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martes, 9 de febrero de 2016

Bogotá no sabe enfrentar una emergencia por contaminación atmosférica

Omaira Piñeros Mendoza, Subcomandante Cuerpo Oficial de Bomberos Bogotá - Estación Restrepo
Nadie imaginó que las fotos de Pekín que tanto conmoción causaron en el mundo un mes atrás, pudieran repetirse en Bogotá. 

La salud de la gente y los animales estuvo amenazada por la alta contaminación de dióxido de carbono (CO2) como consecuencia del incendio forestal más grave en la historia del país. (Primera foto a la derecha tomada desde Archivo Distrital).

La conflagración que acabó con la vida de 40 hectáreas de bosques en los cerros orientales mostró nítidamente la cara oculta del “fenómeno del niño”:  el cambio climático.

Tan curtidos en las llamadas “cortinas de humo” de la política nacional, por primera vez la ciudadanía enfrentaba una de verdad verdad, por lo menos en Bogotá.

Como en Nueva Delhi

Si bien enero había sido el mes con más polución en los últimos tres años en la ciudad, una densa niebla olorosa a leña quemada y su imperceptible ceniza, crearon una importante emergencia de salud pública por la pésima calidad del aire

En la mañana del 3 de febrero el aire tenía los niveles más altos no saludables con un índice de calidad de 180

Algunos expertos comparan la situación con la que regularmente se vive en Nueva Delhi, la capital más contaminada del mundo. 

La temida contaminación atmosférica que empezó al mediodía del primer día de febrero, cubrió las localidades de Santa Fe, La Candelaria, Mártires, San Cristóbal, Antonio Nariño, Puente Aranda y se extendió hasta Fontibón y Bosa. (Ver dos fotos arriba: Barrios que no se ven desde Bogotá, al otro lado de la loma de L-San Cristobal)).

El Día Mundial de los Humedales el 2 de febrero, Bogotá estaba bajo “alerta amarilla”. (Leer: "Evacúan una decena de centros educativos en Bogotá por incendio forestal". Agencia EFE). 

Una alerta que para el Alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa era "simplemente una señal para decirle a los ciudadanos que tengan cuidado con el humo en caso de que esté muy concentrado". (Ver: "Declaran alerta amarilla en Bogotá por incendio en los cerros". CMI).

Y estudiantes, funcionarios públicos y empleados, "tuvieron cuidado": salieron del centro de la ciudad. 

La Presidencia suspendió actividades. Otras instituciones más, permitieron que la gente dejará más temprano sus lugares de trabajo.

¿Todos los tapabocas sirven para lo mismo? 

No es una pregunta retórica. La respuesta es no. Todas las mascarillas no son iguales ni sirven para lo mismo.

La alerta de la Secretaría del Medio Ambiente (SMA) indicaba usar "tapabocas" y cuidar a las personas con enfermedades respiratorias.

También, limpiar el polvo de ceniza de las superficies y limitar las actividades físicas al aire libre.

Pero la medida (no encontré el decreto), no incluyó una orientación específica para las cientos de personas de viven en La Peña, El Rocío, Buenos Aires, Girardot, El Dorado, El Triunfo, El Consuelo y San Donicio.

Barrios ubicados en las inmediaciones de los distintos focos de la conflagración forestal en la Localidad (4) de San Cristóbal.  

"Eso no señorita, por allá el humo nos ahogaba. Nos encerramos esperando a ver qué pasaba y decían en las noticias de qué hacer", me dijo una trabajadora doméstica que vive en El Rocío. 

No sería la única que se encerró sin saber qué era lo que había que hacer. (Foto "Personas con mascarilla caminando" de Cristian Garavito publicada en El Espectador).

Las miles de personas que se movilizan a diario en bicicleta tampoco recibieron ninguna indicación de seguridad y salubridad pública. Los usuarios de las contaminantes motos, mucho menos.

Si ese miércoles los niveles tóxicos eran tan altos, era probable que el siguiente, jueves 4, fuera aplazado el “Día del No Carro”. Era lo prudente por el exceso de CO2 en el aire, aunque la jornada fuera para mejorar la calidad del aire por un día. Pero no fue así. 

Foto Fuerza Aérea de Colombia tomada de @FuerzaAereaCol  
Lo que sí consiguió de manera inmediata la "alerta amarilla" fue colapsar el tránsito en el centro.

Salir de la zona era un caos. Probablemente entrar también. No aumentaron frecuencias ni buses del SITP. Ni los rojos de Transmilenio. Cerraron la Avda. José Asunción Silva, principal vía para salir del centro por la circunvalar y muy distante a la conflagración.


Barrio La Peña
La ciudadanía no recibió ninguna directriz ante la emergencia. La "evacuación", fue espontánea y desordenada. Los varios simulacros ante un eventual terremoto no servían para enfrentar una emergencia por contaminación ambiental.

Comando de Operativo "Polígono"
Nadie sabía qué hacer. 

La salud de los habitantes estuvo ante un peligro de gran magnitud debido al aire contaminado.

La estructura ecológica más compleja e importante con su tejido de 52 kilómetros de montañas que bordean la ciudad de sur a norte, estaba amenazada por el fuego. 

Bajo el esplendoroso cielo azul brillante que nos abrazaba con una temperatura entre 19º/24º ese primer día de febrero, Bogotá emprendía un operativo sin precedentes que se extendió durante toda la semana.
18 incendios forestales en enero 

Lo primero que puso de presente la conflagración en los predios de la Escuela Logística del Ejército, es que no era la primera del año en la Reserva Forestal de 14.116 hectáreas de bosques y pulmón de Bogotá. 

Solo en ese mes el Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá controló 18 incendios forestales

Para tener una idea de estos desastres forestales, la periodista Yolanda Gómez (@YolandaGomezT) lo explica así: “en 33 días se han quemado 100.000 metros cuadrados de bosque en los cerros lo que equivale a 14 veces la cancha del estadio El Campín”. 

Aunque la primera cuadrilla que llegó a las 9:35 am, cinco minutos después de la llamada de emergencia, este no era el único incidente que los Bomberos (@BomberosBogota) atendieron esa mañana.

“Nuestra reacción y atención inmediata permitió extinguir el primer foco del incendio en las inmediaciones del barrio Aguas Claras dentro de la Reserva Forestal  de la Localidad de San Cristóbal”, explica el Tte. Nelson Bermudez Oficial de Bomberos al mando del “Polígono”, uno de los cinco puntos de coordinación de las operaciones.


Además del viento y la alta temperatura, el incendio forestal encontró a su paso otros aliados naturales que propagaron la conflagración. 

El Retamo Espinoso, un arbusto invasivo de hasta cinco metros de alto, muy dañino para la biodiversidad junto a los eucaliptos y pinos secos. 

Todo, material orgánico altamente inflamable que sirvió de cerilla para propagar las llamaradas a puntos inaccesibles. 

Mientras unas cuadrillas de bomberos, brigadistas, policía y ejército talaban manualmente el material orgánico haciendo zanjas, otros bomberos más recorrían entre 20-25 kilómetros de subidas y bajadas por entre senderos y cañadas esparciendo agua con mangueras de hasta 4 pulgadas y más de 5 mil metros de longitud sin alcanzar las alturas del incendio.

Se requería de manera urgente el apoyo de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC). 

Según el Protocolo Distrital de Respuesta a Emergencias Bogotá se enfrentaba a un Incendio Forestal de Tercera Magnitud. El más grave.  


Foto tomada de  www.reporterosasociados.com.co no aparece nombre de fotógrafo

Cerca de 900 personas y 5 helicópteros 

La profesional labor en tierra liderada por el Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá con más de 200 hombres y mujeres en la línea de fuego y el apoyo de personal del ejército y de la Unidad de Operaciones Especiales en Emergencias y Desastres de la Policía Nacional (@GrupoPONALSAR), la Defensa Civil de Colombia DCC (@DefensaCivilCo) y brigadistas de la CAR Cundinamarca CAR (@CAR_Cundi), involucró la decisiva acción de la Fuerza Aérea y Aviación del Ejército (@Ejercito_Davaa). 
Foto Fuerza Aérea del Ejército tomada de @Ejercito_Davaa

El operativo establece seis puntos de mando: “Polvorines”, “Polígono 3”, “San Dionicio”, “Iglesia de la Peña”, “Santuario de Guadalupe”, y la base helicoportada en el Parque Metropolitano Simón Bolívar. El Sistema de Gestión de Riesgos y cambio Climático de Bogotá (@IDIGER), coordina el engranaje con el apoyo de Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (SNGRD). 

La FAC (@FuerzaAereaCol) mueve de Rionegro (Antioquía) y Yopal (Casanare) dos helicópteros  black hawk condicionados para altas temperaturas. 

La División de Aviación Asalto Aéreo del Ejército a su vez pone a disposición dos más: un MI-17, más grande y un black hawk.

Las cuatro aeronaves con bambi bucket y una capacidad de carga de hasta 600 galones de agua. 

Un quinto helicóptero, una aeronave civil, apoyó la labor logística fuera de la línea de fuego.

Las empresas privadas Helicol y Helistar, esta última especializada en vuelos chárter, instalaron el Puesto de Mando y Control en el Parque Metropolitano Simón Bolívar bajo la  coordinación del Centro Nacional de Recuperación de Personal (CNRP) de la FAC  y el Comando Aéreo de Transporte Militar.

Cada trayecto, entre el lago artificial del Parque y la zona de la emergencia tiene una duración de 19 minutos ida y vuelta.

En cinco días de la emergencia fueron necesarios 319 vuelos cargando agua. 

Las aeronaves descargaron 140.370 galones de agua mezcladas con líquido retardante para controlar el fuego, es es algo más de 560 mil litros. 

Solamente el último día del operativo aéreo, el 5 de febrero, la FAC hizo 34 descargas de agua con 16.728 galones.



La milagrosa competencia de los "bambi"  

Aunque no es inusual escuchar el sobrevuelo de helicópteros que vienen y van del helipuerto de la Casa de Nariño, los rotores de las furtivas naves hacia la conflagración en los cerros constituyeron una novedad en la pequeña localidad de La Candelaria.

Magnífico aguacero, pero no suficiente.
“Nunca antes la FAC había enfrentado una emergencia de esta naturaleza porque el fenómeno del niño trae vientos muy rápidos y temperaturas muy altas. Tampoco una operación tan grande con tantos helicópteros”, me comenta un oficial de la Oficina de Prensa de la FAC.

Las fuertes corrientes, la escasa visibilidad por el humo y las llamaradas de más de seis metros de altura, dificultaron la labor de los helicópteros.

Una situación que fue sorteada con éxito por una exigente coordinación entre el Cuerpo Oficial de Bomberos en tierra y las Tripulaciones a 200 metros de altura para que el agua se esparciera sobre los focos ardientes de manera efectiva.

Una ayuda más recibieron los "bambi" del aires y la fuerza humana y profesional en la línea de fuego. El milagro de un contundente aguacero. 

Después de meses de sequía en Bogotá a las 5:30 de la tarde del miércoles cayó un inesperado, pero deseado aguacero en el día y lugar requerido. El operativo aéreo se suspende hasta el día siguiente jueves a las 6 de la mañana.

Esto significó para la socióloga Natalia Berti y para mí una memorable y festiva mojada en el momento de salir de la zona de operaciones en el “Polígono”, instalado en las estribaciones del Santuario de Nuestra Señora de La Peña por entre el bosque del barrio Los Laches.

Nos esperaba pacientemente Jorge, un conductor de taxi que se animó a conocer de primera mano lo que pasaba.       

La conflagración fue controlada en la mañana del sábado, pero el control de puntos calientes del subsuelo vegetal tomará más tiempo según explica el Tte. Nelson Bermudez.


¿Qué o quién prendió el fuego?

Los incendios forestales no se dan por generación espontánea. 

Más allá del clima, del "fenómeno del niño"  ̶ al que ahora responsabilizan de todo en el país ̶   o las altas temperaturas y sequedad de la masa vegetal, la actividad humana es la responsable de los incendios forestales. 

Las causas y circunstancias de la conflagración aún son materia de investigación por parte del Cuerpo Oficial de Bomberos, sin embargo está confirmado que su inicio tuvo lugar en los predios de la Escuela Logística del Ejército

Esta unidad militar está ubicada entre 2 y 5 kilómetros al oriente del Acueducto de Vitelma, en las estribaciones de los cerros sur orientales sobre la cuenca del río San Cristóbal y el nacimiento del río Fucha.

Más del 90% de su área la cubren bosques. Sus fronteras son la Reserva Forestal Protectora de los cerros orientales de Bogotá que cubre parte del sistema orográfico y de la estructura ecológica principal del Distrito Capital, según ilustran en su página Web.

Laura Rigarreta, vocera de la Mesa Ambiental de los Cerros de Bogotá, afirma que “el incendio habría sido ocasionado por actividades de los militares del Batallón de Logística del Ejército”. (Ver: "PRÁCTICAS MILITARES HABRÍAN PROVOCADO INCENDIO EN CERROS ORIENTALES DE BOGOTÁ". Estación radial en línea Contagio Radio (@Contagioradio1).

¿Qué se perdió en el incendio forestal?

Ninguna persona perdió la vida. Tampoco hubo heridos. Cinco niños menores y cuatro personas adultas presentaron problemas respiratorios por inhalación de humo. Otras personas más trabajando en la línea de fuego tuvieron lesiones menores. 

Las montañas quedaron por completo erosionadas, lo que facilitará (durante el "fenómeno de la niña") desprendimientos de tierra. 

Las cenizas destruyeron los nutrientes y, sin duda, murieron especies nativas allanando el terreno para que el Retamo continúe la invasión. (Ver: "Los incendios forestales y la diversidad biológica". (FAO).

Los bosques destruidos ya no podrán retener la humedad de la lluvia lo que significa que las quebradas, dentro de un vasto perímetro, no tendrán agua para alimentarse.  
La bióloga Dolors Armenteras explicó sobre el incendio de árboles y plantas (que contienen carbono) en los cerros orientales, que al quemarse la biomasa (residuos forestales), el carbono que era retenido por los árboles se elevó a la atmósfera por la pérdida de vegetación que lo estaba cubriendo.

Esto significa que con la emisión de dióxido carbono CO2 del incendio aumentó en la atmósfera elevando los gases de efecto invernadero (GEI)  ̶que contribuyen al calentamiento global ̶  afectando de manera importante la calidad del aire en Bogotá como en efecto ocurrió.


Así que perdimos todos. Bogotá. Colombia. El planeta. Y no exagero. El ecosistema,  pulmón más importante de la ciudad, quedó herido.   

Y podemos seguir perdiendo el agua, los humedales, más bosques y especies de toda naturaleza animal y vegetal si no le ponemos freno a sus mayores depredadores: el hombre, es decir, nosotros mismos.
Los humedales no son charchos, las reservas forestales no son potreros, los bosques no son tugurios.

No hay que ser naturalista, biólogo, ecologista o ambientalista para reconocer la enorme gravedad e impacto que tienen los incendios forestales en la vida de la ciudad como el ocurrido en la primera semana de febrero.

Los cuerpos de agua, la vida silvestre y los cerros orientales es lo que nos permitirá que la ciudad y sus habitantes puedan enfrentar de mejor manera el impacto del cambio climático.

Cambiar agua por cemento no es desarrollo ni modernidad como pretenden hacernos creer. 

Desarrollo y modernidad hoy es proteger, limpiar, restaurar y fortalecer lo que aún tenemos en la ciudad. 

Los cerros, bosques, páramos, nacederos de agua, quebradas, ríos y humedales de Bogotá no hacen más que recordarnos lo que somos y de qué formamos parte: de la Colombia anfibia. Un territorio y habitantes de agua conectados por el agua.

Bogotá no es un juego de LEGO ni para legos. 



Anotación 1. El 100% de material fotográfico de este reportaje es de mi autoría, salvo algunas fotos que aparecen con créditos de origen. Si alguna de las imágenes de mi autoría le son de utilidad, puede usarlas exclusivamente en la Web con la obligación de señalar el crédito y citar la fuente.
Anotación 2. Aunque el documento "Riesgos a la Salud de los Niños por los Incendios Forestales" de la Universidad de California lo he citado mediante link varias veces en el reportaje, quiero recomendar de manera especial su lectura completa.