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martes, 5 de noviembre de 2013

Fear: A Most Destructive Weapon. For decades Colombians have been ruled by fear. They are now breaking free.


"Love casts out fear; but conversely fear casts out love. And not only love. Fear also casts out intelligence, casts out goodness, casts out all thought of beauty and truth. What remains is the dumb or studiedly jocular desperation of one who is aware of the obscene Presence in the corner of the room and knows that the door is locked, that there aren’t any windows." (Aldous Huxley)

lunes, 28 de octubre de 2013

Juankamiel: el rey del panal



No importa el lugar, el grado de dificultad o la hora del servicio. Sea de día o de noche va a donde lo requieren con interés y prontitud. Sabe con claridad que un enjambre de abejas disperso no da espera porque puede causar más que un susto. Es apicultor por accidente. Ama las abejas como estas a las flores. Su habilidad es recuperar enjambres, retirar panales y producir la más pura miel de abejas y cera. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Al margen de la vía y de la vida, campesinos de Caquetá siguen en paro


Es imposible no andar el país sin conmoverse. Bien sea por su tierra, por sus paisajes, por sus ríos, por sus cielos… por la opulencia de su tesoro natural, pero muy especialmente por lo extraordinario y humano de sus gentes, de los Otros. 

Aunque buena parte del tiempo permanecí en una aula conversando sobre la libertad de prensa (!!) y el periodismo escolar, desde la voz y mirada fresca de un grupo de jovencitos y jovencitas de los colegios oficiales de Caquetá, el olor a vida en remolino era latente.  


Una cosa es Bogotá y otra el resto del país. Estamos separados de esos Otros en Caquetá, por un anudado verde resplandor de montañas, efigies anónimas de cuyo rastro apenas si sabemos. Perdimos la capacidad de asombrarnos, conmovernos y movernos por la vida.

Con autorización de su autor, el periodista Arturo Guerrero, he traído a Sentipensantes su última columna que publica semanalmente en El Colombiano. “Guerre, le dije por teléfono, no escribiré mejor que tu algo que has conseguido de manera poética y completa. Así que solo agregaré imágenes al relato”. 


Participamos en el 16º Encuentro Departamental de Periodismo Escolar en Florencia con la juventud caqueteña, a través de dos talleres, uno de crónica periodística y otro de libertad de prensa (del que hablaré en otro post). Por ahora, la primera historia.


Las impresiones que quedan cuando vemos, en un paro que no existe, a centenares de campesinos juntos –más de 8 mil me decían-apiñados, sudorosos, altivos… con una carga de esperanza en sus rostros, por soluciones eternamente aplazadas a sus problemas. Florencia está apenas a 45 minutos o una hora y media de vuelo. Los medios locales se ocupan de informar a sus 140 mil habitantes, pero para los medios nacionales, 40 y tanto millones, no se dice e informa nada.    


CAQUETÁ, PARO Y FELICIDAD

Por Arturo Guerrero

Semanas después de levantado el paro campesino en el país, las entradas a Florencia, Caquetá, están asediadas por cambuches de plástico negro en los que hormiguean labriegos de botas pantaneras y amplios sombreros de paja. Desde que dos centenares de policías antidisturbios los obligaron a retirar enormes piedras, los indignados no bloquean vías.

No obstante, los 140 mil habitantes de esta capital en el piedemonte amazónico ignoran en qué momento se romperán diálogos, cuándo volverán las barricadas formadas con las mismas cercas de cemento que ya recogieron los tractores y que antes habían arrancado del suelo los agricultores.

El sábado pasado autoridades aeroportuarias cerraron la reja gruesa de ingreso al terminal local. A escasas cuadras está desparramado el principal asentamiento de la protesta, y… nunca se sabe. Hasta la orilla de la carretera, vendedores de jugos y comidas precarias empujan carritos de balineras para procurarse su agosto.

Caquetá es tal vez el último lugar donde persiste el paro. En el fin de semana anterior el gobernador logró desactivar uno de los tres asentamientos transitorios. Los campesinos hicieron maletas, amarraron hamacas, cargaron tubos, abordaron buses y chivas que los devolvieron a sus tierras.

Taciturnos, los hombres se conformaron con anuncios de instalación de una mesa posterior de negociación. Comprenden que la anuencia gubernamental se debe a una competencia de ciclismo organizada para el próximo fin de semana por importante cadena nacional de radio y televisión. Se requería camino despejado.

Colegios oficiales de bachillerato participaron durante la semana en un encuentro de periodismo escolar. Los maestros impulsan estas iniciativas extracurriculares para evitar que los muchachos ‘se vayan al monte’, eufemismo para significar que ingresen a grupos armados o a negocios propios del tráfico ilícito. Estos pululan, apenas al otro lado de puentes que cruzan ríos y quebradas como el Hacha y la Perdiz.

Interrogados los adolescentes sobre su sueños, algunos muchachos indican que ser oficiales de policía o fuerza aérea. Las niñas se inclinan por medicina forense. La investigación criminalística las apasiona, quieren develar un misterio. También hay otros que aspiran a hacer familia o a ser presentadoras de televisión. Uno discrepó, quiere indagar en qué consiste la felicidad.

viernes, 30 de agosto de 2013

Tengo miedo, sí, pero a mi no me despojan de mi dignidad: labriego Fernando Muñoz

No son décadas de abandono, sino generaciones. Desde la revuelta del 9 de abril de 1948 hasta hoy los campesinos, la población más humilde y vulnerable del país siguen siendo los ninguneados de todos los gobiernos de turno. La violencia, la intimidación y el despojo no cesa contra esta población en Colombia. El Tratado de Libre Comercio con EEUU es su nueva amenaza. 

Fernando Muñoz, labriego de Pie de Cuesta. Foto by @Bunkerglo
Parecía que viniera de la guerra con una gran pena y dolor a cuestas, quizás de la que se estaba librando en Plaza de Bolívar en la tarde del 29 de agosto. 

No es como los ancianos desvencijados que veo a diario pidiendo limosna en la calle que va al palacio presidencial de Bogotá. 

Tampoco es de los que aguardan en la calle por mendrugos en un tazón de icopor de lo que han dejado en los platos los comensales del medio día y que los restauranteros de la zona les brindan, de tanto en tanto, después de las 3 de la tarde

También pensé, ¡que vaina!, no traigo dinero solo el carnet de prensa y la cámara. No podré ayudarlo.

Cada paso que daba era como si arrastrara el mundo

Sobresalía por entre el verde paño, el verde cetrino y el verde camuflado de decenas de policías y unidades de imberbes soldaditos de plomo de la infantería que esperaban apostados, altivos, como en pie de lucha y armados de radios, teléfonos y cigarrillos delimitando las fronteras de esa vía bajo el verde mustio de árboles y jardines que se destacan por la avenida y el Archivo Nacional.  

La calle nos reunió. 

Este hombre tostado por el sol, escuálido, vivo y cuya “geografía en su rostro no es más que Colombia camino a la Plaza de Bolívar” como comentó mi amigo Carlos Gómez, sin vacilación camina hacia mí y con una mirada chispeante me dice:   

-   Perdón, señorita, ¿sabe cómo hago para llegar a Modelia?

Una sonrisa ruidosa de extrañeza irrumpe en mi cara anticipando la respuesta: ¡Oh, no! hombre, usted está muy lejos de ese lugar, le dije. Y sin dejar mirarnos a los ojos comenta:

-   ¡Qué bueno encontrar una sonrisa en esta ciudad!

En ese momento el mundo se detuvo y yo con él. Llegar o no a donde el buen Simoncito en su Plaza y más perdió su importancia. No tenía prisa de ir a ningún lugar. 

Pensé, debe ser uno de los campesinos que vino a la marcha y en la dispersión de piedras, gases y humos se perdió y ahora deambula sin rumbo.

Nos saludamos estrechando nuestras manos y nos presentamos.

Soy Fernando Muñoz, de Pie de Cuesta*. Me dice con energía como reafirmando quién es él.

Su mano gruesa, pesada, con callosidades de azadón y tierra entre las uñas se encontró con la mía. De su hombro izquierdo colgaba una mochila casi deshecha y vacía, y en su espalda un morral.

No deja me mirarme y sonreír mientras escuchaba con atención cada palabra de mis indicaciones, cada gesto, cada movimiento de mis brazos y manos diciendo cruce por allá, suba más allá… ¿Ve ese letrero? Por ahí no es, vaya más allá… Llega a tal esquina… Hasta que me interrumpe: 

-    “Sabe que Gloria, en cada momento de mi vida compruebo la existencia de Dios. ¡Usted es realmente la gloria!”.  Y se despachó en verso.


Pero, ¿quién es este hombre humilde que me cita al científico y sabio Francisco José de Caldas y me tiene atrapada en esta conmoción de emociones?

Así que sin más le solté una tras otra mis preguntas. ¿Don Fernando, que hace Ud. por aquí? ¿De dónde es? ¿Vino a la manifestación? 

- ¿De qué me habla, cuál manifestación?  

¿En serio no sabe? No le puedo creer. Pues Don Fernando, de la gran marcha de protesta que había hasta hace un momento en la Plaza de Bolívar. 

- Oh, no. Ni siquiera sé dónde está esa Plaza. 

Le conté que estábamos muy cerca, que era muy grande, que pueden caber como 50 mil personas  y que allá era la concentración de las marchas. Que estaba a borde de estudiantes, de educadores, de campesinos… Gente de todos los sectores salieron a apoyar el paro agrícola o mejor, el paro campesino que llevaba más de una semana.
  
- Fíjese que no sabía que había sucedido tamaña proeza. Pero no. Yo salgo de allá, de ese edificio, ¿Lo ve? A tiempo que me señalaba con su mano, a lo lejos, las oficinas gubernamentales de la presidencia sobre la avenida José Asunción Silva y la carrera sexta.  Y, vocalizando marcadamente cada letra y palabra, prosigue: v e n g o  d e  l a  o f i c i n a  d e  a t e n c i ó n  a  d e s p l a z a d o s  d e  l a  p r e s i d e n c i a.

¿Cómo así? ¿Por qué? Y escuché su historia.  

Fernando Muñoz, labriego de Pie de Cuesta, había llegado a Bogotá con su mujer y sus 4 hijos el día anterior. Tengo miedo, sí, pero a mi no me despojan de mi dignidad  aunque esté, como dicen, con una mano adelante y al otra atrás, señorita”. 

Su marcha, su lucha, sus demandas no eran distintas a las que se agitaban en las últimas semanas desde los campos, en las vías maltrechas nacionales. Solo que su situación era ser víctima del despojo. De la intimidación De las armas. 

   
Fernando y su familia son víctimas del poder del miedo, del desplazamiento forzado.

Forma parte de los miles de campesinos a los que la Colombia urbana nunca escuchó mientras eran masacrados, aterrorizados y perseguidos para que dejaran sus pertenencias, sus tierras, su arado. 

También forma parte de los otros millones de campesinos a los que el mundo urbano tampoco escuchó cuando, desde el año 2005, comenzaron a alertar a la sociedad sobre lo que los Tratados de Libre Comercio sin límite iban a conseguir: desaparecer el campo y a ellos. Un cometido que el parmilitarismo y la guerrilla de las Farc no habían logrado en las dos últimas décadas.  

La impotencia me sacudía otra vez. 

Mientras nos fundimos en un abrazo de despedida y nos expresamos buenos deseos, mis lágrimas se secaron. Con su enorme sonrisa Fernando insistía en que le recibiera una mandarina que llevaba en su mochila. La única que, seguramente le ayudaría en la caminata que tendría para llegar hasta donde estaban su mujer y sus hijos en esta inhóspita ciudad de cemento.

Nunca sabré si llegó a Modelia pero lo qué si se es que yo no regresé igual a mi casa.

*Pie de Cuesta.

 

viernes, 12 de abril de 2013

"Marcha por la paz" honró y se solidarizó con las víctimas

Y Gaitán, ahí. Foto by Bunkerglo - Marcha por la paz. Bogotá abril 9 de 2013
Cuando era niña mi papá Luis Augusto me contó muchas veces la historia de Gaitán. Quién era, por qué lo asesinaron, por qué era bueno, qué pensaba... También, de cómo él escapó de la revuelta del 9 de abril, dónde estaba mi mamá Ligia, a quien no conocía aún, y qué hacían y dónde estaban sus hermanos, mis abuelos y en general las dos familias en ese memorable día. 

Cada vez que me refería la misma terrible y triste historia, seguramente producto de mis preguntas, tampoco podía evitar, por obra y gracia de mi imaginación, convertir su relato en un cuento lejano, en una película desteñida y marcada de hilitos (rayada) porque había pasado en otro lugar y con otra gente.


Sin embargo, muchas veces y con cierta fascinación, escuché el discurso que pronunció Jorge Eliecer Gaitán en la Plaza de Bolívar el 7 de febrero de 1948, y que se conoce como Oración por la Paz

No se si era su voz o sus palabras pero escucharlo hablar en el LP (Long Play), me producía un magnetismo increíble. Recuerdo que todos, pero en especial ese disco, negro, pesado, delicado, había que cogerlo con sumo cuidado, con las manos muy limpias, casi que con guantes, cuidando de no rayarlo con la aguja al ponerlo en el tocadiscos.

Los domingos en la tarde, después de escuchar por la radio un partido de fútbol y los resultados de la hípica, mi papá ponía los discursos de Gaitán, alternando nuestra atención con el lago de los cisnes de Tchaikovsky o las seductoras voces de Nat King Cole y sus aquellos ojos verdes y la Violetera de la recién fallecida Sarita Montiel, entre otros hits de la época.

La historia nos cuenta que ese 7 de febrero, hace 65 años, más de cien mil de las cuatroscientas mil personas que vivían en Bogotá, colmaron la Plaza de Bolívar. También quizás ahí estuvieron nuestros papás, los tíos y abuelos, atendiendo el llamado del líder político y jefe del Partido Liberal, Jorge Eliecer Gaitán.

La multitud protestaba, como hasta hoy lo hacemos, contra la violencia política, pero en ese entonces, por la que ejercía el gobierno del presidente de la República Mariano Ospina Pérez sobre los liberales, en especial, contra los gaitanistas.

Desde antes de esa fecha como hasta hoy, la desigualdad, la exclusión y la pobreza, siguen siendo una constante nacional. Lo más fácil era convertirla en una efermedad endémica, incurable. Solo pasamos (¡por dios!) del criminal tiempo del corte de franela al de la motosierra.

En esa marcha del silencio, porque no hubo consignas, ni aplausos, ni vivas, Gaitán pronunció, según opinan los historiadores y los viejos, su más auténtico y conmovedor discurso. Tal vez, el más importante de su corta y truncada vida política. 

Con la vehemencia de su ser le pidió al presidente Ospina Pérez concordia, hechos de paz y de civilización.  "¡Piedad para la patria!".

El recién 9 de abril de 2013, como en 1948, una multitud 'de todas las latitudes, de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies, llegaron a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades'. Vinieron con la historia de su dolor y sufrimientos, y otra vez, desbordaron la Plaza de Bolívar para decir que le apuestan, decididamente, a un nuevo intento de paz.Que quieren, que requieren, que necesitan paz.
La marcha fue la manera como se conmemoró, por primera vez en la historia de Colombia, el Día Nacional de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas, (instaurado por la Ley 1448 de 2011 Art. 142). 

Se honró la memoria de los desaparecidos y asesinados, a sus miles de familias, a los millones de personas que se encuentran en situación de desplazamiento forzado, a las que han sido despojadas, a los que fueron violentados sexualmente (mujeres y hombres), se honró a las comunidades, a las poblaciones y a los niños y niñas cooptados por los distintos actores del conflicto armado.

Los que marcharon no eran los enruanados de sombrero de la marcha del silencio de Gaitán, pero por la "pasarela de la paz", (esto es la carrera séptima hasta la Plaza de Bolívar), pasó la geografía humana nacional, centenares de miles de personas en cuyos rostros se dibujaba un ¡Sí! ¡Hágamos la Paz!

Vi marchar campesinos, indígenas, afros, obreros, trabajadores, estudiantes, intelectuales, artistas, mujeres… A las minorías más vulnerables mujeres, niños y viejos que han padecido y sufrido lo indecible en este país.

Marchó la solidaridad por ellos mismos como víctimas de la endémica guerra colombiana. Todos traían deseos, sueños, esperanzas, el clamor porque pueda empezar a construir una vida distinta, con un presente feliz y prometedor.

Su masiva presencia simbolizó, en el simbólico espacio de la democracia nacional, el beneplácito expreso de poner fin al conflicto armado. Un gesto de humanidad, de generosidad, de vida si se tiene en cuenta que son los historicamente excluidos. Están convencidos de que no todo está pérdido y venían a ofrecer su corazón.

La "marcha por la paz" no fue una movilización silenciosa como la de Jorge Eliécer Gaitán el 7 de febrero de 1948 cuando pronunció su Oración por la Paz,  sino todo lo contrario, fue expresiva, festiva, multicolor y ruidosa, como lo muestra el vídeo (ver más abajo), cuyo paisaje sonoro fue realizado por el periodista Pablo Medina Uribe, director de RadioPachone (www.radiopachone.org) y Julian Camacho García. Las imágenes de mi autoría fueron tomadas en un punto obligado del recorrido de la "marcha por la paz", carrera séptima con avenida Jiménez, camino a la Plaza de Bolívar.     

 

Esta entrada al blog incluía el texto del escritor y poeta William Ospina, presentado como una nueva Oración por la Paz y que leyó la líder política y defensora de los derechos humanos Piedad Córdoba. Dada su extensión, el texto aparece el el siguiente post bajo el título: Dignidad, confianza y afecto entre los ciudadanos es el verdadero nombre de la Paz: William Ospina 

NOTA. La imagen del gran fotógrafo Sady González tiene como fecha 1940. Sin embargo, tengo dudas sobre este dato. La encontré en la Internet como parte de un texto sobre la Marcha del Silencio, luego tendría que ser de 1948. Quizás la cambié más adelante, dependerá de lo que logre establecer. 

martes, 19 de febrero de 2013

La Modelo de las minorías olvidadas, espejo de la sociedad colombiana

Cuando Francisco Santos, a cuyo cargo, en calidad vicepresidente tenía la tarea de garantizar y promover los derechos humanos declaró que, Yair Klein “debería podrirse en una cárcel colombiana y pagar por el daño que hizo”, sabía lo que decía. Klein o cualquier otra persona que llegue a La Modelo consigue que el temerario juicio y malsano deseo sea realidad. El Estado colombiano no solo priva de la libertad al infractor de la ley durante su permanencia en esta cárcel, sino que le asegura torturas, indignidad y hasta la muerte. La única garantía para las personas en este lugar es el silencio de la sociedad y la impunidad.

¿Qué fue lo más terrible que vio durante la inspección a la cárcel La Modelo? Con esta pregunta inicié mi entrevista con la jueza Gloria Guzmán. Sin tomarse un segundo para pensar, de manera inmediata, me responde: “esto”, mostrándome una fotografía impresa y en color pegada en el corto expediente. Observé la imagen pero no veía "donde estaba" lo terrible o inusual en la misma. Ante mi cara de desconcierto, ella me insiste para que volviera a mirar la imagen, pero esta vez, señalándome un punto específico y me dice: ¿No ve a esta persona?


Ahí estaba. Como un animal indefenso, escondido, abandonado. Estaba encajonado en la hendija calada y repugnante de su cobijo de piso, embutido y refundido entre colchonetas enrrolladas y amontonadas en ese hueco. Quizás sea una estadística porque persona no era. Ese ser humano había dejado de vivir agazapado en la oscuridad. Como en el medioevo.

Hay historias, situaciones que se repiten una y otra y otra vez en Colombia, pero lo que ocurre en la cárcel La Modelo es una de esas que rompen el alma. Una historia de las que, a la final del escándalo, los titulares y las promesa, no pasa nada. No cambia nada.

En 1998 los ciudadanos en situación de internos, Manuel José Duque Arcila y Jhon Jairo Hernández, acudieron al mecanismo constitucional para proteger sus derechos humanos, económicos y sociales e interpusieron una acción de tutela. Quince años después, en enero de 2013, era Santiago Villa Arboleda el que interponía una nueva tutela. Los tres, por las mismas razones: el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC y directores de las cárceles, es decir el Estado colombiano, les vulneraba sus derechos humanos al recibir, en condición de detenidos, "un trato cruel, inhumano, degradante e indigno".

La minorías olvidadas

Pero ya en 1998 los magistrados de la Corte Constitucional Carlos Gaviria Díaz, José Gregorio Hernández y Eduardo Cifuentes Muñoz sentenciaron que el Estado debería cambiar en las cárceles colombianas esta situación al invocar, por primera vez, el estado de cosas inconstitucional. (Sentencia T-153/98) Una Sentencia con la que buscaban poner fin a la situación de violación flagrante de los derechos fundamentales de quienes llamaron las "minorías olvidadas", multitud de seres humanos en las cárceles.

Sin embargo, una vez más, quince años después, la Juez 56 penal del circuito de Bogotá (OIT), Gloria Guzmán Duque, debe hacer lo mismo.

En otra de esas decisiones sin precedentes, el 30 de enero pasado, la juez amparó los derechos humanos de estas mismas "minorías olvidadas", pero que hoy son tres veces más en su número hacinadas en La Modelo, invocando para eso, el estado de cosas inconstitucional dado que “miles de personas se encuentran en igual situación y si todas acudieran a la tutela podrían congestionar de manera innecesaria la administración de justicia”.

No hay equivoco. Al unísono los magistrados y la jueza constitucionales encuentran la misma “transgresión  repetida, constante  y sistemática a los derechos fundamentales de la población carcelaria, atribuible a las autoridades encargadas de garantizar sus derechos”. Y, sin el menor sonrojo, el Estado continúa sin garantizar un solo de los derechos consagrados en la convención americana de los derechos humanos y el pacto internacional de derechos civiles y políticos para esta población.

Perder la condición de ser humano

Santiago Villa Arboleda llevaba tres meses en La Modelo detenido en calidad de sindicado, sin que le hayan proporcionado ningún elemento básico requerido para su higiene y aseo  personal. Tampoco, una colchoneta, una cobija y una sábana para dormir, elementos que obtuvo solamente, pocos días después de instaurar la tutela, y de que la juez Guzmán Duque iniciara la diligencia y practicara pruebas de la misma. 

Son contundentes e inobjetables los testimonios de los internos y de los funcionarios de la cárcel. Todos, recogidos en más de 150 fotografías y un sombrío vídeo que forma parte del expediente de 39 páginas e inspección judicial, adelantada a las instalaciones de La Modelo el 22 de enero por la juez Guzmán con funcionarios del Instituto Nacional de Medicina Legal y del Cuerpo Técnico de Investigación CTI (Fiscalía General de la Nación).

Mísero, sórdido, nauseabundo lugar al que llegan sindicados y condenados no para vivir el castigo de perder la libertad, sino para vivir el sufrimiento y dolor de perder su condición de seres humanos. 

Un modelo de indignidad

La Modelo es un depósito a donde el Estado amontona a la gente como bultos, como animales en experimento, para que traten de sobrevivir en un hacinamiento crítico, desbordante, indecible. Sin educación, sin trabajo, sin recreación.

En instalaciones derruidas, huecos en los techos y pisos, baños rebosados de materia fecal, sin inodoros, en medio de la basura y la inmundicia, en habitaciones sin ventilación, con alto riesgo de electrocuciones e incendios por instalaciones eléctricas artesanales, paralizados en estrechos corredores, atornillados durante horas, días, semanas en el mismo punto, sin agua potable, lavando sus “fiambreras” (platos) en orinales y desagües, con hambre, consumiendo alimentos de mala calidad, confinados al hedor pestilente de duchas e inodoros rebasados y obstruidos…

"Espacios de 2x2 metros están ocupados hasta por cinco seres humanos, privilegiados ellos, en comparación con los que duermen en "carretera", es decir, tirados como animales en los pasillos, señala la juez Guzmán". "(...) Es frío, porque es en el suelo, el olor porque estoy al lado del baño, mucha humedad, hay chinches que nos pican, cucarachas, piojos, mucho frío, nos tocas dormir uno encima del otro" (...) "Me tocó en el pasillo, en el suelo, sin nada, todavía estoy así, esperando la colchoneta, actualmente hay epidemia de paperas, varicela, tuberculosos. Los domingos es más difícil todavía, mucha gente y hasta mujeres embarazadas", dicen algunos testimonios citados por la juez en su decisión.

“¿Puede una cárcel, construida en 1957 para albergar a 2.850 personas, cumplir con sus funciones si hoy tiene un sobre cupo del 279,5 %? La respuesta clara, precisa y concreta es: ¡NO!”, me dice la juez. Por eso declaró, UNA VEZ MÁS, el estado de cosas inconstitucional y ordenó el 30 de enero pasado no permitir que ingrese a La Modelo una sola persona más, sindicada o condenada en los siguientes 3 meses. En La Modelo –que de modelo no tiene nada-, ordenó la juez, no podía entrar nadie más hasta que se traslade a todas las personas condenadas a penitenciarias para ese propósito, el Estado destine recursos para adecuar instalaciones, celdas, baños, se atienda de manera inmediata a los enfermos, de manera especial, su salud mental, y se les practiquen las cirugías pendientes, entre los no pocos asuntos urgentes ordenados.


Ni juntos ni revueltos dice la Ley

Aunque La Modelo fue creada en 1957 para albergar, en condición de sindicados, a 2.850 personas, en 1998 tenía a 4.500 y para el 30 de enero de 2013 albergaba 7.230 personas entre condenadas y sindicadas.

La Ley 65 de 1993 (Art.21 y 22) establece que las cárceles - como La Modelo- deben retener únicamente a personas sindicadas, y que las penitenciarías están destinadas, únicamente, para personas a las que ya se les ha impuesto una pena en la sentencia de condena. Eso dice la ley que parece no entenderse en el sistema carcelario ni en la política criminal colombiana.    

En esta cárcel conviven sindicados y condenados, pero solo a algunos, los que están sindicados o condenados por paramilitarismo, se les respetan sus derechos humanos en este lugar. 

Ellos tienen espacio, sabanas limpias, inodoros y agua potable (y más), es decir las “comodidades” a las que por Constitución y Ley tienen derecho todas las personas en una cárcel de Colombia, sindicadas o condenadas por infracciones de todo tipo. Es decir, un mínimo vital con dignidad.

“Pagó 22 meses y aprendió lo que  le faltaba: a respetar a los caciques, llamados también 'plumas'. O, dicho en otras palabras, entendió que solo haciendo parte de una de las cadenas de poder que hay en los patios se puede sobrevivir  en  las cárceles. Es lo que Giovanni llama "hacerse la vida". Eran los días en que los paramilitares mandaban en las cárceles, apenas hace dos años. Mandaban, es decir, "eran el orden". Los guardias no aparecían. Los paracos no se juntaban con nadie. En el patio permanecían en el sol  y no dejaban que un recluso cualquiera se les arrimara”, se consigna en la decisión de la juez Guzmán que además cita apartes del libro e investigación “Modelando en el Infierno” del sociólogo y escritor Alfredo Molano.

Cinismo cantinflesco

La indolencia, la desidia y el cinismo parece haber apoderado hace mucho tiempo del sistema carcelario en Colombia. Una situación que raya entre los cantinflesco y kafkiano a juzgar por las declaraciones del subdirector y del director de La Modelo y del INPEC.

En su declaración a la juez Guzmán dice el subdirector de la cárcel, Edgar Román Herrera Fetecua, que “La Modelo es una cárcel para sindicados con capacidad para 2.850 internos. No obstante, hay 7.230 reclusos alrededor de 3.000 de ellos, condenados”. Solo en el patio cinco la población es igual a la del total de la población en el Barne (…). El ingreso diario alcanza un promedio de 25 personas (aunque el director del INPEC afirma en entrevista a la periodista Diana Calderón en Hora 20** que reciben entre 30 y 35 internos diarios 900 mes) a quienes “no es posible asignarle lo necesario el primer día, por ejemplo, los 25 de hoy no se les puede asignar nada…” y asegura que adicionalmente tienen  que  recibir  personas detenidas provenientes de otras cárceles del país, que deben cumplir citaciones judiciales en Bogotá”.


Lo cierto es que el INPEC, al parecer, nunca ha sabido con certeza cuantas personas están alojadas en esta cárcel. Por ejemplo, en 2001, señalaba que La Modelo tenía una capacidad para albergar a 3.016 personas y una tasa de hacinamiento equivalente al 59%, la Misión de la ONU comprobó que en septiembre de ese año habían 4.763 personas privadas de la libertad y un índice de hacinamiento del 250%.

Diez años después y con un hacinamiento acumulado del 250% el director del INPEC, General Gustavo Ricaurte, consideró que eso no era cierto, que en La Modelo no había hacinamiento alguno“En términos académicos nosotros podemos decir que en Colombia no existe hacinamiento realmente. Lo que tenemos es una superpoblación. Se podría hablar de hacinamiento en caso que las cárceles llegaran a doblar su capacidad instalada”. (¡?) 

Y lo que piensa el director de La Modelo, coronel Carlos Alberto Murillo Martínez,  no es menos delirante. El considera que “el hacinamiento, de  todos  conocido, obedece a la política criminal y penitenciaria radicada en las altas esferas que componen las tres ramas del poder público de nuestro Estado”. (!?) Lo más grave es que eso puede llegar a ser verdad.


14 años y vamos por más de importoculismo institucional

El uso de la figura del estado de cosas inconstitucional tiene como fin “buscar remedio a situaciones de vulneración de los derechos fundamentales que tengan un carácter general - en tanto que afectan a multitud de personas -, y cuyas causas sean de naturaleza estructural - es decir que, por lo regular, no se originan de manera exclusiva en la autoridad demandada y, por lo tanto, su solución exige la acción mancomunada de distintas entidades”.

En estas condiciones, la Corte consideró en 1998 que, “dado que miles de personas se encuentran en igual situación y que si todas acudieran a la tutela podrían congestionar de manera innecesaria la administración de justicia, lo más indicado es dictar órdenes a las instituciones oficiales competentes con el fin de que pongan en acción sus facultades para eliminar ese estado de cosas inconstitucional”.

Y eso fue lo que se hizo en 1998. En la sentencia del 28 de abril, la Corte Constitucional ORDENÓ a los presidentes del Senado de la República y de la Cámara de Representantes; a los presidentes de la Sala Penal de la Corte Suprema Justicia y de las Salas Administrativa y Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura; al Fiscal General de la Nación; a los gobernadores y los alcaldes; a los presidentes de las Asambleas Departamentales y de los Concejos Distritales y Municipales; y a los personeros municipales solucionar el estado de estado de cosas absolutamente inconstitucionales, aberrantes, indignas, inhumanas en las cárceles colombianas.

Y eso fue lo que se repitió en 2013. La jueza Gloria Guzmán ORDENÓ al director del Establecimiento Carcelario de Bogotá “La Modelo”, al director del INPEC y/o a la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios, a la  Defensoría del Pueblo, a la Fiscalía General de la Nación, a la Secretaría Distrital de Salud y a los entes de control solucionar el estado de cosas absolutamente inconstitucionales para que la población de La Modelo sea alojada en condiciones dignas, respetados y garantizados sus derechos a la a salud, a la educación, a la intimidad, a la resocialización, en últimas, cumplir con unos requisitos mínimos para ofrecer una vida digna.  

Espejo de la sociedad

Las revelaciones y quejas acumuladas desde los años 90 a hoy sobre las condiciones de vida en las cárceles colombianas hechas por el Observatorio Internacional de Prisiones con sede en Ginebra, organismos internacionales, nacionales, Defensoría del Pueblo, Procuraduría, organismos de derechos humanos, como tampoco los recientes diagnósticos del Centro de Estudios de Derecho, de Justicia y Sociedad “DeJuSticia” y la Universidad de los Andes, y mucho menos las denuncias de los familiares de detenidos o condenados, abogados, defensores, jueces, magistrados y algunos medios de comunicación, han servido de nada para que la sociedad y las instituciones reaccionen.

Durante muchos años, -dijo en 1998 la Corte Constitucional-, “la sociedad y el Estado se han cruzado de brazos frente a esta situación, observando con indiferencia la tragedia diaria de las cárceles, a pesar de que ella representaba día a día la transgresión de la Constitución y de las leyes. Las circunstancias en las que transcurre la vida en las cárceles exigen una pronta solución”.

Pasaron 14 años y el estado de cosas inconstitucional esta más vigente que nunca y aún peor.

¡Fosas comunes!

Si hay algo más aterrador de todo lo espantoso de esta situación es que, además, se insinúe o se compruebe la posibilidad de que existan fosas comunes en La Modelo. 

Según denuncias hechas por internos de La Modelo durante la inspección del caso que adelanto la jueza Guzman, y que incluyen en el expediente, "reclusos integrantes de grupos armados ilegales asesinan y  torturan personas dentro de la cárcel en donde se hallarían enterrados, en fosas comunes, sus restos", investigación que, según lo ordenado por la juez, tuvo que haber realizado ya para esta fecha la Fiscalía General de la Nación.

Seguramente pasarán otros 14 años, o quizás ojalá no ocurra ninguna desgracia como un incendio, un amotinamiento, una protesta... que pueble de cadáveres y de un horror aún más dantesco, para que, de una buena vez, nos miremos en los ojos de los infractores de la Ley, sean estos criminales, corruptos, delincuentes... y pensemos que lo peor que podría pasarnos es estar una sola hora en La Modelo. Situación que parece no importarle absolutamente a nadie.



Todo desborda los límites soportables, morales, humanos. Es imposible no conmoverse, sentir indignación, repulsión, pena. Espejo en lo que se ha convertido la sociedad colombiana: corrupta, inmoral y cínica.

Seguramente, en un año veremos que todo sigue igual. Pasará el tiempo de tres meses determinado por la juez, seguirá aumentando la población en esta cárcel y los titulares de prensa se repetirán. 



* Realicé la entrevista con la jueza Gloria Guzmán Duque en su despacho el 11 de febrero de 2012. 
**La periodista Diana Calderón directora de Caracol Radio y del programa Hora20 realizó una amplia entrevista radial el 7 de febrero con el General Gustavo Ricaurte director del Inpec, que esta colgada en el sitio web de la cadena, junto con el debate desarrollado en el programa Hora20 que recomiendo conocer de manera completa. Pinche sobre la palabra LINK si desea hacerlo. LAS FOTOS de este post fueron proporcionadas por el Juzgado 56 Penal del Circuito de Bogotá (O.I.T.) y forman parte del expediente del caso. Se autoriza su uso citando la fuente antes señalada.