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lunes, 27 de mayo de 2013

El Estado que se niega a dialogar, pone en riesgo a su población

Ayer conocimos los colombianos el I Acuerdo en la agenda de diálogo entre la guerrilla de las Farc y el Estado colombiano a través del gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Diálogo que se inició en octubre de 2012  para poner fin al conflicto armado e iniciar un camino de construcción de la Paz en condiciones de no guerra.

La defensa de la paz y la construcción de la democracia en condiciones de participación e igualdad son nociones que se conocen en Colombia, pero sobre el papel. Incluso sentarnos a dialogar es un ejercicio que nos ha sido difícil como nación.

El 14 de mayo de 1989, en las montañas del Cauca, se sucedió un inesperado "foro". El educador, escritor y filósofo Estanislao Zuleta visitó a Carlos Pizarro en la “Ciudadela de la Paz” en el “idílico paraje” y asentamiento provisional en las montañas del Cauca que el presidente liberal Virgilio Barco adjudicó al M-19, en enero de 1989, para que se desarrollara el diálogo para la desmovilización y reincorporación del M-19 a la vida civil. 

miércoles, 22 de mayo de 2013

Twitter: guía para periodistas

Foto de pantalla. Mayo 20 de 2013
Cómo verificar información difundida a través de Twitter
Guía para periodistas
A veces es aconsejable resistir ese impulso. Tendrás una nota más completa - y una de la que no te arrepentirás más tarde – si sigues los consejos de los periodistas digitales Mandy Jenkins y Craig Silverman.
Jenkins, editora de redes sociales del Huffington Post, y Silverman, director editorial de OpenFile.cay editor y autor de Regret the Error, dieron algunos consejos durante la conferencia anual de la asociación de prensa digital (ONA por su sigla en inglés) en Boston.

domingo, 28 de abril de 2013

Bateman era un personaje como salido de Cien años de Soledad, escribe Rafael Vergara

Jaime Bateman Cayón, comandante máximo del M-19, murió hace 30 años.  (Nació en Santa Marta, abril 23 de 1940 - Panamá, abril 28 de 1983). La avioneta en la que volaba hacia Panamá cayó en el Golfo del Darién. 

Aunque vivía en la clandestinidad, Bateman siempre fue un osado haciéndose visible en cualquier lugar, por lo menos así fue los días previos a su muerte, según reveló pocos meses después el periodista Gabriel García Márquez en "Bateman: un misterio sin final".
 
Era agudo, valiente, inteligente, vivía en un “realismo romántico” como salido de las páginas de 100 años de soledad, le contó Rafael Vergara Navarro a Eduardo Galeano y a su esposa Helena en 1993, cuando el escritor uruguayo visitó al país como jurado del XXXIII Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias. 

Me cuenta Rafa, quien fue amigo y compañero de lucha de Bateman, que recog la cálida y extensa conversación con Galeano y Helena  en un texto que forma parte de un libro inédito y más amplio de sus conversaciones con Galeano en Cartagena y Montevideo.

Sentipensantes tiene el privilegio de publicar, con autorización de su autor, esta conversación.


Pablo, Jaime, El Flaco: ¡Bateman!*

Conversando de Bateman
by Rafael Vergara

Pienso - le dije a Eduardo y Helena- que quien se acerca a él se enciende, como sucede con Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar.

Encendió a Colombia con su propuesta de Paz y Diálogo Nacional desde la guerrilla y rescató un sentido, muy original por cierto, de patria y de esa palabra y conducta mágica: 

¡La dignidad!  

“Dignidad nacional y personal, dos caras de la misma moneda. Más allá de una cualidad moral la dignidad es un criterio político, un arma de la liberación”.

El flaco bebió de esa cantera. Se querían: "Si una causa nos pide el sacrificio de nuestra dignidad -enseñó Omar Torrijos- esa no es una causa justa, esa no es la voz de la patria".

El día que encontré a Eduardo Galeano traía a Pablo encarnado en mi espíritu, y no era para menos. ¡Cuánto  habría disfrutado él con este encuentro!

Mientras les entregaba el único libro póstumo de testimonios sobre  el comandante Pablo -así era su seudónimo-, las preguntas de Helena y Eduardo soltaron mi lengua: un hombre de una  sencillez  y un talante muy especial. Un  ser cósmico, marino, telúrico, con la  historia circulándole por las venas.

Nació donde murió Bolívar, creció en tierra de Mamos y entre los aires y el tiempo de la Sierra Nevada, montaña mágica y depredada, profanada. 

Luchaba como indio por el indio; para él el banano siempre estuvo ligado a la sangre del trabajador castigado por producir y no callar injusticias.

Su juventud se ilustró en este Macondo con ferrocarriles llenos de muertos sin nombre y rebeldes capaces de pelear cien guerras, con miseria y humillación extendida en una zona - como el decía- “donde los perros de los gringos detrás de las rejas comían mejor que la gente”.

Nació en Santa Marta, el primer asentamiento español que sobrevivió y se convirtió en la más antigua ciudad del país. En esta región se hizo líder Jorge Eliecer Gaitán con su célebre debate desenmascarando impunes, cuando la matanza de las bananeras, magistralmente contada en Cien Años de Soledad por García Márquez, que también es de allí, de un pueblito llamado Aracataca.

La vieja Clema, la madre de Pablo, me contó que desde niño leía a Bolívar y recitaba los discursos de Gaitán; no es extraño, pues, que planearan y rescataran la espada del museo y, más que ser un marxista antiburgués, como Gaitán haya entendido el carácter antioligárquico de la lucha democrática colombiana y la urgente necesidad política de encontrar los hilos de una identidad nacional perdida o fracturada.

A principio de la década de los ochenta, caminando por las calles de Coyoacán, Ciudad de México, me contó con indignación que había visto a un gringo comprando la espada del coronel Aureliano Buendía, años después de su muerte.

Imaginación o realidad, ya nunca lo sabremos. Lo que sí se es que a partir de su vivencia en la zona bananera, adquirió un profundo sentido de patria colombiana y latinoamericana.


Este guerrillero del tamaño de una puerta, narigón y con afro, frente a los extremismos reaganeano-socialburocráticos, con  audacia, desde la izquierda y con las armas en la mano, planteó construir y copar el centro político. Fabricar un ring y unas reglas de juego propias, democráticas, concertadas, con un solo límite: la dignidad del Otro.

Su nacionalismo le permitía proponer, mas allá del conflicto este-oeste y de los combates y tiros, salidas que impidieran la extensión e incremento de esta fiebre que nos quema por dentro posibilidades y tiempos.

Bateman se nos va en 1983, sin embargo la nueva Constitución y la Asamblea Constituyente de 1991, están íntimamente ligadas a sus sueños de guerrero de la paz y político concertador de intereses diversos.

Todo arranca en 1980, a raíz de la toma de la embajada de República Dominicana. El loco de  El Flaco en su primera aparición pública le dice al mundo y a la oligarquía que la solución para dejar en libertad a los más de 20 embajadores retenidos  por el M-19, incluido  el gringo, es la de reunirse  en Panamá. Debajo de un palo de almendro ponerse de acuerdo, todos ricos y pobres: curas, políticos, banqueros, trabajadores, comunales, gremios y sindicatos, generales y guerrilleros y, como colombianos, hacer un sancocho nacional de necesidades y posiciones para ponernos de acuerdo en una salida negociada, donde todos quedemos contentos.

Nadie fue a Panamá salvo él y dos comandantes fugados de la cárcel de máxima seguridad: Iván Marino Ospina y el Cholo Helmer Marín. A partir de allí en este país del Sagrado Corazón de Jesús, comenzó a hablarse de Diálogo, Negociación y Paz.

¡Hablemos, coño! ¡Dialogar dignifica! Siguió gritando entre los tiros de su pequeño "ejército" de heterodoxos bolivaristas y bolivarianos del país.

Eso es este país. 

Cuando en medio de la muerte repartida por doquier no se visualizaban soluciones, un guerrillero colombiano sorprendió a todo el mundo con esa propuesta de paz en una América Latina incendiada por las injusticias, luchas intestinas, golpes militares y las disputas internacionales por territorios y conciencias. 

Este cambio golpeó el plan estratégico gringo, dueño del concepto de democracia y empeñado en la descalificación de la lucha insurgente.  En suma, imponer la solución militar y la abyección de los gobiernos a sus propósitos.

Y, duele que en estos países sin memoria que a la gente se le haya olvidado esto. Sobrevive la historia oficial: Contadora, el presidente, los gobiernos, pero los que de verdad visualizaron y sentaron las bases, borrados.

En fin, él se ganó en este país y en el continente el derecho a que se le recuerde, como enseñó el gran General de la Dignidad Latinoamericana, Omar Torrijos: "El que siembra cariño recoge cariño".

Yo no quiero entrar a la historia, quiero entrar al Canal.

Bueno Eduardo, cambiemos de tema, cuéntame del plebiscito en Uruguay...

¡No!, espera Rafael, exclama Helena, seguí contándonos de Bateman, ¿cómo era su temperamento?

Alegre y nostálgico como buen caribeño. Tocable y descomplicadísimo, no se enredaba, no creía en maximalismos ni funcionaba con la lógica de yo el bueno y los demás los malos.

Era apasionado y muy libre de la cabeza. No creía en dogmas ni ideologismos. Había asimilado muy bien esa frase de Simón Rodríguez: "Inventamos o nos jodemos".

Entendió que la principal virtud pública en un país de intolerantes es ser tolerante y ajeno a toda soberbia.                            
Y que des-dogmatizar permite derrotar odios y desconfianzas heredadas, acercando extremos y desarrollando intereses comunes.

Así como en una época desató los escándalos por hablar de un socialismo a la colombiana y criticar duramente la ineficiencia de la guerrilla y sus símbolos; ¡figúrense!, en una entrevista llegó a decir que no aceptaba la dictadura del proletariado, que "la Internacional" era un himno pasado de moda y que la revolución había que hacerla con cumbias y jolgorio, porque la revolución es una fiesta...

Era tan agudo y valiente que ante el álgido debate de la época entre capitalismo y socialismo, levantaba la bandera de la democracia en armas y ostentaba con orgullo el título de reformista, lanzado en su contra con tono de insulto amenazante: "primero consigamos la democracia y después hablemos de otras vainas".

Y la gente no creía; no, que eso es táctico, que el EME está metiendo caña, que son comunistas, y nada;  para él la democracia es un medio y un fin.

Llegó a plantear que el programa del M-19 fuera la Declaración de Derechos Humanos de la ONU y a decir abiertamente que, por supuesto, nosotros estábamos a favor de la propiedad privada, pero para todos.

Lo increíble es que, en muy corto tiempo y desde la clandestinidad, se convirtió en el principal interlocutor del gobierno y la oligarquía. Salía en los periódicos y la TV permanentemente y más de una periodista soñaba con ser "secuestrada" para entrevistarlo y de paso rumbeárselo. Y él dejarse.

Era el personaje más buscado de Colombia y a su vez el más cotidiano. Hablaba con todo el mundo y pese a su poca común estatura que lo hacía identificable, se movía como Pedro por su casa.

Él decía que lo protegía "la Cadena de los Afectos", su convicción de que si uno se esconde mucho lo encuentran.

En una extensa y valiosa entrevista Alfredo Molano, le pregunta: flaco, ¿no le da miedo verlo a media cuadra de los militares? ¿No le impresiona la ironía que significa encontrarnos a tan corta distancia de los hombres que lo buscan?

En el cuartel de enfrente marchaban los militares, desfilaban sincrónicos, sonoros, con redoble de banda de guerra y actitud ceremonial.

-"No, hombre, ¡qué va! No me da miedo. ¿Acaso no sabes que para ellos yo soy invisible? ¿O para que crees que sirve la cadena mental?"

Frente a tal respuesta, Molano riposta: flaco, ¿Cuando grande o cuando chiquito?

"¡Ahora!,  contesta,  no ve que mi mamá es gnóstica y el comité ejecutivo de ellos o como se llame su dirección  en Santa Marta, nos hacen "cadena de afectos" y eso le impide al enemigo que me vea y puedan hacerme daño".

¿En serio cree en eso? -explícate-, insiste Molano.

"Mira, Alfredo, es sencillo: “Si una persona es absolutamente sentida, constantemente querida, y si en ella se dan cita cantidad de afectos fuertes, el afecto de la madre, de la hermana, de la amante, el calor de los amigos.

Esa cadena de afectos te defiende del peligro, te protege de la muerte, te vuelve casi inmortal, o por lo menos impide el que lo maten a uno así no más. El amor es certeza: ¡La Certeza de la Vida!”.

Aunque parezca mentira, esa entrevista es clave para entender muchas vainas en el M-19 y lo que pasó después con la dejación de las armas y posterior dolorosa disolución de la organización. Lo que inició la orfandad.

Todos nos apropiamos de ese credo, fue como agua fresca, un escudo, una certeza frente a las incertidumbres de una lucha clandestina, donde la muerte es realidad y posibilidad cotidiana.

La famosa cadena de los afectos cambió la mentalidad de la militancia y la dinámica de las relaciones interpersonales: humanizó y es el fuerte ingrediente ético que nos diferenció de las otras fuerzas insurgentes.

Fortaleció la mística en las acciones, la convicción y la unidad del grupo. Cuando les cuente lo que pasó después de la muerte de Pizarro, - el despelote continuado- volveremos a hablar del amor como sustancia de la lucha revolucionaria y de los efectos trágicos de la ruptura de la "cadena de afectos".

A Bateman, de verdad, no le conocí mezquindad: buscaba un acuerdo no para solucionarle un problema de reinserción a un grupo de guerrilleros, -que es a lo que han querido reducir el proceso de paz en Colombia- sino resolver el problema del país, avanzar en la construcción de la democracia, -como diría emocionado desde el monte-.

"No la carreta formal, esa  palabrita pendeja: "¡La Democracia!, no joda, quiere decir  ¡El Poder del Pueblo"! 

Su objetivo fue claro: darle poder al pueblo, no al partido y allí la diferencia con la izquierda tradicional.

Entonces viene lo más hermoso y esencial que es la ejecución del "Realismo Romántico" que es, a mi modo de sentir, lo que nos permitió ocupar un amplio espacio en el corazón y la conciencia del pueblo y hasta en las preocupaciones y discursos de Reagan.

Ese es el antídoto del pragmatismo hueco de hoy y lo que puede rescatar los liderazgos en esta pérdida paulatina de aceptación popular de las organizaciones como protagonistas del cambio democrático.

Si, exactamente es así. Mucho parte de allí. Hay una interrelación estrecha con el realismo mágico. De hecho, pienso que el Eme y Jaime son personajes salidos de las páginas de Cien Años de Soledad.

A Gabo ese libro le trajo más de una preocupación con los militares, más aún cuando Pablo contó que el único requisito para entrar al Eme era leerlo.

Entre sus restos y los de la accidentada avioneta que los Cunas encontraron nueve meses después, había hojas  contando las andanzas del coronel Aureliano Buendía.

Ellos dos se quisieron y se entendieron mucho. Gabo escribió una crónica bellísima, meses después de su desaparición física, cuando se dio  a conocer el hecho de su muerte misteriosa.

Murió de "enfermedad de avión", como decía Bateman cuando hablaba de su amigo Torrijos, de  Zamora Machael, Jaime Roldós y Ernesto Jovel, dirigente de la revolución salvadoreña.

En esa década del documento de Santa Fé I varios dirigentes revolucionarios se encontraron con montañas que no aparecían en los radares o volaron en pedazos sin que se determinaran las causas. Vainas de la guerra y sus asesinatos políticos.

Paz Zamora fue un sobreviviente de esta extraña enfermedad que algunos imputan a la "compañía".

En el caso de Jaime no sé que  decirte, es un misterio y a su vez una coincidencia porque tres de los "accidentes" referenciados se dieron en Panamá.

Pienso que fue culpa del azar, de una tormenta en la zona o por andar en una avionetica de pedal, pero, con las ganas que le tenían, siempre quedará la duda.

Creía fervientemente en la utopía y de allí el método del realismo romántico que implica, a partir de la realidad  creer en imposibles, en que la historia no es lineal y que algo hay en el alma de la gente y en las situaciones que no es ideologizable ni codificable.

Se trata  que a partir de lo existente: la identidad, la colombianidad, la injusticia, la represión, lo oligárquico; con templanza y sin miedos, atreverse a despolarizar o desidelogizar el conflicto, congelar o matar odios seculares, buscar con grandeza razones para alianzas, precisar el o los enemigos físicos o conceptuales a vencer o disminuir, y concertadamente aproximar  en la negociación el concepto de nación a los de justicia social y democracia y el del derecho al desarrollo al de la redistribución verdadera de los beneficios del crecimiento.

Nosotros aprendimos, gracias a este método que teníamos que volvernos fuertes uniéndonos en un solo propósito y creyendo en la gente, que valía la pena morirse por la paz porque eso contribuía a lo grande: lo estratégico, las soluciones a estos conflictos eternos que nunca terminamos de superar.

Eso es el subdesarrollo: llover eternamente sobre mojado y para esa superación de la tragedia es necesario despertar la pasión del pueblo, su credibilidad en sí mismo.
Es pensar en el  pueblo como sujeto y no como objeto, es actuar con él en su defensa y transformaciones.

La gente común y silvestre necesita además del empleo, felicidad, certezas y derecho a soñar.

Se requiere una cultura de realizaciones, una cultura de la vida en  un lugar donde hemos perdido la capacidad de asombro y donde mueren al año mas de 30 mil colombianos de una enfermedad muy nacional: "la plomonía".

Y donde no hay culpables, sobre todo si los asesinatos son de los grandes líderes, de los guías, de los que despiertan la pasión del pueblo. 

Por eso el discurso de Jaime era directo y sencillo, era un comunicador.

"La paz  -expresaba con vehemencia- es que no se mueran de hambre 30 niños al día; paz es que no se persiga y se mate a los indígenas por luchar por sus tierras y su cultura;  paz es que el obrero, el empleado, el llevado tengan trabajo y salario justo, y que puedas ser del M-19 o comunista o verde  o amarillo y que por no ser rojo o azul te tengas que morir"; Paz es que no se roben los políticos la plata del pueblo y que estos gobiernos tengan dignidad frente a los gringos  y al mundo, que no nos obliguen a sentir vergüenza por ser colombianos.

Y es que para un justiciero como él, negociar  -que en ese tiempo de radicalidad  era un pecado mortal asimilable a traición- significaba aceptar la existencia del otro, reconocer que cada uno defiende su verdad pero que "la verdad" siempre variable, es la suma o negación de alguna de ellas y sobre todo, implica la inclusión y consideración de una que es fundamental y de la que nadie hablaba: El hambre mata y la rebelión existe donde hay injusticia.

Gaitán a la oligarquía le increpaba: "El hambre no es liberal ni conservadora".

Y su voluntad de soñador gigante y la de los hombres y mujeres que lo seguíamos con armas o sin ellas, se transformó en una voz que pesó en un país oligárquico donde no pasaba nada.

Y los autistas comenzaron a oír y los ciegos a ver y desapareció la desesperanza y comenzaron a existir certezas y desquites y sonrisas de complacencia con su irreverencia frente a un poder arrogante y excluyente, e inconmovible.

A tiros de inteligencia y audacia luchó por ponerle una silla al pueblo en la mesa donde se reparten las ganancias y la infamia.

En este caos funcional que se llama Colombia, con su sencillez, la alegría, el coraje y el amor, le dio  en la cabeza a la izquierda esclerótica y a la derecha dogmática.

Por eso los anuncios en la primera página de los periódicos del poder: "Ya viene, contra parásitos y gusanos. ¡Ya viene!  M-19; Cansancio, falta de memoria  ¡Ya Viene! M-19.

Rafael Vergara
Con la ternura del ritmo despacioso y la cadencia de la voz  sabia intervino Eduardo:

"Porque el pasado está vivo, aunque haya sido enterrado por error o por infamia, y porque el divorcio del pasado y el presente es tan jodido como el divorcio del alma y el cuerpo, la conciencia y el acto, la razón y el corazón".

Por supuesto nadie se lo agradeció; en ningún discurso solemne se mencionó su nombre de rebelde victorioso.

Los encorbatados lo siguieron tratando como subversivo en un escenario de paz diseñado y luchado por él, le negaron su puesto o se lo embolataron.

Y en verdad, Eduardo, a Jaime, donde esté, eso le importó un carajo, sabía estar más allá de la importancia personal.

Siempre valoraba el límite de lo posible. Sabía para dónde iba y qué llevaba en el morral.

El Flaco hizo la guerra para conquistar el derecho a la paz y le cantó al amor para derrotar el odio como motivación de la lucha armada y el cambio social.


Confieso que, agradecido con los que luchando trascienden, insistí en motivarlo para que la historia le haga justicia a este latinoamericano que nació para escribir la historia haciéndola".

* Titulo original del texto. Fotos tomadas de la Internet sin autores definidos.

viernes, 12 de abril de 2013

Dignidad, confianza y afecto entre los ciudadanos es el verdadero nombre de la Paz: William Ospina

La "marcha por la paz" no fue una movilización silenciosa como la de Jorge Eliécer Gaitán el 7 de febrero de 1948 cuando pronunció su Oración por la Paz,  sino todo lo contrario, fue expresiva, festiva, multicolor y ruidosa, también tuvo su oración por la paz. 


El siguiente texto, profundo y humanista, del escritor y poeta William Ospina, presentado como una nueva Oración por la Paz, fue leído en la tarima de la movilización en la Plaza de Bolívar por la líder política y defensora de los derechos humanos, Piedad Córdoba.


Oración por la paz

"Hace 65 años se alza desde esta tribuna un clamor por la paz de Colombia.

65 años es el tiempo de una vida humana. Eso quiere decir que toda la vida hemos esperado la paz. Y la paz no ha llegado, y no conocemos su rostro.

Es un pueblo muy paciente un pueblo que espera 65, 70, 100 años por la paz. Cien años de soledad. Un pueblo que trabaja, confía en Dios, que sueña con un futuro digno y feliz, porque, a pesar de lo que digan los sondeos frívolos, no vive un presente digno y no vive un presente feliz.

Aquí no nos dan realidades, aquí se especializaron en darnos cifras. El pueblo tiene hambre pero las cifras dicen que hay abundancia, el pueblo padece más violencia pero las cifras dicen que todo mejora. El pueblo es desdichado pero las cifras dicen que es feliz.

Ahora comprendemos que un pueblo no puede sentarse a esperar a que llegue la paz, que es necesario sembrar paz para que la paz florezca, que la paz es mucho más que una palabra.

El verdadero nombre de la paz es dignidad de los ciudadanos, la confianza entre los ciudadanos, el afecto entre los ciudadanos. 

Y donde hay tanta desigualdad, y tanta discriminación, y tanto desprecio por el pueblo, no puede haber paz. 

Allí donde no hay empleo difícilmente puede haber paz. 

Allí donde no hay educación verdadera, respetuosa y generosa, qué difícil que haya paz.

Allí donde la salud es negocio, ¿cómo puede haber paz? Donde se talan sin conciencia los bosques, no puede haber paz, porque los árboles, que todo lo dan y casi nada piden, que nos dan el agua y el aire, son los seres más pacíficos que existen.

Donde los indígenas son acallados, donde son borradas sus culturas, donde es negada su memoria y su grandeza, ¿cómo puede haber paz? Donde los nietos de los esclavos todavía llegan con cadenas invisibles, todavía no son vistos como parte sagrada de la nación, ¿a qué podemos llamar paz?

La paz parece una palabra pero en realidad es un mundo. Un mundo de respeto, de generosidad, de oportunidades para todos.

Y hay que saber que lo que rompe primero la paz es el egoísmo.

El egoísmo que se apodera de la tierra de todos para beneficio de unos cuantos, que se apodera de la ley de todos para hacer la riqueza de unos cuantos, que se apodera del futuro de todos para hacer la felicidad de unos cuantos. De ahí nacen las rebeliones violentas, y de ahí nacen los delitos y los crímenes.

Hemos ido aprendiendo a saber qué es la paz... haciendo la suma de lo que nos falta.

La paz es agua potable de todos los pueblos y agua pura en todos los manantiales. No hay paz con los ríos envenenados, con los bosques talados y con los niños enfermos por el agua que beben.

La paz es trabajo digno para tantos brazos que quieren trabajar y a los que sólo se les ofrecen los salarios de sangre de la violencia y del crimen.

La paz son pueblos bellos y ciudades armoniosas, que se parezcan a esta naturaleza. Porque las montañas, los ríos, las llanuras, las selvas y los mares de Colombia son la maravilla del mundo, y no hemos aprendido a habitarlas con respeto, a aprovecharlas con prudencia, a compartirlas con generosidad.

Porque la idea de generosidad que tienen muchos grandes dueños de la tierra tiene un solo nombre: alambre de púas. Esa idea medieval de tener mucha tierra, mientras las muchedumbres se hacinan en barriadas de miseria.

Pero es que la paz verdadera exige no sólo un pueblo respetado y grande y digno sino una dirigencia verdadera. Y no es una gran dirigencia la que se esfuerza veinte años por que le aprueben un Tratado de Libre Comercio, y cuando le aprueban el Tratado la sorprenden con un país sin carreteras y sin puertos, con una agricultura empobrecida, con una industria en crisis, confiando sólo en vender la tierra desnuda con sus metales sus minerales para que la exploten a su antojo las grandes multinacionales. Ahí no sólo falta generosidad sino inteligencia, ahí faltan grandeza y orgullo.

En cualquier país del mundo un tratado de libre comercio se negocia poniendo como primera prioridad qué necesitan y qué consumen los propios nacionales. ¿Por qué  tiene que ser la prioridad poner oro en las mesas de otros antes que poner alimentos en nuestras propias mesas?

Hoy el mundo se ha lanzado a un obsceno carnaval del consumo. Pero esos países que divinizan el consumo, como los Estados Unidos y Europa, por lo menos ha tenido la prudencia de garantizarles primero a sus pueblos agua limpia, vivienda digna, educación seria y gratuita, salud para todos, trabajo y salarios decentes, una economía que se esfuerza por ofrecer empleo de calidad, que no llama trabajo como aquí al rebusque desesperado, ni a la mendicidad, ni al tráfico violento de todas las cosas.

Si por lo menos cumpliéramos con brindar a los ciudadanos las prioridades básicas de una vida digna, no sería tan absurdo que nos predicaran ese evangelio loco del consumo, pero aún así tenemos que pensar con responsabilidad en el planeta, para el que ese consumo indiscriminado es una amenaza. Tenemos climas frágiles porque tenemos ecosistemas ricos y preciosos, que producen  agua y oxígeno para el mundo entero.
Colombia es un país de tierras bellísimas y de climas benévolos, esto no es Europa ni los Estados Unidos, donde el clima exige millones de cosas, aquí podemos vivir una vida sencilla en un paisaje maravilloso, aquí no habría que refugiarse en ciudades malsanas y estridentes, el país es de verdad La Casa Grande. ¿Qué nos impide esa felicidad? La desigualdad y la violencia. La codicia que pasa por encima de todo.

La naturaleza no es una mera bodega de recursos sino un templo de la vida. Pero una lectura equivocada del país y una manera mezquina de administrarlo han convertido este templo de la vida en una casa de la muerte.

Hace 65 años Gaitán clamaba aquí por la paz. Sus enemigos no sólo lo mataron sino que llevaron al país a una guerra, a una violencia que acabó con 300.000 personas. El país entero entró en una orgía de sangre.

Y perdimos el sentido de humanidad, y casi nos acostumbramos al horror, y dejamos de estremecernos con la muerte. El tabú de matar se perdió, Colombia se volvió tolerante con el crimen, y en el último medio siglo es posible que por falta de paz y de solidaridad haya muerto en Colombia otro medio millón de personas.

Y cada día que tardan en firmar un acuerdo el gobierno y las guerrillas, más muertos de todos los bandos, más víctimas se suman a esta lista. Porque no es sólo el conflicto en los campos: bajo la sombra de ese conflicto prosperan las guerras de supervivencia en las ciudades, la violencia de las mafias, el delito, el crimen, la violencia intrafamiliar, el desamparo, la ignorancia.

Pero es que lo único que detiene a la mano homicida es sentir que lo que hace a su víctima se lo está haciendo a sí mismo. Lo único que detiene esa mano es la compasión y para que haya compasión hay que sentir al otro como a un hermano, como a un milagro de la vida, efímero, precioso, irrepetible. Si no sentimos eso no sentimos nada. Sin ese respeto profundo por los otros nadie siente verdadero amor por sí mismo.

Pero para que haya ese afecto profundo por los conciudadanos hay que haber sido educados en la generosidad, abajo unas instituciones generosas, hay que haber sido querido. Al que no es valorado en su infancia, respetado, apreciado, ¿cómo pedirle que quiera, que respete, que valore a los otros?

Por eso es tan ciega la sociedad que no da nada y en cambio pide todo. Que da adversidad, obstáculos, discriminación, pero pide a los ciudadanos que se comporten como si no hubieran sido educados por Sócrates o por Francisco de Asís. 

El estado se volvió irresponsable, los ciudadanos le perdieron el respeto al estado, y el estado les perdió el respeto a los ciudadanos. En ningún país se exigen tantos trámites para cualquier cosa. Y el que está en desventaja es el que no tiene recursos para sobornar, para abreviar los trámites, para correr con éxito de oficina en oficina. Con mucha frecuencia el estado no facilita la vida sino que es un estorbo para las cosas más elementales.

Las cárceles están llenas de seres que no recibieron nada, que fueron educados en la dureza y en la precariedad, y a los que la sociedad les exige lo que nunca les dio. Porque aquí sólo les exigimos respeto a los que nunca fueron respetados.

Es necesario gritar que nuestro pueblo no es un pueblo malo sino un pueblo maltratado. Y todavía a ese pueblo maltratado y admirable vamos a pedirle, aunque no tenemos derecho a hacerlo, vamos a pedirle que nos dé un ejemplo de su espíritu superior; vamos a pedirle que, a cambio de un acuerdo esperanzador entre los guerreros, sea capaz de perdonar.

No hay ceremonia más difícil y más necesaria que la ceremonia del perdón. Pero es el pueblo el que tiene que perdonar: no la dirigencia mezquina ni la guerrilla que tomó las armas contra ella. Y sin embargo todos tendremos que participar, humilde y fraternalmente, en la ceremonia del perdón, si con ello abrimos las puertas a un país distinto, más generoso, que deponga las armas fratricidas, que abandone los odios y que construya un futuro digno para todos, pero sobre todo un futuro de dignidad para los que siempre fueron postergados.

Desde hace 65 años pedimos la paz, suplicamos la paz, esperamos la paz. Hoy ya no podemos pedirla ni suplicarla ni esperarla. Si se logra un acuerdo entre el gobierno y las guerrilla, tenemos que construir la paz entre todos, la paz con una ley justa, la paz con una democracia sin trampas, la paz con un afecto real en los corazones, la paz con verdadera generosidad. Y la única condición para que esa paz se construya es que no maten la protesta, que no aniquilen la rebeldía pacífica, que dejen florecer las ideas, que permitan a este país grande y paciente ser dueño de sí mismo y de su futuro.

Esa paz que construiremos será un bálsamo sobre esos miles de muertos que se fueron del mundo sin amor, a veces sin dolientes, a veces sin un nombre siquiera sobre su tumba.

Entonces sabremos que la paz no es sólo una palabra, que la paz es convivencia respetuosa, prosperidad general, justicia verdadera, campos cultivados, empresas provechosas, bosques y selvas protegidos, ríos que tenemos que limpiar y manantiales a los que tenemos que devolver su pureza.

Y que otra vez haya venados en la Sabana y bagres sanos en el río, que salvemos la mayor variedad de aves del mundo, que vuelen mariposas de Mauricio Babilonia, y que los caballos de Aurelio Arturo vuelvan a estremecer la tierra con su casco de bronce, y que haya hombres y mujeres pescando de noche en la piragua de Guillermo Cubillos, y que el viajero que encontremos por los campos a la luz de la luna no nos produzca terror sino alegría.

Que haya cantos indios por las sabanas de Colombia, y arrullos negros en los litorales, y que las armas se fundan o se oxiden, y que haya carreteras y puertos, y barcos y trenes que nos lleven a México y a Buenos Aires, y que nuestros jóvenes tengan amigos en todo el continente, y que sólo una industria se haga innecesaria y necesite ayuda para cambiar su producción: la industria de las chapas y los cerrojos y los candados y las rejas de seguridad, porque habremos logrado que cada quien tenga lo necesario y pueda confiar en los otros.

Porque la paz se funda en la confianza y en la sencillez, y en cambio la discordia necesita mil rejas y mil trampas y mil códigos. Aquí, por todas partes, están los brazos que van a construir ese país nuevo, los pies que van a recorrerlo, los cerebros que van a pensarlo, y los labios del pueblo que lo van a cantar sin descanso.

Que hasta los que hoy son enemigos de la paz se alegren cuando vean su rostro".

by Bunkerglo - abril 9 de 2013 - Bogotá

La foto en a que aparecen Piedad Córdoba y William Ospina es tomada de la Internet, pero no aparece quien es su autor. 

sábado, 18 de agosto de 2012

El deterioro moral de la academia


Bandera de Colombia intervenida por Manuel Velandia.
Es muy grave que una persona, cualquier que sea, promueva la violencia, y más si se trata de un ex gobernante, dice  Rubén Darío Gómez-Arias en una carta que escribió a sus alumnos y profesores de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, al comentar una reciente conferencia del expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez.  

Ignoro como la entregó a sus destinatarios, pero hoy la recibí del economista y analista colombiano radicado en NY Luis Javier Mejía.

El breve texto del profesor y phd en salud pública Gómez-Arias es una reflexión clara y sincera sobre el deterioro moral de la academia, ergo, la educación colombiana. La publico integramente.

Apreciados profesores y estudiantes de la Facultad.

Ayer vimos por televisión al ex presidente Uribe confesando con orgullo en una Universidad de Medellín que no pudo cumplir su propósito violento en un país vecino por falta de tiempo…. Violencia contra violencia para que no se rompa la cadena…

domingo, 15 de julio de 2012

El Derecho al Delirio

Ya está naciendo el nuevo milenio. No da para tomarse el asunto demasiado en serio: al fin y al cabo, el año 2001 de los cristianos es el año 1379 de los musulmanes, el 5114 de los mayas y el 5762 de los judíos. El nuevo milenio nace un primero de enero por obra y gracia de un capricho de los senadores del imperio romano, que un buen día decidieron romper la tradición que mandaba celebrar el año nuevo en el comienzo de la primavera. Y la cuenta de los años de la era cristiana proviene de otro capricho: un buen día, el papa de Roma decidió poner fecha al nacimiento de Jesús, aunque nadie sabe cuando nació.

El tiempo se burla de los límites que le inventamos para creernos el cuento de que él nos obedece; pero el mundo entero celebra y teme esta frontera.

martes, 10 de abril de 2012

De truenos y trinos

Arturo Guerrero
En la antigüedad Júpiter tronaba. Hoy el energúmeno trina. El dios clásico conmovía, el exaltado moderno exaspera. Los sinónimos son diáfanos: mientras tronar equivale a resonar, retumbar o detonar; trinar es impacientarse, rabiar, alterarse o acalorarse.

El trueno fue maestro de mitos. Pueblos recién llegados al misterio del planeta recibían su cátedra cortante. Maestros de humanidad convertían el sonido majestuoso en criaturas que comandan el acaecer y el modo cotidiano de comportamiento.

El pendenciero que trina, en cambio, hace patente su viudez de poder y ejecuta aspavientos de niño malcriado, abandonado de dioses y de hombres. Así calificó esta monomanía el escoliasta Nicolás Gómez Dávila: "nada es más irritante que la seguridad con que opina sobre todo el que ha tenido éxito en algo".

El trino tiene en la actualidad eco sulfurante, debido a la inmediatez y omnipresencia que le ha agregado la tecnología. Regresa el orbe social a sus cauces naturales y el espía del pasado siente escozor en sus dedos. De inmediato teclea en su mínimo aparato un descontento que se vuelve eco en los vientos de la algarabía pública.

Incluso el uso de ciertas palabras proscritas en su tiempo le suscita ganas de seguir ocultando realidades evidentes desde siempre. ¡Que las cosas no sean las cosas! ¡Que el sol no alumbre los muertos para siempre muertos!

Tuvo éxito de públicos en su prolongado momento y ese endeble estatuto le infla un ego que enceguece su discernimiento. Olvida que su corona de hielo ardió bajo calores contundentes. Repudia la inteligencia de un pueblo indómito frente a monarcas.

Se arroga derecho de pontificar sobre presente y futuro desde la atalaya de un pretérito todavía no llevado a los estrados del juicio, pero sí servido como plato de inteligencia en el boca a boca de los ciudadanos. De ahí que irrite esta seguridad construida sobre amargura y orfandad.

A continuación de su desenfrenado imperio, no guardó intervalos de silencio para calibrar el tamaño de su abandono. Así, hizo el tránsito entre poder y nostalgia, omitiendo necesarias reflexiones acerca del otoño de los patriarcas.

Por eso no se dio cuenta de que sigue viviendo en un mundo que ya no apadrina patriarcas.

Y pretende seguir mandando como momia amarrada a su caballo.

Publicado el 11 de mayo de 2011 en El Colombiano

miércoles, 7 de marzo de 2012

Las mujeres de mi generación [que son todas] son las mejores

"Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cincuenta y pico, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas y, sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea a algunas sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.

Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento.

Qué importa... Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de los Beatles, de Bob Dylan... Herederas de la “revolución sexual” de la década de los 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo, recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción.

Jamás vieron en el hombre a un enemigo a pesar que le cantaron unas cuantas verdades, pues comprendieron que emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico cuando éste, trágicamente, se acaba.

Son maravillosas y tienen estilo, aun cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan.

Usaron faldas hindúes a los 18 años, se cubrieron con suéter de lana y perdieron su parecido con María, la Virgen, en una noche loca de viernes o sábado después de bailar. Hablan con pasión de política y quisieran cambiar el mundo.

Aquí hay algunas razones de por qué una mujer de más de 50 nunca te va a despertar en la mitad de la noche para preguntarte.... “¿Qué estás pensando?”. No le interesa lo que estás pensando. Si no quiere mirar un partido de fútbol, ella no da vueltas alrededor tuyo. Se pone a hacer algo que ella quiere hacer que generalmente resulta mucho más interesante. Esa mujer se conoce lo suficiente como para estar segura de sí misma, de lo que quiere, y de con quién lo quiere (…)

Las mujeres se vuelven psíquicas a medida que pasa el tiempo. No necesitas confesar tus pecados, ellas siempre lo saben.

Son honestas y directas. Te dicen directamente que eres un imbécil si es lo que siente sobre ti. Lo que tenemos que decir de bueno de estas mujeres de más de 50, generalmente no es recíproco.

Por cada impactante mujer de estas, inteligente, divertida y sexy hay un hombre con casi o más de 50... pelón, gordo, barrigón haciéndose el gracioso con una chica de 20 años y haciendo el completo ridículo. ¡Señoras... les pido perdón por ellos...!”.

Después de (mi) foto, conozca el origen del texto que acaba de leer.

Mujer de esta generación - Foto by Juan Manuel Saenz

La historia del texto
by Santiago Gamboa

Han pasado casi diez años desde que publiqué en la extinta (y mártir) revista Cambio una columna llamada “Las mujeres de mi generación”, y la verdad es que su curioso destino no para de sorprenderme.

Vuelvo a ella por estos días al verla citada de forma amable en columnas recientes, una de María Elvira Bonilla y otra de Florence Thomas. La cercanía del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, me da la disculpa perfecta para recordar ese texto y contar algunas anécdotas.

La verdad es que no recuerdo si lo publiqué en el 2002 o el 2003 (no hay archivo digital de esos años en Cambio), pero lo seguro es que de inmediato empezó a circular como documento adjunto, de correo en correo, entre mujeres, y como solía tener una dirección para atender a los lectores comencé a recibir los más curiosos comentarios, situaciones conmovedoras o divertidas, confesiones desgarradas e incluso comprometedoras. Hasta donde le he podido seguir la pista ha sido traducido a una docena de idiomas y creo poder afirmar que es mi trabajo más famoso y difundido. Si alguno de mis libros hubiera circulado así yo sería un escritor de fama mundial. La propietaria de un hotel en Hawái me declaró “invitado permanente”; una funcionaria de la Embajada de Canadá en Caracas hizo de mí su confidente, me envió poemas, canciones y fotos de su matrimonio; radios de toda América Latina, Estados Unidos y España, en sus programas femeninos, pidieron autorización para leerlo en onda; en un viaje a Moscú para presentar un libro, una periodista se refirió al texto y me preguntó si al escribirlo había pensado en alguna mujer rusa en particular, ya que, según ella, había ciertas claves de la feminidad eslava (le respondí: “pienso todo el tiempo en mujeres rusas”); fue incluido en la página web del sindicato español Confederación General de Trabajadores (CGT); fue plagiado en República Dominicana, con algunos cambios; puesto al día y aumentado en Costa Rica y Venezuela; recibí por él una acusación de plagio en Cali (resuelta a favor, pues el artículo que supuestamente plagié se publicó tres años después del mío, lo que invirtió las culpas); la embajadora de Grecia ante la Unesco, en París, me pidió durante una cena que se lo dedicara —lo traía en griego—, y, en general, para miles de mujeres soy exclusivamente el autor de ese texto.

Pero hay algo aún más curioso y es que al pasar de un correo a otro ha sufrido modificaciones, agregados, y por eso hay versiones largas con párrafos nuevos que son apócrifos, anónimos. ¿Quién los puso ahí? Misterio. Ahora, por ejemplo, se amplió a las mujeres de cincuenta, cuando el original se refería exclusivamente a las de cuarenta. Pero no tengo nada en contra pues en el 2012 las de mi generación son las de cincuenta, o sea que son las mismas mujeres. Desde este punto de vista es el único texto que se transforma con la edad real de sus personajes. En cuanto a los agregados, debo confesar que algunos son demasiado new age y me hacen temblar las pestañas, pero la verdad es que hace ya tiempo comprendí que ese texto, escrito para las mujeres de mi generación, les pertenece a ellas, así que pueden seguirlo leyendo y modificando a su gusto, y por supuesto que lo seguiremos ajustando en cada década que pase.

Texto publicado por autorización directa de su autor. Foto Búnker by Juan Manuel Saenz, Matajudaica, Ampurdà Catalunya.