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lunes, 23 de enero de 2017

La mirada del toro

LA MIRADA DEL TORO

Juan Manuel Roca

A los ojos del toro,
El pánico del torero
Es más leve que el suyo.

Una vez soñé
Que una cuadrilla de toreros 
Cruzaba la arena insolada,
Un cortejo
Presidido por la muerte
Que vestía de fiesta.

Era un racimo de toreros
Con el cuerpo 
Cubierto de banderillas,
Un alfiletero del diablo.

Ataviado de fulgores, 
Con levedad de sonámbulo,
El torero acude al ruedo 
“Vestido de jardín”.

Un negro huracán
Envuelto en su pelaje,
Un pequeño dios 
De las dehesas y los pastos,
Viste su propio luto,
Llega al horror 
Por los oscuros laberintos 
De la plaza.

Reo de sí, 
Condenado al cuchillo
Por matarifes de gala,
El animal resulta
Como los
Perseguidos del mundo
Forzado a la guerra.

Que su dolor sea
La alegría del tendido
Es un arte por cursar,
Una envilecida asignatura
En la escuela de la imfamia.

Algo conspira 
Contra el hombre
En estos ruedos 
Que huelen a sangre,
A tarde fugitiva
Y rosas coaguladas.

Bogotá, diciembre 20 de 2015

Mientras en las calles de Bogotá miles de personas protestaban por el regreso de las corridas
de toros, en la Santamaría de Bogotá, el llamado torero El Juli daba muerte a uno. FOTO EFE. 

martes, 22 de noviembre de 2016

Palabras que maullan


Por Juan Manuel Roca 

Así como hay poetas solares y poetas lunares, los hay que aman a los perros o a los gatos.

Yo, como mi maestro Baudelaire, que sabía leer las horas en los ojos de los felinos como se hace en la China, según su invectiva, prefiero a los gatos. Porque nunca acabamos de tener un gato. 

Él es expropiador, okupa, misántropo, misterioso, independiente y hasta escultor, pues todo el día vive haciendo estatuas de sí mismo en los sillones mientras duerme su nirvana: un gato es mil gatos, de acuerdo a su postura. 

El gato es en suma un verdadero anarquista de los tejados. Vive de manera lenta pues el tiempo, más que los ratones, es su verdadera presa. 

Los perros lo saben y lo odian, porque ellos, y a causa del malicioso hombre que los ha envilecido a su servicio, están con la propiedad privada, le ladran con furor a los mendigos, son clasistas y serviles con y como sus amos. ¡Vaya! Si hasta hay perros policías. 

Se me dirá que hay unos canes muy bellos y cómplices que auxilian a extraviados y dipsómanos. Llevan colgados a sus cuellos unos barrilitos de cognac, pero su población es escasa y no alcanza a reivindicar a la población canina que aúlla sin tregua y sin compasión por el vecindario en las noches urbanas. 

Nadie imagina un gato policía, ni siquiera detective, a pesar de que este segundo y también deplorable oficio tenga algo de misterioso, como nos informan las páginas de Conan Doyle, un tipo que dividía el mundo tajantemente entre víctimas y victimarios, entre los que ponen la herida y los que ponen el puñal. Con todo esto, creo que es por esa condición insumisa y filosófica de los felinos que hay más maullidos y ronroneos en la poesía del mundo que ladridos caninos. 

Yo le leo toda esta parrafada a mi gato gris perla, que se llama Barbieri, y aunque no es de angora ni es persa, ni es letrado ni sabe latín como los gatos de Roma, aunque no aprecia las metáforas de los poetas escaldos como lo hacen sus congéneres germanos, parece entender lo que le leo pues me guiña uno de sus ojos azulencos y pasa de inmediato a dormir en su almohadón.

El texto y la foto fueron publicados por el autor, de manera separada, en su apasionante muro en Facebook el 22 de noviembre de 2016. Me contó después Roquita que la foto fu tomada en casa de Fernando Rendón en El Retiro, Antioquia. Los minifelinos son apenas tres de los seis que habitan su casa.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Lecciones de Godofredismo en 343 páginas


Ángel Becassino, Toño Morales y el poeta Juan Manuel Roca
Foto by Bun smartphone 
Por Juan Manuel Roca

Iba a decir unas palabras sobre el excelente libro de humor satírico de Antonio Morales, “Godofredismo”, pero al momento de zambullirme en la pantalla y por argucias de algún chuzógrafo (cabe recordar qué profesión tan prestigiada fue la chuzografía en los dos cuatrenios anteriores), ocurrió lo que de seguro ya imaginan: alguien se coló en mi correo y deslizó con seguridad casi democrática esta carta enviada por el mismísimo Godofredo Cínico Caspa. Les comparto entonces esta pieza memorable:

“Por ahí dizque anda de mano en mano, manos apátridas sin recato, un folletín escrito por un espurio y desgualetado periodista en el que me veja a mí, Godofredo Cínico Caspa y en mi noble humanidad a todos los Godofredos que amamos en tres tiempos la bandera azul, la patria y el chocolate con queso. Cuando me vejan, me befan, me escrupulan, me empequeñecen, también vejan, befan, escrupulan y empequeñecen a todos los Godofredos de la Colombia inmortal. Lo hacen, a fe, porque amamos Convivir con nuestro glorioso pasado, con Laureanos y Marianos, hombres de cromagnon de nuestra sacra doctrina que anunciaban con clarines el ubérrimo advenimiento de Uribe, el grande. 

Loado sea ese hombre sano de mente y más sano de cuerpo, un portento mental al que nunca, ni en las peores endemias, se le bajan las autodefensas. 

El insolente de marras se atreve, como lo hizo un calanchín circense llamado Jaime Garzón, que Dios lo tenga en la paila mocha con Gabo, como dijera una grandiosa pensadora, a lanzar su desafinado cuac empastado, su anarcocantaleta contra mis pares, contra la legión mariana de los Godofredos viriles y bien bragados, forrados en Cristo.

A un insigne creador de pirotecas, que echó al fuego eterno un bulto de libros inmundos como el de Morales, habría que rogarle en un exorcismo ritual, que quemara también ese volumen relapso, y ojalá los atizara con algunos otros de Iván Cepeda, de Alfredo Molano y otras hierbas indeseadas, de su misma laya sediciosa.

No es otro el propósito del levantisco Antonio Morales que avalar la horrible asonada contra la guerra, que avalar la indeseable vesania de la paz. A los bandidos y a los execrables defensores de los derechos humanos no hay, padre nuestro, que avalarlos, hay que abalearlos como bien se lo merecen.
Celebren su aquelarre. Nada se me oculta, mequetrefes. Se que se reunirán a ecuchar música de negros en una Casa de Citas y a darle palmaditas al zángano señor Morales. ¡Se que el castro-chavismo baila mambo y hasta hace cabriolas con una pollera que, ideológicamente, para ellos tiene que ser “colorá”!

Los que celebra su libraco son los descarados impulsores de la paz. Gentes sin heráldica ni señorío que nos concitan a los auténticos adalides del nacionalismo a practicar el tiro al blanco de la paz. Ya nuestros heroicos defensores, en otras calendas ejercieron su tino en las siluetas móviles de unos que se decían unidos y se decían patrióticos. 

No olvidemos que la realidad es de facto y el poder para no soltarlo. No olvidemos que a nombre de la objeción de conciencia quieren desvalijar nuestro glorioso ejército, ¡oh júbilo inmortal!.

Invito a los hombres probos del país, que no son los debiluchos agremiados en el pandemonium LGBT ni mucho menos fantoches que joroban todo el tiempo por el deterioro ambiental, cuando son ellos los que tornan el aire mefítico, intolerable, a que no acepten ni regalado el folletinesco libro perversamente titulado “Godofredismo”. O qué caray, que lo reciban pero lo pongan de inmediato en las manos ígneas del procurador.

Queremos que el país siga bien, tal y como va, y que no nos vengan con las argucias y madedicencias de la paz. Queremos que el país siga como en los versos recamados de Silva, viviendo una noche toda llena de chanchullos y de música de balas.

Ya lo saben, copartidarios, nada de dudar de nuestros principios frente a los bárbaros, además los principios hay que dejarlos para el final. Nuestro lema seguirá siendo: que mi mano derecha no sepa lo que hace mi otra mano derecha. Godofredos de todos los países, ¡uníos!. Amén.

Atentadamente, Godofredo Cínico Caspa, doctor del bien decir y árbitro de la elegancia.

El periodista, publicista y creativo Ángel Becassino y el escritor y poeta Juan Manuel Roca presentaron el libro GOFOFREDISMO del escritor y periodista Antonio Morales Riveira, en una velada cálida, hilarante pero inteligente el pasado 20 de noviembre de 2015 en Casa de Citas, un lugar dónde todos los días se dan cita gentes de la cultura, de la buena mesa peruana y la mejor salsa en el centro histórico de Bogotá.