Carlos Ossa Escobar entrevista Telenoticiero del Medio Día - Foto Luis Córdoba Prensa INCORA |
No sé en qué lugar de la geografía colombiana tomaron la foto.
Si a orillas del río Duda en la Uribe Meta, en zona rural de María La Baja al Sur de Bolívar, en un resguardo indígena del Tolima o en San Alberto César...
Lo cierto es que, en la vida de un reportero existen sucesos que el tiempo se encarga de cuidar haciéndolos imborrables. También, las personas que dejan huella.
Dos sucesos y un trazo vienen a mi memoria con el nombre de Carlos Ossa Escobar.
Uno, su quiebre e inconsolable llanto de dolor esa sombría y lluviosa tarde del domingo 20 de agosto.
Lo encontré saliendo del Salón Elíptico del Capitolio Nacional dónde se rendía un desolador adiós a Luis Carlos Galán. Asesinato que Carlos recibió como un puñal en el alma.
El otro, cuando le reveló al país el "mapa rojo de la contrarreforma agraria", y que presenté en primicia noticiosa al país.
Dos sucesos del terrorífico 1989.
El mapa rojo de la reforma agraria de los narcos
Carlos Ossa Escobar lideró a finales de los 80 la incipiente ‘reforma agraria’ de la época.
Como gerente del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), tenía la tarea de impulsar las políticas agrarias en el marco del Plan Nacional de Rehabilitación PNR, para una Colombia rural signada por las Farc y el narcotráfico.
Ámbitos y fuentes de mi asignada cobertura informativa.
En ese entonces, como ahora, los medios de información invertía poco o nada de recursos en desplazar a sus reporteros para realizar coberturas noticiosas, y tampoco informativas, dentro y fuera del país.
Era una práctica usual que, para llegar a muchos lugares, las entidades públicas invitaran a la prensa a donde tenían algo por contar de su interés. El INCORA era una de estas entidades.
Vivíamos el convulsionado 1989 año que nos exigió a los periodistas estar siempre listos.
Nos movíamos en manada a dónde fuera y a la hora que fuera y todos los medios. Casi siempre, para hacer reporteria en el lugar de los hechos, observar, mirar, documentar y recoger testimonios para contar una muy mala noticia.
Ese año me encontré con la Colombia profunda por cuenta del INCORA y de la guerra. Realicé el mayor número de desplazamientos periodísticos por municipios y zonas rurales a las que nunca regresé.
El asesinato de un líder social, un político, una masacre de campesinos, o funcionarios, actos de terrorde las Farc, del ELN, de los carteles de la droga, de sicarios, bandas criminales, de las AUC del momento.. constituyeron la razón de este encuentro.
Pero también, de la mano del INCORA, para contar de una titulación de tierras, la entrega de maquinaria agrícola, capacitaciones a campesinos y sobre avances de la ‘reforma agraria’ (ley 30 de 1988).
El conflicto armado estaba en la cúspide de su demencia.
La conformación de grupos armados de los terratenientes que poco después se convertirían en la más cruenta organización criminal amparada por políticos, partidos y narcotraficantes: las AUC, Autodefensas Unidas de Colombia.
La sociedad vivía bajo el terror de la más cruenta ofensiva militar estatal contra las guerrillas de las FARC y el ELN.
Un tiempo siniestro para miles de campesinos, colonos e indígenas rehenes del paramilitarismo y las guerrillas, y en las ciudades por el sobresalto permanente del accionar narcoterrorista.
La titulación a campesinos sin tierra, mediante la compra de haciendas de la incipiente reforma agraria no tenía contento a ningún actor armado: militares, paramilitares, terratenientes, guerrillas y narcotraficantes.
¿Qué pasaba?
Qué la decisión de titular baldíos hizo que la tierra se valorizará y con ello, que creciera el accionar de los capos de la droga.
"Repentinamente", la tierra baldía y de campesinos pasó a manos de los narcotraficantes que, ayudados del paramilitarismo, se apropiaron de grandes zonas del país.
Ese fue el "mapa rojo de la contrarreforma agraria” que Carlos Ossa Escobar dio a conocer al país a través del Telenoticiero del Medio Día (con la información), no recuerdo si antes o después del asesinato de Galán.
No tardaron en llegar amenazas contra el noticiero y el Incora.
Era complejo identificar su origen. Podrían ser todos los actores armados del conflicto: terratenientes. Paramilitares. Narcos. Guerrilla. Militares.
El INCORA se convirtió en el enemigo. Su acción agraria se detuvo. Las voces de derecha señalaron y estigmatizaron a su gerente poniéndolo en la mira de la criminalidad.
Actuaron como ahora, como siempre. Mediante la intimidación, asesinatos, desapariciones y torturas. Desplazaron, de manera forzada, a la población campesina.
Una estrategia que les funcionó por años, que aun sigue operando. Siempre ha sido igual desde entonces, desde siempre.
Conseguir que los campesinos e indígenas abandonaran sus tierras para poder apropiárselas en nombre de la lucha contra la guerrilla de las FARC.
La acción del Estado era inferior a la del accionar de las metrallas y las motosierras. La masacre como estrategia de terror.
Ese 1989 y los subsiguientes crece el asesinato de funcionarios del Estado, jueces, dirigentes, políticos, campesinos, indígenas, militantes y simpatizantes de la izquierda, periodistas, sindicalistas, y continúa, sin tregua, el exterminio de simpatizantes y miembros de la UP.
El tiempo más azaroso y doloroso de mi vida. Asesinatos, crímenes de Estado, desplazamientos de población en el campo y destrucción en las grandes ciudades.
Liberal, pero de izquierda y marihuanero
Sus convicciones humanas y responsabilidades públicas las asumió con pasión y decisión.
Quizás por eso le apostó a hacer grandes transformaciones sociales allí donde fuera invitado hacerlo, bien como viceministro, gerente, consejero de paz, constituyente, contralor, profesor o rector universitario.
Comprometido no solo con la paz, sino más allá. Con un país en donde la justicia y la igualdad fueran posibles.
Siempre recuerdo con gratitud los muchos desplazamientos y las historias contadas de la Colombia rural, la que sigue olvidada, ninguneada y a la que siempre se le hace trampa desde los gobiernos en nombre del Estado.
Carlos Ossa Escobar era una muy buena persona, liberal, pero de izquierdas, marihuanero social y un hombre que que le apostó, siempre, al fin del conflicto armado interno y la paz.
Tendió puentes, abrió puertas y sembró esperanza.
Buen viaje, admirable y querido amigo.
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Si a orillas del río Duda en la Uribe Meta, en zona rural de María La Baja al Sur de Bolívar, en un resguardo indígena del Tolima o en San Alberto César...
Lo cierto es que, en la vida de un reportero existen sucesos que el tiempo se encarga de cuidar haciéndolos imborrables. También, las personas que dejan huella.
Dos sucesos y un trazo vienen a mi memoria con el nombre de Carlos Ossa Escobar.
Uno, su quiebre e inconsolable llanto de dolor esa sombría y lluviosa tarde del domingo 20 de agosto.
Lo encontré saliendo del Salón Elíptico del Capitolio Nacional dónde se rendía un desolador adiós a Luis Carlos Galán. Asesinato que Carlos recibió como un puñal en el alma.
El otro, cuando le reveló al país el "mapa rojo de la contrarreforma agraria", y que presenté en primicia noticiosa al país.
Dos sucesos del terrorífico 1989.
El mapa rojo de la reforma agraria de los narcos
Carlos Ossa Escobar lideró a finales de los 80 la incipiente ‘reforma agraria’ de la época.
Como gerente del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (INCORA), tenía la tarea de impulsar las políticas agrarias en el marco del Plan Nacional de Rehabilitación PNR, para una Colombia rural signada por las Farc y el narcotráfico.
Ámbitos y fuentes de mi asignada cobertura informativa.
En ese entonces, como ahora, los medios de información invertía poco o nada de recursos en desplazar a sus reporteros para realizar coberturas noticiosas, y tampoco informativas, dentro y fuera del país.
Era una práctica usual que, para llegar a muchos lugares, las entidades públicas invitaran a la prensa a donde tenían algo por contar de su interés. El INCORA era una de estas entidades.
Vivíamos el convulsionado 1989 año que nos exigió a los periodistas estar siempre listos.
Nos movíamos en manada a dónde fuera y a la hora que fuera y todos los medios. Casi siempre, para hacer reporteria en el lugar de los hechos, observar, mirar, documentar y recoger testimonios para contar una muy mala noticia.
Ese año me encontré con la Colombia profunda por cuenta del INCORA y de la guerra. Realicé el mayor número de desplazamientos periodísticos por municipios y zonas rurales a las que nunca regresé.
El asesinato de un líder social, un político, una masacre de campesinos, o funcionarios, actos de terrorde las Farc, del ELN, de los carteles de la droga, de sicarios, bandas criminales, de las AUC del momento.. constituyeron la razón de este encuentro.
Pero también, de la mano del INCORA, para contar de una titulación de tierras, la entrega de maquinaria agrícola, capacitaciones a campesinos y sobre avances de la ‘reforma agraria’ (ley 30 de 1988).
El conflicto armado estaba en la cúspide de su demencia.
La conformación de grupos armados de los terratenientes que poco después se convertirían en la más cruenta organización criminal amparada por políticos, partidos y narcotraficantes: las AUC, Autodefensas Unidas de Colombia.
La sociedad vivía bajo el terror de la más cruenta ofensiva militar estatal contra las guerrillas de las FARC y el ELN.
Un tiempo siniestro para miles de campesinos, colonos e indígenas rehenes del paramilitarismo y las guerrillas, y en las ciudades por el sobresalto permanente del accionar narcoterrorista.
La titulación a campesinos sin tierra, mediante la compra de haciendas de la incipiente reforma agraria no tenía contento a ningún actor armado: militares, paramilitares, terratenientes, guerrillas y narcotraficantes.
¿Qué pasaba?
Qué la decisión de titular baldíos hizo que la tierra se valorizará y con ello, que creciera el accionar de los capos de la droga.
"Repentinamente", la tierra baldía y de campesinos pasó a manos de los narcotraficantes que, ayudados del paramilitarismo, se apropiaron de grandes zonas del país.
Ese fue el "mapa rojo de la contrarreforma agraria” que Carlos Ossa Escobar dio a conocer al país a través del Telenoticiero del Medio Día (con la información), no recuerdo si antes o después del asesinato de Galán.
No tardaron en llegar amenazas contra el noticiero y el Incora.
Era complejo identificar su origen. Podrían ser todos los actores armados del conflicto: terratenientes. Paramilitares. Narcos. Guerrilla. Militares.
El INCORA se convirtió en el enemigo. Su acción agraria se detuvo. Las voces de derecha señalaron y estigmatizaron a su gerente poniéndolo en la mira de la criminalidad.
Actuaron como ahora, como siempre. Mediante la intimidación, asesinatos, desapariciones y torturas. Desplazaron, de manera forzada, a la población campesina.
Una estrategia que les funcionó por años, que aun sigue operando. Siempre ha sido igual desde entonces, desde siempre.
Conseguir que los campesinos e indígenas abandonaran sus tierras para poder apropiárselas en nombre de la lucha contra la guerrilla de las FARC.
La acción del Estado era inferior a la del accionar de las metrallas y las motosierras. La masacre como estrategia de terror.
Ese 1989 y los subsiguientes crece el asesinato de funcionarios del Estado, jueces, dirigentes, políticos, campesinos, indígenas, militantes y simpatizantes de la izquierda, periodistas, sindicalistas, y continúa, sin tregua, el exterminio de simpatizantes y miembros de la UP.
El tiempo más azaroso y doloroso de mi vida. Asesinatos, crímenes de Estado, desplazamientos de población en el campo y destrucción en las grandes ciudades.
Liberal, pero de izquierda y marihuanero
Sus convicciones humanas y responsabilidades públicas las asumió con pasión y decisión.
Quizás por eso le apostó a hacer grandes transformaciones sociales allí donde fuera invitado hacerlo, bien como viceministro, gerente, consejero de paz, constituyente, contralor, profesor o rector universitario.
Comprometido no solo con la paz, sino más allá. Con un país en donde la justicia y la igualdad fueran posibles.
Siempre recuerdo con gratitud los muchos desplazamientos y las historias contadas de la Colombia rural, la que sigue olvidada, ninguneada y a la que siempre se le hace trampa desde los gobiernos en nombre del Estado.
Carlos Ossa Escobar era una muy buena persona, liberal, pero de izquierdas, marihuanero social y un hombre que que le apostó, siempre, al fin del conflicto armado interno y la paz.
Tendió puentes, abrió puertas y sembró esperanza.
Buen viaje, admirable y querido amigo.
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