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domingo, 19 de mayo de 2019

Twitteros y periodistas cuestionan recientes coberturas noticiosas

OPINIÓN y ANÁLISIS
Gloria Ortega Pérez

La pregunta en Twitter del medio digital El Molino OnLine no sólo es válida, sino urgente.

Una especial controversia generó que "uno de los dos únicos periódicos nacionales, @elespectador, tenga que citar a uno extranjero, @nytimes acerca de los abusos del estado colombiano es muestra de la mediocridad profesional y complicidad con los crímenes de estado de los medios en Colombia", considera la usuaria Isis Giraldo @laladyoracleY va más allá.
Mediocridad profesional sí, mucha, permanente y creciendo.

Complicidada también, entendida esta como un trabajo marcadamente deficiente cargado de omisiones, imprecisiones y opinón de quién informa y decarente de seguimiento, contexto y explicaciones para comprender los hechos.

"El desequilibrio es evidente. El periodista tiene que conocer a profundidad los hechos para poder opinar, y conocerlos es haberlos investigado e informado. El receptor debe tener siempre claro sobre qué está opinando. Todos los días y solo viendo, escuchando o leyendo noticias se comprueba lo que señala el maestro de periodismo Javier Darío Restrepo en una reciente entrevista en Sentipensantes.

"Es un deber enumerar las distintas opiniones y ejercer una función crítica sobre las mismas. Señalar, por ejemplo, cuando una opinión no tiene en cuenta un hecho; exagera las cosas; incorpora datos falsos para una argumentación. Es decir, el periodista debe convertirse en un crítico agudo para orientar a su receptor. La gente es inmensamente sensible a toda tetra de parcialización con la información. Sabe cómo está siendo informada, puede distinguir si están haciendo propaganda a favor de alguien. Y, cuando descubre a un periodista que sesga la información y las mismas opiniones el periodista cae. La gente no le creerá más, ni lo perdonará nunca. La tarea de opinar debe estar completamente separada de la tarea de informar. Cuando un periodista opina se pone de un lado y eso hace que los que están del otro no le crean".

Así ocurre, por ejemplo, con el origen, la razón, y cuál la verdad sobre el asesinato sistemático de personas, ciudadanos líderes sociales y de derechos humanos, más o menos conocidos en toda la geografía de Colombia, pero en particular, en los territorios a donde se libran los debates humanos más definitivos sobre la tierra y sus recursos naturales.
Los medios no. Los reporteros, tal vez. Los periodistas, jamas. Y hago estas distinciones porque así ocurre en la labor informativa.

A veces los medios extranjeros tienen que hacer nuestro trabajo por una razón de seguridad propia y de proteger la información pública. Así lo entendí y viví hace 30 años cuando por falta de fuentes no podía arriesgar una investigación que involucraba al director nacional de la policía en narcotráfico, y tampoco exponer al medio a una demanda y tampoco mi propia vida.

Los MCD Medios de Comunicación Dominantes y mainstream en Colombia (y desde luego en el mundo), tienen como premisa básica que "la información (a saber, su control, selección y emisión) es, más que nunca, poder", o como lo diría Noam Chomsky, control de la opinión pública (o control del pensamiento)".

Desde hace 30 años los medios, el periodismo e incluso sus periodistas tal y como se le conocía iniciaron un proceso de desaparición. La propiedad, dirección y control de los mismos cambió y también sus propósitos. (*1).

Dejaron de ser el sueño quimérico liberal de la élite de familias, humanistas y pensadores con una ideología definida, las más de las veces, para ser lo menos desde hace más de 10 años propiedades de las corporaciones privadas al servicio, igualmente, de las corporaciones gubernamentales sin que dejaran de ser medios de comunicación masivos, pero al servicio de otras causas.

Como escribió Pablo Solana, editor de la Revista Lanzas y Letras y de la Editorial La Fogata de Colombia, "la concentración de los medios en Colombia es tan obscena como la concentración de la tierra".

Por eso son tan evidentes los desaciertos mientras sus aciertos se ahogan en la desinformación como lo señala la usuaria @periodistica: "hace mucho los medios tradicionales manejan líneas editoriales a favor de las instituciones, los políticos y el empresariado que no los hacen confiables para una fuente".

Y también ocurre lo que señala la directora de @NoticiasUno y columnista de opinión Cecilia Orozco Tascón @CeciliaOrozcoT en su respuesta a Gina Montealegre: "No tienes por qué saberlo porque no eres periodista. Pero, a veces, y con razones por ejemplo de repercusión internacional, las fuentes prefieren entregar información valiosa a medios extranjeros (..)".

El buen periodismo siempre estará en la mira de sus detractores y, como advierte la periodista Olga Behar @olgabehar1"a veces los periodistas terminan siendo carne de cañón".



Y así ocurrió.

Al periodista del New York Times le ocurrió lo que advirtió el bloguero @NestorMel15 le podría pasar a un colombiano si hacía la misma noticia: "aquí, hoy, ese reportero tendría una que otra amenaza a la cual pararle bolas".


Nicholas Casey (@caseysjournal) salió del país. En un breve mensaje vía correo electrónico dirigido a El Espectador el director de la oficina de los Andes para The New York Times escribió:

“He tomado la medida de mantenerme fuera del país por las acusaciones falsas que fueron lanzadas ayer en Twitter por María Fernanda Cabal y replicadas por varios políticos en las últimas 24 horas. Este tipo de acusación no tiene sustento y es grave dado la falta de seguridad que Cabal ya sabe que encontramos en este país como periodistas”.


No puede pasar desapercibido un trino del jurista y columnista de opinión @RamiroBejaranoG

Qué un medio nacional haya tenido esta investigación y en lugar de buscar confirmaciones haya optado porno publicar debería suscitar un debate de fondo.

Tarde que temprano, seguramente, se conocerá la respuesta.

Aunque la noticia del New York Times no haya sido producida por un medio de Colombia -que junto con los siguientes dos casos motivan este post- es impresentable que algunos periodistas en Colombia, sin más que su propia opinión, levanten un manto de duda sobre la veracidad y credibilidad del periodista Nick Casey y el medio norteamericano.

Tampoco es en lo que debería concentrarse la sociedad y, de manera especial el mismo periodismo, sino en lo denunciado: que "las órdenes de letalidad del ejército colombiano ponen en riesgo a los civiles".
No se puede perder de vista que "el comandante del ejército de Colombia le ha ordenado a sus tropas que dupliquen la cantidad de criminales y rebeldes que matan, capturan u obligan a rendirse en batalla".

No hay estado de conmoción sino de desinformación

En pocas palabras y mucha claridad es lo que se observa ocurre desde hace meses o años en la sociedad: que esta muy desinformada.

Los responsables de que esto no ocurra son los medios de comunicación.

Sin embargo, todos los días y a cada momento escuchar la radio o ver una noticia supone un ejercicio supremo de disección para cualquiera, pues se debe descubrir qué, de lo que se dice, es información y qué opinión.

En lo personal termina siendo una labor nata de "llamados de atención" por la carencia de precisión, deficiente uso del lenguaje y desconocimiento absoluto y hasta cínico del ABC del periodismo y la reportería.

"¿Quién y por qué se soltó el rumor de que habría conmoción interior y que se extraditaría a Jesus Santrich. ¿Qué se buscaba? Grave", advertía la directora del Sistema Informativo Integrado de RCN Radio @EsperanzaRicoL

El se dice qué, se rumora qué, es posible qué... más la opinadera y especulación de reporteros y periodistas en los medios y en el microblogging Twitter sobre la inminente declaratoria presidencial de declarar "Conmoción Interior", lo único que consiguió fue alterar el ánimo social y confundir a un país que requiere información y explicaciones con plastilina.

Así lo advertía el editor y columnista de La Patria, el periodista Fernando-Alonso Ramírez, cuando se comenzó a esparcir el rumor de que el Presidente declararía la conmoción interior en el país.

Quizás algunos periodistas, reporteros, e incluso mucha gente no se sorprenda ya del trabajo en los medios de información de algunas personas.

Y digo personas porque, por su inobservancia desde hace muchos años al ABC del periodismo, perdieron su condición de periodistas.

"Ojalá se trate de un rumor falso lo de que Duque está contemplando el estado de conmoción: sería la entrada a una dictadura...", escribió alguno más. Pocos actuaron con prudencia.



Libertad, captura y linchamiento mediático

El caso más aberrante dónde el periodismo fue sustituido sin más por consideraciones, opiniones juzgamiento y calificaciones saltando toda norma básica y ética fue en la cobertura noticiosa, más no informativa, de la libertad y recaptura del excombatiente de la extinta guerrilla de las Farc ciudadano Seuxis Paucias Hernández Solarte, conocido como Santrich.

Muchas fueron las formas como llamaron en Twitter a los reporteros y periodistas de los mainstream de la radio y la televisión. 

"Publicistas con micrófono".. "Asesores de ventas de multiniveles".. "Propagandistas".. "Se Graduaron en una Notaría como Jueces".. "chicas pre-pagos".."Pseudo periodistas".. "Mercenarios de la Información”.





Es difícil aceptar y entender cómo la cobertura de este hecho noticioso haya sido descrito, narrado y transmitido como si se relatara un partido de fútbol: sin contexto, explicación y creando para la sociedad tensión e incertidumbre durante horas.  

Solo escuché, miré y atendí los sucesos del 17 de mayo por pocos minutos. Era suficiente. 

Las trasmisiones en directo con reporteros que parecían inexpertos, desinformados y sin visión del alcance de su relato y palabras en un lugar y escenario de los hechos complejo y atiborrado de personas sin que ello no terminará en un desastre, fueron innecesarias.

Lo único que se evidenció fue la notoria violación a sus derechos humanos del detenido en su proceso de puesto en libertad y captura y traslado en helicóptero a la Fiscalía General de la Nación.  

Falló el Inpec. Falló la policía. Falló el CTI. Falló la Fiscalía. Falló el periodismo.

Ninguno consiguió apartar a la ciudadanía del lugar ni controlar un suceso que parecía más la salida de un pop start de prisión que la de un ciudadano custodiado y protegido por el Estado.


Los periodistas no somos dueños de la verdad. Tampoco estamos autorizados a imponer una visión propia de los hechos pero, si así fuera, no se puede confundir a la gente sin diferenciar qué es información y donde empieza su opinión.

"El actual momento de la vida del país es particularmente propicio para que se haga esa clase de análisis. Cómo tema de estudio académico identificar cuáles son las noticias que se están publicando. ¿Van a cambiar la vida de la sociedad, o estas noticias van aumentar los dolores de la sociedad?", es la pregunta que me queda como lo advirtió el maestro de periodismo Javier Darío Restrepo en una reciente entrevista que se publicó en este Blog.

No. No fue un día trivial y menos divertido. 

Los colombianos vivimos una semana de una gran tensión, pero sobre todo, de una gran desinformación.

Los acontecimientos que se sucedieron después de la decisión de la Jurisdicción Especial para la Paz de "aplicar la garantía de no extradición porque con las pruebas aportadas no se puede evaluar la conducta atribuida a Hernández Solarte ni tampoco determinar la fecha precisa de su realización" y por tanto solicitar su libertad, puso de manifiesto el bajo interés del periodismo por su responsabilidad con la sociedad.

La renuncia de Nestor Humberto Martinez Neira de la Fiscalía General de la Nación (1) a escasos días de presentarse ante la Corte Suprema de Justicia, la circulación "anónima" de un vídeo y presunta prueba de responsabilidad esperada en el caso (2); la especie ampliamente promovida de una inminente declaración del estado de Conmoción Interior en el país (3); la puesta en libertad y captura inmediata de Santrich (4) y la noticia de ordenar a las tropas que se dupliquen la cantidad de criminales y rebeldes que matan (5) indican un estado de cosas que debería poner a pensar, en serio, en el papel que debe cumplir el periodismo en la sociedad.
   

Todos estamos cansados de lo mismo a diario, como dice Sandra Granada. Soy de la idea de que, buena parte de lo que nos sucede como sociedad se debe, fundamentalmente, al deficiente trabajo de periodistas y reporteros informando al país. 


(*1). Ese proceso de desaparición se inicia con la aparición de la Internet hace 50 años y se impulsa de manera determinante con la llegada de la Web. La Internet surgió en 1969. La Web en 1989.