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lunes, 12 de diciembre de 2016

El arte es una obsesión y el periodismo es literatura: María Teresa Herrán


La conocí leyendo en letras de molde sus textos en El Espectador bajo la dirección de Don Guillermo Cano. Una discípula destacada que recogió sus lecciones haciéndolas suyas en el ejercicio periodístico durante casi cinco décadas de actividad y compartiéndolas desde la academia con estudiantes.

Aun siendo yo estudiante en el Externado de Colombia fue mi modelo a seguir junto con otros grandes como Germán Castro Caycedo, por mencionar alguno, de esa bella época dorada en dónde el rigor y la ética alumbraban las letras del periodismo en Colombia, leíamos seis diarios en Bogotá y veíamos 8 noticieros de TV. Había trabajo para todos y el disenso enriquecía.

Trabajé un corto tiempo bajo su dirección haciendo un reemplazo de un colega en el noticiero de TV Promec. Después nos juntó intereses comunes: la defensa de la libertad de expresión, la comprensión de la tutela y los medios; la formación de audiencias, la ética para periodistas, el urgente y aún difícil trabajo gremial y, más recientemente, la fotografía y los medios digitales y convergentes. 

Siempre ha sido una periodista independiente. Rigurosa. Precisa. Directa. También una mujer y ciudadana clara, respetuosa y amable.  Es referente por su calidad humana, ciudadana y profesional. Sus columnas de opinión “Ocurrencias” (años 70/90) y después “Escarbando” (90-2000) fueron un hito de obligada lectura por las audiencias, y en especial, por el gremio periodístico.

Abogada, politóloga, periodista, investigadora, escritora, docente… MaríaTe fue “directora de la revista Alternativa y del programa De dominio público. Fue presidenta del Círculo de Periodistas de Bogotá y miembro de su comisión de ética. Miembro fundadora del Instituto de Estudios sobre Comunicación y Cultura (IECO), de la Fundación para la Libertad de prensa y de Medios para la paz. Recibió el Premio nacional de periodismo Simón Bolívar en 1981”.

Desde hace algunas semanas tengo el privilegio, desde el periodismo, de acompañarla en la divulgación de su primera exposición de arte: TRONCOS.

Después de seis años de indagar, preguntar, experimentar, descubrir, asombrarse y trascender con el lenguaje del arte y a través de estos trozos de vida, nos revela su faceta hasta hoy oculta. 

La que sigue es la entrevista que me concedió para contar de la primera exposición de Troncos en Bogotá, su faceta en el arte y en la que el periodismo sigue tan presente como en sus cincuenta años de ejercicio profesional.

¿Qué son estas nuevas “ocurrencias” en tu vida periodística?

Mi vida periodística terminó hace ya mucho tiempo porque este es un oficio que se ejerce profesionalmente cuando se está en un medio con todos los principios éticos del periodismo.

En este momento soy una abuela cibernauta. Sigo aprendiendo, preguntando. Tengo un Blog desde el que continúo haciendo análisis de medios y formación de lectores de medios. Troncos es mi otra cara oculta. Así que manejo tanto el rol de abuela cibernauta como el de “tronquera”.
   
¿Te tropezaste con algún tronco?

Estoy mucho tiempo en Ubaté y fue allí donde los troncos me empezaron a obsesionar. Creo que el arte es una obsesión. Yo pinté al óleo muchas cosas –entre otras los retratos de mis hijos – y de pronto comencé a mirar troncos de una manera distinta. Me obsesioné con esa manera de mirar. Supe que iba a ser una etapa importante de mi vida. Abandoné el retrato y me dediqué solamente a los troncos y a la fotografía.

¿Cómo das el paso de la pintura en óleo a los troncos?

Comencé hace seis años a recoger troncos y a ver toda su alma,  ̶ porque los troncos tienen alma cuando uno los mira de cierta manera ̶   y enseguida comencé a explorar que materiales usaba.

Arranqué con el óleo pero vi que no funcionaba en la madera, se demoraba demasiado tiempo. Después descubrí y me quedé en el acrílico. Igual pasó con los barnices, las lacas… A ensayar. Eso es lo lindo cuando se empieza un camino: que uno comienza a ver qué sirve y que no sirve, cómo lo utiliza. Y por el método que tú y yo conocemos del periodismo   ̶  de ensayo y error ̶   va llegando a lo que uno cree que es lo que uno quiere representar.

¿Cómo pasas de lo figurativo del retrato a lo abstracto en los Troncos?

Por la memoria. Uno a los 70 años ya tiene acumuladas experiencias. Nosotros hemos viajado mucho y siempre he ido a museos. Me interesan ciertos pintores, ciertos escultores… 

¿Cómo cuáles? 

Todos los impresionistas, los medioevales… Obviamente los españoles Goya, Velázquez. Son unos absolutos genios. Tengo la obsesión de ver como pintan. Y cómo pintan me da ideas. En los museos me dirijo a un pintor que quiero analizar y me quedo ahí por horas.

Entonces creo que ese aprendizaje está en la memoria. Después salen cosas que uno no espera, pero que vienen de allá lejos, de esos caminos de los museos. También he tomado cursos no formales.

Creo que hoy día uno no tiene que formalizar tanto el arte sino que el arte surge en mil experiencias que me da el periodismo, la fotografía, lo visual. Cuando estuve en televisión fui pésima porque tengo muy mala capacidad de expresión, pero si me interesan las lógicas de los medios.

Entonces, en las lógicas de los medios están las formas y los contenidos, como también están en los troncos. Todo esto se va uniendo como en un rompecabezas y, a los 70 años uno ya tiene derecho a jugar al rompecabezas y hacer cosas que uno quiere perdurables.

¿El arte es tu nuevo lenguaje de expresión frente a ámbitos de tu preocupación humana, ciudadana, periodística, política…?

Es fundamental. Lo que yo pienso, lo que yo siento cuando miro al país o cuando miro al mundo influye de una manera sustancial y fundamental en la manera cómo voy a tratar los troncos.

Por ejemplo la serie que se llama Identidad es sobre Colombia. La serie de los grises es más abstracta. Me parece que lo abstracto mezclado a la forma que tienen los troncos cuando los miro y los escojo me va inspirando y me hacen crear algo que quiero expresar. 

¿Cuándo coges un tronco observas de entrada algo en este o pasa un tiempo de relacionamiento con ese trozo de materia orgánica y descubres algo? ¿Cómo es ese proceso creativo?

Siempre estoy caminando por el campo. Muchos kilómetros. Allí empiezo a mirar los troncos. Los hay dos tipos: los troncos vivos y los troncos muertos. Los vivos también tienen unas formas muy bellas  ̶ tengo muchas fotografías en el blog ̶  entonces a partir de ahí comienzo a ver mucha vida.

Cuando tropiezo con troncos que han caído o cortado porque amenazan desplomarse sobre un camino, cuerdas eléctricas, etc., los veo en su forma bruta y empiezo a mirarlos para ver que me sugieren. A partir de ahí, con mis amigos Pacho y Eva que trabajan en la finca les digo: Pacho cortemos por acá, este pedazo y este. A partir de ahí ya estoy empezando a ver alguna forma que va a implicar violencia, amor, desamor… Todos los conceptos de la vida humana. 

¿Es decir que cada tronco de tu obra no es el que encontraste sino el que has cincelado, roto, curado, que has mirado con la luz de la pintura?

No porque yo no soy escultora. Varias personas me han señalado que lo que soy es una pintora. El curador de hecho habla de pintura. Porque los troncos, sus pedazos, están ahí.  

¿Los troncos en sí mismos ya son una escultura?

No tienen todavía la forma de escultura pero les voy dando ese sentido a partir de los huecos, las grietas y los salientes que dicen algo, pero el significado se lo doy yo. Por ejemplo (me muestra obra) este se llama Nueva Generación porque hay un deseo de avanzar, de seguir. Este se llama víctimas....

A partir de ahí busco otra manera de expresar la máscara… A esta serie les puse los colores de la bandera, pero unos colores muy diseminados. Y los grises son otro tema, ahí lo que busco es más lo abstracto: una que se llama paloma, imploración porque me parece que es un ruego a que por favor no sigamos así. Entonces cada uno tiene su sentido. Desplegando es como moviendo los brazos. En fin, aparecen las formas en el tronco sin que yo lo haya tocado.

¿En qué punto del camino está María Teresa Herrán con respeto a la obra troncos? ¿Cuánto tiempo estarán contigo? ¿Qué sientes que podrá ser tu camino desde el trabajo del arte?

Todavía estoy obsesionada con los troncos pero de otra manera. La exposición Troncos es identidad, depredación, violencia, minería ilegal… Un trabajo de hace 6 años. Pero ahora estoy viendo, buscando concretamente rostros en los troncos porque siempre me han obsesionado los rostros de la gente.

Después del camino recorrido en el periodismo ¿Qué significa llegar a esta instancia?

Pues mijita a los 70 años ya no tengo mucho camino (risas) pero sí estoy en una etapa de placidez. Creo que el arte requiere de una placidez que sea entusiasta. Es decir: uno a los 70 años está más allá del bien y del mal. Entonces no le importa seguir mucho hacia adelante sino lo que le importa es presente. Y esa placidez se refleja en que yo paso horas y horas sola, con los troncos y se me va el tiempo.

No me doy cuenta y a veces comparo esas horas de placidez con las horas en las que uno ve a esa Colombia gruñona, peleona, que está perdiendo el tiempo en reunionitis, dialoguitis y entonces me siento feliz. ¡Menos mal ya no estoy en estos... agites!

¿Expusiste alguna vez oleos?

No. Nunca.

¿Por qué?

Porque no me sentía segura. Por ejemplo en tres oleos de formato grande que son mis hijos está expresado como los quiero y cómo son sus personalidades. El rojo, verde y azul. Ahí les puse todo el color y el afecto como principiante. A veces lo que uno hace como principiante es perdurable.

¿Qué expectativa tienes con la exposición de troncos?

Aspiro como aspiraba en el periodismo, primero, a divulgar. A que se conozca lo que estoy haciendo y no por vanidad sino por necesidad. Como a veces decimos con Javier Darío (Restrepo): a estas edades es una necesidad de trascendencia, de dejar algo que trascienda de la vida cotidiana… Se tiene necesidad de transmitir. En eso, creo, se parece el arte y el periodismo. Si uno transmite, está contento. Qué otras personas reflexionen sobre la identidad, sobre los abstractos, en fin, sobre todas las cosas y eso es una necesidad que lo hace a uno feliz.

Durante esta conversación el periodismo ha estado presente todo el tiempo. Me pregunto sí es una sombra o una luz.

Creo que es una luz. Uno siempre tiene la mirada del observador periodístico aún en el arte. Por eso me alegré que a la periodista rusa Svetlana Alexiévich le otorgaran el Nobel de Literatura.

Durante mucho tiempo había,  ̶ y sobre todo aquí en Colombia ̶  la idea de que el periodismo no era literatura. Y el periodismo es literatura. Y la consagración de Svetlana fue la demostración de qué sí.

Hoy la gran oportunidad que hay en el arte y en el periodismo es que todo se puede mezclar con unos principios universales. 

Ya no existen esos compartimentos estancos en que se decidía esto sí es arte y esto no. Es decir, le da mucha oportunidad, a veces desperdiciada para hacer cosas distintas. Mezclar imágenes, vídeos, oleos… Todas las posibilidades del arte son inmensas.

Pareciera que estamos viviendo en un momento en el que para expresarnos nos permite usar muchas herramientas y hacer ese ejercicio [el periodismo] más universal…

Así que clarísimo. Casi que ahora el reto no es tanto la cantidad de oportunidades que antes eran muy escasas. El reto ahora es darle sentido a esas oportunidades.

Fotos de Jairo A. Llano.
Exposición de TRONCOS 12-17 de diciembre, Galería Cero, Bogotá.