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miércoles, 17 de julio de 2013

¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en Varsovia

¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en Varsovia.
Impresiones de viaje.




Me gusta Varsovia. Esa mezcla de monumentales edificios palaciegos, clásicos y vanguardistas rascacielos, la hacen una ciudad particular. Todo funciona y con precisión. El polaco sonríe fácilmente, no es bullicioso, ama la bicicleta como el mejor medio para moverse en la ciudad, y aunque tiene red de buses, tranvía y metro, se queja de sus medios de transporte.

¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en Varsovia.

Varsovia es verde. Amplia. Naturalmente limpia y ordenada. Me dicen que no existe un solo letrero que indique que así deba ser el comportamiento de propios y extraños, pero tampoco hay en cada esquina o calle una caneca de la basura. No se cómo lo hacen, ¡pero lo hacen! No hay basura en NINGUNA PARTE de sus calles. Tampoco NINGÚN HUECO.

Hay algo que la hace particular, especial, y es que no es una ciudad ruidosa. No hay bulla. En ninguna parte hay escándalo. Solo se escucha el murmullo de sonrisas de la gente que conversa mirándose a los ojos, el paso veloz de los tranvías, el cambio de luz del semáforo o el choque de vasos y copas en los bares y restaurantes.

Creo que nunca antes había constatado cómo a un lugar le cabe, de manera perfecta, la metáfora del Ave Fénix que surgió de entre las cenizas.  Eso pasó con Warsaw. 

Después de la segunda guerra mundial a donde quedó prácticamente destruida, su reconstrucción es perfecta y queda uno con la sensación de que aquí nunca antes ha pasado nada parecido. Las fachadas del 100% de su parte antigua son una réplica exacta, realizada por artistas, arquitectos e ingenieros que copiaron miles de imágenes y la dejaron como antes de su destrucción.

Varsovia es una de esas ciudades como Bonn o Paris que todo está puesto como para rodar una película. Una soberbia producción y casting a dónde todo está en el lugar requerido y gente bella con un especial glamour dispuesta a protagonizar un filme clásico, vanguardista, de esas grandes historias que trascienden.

Ciudadanos conectados

En la capital polaca viven cerca de 2 millones de personas, pero tienen una línea de metro que atraviesa de norte a sur la ciudad, dicen muy útil para los que viven en los suburbios. 

Los autobuses cubren una zona mucho más amplia que el metro, pero el eficaz, rápido y sencillo tranvía tiene una red de 20 líneas y casi 500 kilómetros de recorrido. 

Cuando busqué por la Web donde hospedarme me decidí por Hostel Planet ubicado al frente tengo una estación de tranvía y dos calles más al norte de bus.

He caminado de cabo a rabo la ciudad y me he movido usando todos sus medios de transporte que, aunque es costoso, da gusto pagarlo. Un recorrido puede costar 4,29 zloty (que es igual a 1 euro), pero si se compran varios, baja la tarifa y si comprar por tiempo. Un tiquete para usar en 24 horas de 15 zloty, se puede utilizar todos los medios por el mismo valor.

La gente usa mucho la bicicleta. Pueden ir por cualquier vía e incluso por los anchos andenes, pues no existe exclusividad de vías o senderos solo para ciclistas. 

El peatón es el amo de la ciudad, así que incluso el tranvía se detiene si por semaforización el peatón tiene la vía. 

Los buses todos tienen un sistema de inclinación para que, cuando deba subir un anciano o anciana (no me gusta nombrarlos como "la tercera edad"), el bus se incline casi que hasta el piso y estas personas no deban esforzarse para nada al ingresar al bus.

Andan conectados, pero con la ciudad y la ciudad con la gente.  

Todo parece estar hecho para que sean felices. En serio. Aunque me he movido por solo 5 distritos (algo así como La Candelaria, Chapinero, El Chico, Normandía o la Ciudadela Colsubsidio de Bogotá en distancias y zonas, no por estratificación social o paisaje urbano), no he visto a un solo niño o anciano o persona en estado de mendicidad. Tampoco vendedores ambulantes.

Cada paso dado por sus amplios espacios urbanos con las cámaras terciadas y un morral en la espalda (agua, trípode, pilas…y un segundo par de zapatos), ha sido sin la menor sensación de inseguridad o peligro… y Bogotá siempre en mi mente. 

Una y otra vez venían las mismas  preguntas en los recorridos: ¿Será tan complicado construir una ciudad amable, funcional, comunicada, verde?
¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en Varsovia.

Sí, soy de donde Shakira

Aunque desde el aeropuerto, pasando por sus calles, restaurantes, museos, etc., se cuenta con información precisa que coincide de manera exacta a la que aparece en los mapas que entregan gratuitamente en muchas partes, la pequeña dificultad es que solo aparece en el enigmático polaco.

Entonces, perderme y desperderme es fácil, pero además, forma parte de mi natural carácter y, la verdad, lo convertí en un gusto. 

Me obliga a contactar al Otro, a pensar como pregunto lo que debo preguntar, a hacer un comentario, trabar una nueva amistad… es fascinante. Y Varsovia no ha sido la excepción ni en mi primera visita ni en esta segunda vez.

Here speak Polish or Polish no more, me decían dos jóvenes policías en un inglés básico -como el mío- mientras consultaban sus Smartphone para indicarme con certeza cual número de tranvía me llevaría de regreso al Hotel. 

Un momento en el que me enteré que ya había terminado el concierto de Paul McCartney y escuchar, después del consabido I’m from Colombia, un sonoro ¡Oh, Shakira!

En la capital polaca de habla polaco o polaco. Solo quienes trabajan en los hoteles –no exagero- hablan inglés. Los segundos y terceros idiomas son el ruso, el francés y hasta el italiano. Así que hacerse entender es un ejercicio cifrado y tejido por sonrisas, señas y medias palabras en español e inglés que son completadas en polaco.

Mi nueva llegada a Warsaw tiene  el mismo motivo: los Kapuscinski.
  

martes, 16 de julio de 2013

¿No más acoso judicial contra la prensa en Colombia? Corte Suprema absuelve a periodista acusado del delito de injuria

En un hecho sin precedentes en materia jurídica. La H. Corte Suprema de Justicia absolvió del delito de injuria al periodista Luis Agustín González. Sin embargo esto no significa, al parecer, que la libertad de expresión deje de ser objeto de "acoso judicial" en Colombia.

Luis Agustín González saluda a la prensa luego de escuchar Fallo.
Ocho de los nueve Magistrados de la H. Corte Suprema de Justicia derrotaron los argumentos de la Magistrada María del Rosario González Muñoz de la Sala de Casación Penal, que buscaban condenar a 18 meses y 18 de días de prisión al periodista Luis Agustín González, por el delito de injuria denunciado por la "gamonal", "figurilla" política con "conductas propias de su siquis alterado", señora Leonor Serrano de Camargo. 

Luego de seis años, el caso del periodista Luis Agustín González, director del periódico Cundinamarca Democrática, es el primero que pasa por todas las instancias jurídicas del país: juez municipal, Tribunal de Cundinamarca y H. Corte Suprema de Justicia. Fue acusado, condenado, pero finalmente absuelto por los delitos de calumnia e injuria.

La prensa regional está congraciada con los gamonales, dice periodista Luis Agustín González

¿Qué es la libertad de expresión? Sin la libertad de ofender, aquella deja de existir. Salman Rushdie

El caso de Luis Agustin González es uno de los 25 de acoso judicial a un periodista que, bajo las figuras de la calumnia y la injuria registró la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- entre 2010-2011. Sin embargo, la decisión absolutoria del delito de calumnia que falló la Corte Suprema de Justicia, es un hecho que puede comenzar a romper la "censura sutil, imperceptible y difícil de probar" en la que ha caído el periodismo colombiano en las últimas dos décadas.

Desde el 29 de julio de 2010 la familia González en Fusagasugá no ha tenido paz. Ese día la Fiscalía le imputó cargos por los delitos de injuria y calumnia al más visible de sus miembros: el periodista Luis Agustín González. 

Un año después, entre el 18 de julio y el 12 de septiembre, Luis Agustín González acudía por primera vez en su vida a una instancia judicial: el Juzgado Primero Penal Municipal y sus tres audiencias, una preparatoria y dos más de su juicio oral. Así iniciaba un camino incierto en los tribunales de justicia del país, para dar una batalla en defensa de su derecho a ejercer el periodismo en libertad de informar y, muy especialmente, de opinar.