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miércoles, 13 de febrero de 2019

La conexión química del narcotráfico, el ejército de Colombia y cómo proteger la información

Ocurrió hace 30 años. 

Un año y tiempo en el que los reporteros no tu vimos tregua, ni vida. 

Teníamos que informar sobre el estado ininterrumpido de sucesos de sangre y destrucción para garantizar el derecho que tenía la gente de estar informada, pero además, proteger nuestra vida. 

(Mal) Vivíamos de noticia en noticia sin tiempo para pensar, considerar y digerir.

Estábamos en medio de los ataques de la guerrilla (EPL, ELN, M19 o Farc), uno tras otro tras otro asesinato de líderes políticos de la recién creada Unión Patriótica (UP), los atroces y demenciales actos del narcoterrorismo y el asesinato masivo (masacres) de campesinos, mujeres, niños, hombres, ancianos a manos del paramilitarismo.

Apenas había el tiempo de ir a donde un jurista, un juez, un investigador social o un político (ni politólogos o analistas de ahora), para conseguir entender tanta criminalidad en la que estábamos y plantear consultas puntuales de todo cuanto ocurría en el país. 

Era un insumo fundamental que permitiría realizar entrevistas (in) y recoger testimonios que darían cuerpo al relato de la noticia en la narrativa televisiva. 

En general era lo que se hacía regularmente en la reporteria de muchísimos temas para contar la inédita e inenarrable historia de la guerra interna.

Es la historia que seguramente recogerá y de la que dará cuenta la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición CV junto al componente de justicia del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, la Jurisdicción Especial para la Paz JEP.

En ese 1989 estuve (no conocí) como reportera en muchos municipios del país dando cuenta de un hecho de muerte.

Innumerables veces le pedí perdón a mujeres destrozadas por el dolor de la muerte de un hijo, un hermano un papá o un esposo cuando, bajo mi adusta mascará inexpresiva de dolor (la tal objetividad antiséptica que ya dejé), tenía que solicitar un testimonio de su tragedia ante una cámara de televisión.

La información es un bien público 

Llevaba como tres meses acumulando papeles y datos de voces anónimas que indicaban que el entonces director Nacional de la Policía de Colombia mayor general José Guillermo Medina Sánchez, tenía vínculos con el narcotráfico.

En varias oportunidades presenté el "tema" en el consejo de redacción del Telenoticiero del Medio Día pero, también, siempre recibí la misma respuesta de su directora la periodista Gloria Pachón de Galán: "búnker, sin fuentes que corroboren la historia esa noticia no sale".  

Buena parte de la información me llegaba por escrito en diferentes papeles y escritura. Con ello podía contar una historia porque podía corroborar algunos datos, pero era necesario contrastar y una voz desde adentro y no las tenía. 

No era fácil conseguir que alguien en la institución confirmará datos e  información, tampoco, que me explicará por qué siempre se quemaba el pan en la puerta del horno, es decir, por qué se frustraban operativos para capturar al capo Pablo Escobar.

Decir algo sin certeza ni fuentes no solo era irresponsable de manera profesional, sino que podría significar una demanda contra el noticiero y, de paso, ponerse una lápida encima. 

Hasta que la causalidad y la casualidad, con la historia en la mente, encontró el camino de la publicación. 

La entrega de la carpeta fue cinematográfica

El 9 de febrero de ese año me encontré con el corresponsal para la región andina de la Revista Time, mi colega y amigo Tom Quinn (Thomas Quinn), en la siempre animada celebración del día nacional del periodista que organizaba el Círculo de Periodistas de Bogotá. 

No recuerdo si la fiesta que conseguía reunirnos anualmente ocurrió en el Salón Rojo del Hotel Tequendama o unas calles más abajo en el Centro de Convenciones Gonzalo de Jimenez de Quesada.

Hacía unos años atrás nos conocimos con Tom cuando estuve de corresponsal de la Agencia de Prensa Novosti. Formábamos parte de la Asociación de Prensa Extranjera (APE).    

En "la noche de los mejores" lo acompañaban dos colegas más a quienes me presentó. 

Algo en ese momento me resultó inusual y mi "olfato" me llevó a decirle de manera espontánea: si tienes refuerzos es porque hay algo "gordo". 

Sonrío, como sabemos que nos sonríen para decir sin decir y, entonces, persistí. ¡No me digan que andan tras las huellas de un general narco! 

La sonrisa de Tom se convirtió en una estruendosa carcajada confirmando mi atrevido "anzuelo" por saber en que andarían los guapos colegas de Time que observaban la escena sin comprender mi "juego".

Tom no tuvo otra salida que confirmarme que así era, que había algo muy importante pero, además, revelarme que la noticia saldría en la siguiente edición. 

¡Bien por ustedes que pueden hacerlo! Tengo información pero sin fuentes y.... ya sabes, no puedo decir ni pío. No se lo que sé, dije. ¿Qué sabes tú?

Así que nos apartamos de la algarabía a un rincón y conversamos los tres hasta que concluyó la fiesta.  

Tuve la certeza de la seriedad de su trabajo cuando me confirman algo que sabía por una fuente que no quería hablar: que el retiro de Medina Sánchez se debía a sospechas fundadas de ayudar a Escobar. 

Un hecho que les había confirmado el mismísimo presidente Barco y corroborado por algunos altos oficiales del ejército y la policía descontentos.

Coincidimos en la importancia y valor de los hechos. En la necesidad de dar a conocer esto para comprender la maraña de intereses y corrupción que impedían no solo la detención de los capos de la droga, sino la misma inútil lucha contra el narcotráfico en Colombia.

Tenían lo que yo no tenía: fuentes que confirmaban sus hallazgos periodísticos. 

Acordé entregarles lo que tenía, pues era la única manera de proteger la información y garantizar que este hecho fuera publicado y conocido. Compartíamos una visión común: la información es un bien público.

El país estaba sometido cruelmente a las bombas donde todos los días morían víctimas inocentes en calles, centros comerciales, CAI, bancos, aviones, la calle... y eran asesinados policías por "sapos".

Después de cuatro días de trabajo en Colombia confirmando los hallazgos periodísticos sobre las rutas del narcotráfico, los periodistas de Time regresarían al día siguiente a EEUU con la historia confirmada.  

Mi carpeta contenía una relación de lo que encontrarían y origen y fuentes de los datos y documentos. 

Hicimos un acuerdo entre colegas: la primicia.

Es decir, que el Telenoticiero del Medio Día conocería de inmediato cuando la Revista Time edición February 20, 1989 | Vol. 133 No. 8 del 20 de febrero estuviera en las calles. 

Al día siguiente y después del medio día llegué al segundo piso de ElDorado para traspasarles mi carpeta. Habíamos planeado como sería, dónde y que no nos saludaríamos ni haríamos nada que nos relacionara.

Existía la sospecha de que estaban siendo seguidos por unidades secretas de la policía y del ejército porque "sabían demasiado".

Nos reconocimos con la mirada. Puse el material en el lugar acordado. El proceso fue rápido. Tres minutos después los vi cruzar sin problema la puerta de inmigración.

Los días siguientes previos a la publicación fueron conversaciones telefónicas en las que los apoyé para precisar algún asunto, revisar y reconfirmar datos. No podía quedar ningún "cabo" suelto. Tenían que blindarse por completo ante una demanda. 

En 18 líneas la publicación internacional semanal más leída en ese entonces confirmaba la sospecha: Medina Sánchez estaba en la nómina del narcotraficante y excongresista Escobar. Esta fue la razón del retiro ordenado por el presidente Virgilio Barco en enero de 1989.

La Revista Time publicó un reportaje de página y media titulado: "La Conexión Química. Por qué el comercio de cocaína en América del Sur es una calle de doble vía". 

El recuadro informativo "RETIRO CURIOSO" ocasionaría un suceso sin precedentes en la lucha contra el narcotráfico en la Colombia de los años 80: la comprobación que el director de la policía nacional protegía a Pablo Escobar.

"Cuando el general José Guillermo Medina Sánchez, de 53 años, se retiró como jefe de la Policía Nacional de 80 mil miembros de Colombia el mes pasado, los oficiales de la ley del país se presentaron con el uniforme completo y espadas ceremoniales doradas. Pero, la partida de Medina no fue tan honorable como parecía. Los oficiales de la policía colombiana le informaron a TIME que Medina fue despedido por orden del presidente Virgilio Barco Vargas luego de que el general fuera sospechoso de estar en la nómina de Pablo Escobar Gaviria, patriarca de una de las principales familias del cartel de la droga en Medellín.

Después de que Escobar escapó por poco de la captura en una redada del ejército en una de sus propiedades el año pasado, los funcionarios colombianos sospecharon que podría haber sido informado por Medina. Posteriormente se asignó un equipo de vigilancia militar para seguir al general. Al parecer, la operación de espionaje estableció lazos entre Medina y Escobar y otro barón de la droga, Gonzalo Rodríguez Gacha, apodado "El Mexicano". Al parecer, no estaba seguro de que la evidencia se sostuviera en los tribunales, el gobierno permitió que Medina se retirara. Dos días después de que el sucesor de Medina, el general Miguel Antonio Gómez Padilla, se hiciera cargo, la Policía Nacional lanzó la Operación Primavera, el ataque más exitoso contra los productores de cocaína en la historia de Colombia".

El presidente Barco no le dio la baja cuando tocaba a Medina Sánchez, sino que simplemente lo retiró del ejército. Al parecer era más denigrante y escandaloso que EEUU le quitara la visa que destituir, de manera fulminante, a un narcotraficante general de la República y director Nacional de la Policía.

Preferimos perder una noticia antes que una vida

También sería el inicio y durante más de un año de mi vinculación a un proceso penal acusada de no se qué por dar a conocer la noticia de la Revista Time. Medina Sanchez acusó de demanda y, bueno, el episodio fue de unas proporciones inimaginables.

Durante ese tiempo una vez por semana me reuní a tomar café con el Juez en su despacho de Paloquemao para declarar, una y otra vez, que bajo la Ley 51 del periodista Art.11. (derogada ya), no  estaba  obligada a  dar  a  conocer  mis  fuentes de información ni revelar el origen de la noticia. 

Ese lunes 20 de febrero durante el habitual consejo de redacción de las 6 am se incluyó en la relación de los temas del día: "La noticia de búnker". No se decía más. Sabíamos que ese día saldría a circulación la edición semanal de la publicación esperada. 

Entre esa hora y el momento en que entró vía fax el facsímil de la portada y las paginas 18, 19 y 20 de la noticia en un blanco y negro altamente contrastado, el subdirector Ignacio Greiffenstein y la directora Gloria Pachón orientaron las notas informativas de contexto y reacciones que había que tomar.   

Aun conservo el texto que escribí, tan escueto y preciso como la noticia misma, para revelar en primicia un trabajo periodístico que no pudo dar a conocer el Noticiero en primera persona.

Más allá de la historia periodística que rememoro como anécdota y casi que por completo, lo que quiero resaltar es cómo, para los reporteros de entonces el compromiso con la verdad era una responsabilidad inalterable.

Conseguíamos proteger la información y el derecho que tiene la ciudadanía a enterarse de lo que ocurría más allá de las camisetas de los medios y los egos. 

No fue esa la primera vez ni sería la última en la que, de manera informal y también institucional, acudiríamos a algún tipo de estrategia que consiguiera garantizar el derecho a informar y el derecho de la ciudadanía a estar informada.

Desde la Corporación Medios para la Paz y el Proyecto Antonio Nariño y durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, se desarrollaron iniciativas entre medios y periodistas para proteger la información, especialmente de las regiones, sobre hechos del conflicto armado para publicarlos, de manera simultánea, en varios medios de información escritos.

Eran noticias relacionada con la violación de derechos humanos y que revelarlas en el mismo lugar podría ocasionar amenazas y hasta la muerte del reportero.

En noviembre de 1999 y ante las amenazas y asesinatos de periodistas, 32 directores de medios del país firmaron un Acuerdo por la discreción para elevar el nivel de calidad y responsabilidad en el cubrimiento y difusión de hechos violentos.

Sí. Existió un tiempo del periodismo en el que la pasión, la búsqueda de la verdad y el compromiso con el derecho de la sociedad a estar informada estuvo por encima y constituyeron un ejercicio periodístico responsable y una lucha permanente contra la autocensura. 

La información es un bien público. No le pertenece a los reporteros, periodistas, y tampoco al medio, sino a la sociedad.