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jueves, 30 de mayo de 2019

Revista Semana censura a la sociedad por preguntar


 Trabajo del caricuaturista Bacteria @eltajalapiz tomado en redes sociales.

OPINIÓN y ANÁLISIS

Gloria Ortega Pérez

Hablar de periodismo independiente, investigación y denuncia informativa en Colombia, casi siempre, es hablar de Daniel Coronell.

Esto, que debería ser una condición general para todo reportero y periodista, en Colombia termina siendo algo excepcional.

Recuento 

Desde el 18 de mayo, cuando el diario estadounidense New York Times publicó en primera página de su impreso a una columna que en Colombia se estaría reeditando la política del "conteo de cadáveres" o mal llamados "falsos positivos" un malestar general recorrió a la sociedad.

La primera pregunta de ese malestar no fue sobre la comisión de estos crímenes, sino por qué nos teníamos que enterar por el periodismo gringo y no el colombiano que estos graves hechos estaban ocurriendo en  nuestro país, y otra vez.
Solo pasaron tres días para que la gente tuviera respuesta a esa primera pregunta sobre la noticia del NYT que, para ese momento, ya era viral en redes sociales y estaba en boca de la gente de aquí y de acullá, de orilla a orilla entre continentes. 

El periodista Juan Esteban Lewin reveló en La Silla Vacía que antes del NYT la revista Semana tenía la investigación, pero no en "el congelador" a dónde están las historias por salir, sino en una "gaveta". 

Y contó las "varias versiones sobre lo ocurrido", es decir, planteó a los lectores algunas hipótesis. 
La verdad de por qué Semana no alertó a la sociedad con esta investigación, aún hoy está por descubrirse.

A partir de ese momento en periodistas, medios y la sociedad comenzó a gravitar más, muchas más y distintas preguntas y, por supuesto, toda suerte de especulaciones.

Qué no publicaron la investigación por conveniencia con el gobierno Duque; qué los nuevos socios Gilinski no dejaron; qué desde ese negocio María y Felipe López -los otros socios- andaban distanciados y no se ponían de acuerdo en nada; qué prefirieron proteger la vida del periodista porque era muy grave lo hallado...

Todas, disertaciones ampliamente difundidas y hasta creíbles, pero solo en el terreno siempre fértil de la especulación.

Ese murmullo de voces encontró oídos en Daniel Coronel que va más allá de lo revelado por La Silla Vacía y amplia el cuestionario de preguntas netamente periodísticas que conocimos en la que fue su última columna en esta publicación.

En "La explicación pendiente", el investigador Coronell, de manera directa y precisa le formula a la Revista tres preguntas obvias  y razonables que haría un buen reportero:

"¿Por qué semana no publicó las directrices del comandante del Ejército de Colombia que ordena a sus subalternos duplicar las bajas y capturas si esas evidencias eran conocidas por la revista desde febrero? 

¿Por qué en Colombia y el mundo sólo supieron por The New York Times que las órdenes incluían no exigir perfección en el momento de efectuar operaciones militares?

¿Por qué Semana no pudo concluir en tres meses la verificación de autenticidad de los documentos que pudo hacer el periódico estadounidense en unos días?"

Daniel Coronell acostumbró a leer en la tarde de los domingos su columna a miles de seguidores y absolver algunas preguntas en una transmisión vía Facebook Live desde Miami, y en compañía de su mascota Nutela. Pero el domingo 26 de mayo fue distinto. 


Foto pantalla FacebookLive - Abril 7 de 2019
Por primera vez este ejercicio lo harían casi todos los columnistas del impreso ante un "petit comité" de cerca de 100 personas y en un auditorio de Semana en Bogotá destinado para este propósito. 

Sería la primera y última puesta en escena de un acto que en mi opinión era innecesario, antipático y harto farandulero. 

También, la última vez que Daniel Coronell leía su columna  de investigación y denuncia periodística en este medio.

Daniel, calladito te ves más bonito

En la mañana del lunes 27 Coronell y los otros columnistas del impreso desayunaron con el director de Semana Alejandro Santos, como los contó en declaraciones a algunos medios. 

El periodista Coronell estaba en Bogotá para atender diligencias judiciales esa mañana del lunes.

Después del medio día recibiría una respuesta a sus tres preguntas por parte de una de las cabezas editoriales y periodísticas del medio.

"Felipe López, fundador de Revista Semana, me acaba de comunicar la decisión de la empresa de cancelar mi columna. Le agradezco a él, a @asantosrubino y especialmente a los lectores por estos años", nos contó Daniel Coronell en su cuenta de Twitter.
La credibilidad es el único capital real de un periodista y de un medio de comunicación. Son los periodistas los que hacen los medios y no al contrario. Por eso la credibilidad es la esencia de un medio. 
Semana optó por tirar al caño ese capital real -en buena medida obtenido por el trabajo periodístico de Coronell- y dejar en la bancarrota su credibilidad al sacar de sus páginas el excelso periodismo de investigación que realizaba en su columna de opinión, desde hace 14 años, Daniel Coronell.

¡En bancarrota y una deuda inmensa con la sociedad!

"Utilizar la información como poder es poner uno de los fundamentos de la desconfianza", dice el maestro de ética Javier Darío Restrepo (JDR).

Y eso fue lo que hizo Semana al no publicar la investigación y al prescindir del periodista que preguntó por qué no la publicó. Utilizó su poder.

La revista no soló atacó de frente y sin rodeos la libre expresión del periodismo, sino que censuró a la sociedad por preguntar. 

Aunque las preguntas las formuló Coronell las respuestas no eran para él, sino para la sociedad.

No es difícil ni triste, sino MUY GRAVE 

Esto no se trata del periodista Daniel Coronell, sino de todos nosotros, el periodismo y la sociedad.

Sus preguntas pusieron el dedo en la llaga: Semana ocultó una muy grave denuncia sobre crímenes de Estado. 

Ocultarle a la sociedad la existencia de una política de crímenes de Estado, esto es, muertes de personas inocentes que quizás se hubieran podido evitar, es una muy grave omisión periodística. 

Por eso no "es triste lo que ha pasado con la salida de Coronell", como trinó la directora de RCN Noticias Yolanda Ruíz, sino GRAVE, MUY GRAVE y no por la persona del periodista, sino por el mensaje. Tampoco se trata de "un difícil episodio para el gremio". 

El periodista está ante el poder para criticarlo - y esto incluye a los medios-, dando voz a la sociedad para ejercer esta crítica sobre los poderosos. 

Tampoco se trata como dijo la periodista de opinión Paola Ochoa en #MañanasBluRadio (martes 28) que con su columna Coronell busca aumentar sus seguidores y lectores en sus redes, la Revista y en Noticias Uno. 

Pocas horas antes de que Semana sacará al columnista de sus páginas el director de Blu Radio, Néstor Morales, pretendió mancillar la credibilidad de Daniel Coronell acusándolo de favorecer a Juan Manuel Santos durante sus gobiernos. 

Especies y acusaciones soltadas al aire disfrazadas de preguntas y "cortina de humo" desviando el foco sobre la revista y el gobierno, únicos reales implicados con la no publicación de la denuncia.

No le tomó mucho tiempo a Coronell desvirtuar a Morales y sus acusaciones de manera documentada en cinco trinos que recuerdan que, por sus denuncias periodísticas y el peso de la ley cayeron muchos corruptos del equipo ministerial de Santos.


Lo que hace un periodista es cuestionar al poder. El que sea: un gobierno, una empresa, una institución o un medio de comunicación. Y eso fue lo que hizo Coronell: preguntar por qué el medio no publicó la noticia sobre la existencia de crímenes de Estado (mal llamados "falsos positivos"). Eso es, realmente, lo de fondo.

Decir que estas preguntas no merecían siquiera un comentario es tan perverso como la amenaza que constituye para la libertad de expresión que a medios, periodistas y el periodismo no se les pueda pedir explicaciones de su ejercicio profesional o empresarial. 

El investigador y profesor en  comunicación y periodismo Juan Carlos Acebedo señala que Daniel Coronell dio una lección de ética periodística.

Lo suyo ha sido siempre un ejercicio profesional, con el hilo y aguja periodística, poniendo en riesgo su vida y enfrentando junto con su familia permanentes amenazas y acoso judicial.

Los Gilinski y la decisión

Los grandes empresarios no se ocupan en este tipo de decisiones. Para eso están los directores periodísticos para sus negocios de información.

Así lo hizo saber Jaime y Gabriel Gilinski cuando en enero pasado se anunció en un escueto comunicado de tres puntos que ellos y Publicaciones Semana habían "llegado a un acuerdo preliminar para la adquisición, por parte de estos últimos, del 50 por ciento de las acciones del grupo editorial".

El segundo punto del comunicado aleja la idea de que los Gilinski formaron parte de la decisión de Felipe López de sacar a Coronell.

"2) Para garantizar la independencia editorial, la responsabilidad periodística quedaría exclusivamente en cabeza de Felipe López y Alejandro Santos".

Lo que pasó es que no pasó reflexión alguna sobre las preguntas. Es fácil imaginar que tan solo Felipe López dio un manotazo en la mesa desde su más rancia cultura bogotana, clasista, excluyente y segregacionista y gritó: ¡Coronell no va más! Punto.

La sociedad perdió su voz en esta Revista. El periodismo muy mal herido sin uno de sus investigadores indispensables. La democracia más debilitada.

La Revista Semana no reveló una investigación de interés fundamental para la sociedad para evitar que el Estado asesinara personas por intereses no periodísticos y que aún desconocemos.

Seguramente, superando todo tipo de dilemas personales, éticos y profesionales Daniel Coronell coherente y valiente pregunta lo que muchos colegas y la sociedad nos preguntábamos.

Pidió explicaciones para entender cómo, ante graves delitos de lesa humanidad -el asesinato de personas por parte del Estado- el NYT sí publicó la denuncia y Semana no. Es eso no se puede perder de vista.

Más allá de que sea Coronell -aunque es Coronell-, el respeto y afecto de miles de personas se expresó de manera contundente por las redes sociales.

Miles de personas en protesta dejaron de seguir la cuenta de la revista en Twitter que no para de recibir unfollowing (UF). Cientos más comenzaron a cancelar sus suscripciones. Otros tantos lo invitaron a escribir en sus medios digitales e impresos.


Foto de pantalla lunes 27 de mayo 6 pm
Pasados tres días me surgen otras preguntas.

¿Por qué los directores de los medios han estado tan silenciosos en esta grave situación? 

¿Por qué los gremios periodísticos, aunque pocos, no han dicho ni pío?

¿Por qué María Jimena Duzán en su cuenta de Twitter se impuso el silencio sobre el tema y ella ni Antonio Caballero han renunciado a sus columnas en la Revista Semana? 

No es por solidaridad con Daniel Coronell, sino por pura coherencia profesional, ética y humana.

Duzán, Caballero y Coronell han estado comprometidos desde el periodismo contra la violación de los Derechos Humanos y crímenes de lesa humanidad. María Jimena aún más en calidad de víctima del conflicto armado.  

Daniel Coronell se llevará su capital de ética y credibilidad a donde sea que ejerza el periodismo. Es respetado en Colombia y su voz es universal.  

domingo, 19 de mayo de 2019

Twitteros y periodistas cuestionan recientes coberturas noticiosas

OPINIÓN y ANÁLISIS
Gloria Ortega Pérez

La pregunta en Twitter del medio digital El Molino OnLine no sólo es válida, sino urgente.

Una especial controversia generó que "uno de los dos únicos periódicos nacionales, @elespectador, tenga que citar a uno extranjero, @nytimes acerca de los abusos del estado colombiano es muestra de la mediocridad profesional y complicidad con los crímenes de estado de los medios en Colombia", considera la usuaria Isis Giraldo @laladyoracleY va más allá.
Mediocridad profesional sí, mucha, permanente y creciendo.

Complicidada también, entendida esta como un trabajo marcadamente deficiente cargado de omisiones, imprecisiones y opinón de quién informa y decarente de seguimiento, contexto y explicaciones para comprender los hechos.

"El desequilibrio es evidente. El periodista tiene que conocer a profundidad los hechos para poder opinar, y conocerlos es haberlos investigado e informado. El receptor debe tener siempre claro sobre qué está opinando. Todos los días y solo viendo, escuchando o leyendo noticias se comprueba lo que señala el maestro de periodismo Javier Darío Restrepo en una reciente entrevista en Sentipensantes.

"Es un deber enumerar las distintas opiniones y ejercer una función crítica sobre las mismas. Señalar, por ejemplo, cuando una opinión no tiene en cuenta un hecho; exagera las cosas; incorpora datos falsos para una argumentación. Es decir, el periodista debe convertirse en un crítico agudo para orientar a su receptor. La gente es inmensamente sensible a toda tetra de parcialización con la información. Sabe cómo está siendo informada, puede distinguir si están haciendo propaganda a favor de alguien. Y, cuando descubre a un periodista que sesga la información y las mismas opiniones el periodista cae. La gente no le creerá más, ni lo perdonará nunca. La tarea de opinar debe estar completamente separada de la tarea de informar. Cuando un periodista opina se pone de un lado y eso hace que los que están del otro no le crean".

Así ocurre, por ejemplo, con el origen, la razón, y cuál la verdad sobre el asesinato sistemático de personas, ciudadanos líderes sociales y de derechos humanos, más o menos conocidos en toda la geografía de Colombia, pero en particular, en los territorios a donde se libran los debates humanos más definitivos sobre la tierra y sus recursos naturales.
Los medios no. Los reporteros, tal vez. Los periodistas, jamas. Y hago estas distinciones porque así ocurre en la labor informativa.

A veces los medios extranjeros tienen que hacer nuestro trabajo por una razón de seguridad propia y de proteger la información pública. Así lo entendí y viví hace 30 años cuando por falta de fuentes no podía arriesgar una investigación que involucraba al director nacional de la policía en narcotráfico, y tampoco exponer al medio a una demanda y tampoco mi propia vida.

Los MCD Medios de Comunicación Dominantes y mainstream en Colombia (y desde luego en el mundo), tienen como premisa básica que "la información (a saber, su control, selección y emisión) es, más que nunca, poder", o como lo diría Noam Chomsky, control de la opinión pública (o control del pensamiento)".

Desde hace 30 años los medios, el periodismo e incluso sus periodistas tal y como se le conocía iniciaron un proceso de desaparición. La propiedad, dirección y control de los mismos cambió y también sus propósitos. (*1).

Dejaron de ser el sueño quimérico liberal de la élite de familias, humanistas y pensadores con una ideología definida, las más de las veces, para ser lo menos desde hace más de 10 años propiedades de las corporaciones privadas al servicio, igualmente, de las corporaciones gubernamentales sin que dejaran de ser medios de comunicación masivos, pero al servicio de otras causas.

Como escribió Pablo Solana, editor de la Revista Lanzas y Letras y de la Editorial La Fogata de Colombia, "la concentración de los medios en Colombia es tan obscena como la concentración de la tierra".

Por eso son tan evidentes los desaciertos mientras sus aciertos se ahogan en la desinformación como lo señala la usuaria @periodistica: "hace mucho los medios tradicionales manejan líneas editoriales a favor de las instituciones, los políticos y el empresariado que no los hacen confiables para una fuente".

Y también ocurre lo que señala la directora de @NoticiasUno y columnista de opinión Cecilia Orozco Tascón @CeciliaOrozcoT en su respuesta a Gina Montealegre: "No tienes por qué saberlo porque no eres periodista. Pero, a veces, y con razones por ejemplo de repercusión internacional, las fuentes prefieren entregar información valiosa a medios extranjeros (..)".

El buen periodismo siempre estará en la mira de sus detractores y, como advierte la periodista Olga Behar @olgabehar1"a veces los periodistas terminan siendo carne de cañón".



Y así ocurrió.

Al periodista del New York Times le ocurrió lo que advirtió el bloguero @NestorMel15 le podría pasar a un colombiano si hacía la misma noticia: "aquí, hoy, ese reportero tendría una que otra amenaza a la cual pararle bolas".


Nicholas Casey (@caseysjournal) salió del país. En un breve mensaje vía correo electrónico dirigido a El Espectador el director de la oficina de los Andes para The New York Times escribió:

“He tomado la medida de mantenerme fuera del país por las acusaciones falsas que fueron lanzadas ayer en Twitter por María Fernanda Cabal y replicadas por varios políticos en las últimas 24 horas. Este tipo de acusación no tiene sustento y es grave dado la falta de seguridad que Cabal ya sabe que encontramos en este país como periodistas”.


No puede pasar desapercibido un trino del jurista y columnista de opinión @RamiroBejaranoG

Qué un medio nacional haya tenido esta investigación y en lugar de buscar confirmaciones haya optado porno publicar debería suscitar un debate de fondo.

Tarde que temprano, seguramente, se conocerá la respuesta.

Aunque la noticia del New York Times no haya sido producida por un medio de Colombia -que junto con los siguientes dos casos motivan este post- es impresentable que algunos periodistas en Colombia, sin más que su propia opinión, levanten un manto de duda sobre la veracidad y credibilidad del periodista Nick Casey y el medio norteamericano.

Tampoco es en lo que debería concentrarse la sociedad y, de manera especial el mismo periodismo, sino en lo denunciado: que "las órdenes de letalidad del ejército colombiano ponen en riesgo a los civiles".
No se puede perder de vista que "el comandante del ejército de Colombia le ha ordenado a sus tropas que dupliquen la cantidad de criminales y rebeldes que matan, capturan u obligan a rendirse en batalla".

No hay estado de conmoción sino de desinformación

En pocas palabras y mucha claridad es lo que se observa ocurre desde hace meses o años en la sociedad: que esta muy desinformada.

Los responsables de que esto no ocurra son los medios de comunicación.

Sin embargo, todos los días y a cada momento escuchar la radio o ver una noticia supone un ejercicio supremo de disección para cualquiera, pues se debe descubrir qué, de lo que se dice, es información y qué opinión.

En lo personal termina siendo una labor nata de "llamados de atención" por la carencia de precisión, deficiente uso del lenguaje y desconocimiento absoluto y hasta cínico del ABC del periodismo y la reportería.

"¿Quién y por qué se soltó el rumor de que habría conmoción interior y que se extraditaría a Jesus Santrich. ¿Qué se buscaba? Grave", advertía la directora del Sistema Informativo Integrado de RCN Radio @EsperanzaRicoL

El se dice qué, se rumora qué, es posible qué... más la opinadera y especulación de reporteros y periodistas en los medios y en el microblogging Twitter sobre la inminente declaratoria presidencial de declarar "Conmoción Interior", lo único que consiguió fue alterar el ánimo social y confundir a un país que requiere información y explicaciones con plastilina.

Así lo advertía el editor y columnista de La Patria, el periodista Fernando-Alonso Ramírez, cuando se comenzó a esparcir el rumor de que el Presidente declararía la conmoción interior en el país.

Quizás algunos periodistas, reporteros, e incluso mucha gente no se sorprenda ya del trabajo en los medios de información de algunas personas.

Y digo personas porque, por su inobservancia desde hace muchos años al ABC del periodismo, perdieron su condición de periodistas.

"Ojalá se trate de un rumor falso lo de que Duque está contemplando el estado de conmoción: sería la entrada a una dictadura...", escribió alguno más. Pocos actuaron con prudencia.



Libertad, captura y linchamiento mediático

El caso más aberrante dónde el periodismo fue sustituido sin más por consideraciones, opiniones juzgamiento y calificaciones saltando toda norma básica y ética fue en la cobertura noticiosa, más no informativa, de la libertad y recaptura del excombatiente de la extinta guerrilla de las Farc ciudadano Seuxis Paucias Hernández Solarte, conocido como Santrich.

Muchas fueron las formas como llamaron en Twitter a los reporteros y periodistas de los mainstream de la radio y la televisión. 

"Publicistas con micrófono".. "Asesores de ventas de multiniveles".. "Propagandistas".. "Se Graduaron en una Notaría como Jueces".. "chicas pre-pagos".."Pseudo periodistas".. "Mercenarios de la Información”.





Es difícil aceptar y entender cómo la cobertura de este hecho noticioso haya sido descrito, narrado y transmitido como si se relatara un partido de fútbol: sin contexto, explicación y creando para la sociedad tensión e incertidumbre durante horas.  

Solo escuché, miré y atendí los sucesos del 17 de mayo por pocos minutos. Era suficiente. 

Las trasmisiones en directo con reporteros que parecían inexpertos, desinformados y sin visión del alcance de su relato y palabras en un lugar y escenario de los hechos complejo y atiborrado de personas sin que ello no terminará en un desastre, fueron innecesarias.

Lo único que se evidenció fue la notoria violación a sus derechos humanos del detenido en su proceso de puesto en libertad y captura y traslado en helicóptero a la Fiscalía General de la Nación.  

Falló el Inpec. Falló la policía. Falló el CTI. Falló la Fiscalía. Falló el periodismo.

Ninguno consiguió apartar a la ciudadanía del lugar ni controlar un suceso que parecía más la salida de un pop start de prisión que la de un ciudadano custodiado y protegido por el Estado.


Los periodistas no somos dueños de la verdad. Tampoco estamos autorizados a imponer una visión propia de los hechos pero, si así fuera, no se puede confundir a la gente sin diferenciar qué es información y donde empieza su opinión.

"El actual momento de la vida del país es particularmente propicio para que se haga esa clase de análisis. Cómo tema de estudio académico identificar cuáles son las noticias que se están publicando. ¿Van a cambiar la vida de la sociedad, o estas noticias van aumentar los dolores de la sociedad?", es la pregunta que me queda como lo advirtió el maestro de periodismo Javier Darío Restrepo en una reciente entrevista que se publicó en este Blog.

No. No fue un día trivial y menos divertido. 

Los colombianos vivimos una semana de una gran tensión, pero sobre todo, de una gran desinformación.

Los acontecimientos que se sucedieron después de la decisión de la Jurisdicción Especial para la Paz de "aplicar la garantía de no extradición porque con las pruebas aportadas no se puede evaluar la conducta atribuida a Hernández Solarte ni tampoco determinar la fecha precisa de su realización" y por tanto solicitar su libertad, puso de manifiesto el bajo interés del periodismo por su responsabilidad con la sociedad.

La renuncia de Nestor Humberto Martinez Neira de la Fiscalía General de la Nación (1) a escasos días de presentarse ante la Corte Suprema de Justicia, la circulación "anónima" de un vídeo y presunta prueba de responsabilidad esperada en el caso (2); la especie ampliamente promovida de una inminente declaración del estado de Conmoción Interior en el país (3); la puesta en libertad y captura inmediata de Santrich (4) y la noticia de ordenar a las tropas que se dupliquen la cantidad de criminales y rebeldes que matan (5) indican un estado de cosas que debería poner a pensar, en serio, en el papel que debe cumplir el periodismo en la sociedad.
   

Todos estamos cansados de lo mismo a diario, como dice Sandra Granada. Soy de la idea de que, buena parte de lo que nos sucede como sociedad se debe, fundamentalmente, al deficiente trabajo de periodistas y reporteros informando al país. 


(*1). Ese proceso de desaparición se inicia con la aparición de la Internet hace 50 años y se impulsa de manera determinante con la llegada de la Web. La Internet surgió en 1969. La Web en 1989.