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Manhattan - Foto de Agencia - Intervención by Bun |
Es inevitable no hablar del 9/11. Lo que ocurrió ese martes del 2001 en el país más poderoso del mundo, se sintió en los siguientes años en Colombia.
EEUU fue atacado en sus entrañas, pero también, desde sus entrañas se produjo un feroz y consentido contra-ataque de defensa, pero también, de venganza.
El demencial acto de terror que acabó con la vida de miles de personas al convertir las míticas Torres Gemelas en Manhattan en toneladas de escombros y polvo, patentó a los EE.UU. el execrable derecho de crear guerras porque sí y fuera de su territorio.
Una patente de corso que, hábilmente, fue apropiada en la Repúblic Banana de Colombia durante los siguientes 8 años bajo el nombre de "seguridad democrática". Gatuperio con el que Álvaro Uribe Vélez terminó haciendo exactamente lo mismo que Bush en Irak: meterse en el rancho de Ecuador y bombardear su territorio.
Alguien golpea con insistencia la puerta de la habitación del Hotel Vintage Court de SF. Son las 5:45 am.
Me levanto adormilada y con prisa y abro la puerta. María Victoria en ropa de dormir ingresa exclamando sobresaltada: ¡Pasó algo terrible! ¡Pasó algo
terrible! Una frase que, para mi colega Elizabeth Vargas, directora de la FLIP, nos resultaba harto familiar y miedosa.
¿Qué paso en Colombia? Preguntamos al unísono y con notable impaciencia. No, no, nada, en Colombia no pasó nada. Es en Nueva York... Nos dice María Victoria visiblemente angustiada, mientras, en lo más profundo de mí, sentía
un alivio. Solo por esta vez no se trataba de una noticia sobre una nueva desgracia en el país.
Regresé a la cama y encendí el TV (8:45 a.m. hora de NY - 5:45 am. hora de SF). La primera imagen que apareció en la pantalla fue un plano cerrado de la cúspide humeante de
una de las Torres Gemelas. Cambié de inmediato el canal buscando un noticiero pensando que había sintonizado
una película, pero no, en mi rápido zapping aparecía la misma imagen en la infinita relación de canales de la TV.
Las Torres en vivo y en directo sitiadas por un
humo espeso y negro y llamaradas color naranja. Pensamos: un incendió, sí, eso era... Hasta que,
pocos segundos después, en la pantalla vemos en vivo y en directo cómo un avión se incrusta en la otra Torre. ¿¡Qué!? ¿¡Qué es esto!? Me restregué los ojos no dando crédito a lo que veía. Quedamos mudas. Un profundo silencio cayó sobre nosotras tres. Lloramos.
Ese día sería el comienzo de la vieja nueva y recién cruzada entre “el
bien” y “el mal”.
La mirada brillaba de odio. Para vengar las
muertes de los miles de civiles en Nueva York, Washington y Pittsburgh, Estados
Unidos podría terminar persiguiendo sombras, decía el artículo central de Newsweek en su edición
extra. Como así ocurriría en los últimos 10 años.
George W. Bush envió un mensaje al mundo: “que no se equivoquen: Estados Unidos perseguirá y
castigará a aquellos responsables por esos actos cobardes”.
Pocos día antes, en la primera semana de ese septiembre, habías estado en NY.
Mientras María Victoria, quen residía en WDC visitaba a un hermano en el piso 90 de una una de las gemelas del Word Trade Center WTC, no acepté la propuesta de Pablo de hacer una
infinita cola para subir al último piso y divisar el extraordinario panorama de la ciudad.
Elizabeth y yo lo habíamos hecho en otras visitas a la ciudad y desistimos para sumergirnos en el centro comercial de los pisos bajos del sótano y recorrer las bellas tiendas asegurándonos de ingresar donde decía SALE.
La tragedia de WTC estaba entre nosotros. En el
rostro de inmenso y profundo dolor de María Victoria Somogyi, nuestra acompañante y guía durante la gira oficial que habíamos emprendido desde Washinton D.C. y que nos llevó por Boston, NY, SF y Chicago, esta última, destino al que no pudimos llegar. Era poco lo que
podíamos hacer por María Victoria más allá de comprometernos cumplir, pese a nuestro gen periodístico, en ser en extremo prudentes.
Durante la gira informativa y de formación que adelantábamos sobre la libertad de expresión y prensa en los EEUU, invitados por el gobierno USA, portábamos visible en el equipaje y en una credencial un aviso que decía únicamente VIP. "Very People Important", identificación que nos dio el Departamento de Estado y que nos acreditaba y facilitaba la
movilidad en las distintas ciudades del recorrido y el ingreso a los del Bulding del Estado.
Así que nuestra profunda
solidaridad de pesar y afecto hacia MaríaV se tradujo en “liberarla” un poco de su
responsabilidad con los tres periodistas colombianos: Elizabeth, Pablo Buitrago y yo huéspedes del gobierno americano en
calidad de becarios.
Avanzaba la mañana de ese 11 de septiembre y con ella la revelación de detalles de lo que siguió ocurriendo por días, así como las conjeturas, las especulaciones, los análisis y un desasosiego y tristeza sin par.
En los primeros minutos las
conjeturas alcanzaron a plantear un accidente aéreo, pero después de la estrellada del segundo avión no cabía la
menor duda que se trataba de un atentado terrorista de proporciones
inimaginables.
Aunque los medios televisivos norteamericanos señalaban a palestinos del Hamas o la Yihad islámica, no había terminado la mañana y el espionaje USA daba sus primeros resultados.
Dicen haber detectado un mensaje de 'parte de victoria' de un completo desconocido para mí, un tal Osama bin Laden. Pensé, ¿Cómo era posible tal certeza y que hubieran sido incapaces de impedir esos actos terroristas?
En el lobby del Vintage Court, en pleno centro de San
Francisco C.A. nos dimos cita, de manera espontánea, todos los huéspedes del hotel. Japoneses, alemanes,
ingleses, gringos... y los únicos latinoamericanos, los cuatro colombianos. Bebíamos como agua desmedidas jarradas de un desabrido café americano mientras conversábamos y algunos más fumábamos, de manera estricta, en la
calle, afuera del Hotel.
Quince minutos después de la embestida del segundo avión, a las 6 de la mañana, ya estaba recorriendo con prisa
muchas calles en busca de algún local (tienda) abierta para comprar tarjetas y
llamar a Bogotá. Todo lucía fantasmal.
Nadie salió de sus viviendas esa mañana. La ciudad estaba vacía. En el bar que frecuentamos durante esos pocos días por su amplio y seguro menú de periódicos y periodistas y mejor café, no estaba cerrado, pero tampoco había nadie.
Regrese con varias tarjetas para llamar y, luego de hablar con mi mamá en Bogotá mapa en mano para que tuviera claro que su amada hija estaba al oro lado y segura, bueno, como se podía estar seguro en ese entonces, me dediqué a reportar, vía telefónica y por correo electrónico, datos e información a algunos colegas de la prensa y la radio en Colombia de todo cuanto observé en las calles y describían los noticieros de TV que seguían en directo el terrible suceso.
María Victoria Somogyi seguía presa de la hacer seguimiento a la situación. Esta zipaquireña admiradora de Germán Castro Caycedo, no salía de su asombro. Desde que había salido del país un poco más de 30 años y tiempo de residir en los EEUU no imaginó que algo así pudiera ocurrir.
Es traductora simultánea y fue contactada por la oficina internacional de visitantes de Bureau of Educational and Cultural Affairs United States Department of State para acompañar a los periodistas colombianos en su gira USA.
Risueña, franca, directa y muy rigurosa con el tiempo, era un soporte profesional indispensable en la intensa agenda de encuentros informativos en universidades, organizaciones y medios periodísticos que, para hablar sobre la libertad de expresión en EEUU, sostuvimos en Washington, Bostón, New York y San Francisco durante los 22 días previstos en la agenda que hubo que abortar sin que consiguiéramos llegar a Chicago.
Así como en NY, en SF el cielo era azul y brillante esa mañana. Condición casi que maquiavélica para que, sin la menor dificultad de visibilidad, los dos aviones impactaran contra las Torres Gemelas, uno más contra el Pentágono en Washington y otro, el que no llegó a SF, se estrellara en Pittsburgh.
Todo era desconcierto. Silencio. Miedo.
Si algo distingue a San Francisco son los ríos humanos desbordando las calles con todos los colores y tamaños y lenguas del universo. Una torre de Babel.
Sin embargo, ese día y parte del siguiente, por las calles no había nadie. No transitaba ningún auto. Estaba desocupada. Fantasmal. Ninguna línea del tranvía arribó por sus empinadas calles.
El San Francisco Chronicle, el diario más importante de la ciudad, al medio día del 11 de septiembre tenía su edición extra agotada. Las entradas de los hoteles estaban desbordadas de huéspedes ansiosos por irse. Nosotros aún no. Teníamos algo de tensión. Tan acostumbrados al miedo colombiano, allí también había algo de temor.
Mientras se sucedía la cacería feroz por establecer el autor intelectual de los ataques terroristas, nosotros éramos acosados por un pensamiento que hoy no es más que una especial anécdota en este itinerario como becaría en la que participé delegada por la Corporación Medios para la Paz de la que hacía parte como miembro de su junta directiva. La historia es como sigue.
La agenda de actividades en libertad de expresión en EEUU
incluía una visita y briefing en el emblemático The New York Times.
Luego de recorrer sus diferentes pisos, áreas y secciones, nuestro anfitrión, un editor de pelo blanco de la sección
internacional y otros cuatro periodistas visitantes de Suiza nos juntamos para el briefing previsto alrededor de una inmensa mesa cuadrada en un salón adyacente a la inmensa sala de redacción del periódico.
Una vez superamos el
tema que los colegas suizos habían propuesto como tema de su interés, las “vacas locas”, el editor del
periódico nos invitó a los colombianos para que formuláramos alguna
pregunta.
Sin premeditación ni alevosía - es decir, de manera inconsulta y espontánea- Pablo tomó la
palabra y preguntó: ¿Nos podría comentar en caso de un atentado terrorista contra los EEUU, cómo
prepara el periódico la editorial del día siguiente? Lo consultan con alguien?
Hablan con el Presidente?
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Pablo Buitrago (centro) Elizabeth Vargas (a su izq). |
La respuesta no se hizo esperar.
Nuestro interlocutor, un
hombre de unos 50 y tantos años, con una notable experiencia y pasión por el oficio, le pide a Pablo comedidamente, pero evidentemente sorprendido, que propusiera otro tema, que hiciera otra pregunta para hablar
de cosas más reales y menos hipotéticas.
Y claro, apoyamos a Pablo. Ya éramos tres los que insistíamos en conversar sobre a pregunta y persistimos, porque
consideramos que no había nada de hipotético en la pregunta y que cabía esa posibilidad.
Pero, una vez más, el
editor nos responde, solo que esta vez con una generosa y amplia exposición de datos, fechas y hazañas
para ilustrarnos acerca del poderoso escudo aéreo de protección de los
EEUU y su absoluta efectividad. Mientras lo escuchaba mi mente
voló y puso a Superman en el techo del periódico en el 620 Eighth Avenue.
Así
que, ese martes 11, mientras deambulábamos por la ciudad, no dejábamos de
recordar -como hasta hoy- cada uno de los detalles de ese encuentro preguntándonos en qué
momento la CIA, el FBI y todas las ias de la inteligencia norteamericana nos vendrían a buscar para "pedirnos explicaciones" acerca de qué sabíamos sobre el atentado.
Cuando George Bush proclamó su "guerra contra el
terrorismo" el 7 de octubre de ese año, el recién elegido presidente
Álvaro Uribe capitalizó el llamado del gringo en su discurso de “seguridad
democrática”.
Así comienzan a crecer sus ínfulas y velada sed de venganza, y con ello, su
conocida y peligrosa obsesión de ver en cada contradictor desarmado a un guerrillero, a
un terrorista como enemigos nacionales.
FARC, ELN, AUC, ETA… Colombia… España, por
mencionar solo algunos lugares de las tales "madrigueras de terroristas".
Hasta ese 10 de
septiembre EEUU venía haciendo en los patios, especialmente en el ámbito
económico lo que le daba la gana, sino que lo diga el cronista Germán Castro Caycedo. La
diferencia ahora es que, desde el 11 tienen "licencia" para hacerlo.
Y, en un
mundo globalizado, qué? Qué de la ONU? Qué de la OEA? Qué de la OTAN y sus 18
aliados que, por primera vez en su historia invocó el artículo V del Tratado
que obliga a los Estados miembros a ayudarse mutuamente si uno de ellos es
atacado? ¿Qué esta en la balanza? ¿Seguridad y Libertad? ¿De quién, por qué? ¿Para
qué? ¿Qué forma tendrá la respuesta
militar de Bush si la CIA el FBI, el Pentagono y todas las policías secretas?
¿Están absolutamente seguros (pese a que “Os odia” ha negado en dos
oportunidades ser el autor intelectual de las acciones terroristas), que realmente sea el
saudita Osama Bin Laden el autor intelectual del bárbaro atentado? ¿Y después de destruirlo qué? ¿Por
dónde continuará USA en su reacción defensiva contra el terrorismo? Porque, no
se nos olvide que Bush ha advertido que le han declarado la Guerra a USA, no que
USA la haya declarado.
Fueron las preguntas que me hice en casa de mi amigo y fotógrafo Federico Serrano en Miami Fla., cinco días después que conseguimos salir de S.F. hacia la puerta de mi salida de EEUU. Un transito que cumplí de manera generosa y reparadora hasta el último día de septiembre cuando regresé al país.
Y el cuadragésimo tercer presidente, que como Uribe también estuvo 8 años consecutivos en el poder, hizo su anunciada guerra en 2003. Y también es asesinado Bin Laden, pero en el 2011.
Bush invade a sangre y fuego
a Irak so pretexto de buscar armas de destrucción masiva, y de paso, dar con el
paradero de Osama bin Laden.
“El gobierno de Uribe Vélez fue el único
sudamericano que apoyó la aventura criminal del presidente Bush de invadir Irak
bajo falsas acusaciones y mentiras preparadas por sus asesores militares y de
seguridad”, escribió Apolinar Diaz-Callejas.
Pero No En Nuestro Nombre gritamos millones en planeta. No queremos guerras y rechazamos la de Irak. Recuerdo que una noche en Marzo de 2003 salimos y
protestamos en la Plaza de Bolívar contra la guerra y contra la decisión de
Uribe de apoyarla.
El recién posesionado Uribe Vélez dejó de llamar a las Farc, al Eln y a las Auc
"grupos irregulares" o "actores irregulares armados", y comenzó a decirles terroristas.
Poco tiempo
tuvo que pasar para que, por arte de magia, desaparecieran 40 y tantos años de
un conflicto armado interno para convertirlo en terrorismo. En “Colombia no hay
violencia política sino terrorismo”, advirtió. Por eso, también de manera "velada" fue cerrando con el terror de sus acciones los espacios democráticos
en el país.
Pasaron las horas y dos días después, la gente comenzó a salir a las calles en la bella ciudad de San Francisco.
Los
medios ya no solo hablaban de la tragedia, sino del terrorista del mundo más buscado Osama bin Laden y de Al Qaeda.
María Victoria, con un temple digno de una mujer
colombiana se ocupó
de movilizar a su familia en EEUU y conseguir un largo, pero seguro itinerario
que la llevaría nuevamente a NY para reunirse con su familia y honrar la vida
de su hermano.
Nosotros, entretanto, andábamos las calles de SF durante cinco días en espera de poder volar y llegar a Miami vía regreso a Bogotá.
El 11/09 ocurrió algo más que unos atentados
terroristas en EEUU. También tomó impulso el desafuero criminal de un gobierno
en Colombia que estuvo ocho años en el poder y del que, aún hoy, se continúan develando sus abusos y crímenes.
Coletilla. Tengo muchos motivos para recordar el 11 de
septiembre y no solo el del 2001. Ese día, pero en 1973, la fuerza armada y
carabineros en Chile dieron un golpe de Estado para derrocar a SalvadorAllende, presidente socialista de la Unión Popular y de quien recientemente se
comprobará se suicidó al interior del presidencial Palacio de La Moneda ese
mismo día. Apenas ocho años después, en
1981, nacía una bella y talentosa mujer, mi primera sobrina, María José Díaz y,
también, los 11 de septiembre celebramos el cumpleaños de mi amiga y también
colega Gloria Cecilia Gómez.