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sábado, 17 de mayo de 2014

Siempre fue ahora o nunca

Es el título de la última novela del escritor Rafael Baena que presentó en la reciente FiLBo 2014. 

Pero el ahora o nunca podría ser hoy la inaplazable decisión de elegir nuestro DESTINO no de los siguientes cuatro años, sino de la historia y rumbo de Colombia en adelante.

Antes de continuar con estos sentipensamientos, deben saber que este post es el primero y espero el último de esta naturaleza. Además de compartirles esta perspectiva de por qué hay que reelegir al presidente Juan Manuel Santos, también busco que ustedes lo hagan.


Mi voto no es secreto

No escribo de política en el blog nunca, pero sí de derechos humanos. Y reelegir a Santos es proteger un derecho humano cardinal: el de la paz. Tenemos derecho a vivir en un país sin un conflicto armado. En una Nación que sea capaz de tender puentes y links para comprender-nos más y mejor.  

Siempre fue ahora o nunca. Pero el próximo domingo 25 de mayo, ojalá de manera masiva, debemos decidir en las urnas si nos la jugamos para imponer el derecho de vivir en paz o si nos juntamos para condenar a nuestros hijos y nietos en una guerra total. Esto es, a más de lo mismo: muerte y destrucción. (Leer: "La humanidad frente a la guerra". William Ospina).

Nunca antes como ahora habíamos estado tan cerca de ese punto en el país: el camino de la PAZ o la guerra total. 

Como Antanas Mockus, estoy convencida que “lo más importante, de lejos, en este momento trascendental, es consolidar y finalizar el proceso con las FARC”. (Escuchar: "Comprendo y valoro cosas del Gobierno: Mockus explica acercamiento a Santos"). 

Los graves delitos de personas de alta confianza de las entrañas de la campaña del Centro Democráctico (Uribe) y de su candidato Oscar Iván Zuluaga, así como las acusaciones sin presentar pruebas a la Fiscalia contra Juan Manuel Santos (y su Partido de la U), no pueden hacernos perder de vista, como se lo propone Varito, que debemos apoyar el fin del conflicto armado. Las razones no son pocas. 

Ni el rechazo, la descalificación y la condena que se ejerce contra quienes, por encima de las diferencias, de la ideología e incluso del maltrato y de la persecución más exacerbada, demuestran que consiguen levantarse  y anteponer el interés general, el bien-estar de una nación por encima de todo, del sufrimiento e incluso de sí mismos. Son personas que respeto.  

No quiero más olor a muerte

Realmente no creo que sea el momento de configurar y alimentar (más) posturas y decisiones electorales que signifiquen consolidar el perpetuo "olor de la muerte”, cuando aún esta indeleble la huella de la sangre en los rostros y rastros de nuestros campos. 
   
Aunque muchas naciones y personas nos observan, acompañan y apuestan en silencio y prudencia a qué somos capaces de dejar los fusiles y desarmar las palabras para tramitar el disenso desde los consensos, y que nuestras inmensas riquezas nos sacarán al otro lado, nosotros, los colombianos, no creemos. (Ver: Entrevista con José Mujica). 

La mayoría (aún) no cree ni quiere creer y tampoco apostarle a la construcción de un proyecto común. Desde que terminó el último intento fallido de negociación con las FARC (febrero de 2002), gravitamos con pesadumbre entre la incredulidad y el miedo.

A partir de entonces y con la inocultable ayuda de la terrible criminalidad de las FARC y de algunas instituciones del Estado lideradas por Varito, muchos colombianos fueron recogidos en bolsas negras; la mayoría adormeció autista por el ruido de los fusiles; a no pocos más les arrancaron la libertad de pensar; muchos sin darse cuenta fueron acallados con el peso de una lápida y otros tantos fueron arrinconados en otras latitudes. Todos tenemos derecho de Decir Ser y Pensar desde lo que somos. (Ver: "Historia de los crímenes de Estado en Colombia" Movice.org). 

No quiero perder mi derecho a pensar en voz alta

Desde Uribe presidente a hoy han pasado casi 14 años. Un tiempo en el que, progresivamente, la ciudadanía ha ido recuperando su fe en si misma. Pero aún falta mucho para relacionarnos en sociedad desde la desconfianza. Uribe moldeó una visión de vida aniquilando al Otro. Desplazó nuestros sentimientos de compasión y solidaridad por el “mejor no se meta” o cuanto vale su silencio. No sabemos trabajar por un proyecto común. Tampoco caminar juntos en una misma dirección.

Hirieron de muerte nuestra esencia humana de soñar, desear y convocar la esperanza.

Es verdad que Juan Manuel Santos no ha sido capaz de conectar al país y “venderle” el proceso de diálogo con las Farc para poner fin al conflicto armado (y no al mal nombrado proceso de paz). Pero no es menos cierto, como dijo Antanas, que la gente y las FARC somos las que no estamos conectadas con el proceso de La Habana. Desconexión que surgió después del Caguán.

“La sociedad colombiana sintió que había dado mucho, que había abierto muchas puertas y que eso no había sido suficiente y tomó, tal vez como reacción razonable, la incredulidad. La mayoría de la gente no acompaña al Pte. Santos por un escepticismo aprendido”.  

Eso es lo que consiguió el conflicto armado en personas que habitan las ciudades, los territorios más seguros de la guerra. En el campo pusieron las víctimas, los muertos: miles de viudas, de personas huérfanas, de mujeres ultrajadas, de viejos que se quedaron solos.

Hoy, millones de colombianos buscan perdidos su destino, cómo empezar la vida con familias heridas, fracturadas, separadas...

Estamos enfermos y condenados a ser los más inhumanos de la humanidad si después de 60 años de sangre y fuego aún creemos que es con balas, helicópteros y bombas que borraran de la faz de la tierra a las FARC. 

Miopes y enfermos quienes proyectan su exterminio total por esta vía. Criminales, también, porque lo que no cuentan es que ese camino significa, de manera definitiva, una guerra total entre colombianos.

(…) Hay poco dinero, pero hay muchas balas
Hay poca comida, pero hay muchas balas
Hay poca gente buena, por eso hay muchas balas
Cuidao' que ahí viene una (Pla! Pla! Pla! Pla!)
Las balas son igual de baratas que los condones
Hay poca educación, hay muchos cartuchos
Cuando se lee poco, se dispara mucho
Hay quienes asesinan y no dan la cara (…)”
Residente Calle 13


Atajar la ultraderecha criminal

Aunque su gestión no ha sido perfecta administrando una ciudad que recibió saqueada, menoscabada en su dignidad y desinstitucionalizada en todos los órdenes, me planté del lado de Gustavo Petro mientras algunas instituciones del Estado y no pocos medios de información y periodistas lo persiguieron sin tregua desde su posesión. (Una vez más: no voté por él ni soy progresista).

El Procurador Alejandro Ordoñez ("Monseñor Ordoñez"), trató de imponer sin éxito todo tipo de arbitrariedades disfrazadas de legales contra su derecho de ejercer como Alcalde y decidir, con comprobada probidad, la implementación de un modelo distinto de recolección y tratamiento de basuras para Bogotá. 

Rechacé y cuestioné a Santos por faltón y por su posición y actuación en la destitución del Alcalde. (Ver: Santos: "Memorias de una traición". Post Blog Sentipensantes).

No me gusta Santos. Por su silencio como Min.Defensa de Uribe. Porque su fórmula vicepresidencial es un solapado cómplice de delincuentes. Por su incapacidad de sacar una Ley que restablezca nuestros derechos a un servicio de salud y a la educación. Por su arrasadora “locomotora minera”. Porque no ha firmado la política pública de cambio climático... Y podría continuar enumerando muchas más razones por las que cuestiono a Juan Manuel Santos y su gobierno. (Ver: "Presidente, firme la política pública de cambio climático". #BlogsCapital). 

Sin embargo, todas estas razones nunca serán suficientes ni pueden enceguecer como para no admitir el peso contundente de un acto de gobierno que ha encarado sin dudar, y que muchos queremos y requerimos: acabar con el conflicto armado por la vía del diálogo.

Juan Manuel Santos escogió un camino que es privilegiar la paz y empezar unas conversaciones secretas consiguiendo unos acuerdos a los que nunca se había llegado con las Farc. Esa parte de su tarea es valiosa y amerita el respaldo de personas como uno”, dijo Antanas Mockus en entrevista radial el 8 de mayo, y yo adhiero.

Votar el próximo 25 de mayo por Juan Manuel Santos no me hace “santista”. Tampoco significa que avale sus mañas, trampas y limitada capacidad para gobernar el país, aún mayor, de la que le endilgaron a Gustavo Petro. Votar por Juan Manuel Santos es, sobre todo, respaldar y apoyar un proceso concertado desde la fuerza y poder de la palabra, que adelantan las Comisiones Negociadoras en La Habana para poner fin al conflicto armado.

Es ahora o nunca que podremos terminar con el conflicto armado. No me asustan ni sorprenderán las virulentas reacciones que pueda tener esta visión y postura no solo en las redes sociales sino entre los amigos más cercanos. Tampoco, que no estén de acuerdo. Quiero, como siempre, solo participar y sumar con unos. Formar parte de la solución.

Lo que si tiene un peso enorme es que siento como un deber histórico, pero también como medida de protección, atajar por la vía electoral al monstruo de la extrema derecha que se sostiene con el poder de las armas de la delincuencia y las artimañas ilegales y contrarias a la Constitución y la Ley que lidera Álvaro Uribe Vélez y sus secuaces como Oscar Iván Zuluaga.

Pragmatismo sí, cálculo electoral no  

El voto en blanco y la abstención no es la solución. Las conjeturas de votar en blanco en la primera vuelta (con sentida razón de protesta y rechazo a este circo nauseabundo), y en la segunda vuelta por “la paz”, (la de Santos, la de Enrique Peñalosa o la de Clara López), son estrategias ingenuas y harto arriesgadas. 

La “peculiar”, por decir lo menos, contienda electoral que enfrentamos en la que el delito, las acusaciones, las descalificaciones y las declaraciones vía micrófonos (que no cuestionan ni contrapreguntan) y redes sociales, reemplazaron los argumentos, las ideas y el debate. La confrontación saludable y propia de una democracia.

No creo en las encuestas. Por esto, tampoco en la probabilidad de que exista una segunda vuelta electoral. Que es como decir, una segunda oportunidad. La derecha sigue dándonos muestras, todo el tiempo, que van a por el poder por la buenas o por las malas, que son los actos delincuenciales.  

El riesgo de perder mi derecho a opinar es altísimo. Hay que cerrarle el pasó, en la primera apuesta, ya no a la continuación del conflicto armado de las FARC sino a una demencial guerra total. Al olor a sangre, al miedo que no desiste en querer imponernos la derecha extremista. Es un asunto de pragmatismo no de cálculo.

Por eso, porque se debe poner fin al conflicto armado, ya adecué mi estómago emocional para tragarme algunos sapos, que pueden ser muchos.

Hoy de lo que se trata es de impedir que Varito regrese al poder, y esta vez, para siempre. El odio, la venganza y la aniquilación acabarían con todo, con la cuidadosa construcción del principio de la paz, y de paso con todos los que recuperamos el habla y la voz en estos últimos cuatro años. (Escuchar: “Entrevista al periodista colombiano Fernando Garavito asilado en los EEUU. Radio Nizkor o Leer transcripción).  

Si el momento actual para el país y la endeble nación que somos no fuera tan crítico, Santos no estaría configurando una semana antes de ir a las urnas a un equipo de personas que contribuyan a que continúe en el PODER para PODER desarmar a las guerrillas de las FARC y del ELN. Y esto, sabemos, representa por lo menos el 80% de nuestros males.  

Tratemos de apartar los adjetivos del análisis porque, como señala el profesor Antanas, los adjetivos simplifican todo demasiado.

Si el país tiene que hacer la paz, no es un tema del santismo o no. Pero, en este momento, es él quien mejor lleva el balón de la paz, y quien lo ha tirado hacia más adelante mostrando que, aunque despacio, se ha avanzado. Uno puede respaldar al presidente Santos sin volverse un santista”.

Santos está arriesgando con el proceso de La Habana su reelección.

Los colombianos despertamos o despertamos, y asumimos de una buena vez que debemos participar activamente en apoyar el fin del conflicto armado como un propósito inmediato. No podemos seguir cargando de generación en generación el lastre de esta guerra. 

Los últimos tres presidentes tuvieron el chance pero no consiguieron derrotar por la vía militar a las FARC. En el país no existe hoy quien “tenga en este momento más poder sobre la paz y más poder sobre la guerra que el presidente Santos”. 

Cómo escribe Antonio Caballero, "Juan Manuel Santos tiene en su mano de poker la carta de las negociaciones de paz con la guerrilla, y la ha mantenido a pesar de sus idas y venidas, de sus vueltas y revueltas de presidente veleta en todos los demás asuntos del país. Y como solo un improbable milagro podría hacer que la candidata Clara López del Polo pasara a la segunda vuelta, en esa tendré que darle mi voto a Santos. Sin entusiasmo. Por resignación, como me ha tocado hacerlo tantas veces. Y por miedo". (Leer: "Resignación y miedo". Revista Semana, Edición 18 de mayo). 

Quiero ser testiga de que todo esté firmado

Mockus reveló a principios de mayo en una entrevista radial (de donde he tomado y reproducido algunas citas suyas) que en su última comunicación enviada a los negociadores de las FARC, el tono de su carta era desesperado.

“Quiero ver en vida mía el proceso de paz. Al paso que van, pues lo van a ver mis hijos. Yo quiero ser testigo de una paz que el país necesita”, les dijo.

El asco y el miedo no nublan mi decisión de acompañar la tarea histórica en la que ha avanzado la Comisión de Santos y de la guerrilla de las FARC en La Habana desde cuando iniciaron contactos en febrero de 2012 y oficializaron el diálogo en septiembre del mismo año. Incluso sus evidentes "volteretas".(Ver: ¿Usted traicionó a Uribe? Canal YouTbe).

La decisión de por qué presidente votar será trascendental y definitiva en nuestras vidas y por tanto en la del país.

Las FARC nos invitan así, a los colombianos y sus hombres en armas. "Pueblo colombiano pa´la mesa, vamos todos juntos sin falsas promesas".  



1 comentario:

Unknown dijo...

Jamás pensé, cuando dejé atrás el país, que pasados unos años, el voto práctico o útil o recomendable o mejor, sería para el entonces titular de defensa. Me duele en el alma ver la actual situación en Colombia. Y como la palabra Paz está colgando de un hilo después de las esperanzas que ha suscitado el proceso de La Habana. Por lo menos a mi. Entiendo que ahora o nunca, más que nunca. Mis pensamientos vuelan para allá para que sea lo mejor.

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