El conflicto armado lo dañó todo. Rompió la trama vital en las familias.
La filigrana de conexiones humanas anudadas por la libertad de ser y pensar de
manera diferente en una sociedad.
El estigma, el señalamiento y el desprecio se
apoderaron de nuestras mentes. Nos acostumbramos al abrazo silencioso y gris de
los funerales.
Todos hemos estado expuestos al conflicto armado. A todas su formas de
violencia y también a todas sus maneras de complicidades. Por acción y por omisión.
Un hecho que, tarde que temprano, debemos asumir y aceptar para poder
cambiarlo.