenzas, granujas, perversos, malignos, villanos. No contento con ello, subió a su caballo sarnoso y, antes de volver grupas para marcharse, se asomó por la ventana de la posada, llenó de aire los pulmones, abrió la boca hasta donde pudo y, con toda la fuerza de su alma, les gritó:

-¡Hideputas! 


Juan Gossaín, periodista.

ESPECIAL PARA EL TIEMPO publicado el 27 de diciembre de 2011. Tomado de Eltiempo.com