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miércoles, 3 de febrero de 2016

Todo por un beso


Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero no para esta foto. Hay mucho que decir sin llegar siquiera a mil palabras. Un símbolo con muchos significados.

Empecemos por el principio: el contexto de la imagen, no de la foto, que más parece una tragicomedia

¿Qué hacían Piedad Córdoba y Álvaro Uribe juntos y en dónde? ¿Es cómo pregunta Jairo Tarazona (@JairoReport) el “beso de judas?”

Mientras el país hacía conjeturas sobre lo que veía sin dar mucho crédito, ese día a la misma hora pero por otro canal, otro niño Wayuú que moría por desnutrición sin ser el foco de atención de la sociedad en la península que se entretenía con la posesión del Oneida Pinto como Gobernadora de la Guajira, pese a que ya lo había hecho un mes atrás.

La subjudice política (que es decir poco) repitió su posesión en “un ritual simbólico” en la Catedral de Riohacha ante la comunidad Wayuú  ̶ de la que desciende ̶, los Palabreros wiwas, arhuacos, koguis y kankuamos, Nasa, Awa, Pijao, Inga, Embera, Muisca y Mocaná, la Nobel guatemalteca de Paz Rigoberta Menchú, la virgen de Nuestra Señora de los Remedios y, por su puesto, Monseñor Héctor Salah Zuleta.

Lo mismo hizo Juan Manuel Santos el 7 de agosto de 2010 en la Sierra Nevada de Santa Marta cuando los hermanos mayores de los pueblos koguis, arhuacos, kankuamos y wiwas le entregaron “el mando de los valores del equilibrio con la naturaleza” (!!)*. ¿Recuerdan? Otro ritual, simbólico.

Pero además de Córdoba y Uribe, otros políticos y ministros  acompañaron a Pinto el martes 2 de febrero.

Pero vuelvo a la imagen, su sentido, lo que comunica.

Cada vez que aparecen públicamente Córdoba y Uribe, los medios crean una noticia. Y aunque hoy ya no se les sigue palmo a palmo en sus andanzas como años atrás, aún a ella se le quiere judicializar por lo que sea y a él celebrarle todo, como escribió Juan Diego Restrepo.

Decir como anota El Espectador que Córdoba y Uribe están en orillas políticas contrarias  por “cuenta de los conceptos que tiene cada uno para llegar a la paz en Colombia”, no solo es inexacto sino hasta mentiroso.  

La sorpresa del “reencuentro”, como lo llaman los mainstream, no es entre dos contradictores extremistas o rivales ideológicos, todo lo cual tendría alguna gracia, sino entre enemigos, un perseguidor y una perseguida política.

Después de estrechar la mano de la “Maestra” Rigoberta Menchú en un saludo de cordial, ante la Vieja Mello y de manera natural, Uribe rodea a Piedad Córdoba en un abrazo que sella con un beso en la mejilla con un sonriente comentario: “estás bonita, estás como quinceañera”.

Más de uno quedó desconcertado ante la "emblemática" imagen como la describió el mismísimo coordinador residente ONU en Colombia Fabrizio Hoshchild. La colombiana por la paz y el colombiano de la guerra deponen las armas.

¿Cómo una persona que fue espiada ilegalmente, hostigada y perseguida de manera comprobada por el gobierno de Uribe y acusada por “traición a la Patria” puede tener un saludo nada indiferente y tan personal con su verdugo?


Normal y necesario, sin duda. "Perdona a tus enemigos, pero nunca olvides sus nombres”, escribió J.F. Kennedy. La perdonanza quizás sea el derrotero que sugiere la “emblemática” imagen: todo por un beso.

Ojalá también los niños Wayuú superen los reflectores, flashes, titulares y esos 140 caracteres en los que Colombia los ha olvidado como una condena.



miércoles, 16 de diciembre de 2015

Alguna vez siempre es la última

Rafa desafiándome con su ternura. Foto Bun - Agosto 22 de 2015 


Alguna vez siempre es la última

En la muerte de Rafa Baena

Logré verlo un jueves de julio a a las cuatro de la tarde, luego de un largo silencio mutuo. Apareció de repente, mustio y blanco sobre la blancura como una azucena marchita, con el aura sobrenatural y la energía desbordada de quienes están acostumbrados a la lucha cuerpo a cuerpo con el propio cuerpo.

La primera novela había sido una sorpresa de guerreros y poetas decimonónicos, en contravía de todas las tendencias; la segunda, un cañonazo de advertencia sobre su incontestable acomodamiento en la galería del género novela histórica; la tercera, una caricia en los recuerdos de todos nosotros y la cuarta un manifiesto de ternura… En el medio se deslizaron dos opúsculos más: su crónica salvaje del mundo pornográfico y su ensayo erudito sobre los caballos y la guerra. No conocía esos últimos… 

El encuentro no daba más espera. Era la parte baja del noveno inning y ambos lo sabíamos, de manera que dio base por bolas a mis lanzamientos sobre el origen de sus demonios, alargándome un infolio pequeño, en dieciseisavo como dirían los editores de antaño, preciosamente editado: Ciertas Personas de Cuatro Patas. Me lo dedicó con ternura y me lo alargó con gesto incontestable, que no daba lugar ni a las gracias. “Escribo por el mismo placer de cabalgar”, me escribió después. Hábilmente –zorro periodista que era –  desvió la conversación de mis bienintencionados interrogantes sobre las bambalinas de Siempre Fue Ahora o Nunca, a los brillos ya lejanos de la juventud, de la universidad, de ese jefe común y descomunal que fue Fernando Garavito, de los tiempos de revista Credencial, de cómo los destinos se nos habían entrecruzado como hilos de una autopista que van paralelos sin toparse jamás… 

Nos despedimos con el abrazo de tácita tristeza de quienes se tastasean en un recodo del camino y continúan solitarios la ruta, a sabiendas de que muy probablemente no volverán a verse.

Me llevé a Ciertas Personas en un viaje de traidoras compañías por las noches de mala muerte de Magangué y las rutas sobrenaturales de Mompox, por el brazo del río que ya nadie navega. Releía por entonces el Anábasis de Jenofonte, en un intento por recuperar las claves perdidas del periodismo que alguna vez hice y se acabó. Y los leí en paralelo, y al ver cómo los Diez Mil que en realidad eran once mil, cruzaban Persia desde el Bósforo hasta el Golfo y regreso, a pie, entendí por qué Rafael decía que algunos pueblos griegos no cultivaron la equitación guerrera: no tenían la cultura, porque no podían darles de comer a sus bestias en las breñas infecundas del Peloponeso.  Y así se lo escribí. Su respuesta no pudo ser más sencilla: le honraba que su humilde obra fuera leída en paralelo con un clásico. Jenofonte escribe más sencillo que vos, lo cual ya es difícil, le dije, y nos cruzamos unas cuantas observaciones sobre amigos comunes en cuyo recuerdo se cimenta Ciertas Caballosidades (si se me permite la variante, a la luz de Tanta Sangre Vista).

Pero el mail se quedó vacío y yo me quedé esperando que el umpire me decretara un extra inning. No lo hubo. Alguna vez siempre es la última vez, y fue aquella. Gracias Amalia por esa tarde en donde abusé del aliento de Rafael hasta donde pude… Ya quisiera yo haberle dado el mío para que siguiera escribiendo con esa furia y esa determinación que lo llevó a redactar cerca de 2500 páginas en siete novelas en diez años.
Adiós mi vale. Limpio y sencillo, sin pretensiones, no has muerto. Te volviste un faro…

Este (maravilloso) texto sobre Rafael Baena que comparte Sentipensantes con autorización del autor fue publicado en el block de notas de Facebook de Carlos Mauricio.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Lecciones de Godofredismo en 343 páginas


Ángel Becassino, Toño Morales y el poeta Juan Manuel Roca
Foto by Bun smartphone 
Por Juan Manuel Roca

Iba a decir unas palabras sobre el excelente libro de humor satírico de Antonio Morales, “Godofredismo”, pero al momento de zambullirme en la pantalla y por argucias de algún chuzógrafo (cabe recordar qué profesión tan prestigiada fue la chuzografía en los dos cuatrenios anteriores), ocurrió lo que de seguro ya imaginan: alguien se coló en mi correo y deslizó con seguridad casi democrática esta carta enviada por el mismísimo Godofredo Cínico Caspa. Les comparto entonces esta pieza memorable:

“Por ahí dizque anda de mano en mano, manos apátridas sin recato, un folletín escrito por un espurio y desgualetado periodista en el que me veja a mí, Godofredo Cínico Caspa y en mi noble humanidad a todos los Godofredos que amamos en tres tiempos la bandera azul, la patria y el chocolate con queso. Cuando me vejan, me befan, me escrupulan, me empequeñecen, también vejan, befan, escrupulan y empequeñecen a todos los Godofredos de la Colombia inmortal. Lo hacen, a fe, porque amamos Convivir con nuestro glorioso pasado, con Laureanos y Marianos, hombres de cromagnon de nuestra sacra doctrina que anunciaban con clarines el ubérrimo advenimiento de Uribe, el grande. 

Loado sea ese hombre sano de mente y más sano de cuerpo, un portento mental al que nunca, ni en las peores endemias, se le bajan las autodefensas. 

El insolente de marras se atreve, como lo hizo un calanchín circense llamado Jaime Garzón, que Dios lo tenga en la paila mocha con Gabo, como dijera una grandiosa pensadora, a lanzar su desafinado cuac empastado, su anarcocantaleta contra mis pares, contra la legión mariana de los Godofredos viriles y bien bragados, forrados en Cristo.

A un insigne creador de pirotecas, que echó al fuego eterno un bulto de libros inmundos como el de Morales, habría que rogarle en un exorcismo ritual, que quemara también ese volumen relapso, y ojalá los atizara con algunos otros de Iván Cepeda, de Alfredo Molano y otras hierbas indeseadas, de su misma laya sediciosa.

No es otro el propósito del levantisco Antonio Morales que avalar la horrible asonada contra la guerra, que avalar la indeseable vesania de la paz. A los bandidos y a los execrables defensores de los derechos humanos no hay, padre nuestro, que avalarlos, hay que abalearlos como bien se lo merecen.
Celebren su aquelarre. Nada se me oculta, mequetrefes. Se que se reunirán a ecuchar música de negros en una Casa de Citas y a darle palmaditas al zángano señor Morales. ¡Se que el castro-chavismo baila mambo y hasta hace cabriolas con una pollera que, ideológicamente, para ellos tiene que ser “colorá”!

Los que celebra su libraco son los descarados impulsores de la paz. Gentes sin heráldica ni señorío que nos concitan a los auténticos adalides del nacionalismo a practicar el tiro al blanco de la paz. Ya nuestros heroicos defensores, en otras calendas ejercieron su tino en las siluetas móviles de unos que se decían unidos y se decían patrióticos. 

No olvidemos que la realidad es de facto y el poder para no soltarlo. No olvidemos que a nombre de la objeción de conciencia quieren desvalijar nuestro glorioso ejército, ¡oh júbilo inmortal!.

Invito a los hombres probos del país, que no son los debiluchos agremiados en el pandemonium LGBT ni mucho menos fantoches que joroban todo el tiempo por el deterioro ambiental, cuando son ellos los que tornan el aire mefítico, intolerable, a que no acepten ni regalado el folletinesco libro perversamente titulado “Godofredismo”. O qué caray, que lo reciban pero lo pongan de inmediato en las manos ígneas del procurador.

Queremos que el país siga bien, tal y como va, y que no nos vengan con las argucias y madedicencias de la paz. Queremos que el país siga como en los versos recamados de Silva, viviendo una noche toda llena de chanchullos y de música de balas.

Ya lo saben, copartidarios, nada de dudar de nuestros principios frente a los bárbaros, además los principios hay que dejarlos para el final. Nuestro lema seguirá siendo: que mi mano derecha no sepa lo que hace mi otra mano derecha. Godofredos de todos los países, ¡uníos!. Amén.

Atentadamente, Godofredo Cínico Caspa, doctor del bien decir y árbitro de la elegancia.

El periodista, publicista y creativo Ángel Becassino y el escritor y poeta Juan Manuel Roca presentaron el libro GOFOFREDISMO del escritor y periodista Antonio Morales Riveira, en una velada cálida, hilarante pero inteligente el pasado 20 de noviembre de 2015 en Casa de Citas, un lugar dónde todos los días se dan cita gentes de la cultura, de la buena mesa peruana y la mejor salsa en el centro histórico de Bogotá. 

martes, 27 de octubre de 2015

En primera persona

Realmente me ilusionaba sentir (no pensar) que la hegemonía del macho iba a llegar a su fin. Quizás esté cerca pero no era ayer, para este tiempo. 
Mi alma no se aquieta aún de la muerte súbita de las ilusiones y trata de desmenuzar un poco el por-venir. 
Me ayudo pintando mándalas, como está que les comparto, la penúltima de mi nuevo libro para colorear. 
Y digo la penúltima y no la última o el fín, mientras me dispongo a ordenar y separar emociones y sentimientos para continuar caminando en esta misma realidad pero con un telón distinto. 
Ya nos repondremos unos y otros, de este mezcla parda y clara de sorpresa. No tenemos otra opción. 
Me preparo para aceptar y respetar la decisión de una contundente mayoría deseando que se construya sobre lo construido y el ojo avizor puesto sobre el cuidado del agua. 
Nada deseo más que a Peñalisa y la gente que reúna para trabajar con él por Bogotá, lo haga y le vaya bien. 
Todos no lo merecemos. También, que en la izquierda democrática se pueda revisar, evaluar y retomar con realismo el camino de la siembra y cortas cosechas.

Post pos elecciones
Octubre 25 de 2015

lunes, 26 de octubre de 2015

De agua somos


De agua somos 

Del agua brotó la vida. Los ríos son la sangre que nutre la tierra, y están hechas de agua las células que nos piensan, las lágrimas que nos lloran y la memoria que nos recuerda.

La memoria nos cuenta que los desiertos de hoy fueron los bosques de ayer, y que el mundo seco supo ser mundo mojado, en aquellos remotos tiempos en que el agua y la tierra eran de nadie y eran de todos.

¿Quién se quedó con el agua? El mono que tenía el garrote. El mono desarmado murió de un garrotazo. Si no recuerdo mal, así comenzaba la película 2001 Odisea del espacio.

Algún tiempo después, en el año 2009, una nave espacial descubrió que hay agua en la luna. La noticia apresuró los planes de conquista.

Pobre luna

Eduardo Galeano

Los hijos de los días


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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Yo vengo a ofrecer mi corazón

  

Quien dijo que todo está perdido
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Tanta sangre que se llevó el río
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
No será tan fácil yo se que pasa
no será tan simple como pensaba
como abrir el pecho y sacar el alma
una cuchillada de amor.
Cuna de los pobres siempre abierta
yo vengo a ofrecer mi corazón.
Como un documento inalterable
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y uniré las puntas de un mismo lazo
huiré tranquila me iré despacio
Y te daré todo y me darás algo
algo que me alivie un poco más.
Cuando no haya nadie cerca o lejos
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Cuando los satélites no alcancen
Yo vengo a ofrecer mi corazón.
Y hablo de países y de esperanzas
Hablo por la vida
hablo por la nada
Hablo de cambiar esta nuestra casa
De cambiarla por cambiar no más.
Quien dijo que todo está perdido
Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Mercedes Sosa

domingo, 20 de septiembre de 2015

¡Ahinamá!


Para Alberto Rodríguez Tosca
poeta cubano-colombiano
¡Grande su palabra, grande en la amistad!


Vengo a pegar un grito vagabundo por mi amigo Albert.

Se fue al inicio del otoño cuando las hojas de los árboles se caen. Recogeré varias de ellas para separar las páginas de su libro que más me gusta.

Cuando lo conocí me asomaba a la adolescencia y no paraba de preguntar -cosa que no ha cambiado tanto-, y recuerdo ahora esa larga caminata un domingo soleado de enero en Bogotá. 

Recorrimos a pie, por entre los separadores sembrados de árboles, las calles que van de La Soledad al Parque Simón Bolívar. Mi padre pateaba piedritas mientras conversaba con otros más adelante; él y yo, atrás. Escuchaba atento todas mis teorías de peladita como si fuera muy importante y serio lo que le decía.

Lo quise, lo quise mucho desde el principio. Contaba chistes malos que son los que más me hacen reír, de esos de párvulo en primero de primaria. Cuando hablaba de cine lo hacía desde su gran conocimiento pero con una falta de pretensión desarmante, como desarmantes eran sus ojos que miraban como venado a punto de ser cazado y su sonrisa de dientes separados. 

Él se reía como el niño cubano que dejó en la puerta de su casa hace muchos años; el mismo niño que se fue a recoger hace poco antes de irse para ese lugar donde dicen, ninguno sufre, porque allí somos nadie y todo a la vez.

El arro' congrí que nos hizo en Medellín a un grupo selecto de enfiestados comensales, fue el primer plato cubano que probé en mi vida. No habrá nadie que pueda cambiar ese recuerdo feliz comiendo un plato de arroz.

Lo quise, lo quise mucho desde el principio. Él también me quiso, me quiso mucho desde el principio. ¿Y cómo no estar feliz por eso? Entre todas las posibilidades del mundo que existían para no encontrarnos, nos encontramos. Qué fortuna, caballero.

El último intercambio de correos que tuvimos fue sobre el afecto y una camisa. No pudimos despedirnos en una de mis visitas a Colombia, pero le dejé un regalo: una camisa de tela fina que solo le podía quedar bien a un flaco como él. A lo que respondió:

"Mi muy querida Andrea:
Gracias por tu regalo y siento no haberte escrito antes. Es la camisa más linda que tengo y tú -aunque nos veamos con tan poca frecuencia- una de mis mejores amigas. No es retórica, y tú lo sabes.
Un gran abrazo, A."
Chao mushasho -como dicen en tu Cuba-. Mushasho bello, ¡ahinamá!


Alberto Rodríguez Tosca vivió en Bogotá desde 1994. Un poeta, ensayista y narrador cuya voz y nombre enaltecen la literatura iberoamericana. Su huella de amistad es atesorada entre los poetas locales que lo acogieron como a uno más. Se marchó, con sus 53 años a cuestas y un cáncer que lo acosó por un corto tiempo, en la madrugada del 16 de septiembre en La Habana. 

Las fotos se las tomé el 23 de marzo de 2012 en La Casa Tomada durante la presentación del Libro El país Imaginado del también poeta Robison Quintero.

lunes, 18 de mayo de 2015

Un Óscar para Collazos

Texto publicado por el heraldo y escrito POR RENATA CABRALES  @CABRALITA - JEFA DE REDACCIÓN DIGITAL

Gloria Ortega, periodista y amiga desde hace 30 años del escritor chocoano, recuerda cómo empezó a despedirse de sus amigos.
Óscar empezó a despedirse de sus amigos y de su familia de a poco. Se fue a su manera, lejos de cualquier posibilidad artificial que lo mantuviera con vida. No quería terminar conectado a un respirador de forma indefinida o ser objeto de una traqueotomía, un procedimiento quirúrgico que permite crear una abertura a través del cuello para poder respirar. Salió de la unidad de cuidados intensivos para despedirse rodeado de amor y afecto. Así lo recuerda su amiga desde hace 30 años, la periodista Gloria Ortega.
“Nos vemos en estos días. Si cambias de habitación nos avisas”. Esas palabras fueron quizá las últimas que intercambió con el escritor Óscar Collazos. El pasado martes, Gloria, el poeta Jotamario Arbeláez y el escritor Guido Tamayo tomaron conciencia y llegaron a la conclusión de que les estaba diciendo adiós, un pensamiento que selló un abrazo.
“Mi relación con él no dejó de ser fresca, espontánea, no hubo conmiseración", recuerda Gloria, una de sus primeras guías en el mundo de Twitter. La prueba de que seguía siendo el mismo dicharachero de siempre son los últimos trinos que escribió, “con el arrojo que los escribió”, caracteres en los que le pidió a Juan Gossaín no matarlo antes de tiempo: “No mates al perro que todavía ladra”, una fuerza que se siente al leer su última columna en El Universal. “En la bella y castigada Cartagena no se inscriben proyectos de ciudad sino ambiciones personales, de familias políticas o de partidos”.
Parece que fue ayer cuando Gloria lo conoció, recién desempacado de Barcelona, y cuando lo fue a visitar a Cartagena la primera semana de febrero de este año y confirmó que ambos estaban felices de reencontrarse físicamente. Fue la semana en la que usando su columna en EL TIEMPO, Óscar Collazos le escribió desde su apartamento en El Cabrero una carta abierta al doctor Rodolfo Llinás pidiéndole respuestas sobre la enfermedad que también aqueja al científico Stephen Hawking, ELA, y que poco a poco fue atrofiando sus músculos hasta que no pudo hablar más.
Óscar recibió a Gloria en Cartagena con total disposición. “Para mí fue muy fuerte verlo en ese estado. Había perdido mucho peso. Ver a una persona de palabra sin posibilidad de hablar...”. Pero sus pensamientos seguían siendo los mismos: conscientes, brillantes, llenos de humor, sarcásticos y claros. Para esos días el escritor chocoano“hablaba” a través de un programa que su hija Laia le instaló en la tableta y que amplificaba con un parlante. “Tenía voz de charro mexicano”, recuerda entre risas su amiga de los años ochenta. En esa ocasión recordaron a viejos amigos, hablaron del país, los problemas, las libertades y los deseos inagotables de Óscar de que el proceso de paz saliera adelante.
Luchador
“Fue muy consciente de lo que le estaba pasando. Pese a que sabía que no mejoraría, nunca sintió autocompasión. Jamás lo sentí o vi triste. Siempre estuvo dispuesto, afectuoso, interesado por el otro”, recuerda quien también fuera su cuidadora en varias ocasiones durante sus días en una clínica de Bogotá. Un día convirtieron la habitación de Óscar en un “rumbiadero” por cuenta de la visita de su tío Hansel Camacho Santos, el autor de una de las canciones salseras más románticas de Colombia: Verdades.  “Quiéreme con verdades, de esa manera se quiere de veras , porque al amor no se le puede mentir, una mentira lo hace sufrir”.
“¿Quién iba a pensar que un mulato, chocoano como yo, iba a ser tío de un blanco con ojos claros?", cuenta Hansel, quien siempre tuvo una gran relación con el escritor oriundo de Bahía Solano, donde viven orgullosos de un “grande" como su sobrino y donde serán llevadas las cenizas del escritor, como él mismo lo pidió.
Gloria recuerda ese encuentro con una emoción al límite. Ella no tenía idea alguna de que Hansel fuera tío de Óscar. “Cantamos, Óscar puso los videos de Hansel en Youtube. Fue una gran tertulia, hablamos de literatura, de música, del proceso de escribir una canción. Fue una conversación absolutamente inteligente”. Les faltó ir por el hielo y media de ron. Ese día Hansel “desmadejó la madeja” y juntos, escritor y cantante, recordaron como por las “sinvergüenzuras de Francisco, el abuelo”, Óscar terminó teniendo un tío mucho menor que él. Hansel le prometió llevar la guitarra la próxima vez. El cantante le cumplió ayer cantándole Sin regreso, una canción “bellísima” que habla de la muerte.
El hijo adoptivo de Cartagena también llegó a usar un tablero acrílico para comunicarse, “de esos en los que uno escribe y luego borra. Escribía rapidísimo”, recuerda Gloria, quien una vez regresó a Bogotá de visitarlo en su apartamento de El Cabrero, en La Heroíca, decidió organizarle en compañía de Juan Manuel Roca y Carlos Adolfo González un homenaje en vida al escritor, como debe ser.
Cita de afecto
       La tarjeta de invitación a la fiesta que los amigos le dieron al escritor.
El encuentro “para celebrar la amistad” se realizó el pasado 19 de marzo en Bogotá. A este asistió su más íntimo círculo de amigos, mientras Óscar, su esposa Jimena, y su hija Laia, vía streaming, participaron del homenaje desde Cartagena y Nueva York, respectivamente. En la fiesta no solo hubo copas y recuerdos, también unos textos “hermosísimos” sobre la amistad, como los califica Gloria, algunos de ellos inspirados en columnas de opinión en los diarios El País y EL TIEMPO.
Así fue como Gloria Ortega, Jotamario Arbeláez, Guido Tamayo, Joe Broderick, Rafael Vergara, Juan Manuel Roca, Santiago Mutis, Piedad Bonnett, y muchos amigos más del escritor chocoano crearon un homenaje llamado “Un Óscar para Collazos”, conferido por la “real cofradía de sus amigos”, quienes tuvieron la necesidad de decirle en vida que lo amaban, porque como él mismo escribió el pasado 18 de marzo:  “nos queda la amistad para ir convirtiendo este país en una geografía vivible”.

domingo, 17 de mayo de 2015

Collazos estará entre Bahía Solano y Cartagena: de un mar a otro mar

Rafa Vergara es padrino del matrimonio de Jimena Rojas y Óscar Collazos. Son amigos, vecinos y contertulios de la vida. Bajo el título "Un Digno Hijo de CARTAGENA", Rafael escribió este texto sobre su amigo Collazos que Sentipensantes comparte.

  
Óscar Collazos: un digno hijo de Cartagena
En los balcones del amor en Crespo, Foto Rafael Vergara, 2013
Se nos fue Oscar Collazos y nos dejó la vida, su inteligencia, coherencia y entereza, su inagotable amor al prójimo, la enseñanza y las letras.

Cuando a principio de semana se le dio por muerto, los que  hemos estado cerca sabíamos que había llegado el fin, los músculos pulmonares avisaron seriamente que ya no iban más. Pero Oscar, vigoroso como era, sacó la energía de reserva y salió del túnel que en la UCI lo succionaba para así regresar al seno de las mujeres que lo esperaban y acompañaron hasta el último minuto. Jimena, su mujer, Laia, su hija, sus hermanos lo recibieron y se despidió con buen humor y sin llantos antes de partir a su nuevo destino cobijado por el amor,  el sentimiento que siempre activó sus pasos en la tierra y en su extensa creación literaria y periodística y en la cátedra donde aportó las últimas notas de su voz.

Nos queda su obra llena de mensajes, sus palabras grabadas, sus múltiples ensayos y cientos de columnas rigurosas y punzantes, el  ejemplo del demócrata inclaudicable que fue, del escritor comprometido con la verdad y su tiempo, con Cartagena y el país, con la paz de Colombia  y sobre todo, nos dejó su incondicional amistad, su voz de aliento certera y sin concesiones.

Más que dolor por su rápida partida tengo saudade: nostalgia cálida, afectuosa con al amigo entrañable que se va, el cómplice de luchas y batallas inconclusas, el inolvidable contertulio con quién compartí su cocina gourmet, mejor que la mía, y los disfrutados, bebidos, y hasta debatidos diálogos en su casa o la mía. Oscar cocinaba como escribía y era un gozón, que disfrutaba con moderación el buen vino o el ron, un anfitrión inigualable que transmitía compromiso y enorme valentía.

Al regresar de Europa encontró en Cartagena de Indias el puerto donde fondeó su nave.  Con su libro Cartagena en la Olla Podrida dejó claro que se quedaba a combatir contra lo que lo asqueaba y a fustigar a aquellos que por sus malas mañas le indignaban. Culto e investigador conoció en detalle la ciudad y su historia y la hizo suya. Tejió redes y echo raíces, se encarnó. Collazos es hoy un referente de la cultura de la ciudad.

Por eso como cartagenero e interpretando el sentir de muchos pedí a Jimena y a Laia que parte de sus cenizas moren vigilantes en esta ciudad que amó y donde por más de 25 años, con garra, sabiduría y arte, se hizo uno de sus más dignos hijos.

No es un tema de adopción sino de esencia, de balcón y mar, de Rencor, Señor Sombra, Tierra Quemada,  Laguna Más Profunda, de  participación en eventos internacionales, nacionales y locales y de la sustancia infaltable en sus columnas semanales en El Tiempo y El Universal que nos harán falta.

La respuesta de la gran mujer que lo llenó de amor en sus últimos años fue un sí, para que como me dijo esté "entre Bahía Solano y Cartagena, de un mar a otro mar".

lunes, 6 de abril de 2015

Carlos Gaviria Diaz: símbolo de la democracia

Foto de Colprensa
“A veces un pueblo aprende más por lo que pierde que por lo que gana”.

Su sonrisa impresa en un lienzo de medio pliego reclinada en seis volúmenes de  la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa Calpe, recibía por igual a conocidos y anónimos ciudadanos en el majestuoso Salón de la Constitución.

Protegido por la luminosidad de dos cirios blancos y la fragancia de azucenas y lirios del mismo color, sus cenizas fueron dispuestas con la misma sencillez y recato como fue su presencia en vida.

Como sí él mismo se hubiera ocupado de ello en este espacio, alguna vez, habitado por los fondos del saber legislativo, Biblioteca del Congreso.  

Una escena en la que la sobresalía la autonomía individual, el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad, un hecho manifiesto en su vida y visible, incluso, después de su muerte.

Lo salvaguardaba el espíritu de la libertad, bajo la bóveda celeste del lugar. Un grande entre los grandes.

Custodiado y acogido por Los Comuneros, Simón Bolívar, Antonio Nariño, Francisco de Paula Santander, José María Obando, José Hilario López, Tomás Cipriano de Mosquera,  Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro, Rafael Reyes, Rafael Uribe Uribe, Darío Echandía, Alfonso López Pumarejo… 

Símbolos de nuestra historia colombiana y, hasta 1986, de las distintas constituciones políticas que han regido los destinos del país, plasmados en el colorido y espléndido fresco de Ramón Vásquez Arroyave. 

Extraordinario pintor y muralista de Ituango, quien murió una semana antes, el 14 de marzo.

Su familia, sobresaliente discípula de ‘El papá’, del Maestro “racional, pero extremadamente sensible”, dispuestos y abiertos al saludo cálido entre íntimos y extraños. 

Imperceptibles, discretos, viviendo un sencillo y generoso duelo, mientras iban y venían los visitantes en respetuoso silencio trenzado de murmullos y cálidos saludos.

En el puntal del edificio de la carrera séptima con calle 10, la tricolor a media asta se agitaba imponente en el telón celeste, protegida por el grifo águila-león que, con ojo vigilante, espía que se cumplan las leyes, velando con la fuerza por que la veracidad prevalezca y para hacer que se cumplan. 

Se marcha el hombre pero nos queda su símbolo, el de la democracia. La esperanza que nos acompañó y salvó en una Nación demencial, franqueada por el odio y el desamor por el Otro, manifiesta  en la barbarie, la desigualdad, la exclusión y la indignidad.

Por esto, sus sentencias bien pudieron ser el antídoto vital para alcanzar y preserva derechos sociales, individuales, las libertades y la igualdad. 

Con argumentos jurídicos, filosóficos y éticos, el ateo, el libre pensador, el Maestroarropado siempre del un único traje de la decencia, puso en lugares inequívocos de la vida social, política y espiritual, la vivencia y vigencia de derechos en derecho y humanos.


La sabiduría y humanismo de su visión es lo que nos permite hoy morir dignamente. Abortar en casos precisos. Tener autonomía para el consumo de dosis personal de drogas. Desarrollar la personalidad desde una perspectiva homosexual. Que los indígenas apropien sus derechos. Una noción de vida centrada en los derechos y al derecho.

Quizás por esto asomara silenciosamente, afuera del Capitolio, la pancarta "Si a la dosis personal", con la que quizás, también, se honraba su memoria. 

Hay quienes piensan (como yo) que murió con un enorme pesar en su alma.

Tuvo que ser indecible el dolor y la frustración de ver la postración de la Corte Constitucional y el eminente peligro de la Justicia. 

Debió ser muy duro para un Hombre con mayúsculas como él, artífice de sentencias y jurisprudencias que salvaguardaron los derechos de los ciudadanos y el recto orden de la Constitución Política, ver a la más alta magistratura, sometida a la corrupción.

Dice el poeta Juan Manuel Roca que su temprana partida es, sin duda, “una baja más en las menguadas filas de la dignidad política”.

Ojala ocurra, si embargo, lo que escribió en su memoria el Magistrado mexicano Xavier Díez de Urdanivia: “que la semilla por él sembrada ha caído en tierra fértil y rendirá, a su tiempo, los mejores frutos”.

Descanse en paz, honorable ciudadano CARLOS GAVIRIA DIAZ.  



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