“La intimidad es un derecho de las personas que reduce su alcance cuando se trata de funcionarios o empleados públicos. Tal fue el caso de la información sobre la enfermedad reciente del vicepresidente de la República. No obstante ser del fuero íntimo del alto funcionario, esta condición le permite al público conocer su estado de salud puesto que puede afectar su desempeño al servicio de todos los ciudadanos”.
Javier Darío Restrepo
Hoy en la mañana uno de mis amados sobrinos me escribió para preguntarme si estaba o no de acuerdo con la publicación del video del que se hablaba en los medios. Una pregunta que todos nos hemos hecho en las última 72 horas.
Dice el adagio popular que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
¿Cómo es el video?
Es una grabación básica pero de buena calidad (realizada con un celular u otra herramienta), que registra de manera subrepticia (a escondidas) cerca de 8 minutos (no recuerdo el tiempo exacto), una conversación (entre dos hombres) que sucede en un auto y en la que solo aparece uno de ellos en la imagen (el que va conduciendo) en inmediaciones (al aparecer) del Parque Nacional de Bogotá, el 1 de noviembre de 2008 (según fecha amarilla sobre imagen).
¿Quiénes conversan?
Las personas que conversan son dos hombres adultos. Un civil y un uniformado. El de civil conduce el auto es Carlos Roberto Ferro Solanilla, Senador de la República (2008) por el partido de la U y hasta ayer Viceministro del Interior, oriundo de Fusagasugá.
El otro es un uniformado, Ányelo Palacios Montero, subteniente de la Policía Nacional (2008) y hoy Capitán y Comandante de la Estación de Policía de Florencia (Caquetá).
¿De qué conversan?
Ferro y Palacios hablan sobre sexo (los gustos y preferencias de cada uno) y sexualidad (manifiestan no ser homosexuales) con expresiones explícitas (ordinarias) y en la que los dos manifiestan un interés común por buscar un espacio para tener un encuentro íntimo.
El uniformado (Policía) le cuenta al Civil (Senador) que la primera vez hizo "un favor sexual" a un adulto. Que le gustan las viejas. El senador le dice tener permiso hasta las 7. Que es senador hasta el 20 de julio. Recuerdan haberse conocido en Quetame.
El lenguaje y tono de la conversación quizás menoscabe el pudor de la gente, pero sobre todo, el buen gusto.
Hasta aquí el video, sus protagonistas y el contenido. Pero la gente que lo vio, y la que no, cuestiona en lo fundamental tres cosas.
¿Qué se cuestiona del video?
Primero. Que “el video de Ferro no aporta ningún elemento periodístico más que saciar el morbo de un país mojigato y homofóbico. Prensa de rapiña”.
Los hombres homosexuales desde y fuera del closet fueron los primeros en saltar a la palestra pública –la de las redes sociales– para defender el derecho a las preferencias sexuales que tienen los protagonistas heterosexuales del video.
Subrayo que los dos son heterosexuales porque así lo manifiestan en la conversación.
Creer que el video fue publicado para incentivar la homofobia, o porque la periodista es homofóbica o porque es un delito ser gay –como dijo un escritor gay– es un atentado contra el sentido común.
Segundo. Que es “una gran putada” contra la esposa y los hijos de Ferro. Qué se destruyó a una familia. Su círculo social. Su futuro.
“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas. George Orwell”.
Es duro, muy duro desde luego que alguien tire de la punta del telón y le caiga encima la cortina, el decorado y la estantería. Y lo más doloroso, que esos daños colaterales caigan en la propia familia.
Pero, Ferro secretario, Ferro concejal, Ferro senador, Ferro presidente de la U y Ferro viceministro ha actuado siempre con absoluta libertad en su vida pública y privada – que debería ser una sola, diáfana y transparente– y muestra de esta libertad es el mismo video que se cuestiona.
Carlos Roberto Ferro Solanilla es el único responsable de sus actos ante la sociedad y ante su familia. Y si tiene algún dios, pues también ante este.
Hacer público el video no fue lo que, presumiblemente “destruyó a su familia”, sino su contenido. Esa doble vida que lleva/ba? (con o sin sexo, con o sin policías, con o sin putas).
Pero la gente – y no la culpo– se quedó con el contenido sexual, haciendo escrutinio (morboso) de si serían maricas o no juzgando las conductas de los que conversaban.
Vio, escuchó y entendió lo que quiso.
Y no pudieron ver más allá de lo obvio porque, quizás, no tenían cómo. Tampoco yo lo pude comprender de manera inmediata. Tuve que reconstruir toda la nauseabunda historia que rodea el episodio del video. Lo que en periodismo llamamos el contexto.
Tercero. Que la periodista se extralimitó, que “violó el derecho a la intimidad”, que “fue una equivocación garrafal”, que es “amarillista”.
“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques". El video es más subido de rojo que "amarillista" la decisión de publicarlo.
Hay que mencionar que a Palacios lo entrenaron, entre otras cosas, también para eso: hacer videos a las escondidas.
¿Qué dice la ética periodística?
“En ética nadie es juez de nadie, salvo de sí mismo. Cuanto aporta la ética son principios útiles para orientar la propia conducta”.
“La intimidad es un derecho de las personas que reduce su alcance cuando se trata de funcionarios o empleados públicos. Tal fue el caso de la información sobre la enfermedad reciente del vicepresidente de la República. No obstante ser del fuero íntimo del alto funcionario, esta condición le permite al público conocer su estado de salud puesto que puede afectar su desempeño al servicio de todos los ciudadanos”.
“Por tanto, el periodista que tiene acceso a informaciones sobre la intimidad de un funcionario solo se siente autorizado para publicarlas cuando tiene claro que existe una relación con el bien común”.
Eso es lo que respondió Javier Darío Restrepo, maestro y director en el Consultorio de Ética de la Fundación Iberoamericana de Nuevo Periodismo (FNPI).
¿Qué se investiga?
Los posibles nexos entre la llamada “comunidad del anillo” en la Policía Nacional con (honorables) congresistas. Nada más ni nada menos.
Una historia que se remonta antes del año 2000 si bien hasta el 2006 se comienza a conocer. ¡Quince o más años!
Desde el 2004 se sabe que la tal "comunidad del anillo" está-ba conformada por más de 300 muchachos que los sacaban de la Escuela, de manera irregular, para prestar servicio de seguridad en El Campín. Desde allí los llevaban al Congreso, según contó el abogado de la familia de Zapata.
“Un coronel de la Policía era el instigador de toda la operación y era el mismo que los escogía, les daba dinero y regalos. Esa historia que tiene muchos testigos dentro del proceso, se archivó, pese a los testimonios, en la Procuraduría”, dice Hernando Zapata Marín.
Pero desde cuando se denunció el hecho las investigaciones no avanzan.
No es como dice @NachoGreiffenst “que la prostitución es un oficio legal y reconocido por la Ley. Es un delito que exista una red de prostitución? No. Es inmoral? Seguramente sí”.
Tampoco que, “El que un senador se lo pida a un oficial de la policía ni es ilegal ni es prueba de que existe una red de prostitución”.
No. El pecado de Ferro no es subir al auto, en el Parque Nacional o en cualquier esquina, a un policía para tener sexo con él.
Es que era un Senador de la República en un carro oficial invitando a tener sexo a un oficial de la Policía al que, quizás, consideraría para un ascenso.
¿El video es prueba?
Sí. La Procuraduría lo avaló como prueba. Y hoy lo considera la Fiscalía General.
La primera, competente de investigar actuaciones de los funcionarios públicos ̶y el entonces teniente Palacios lo es hasta hoy ̶ , se lo envió a la segunda, a la Fiscalía General que investiga delitos de carácter penal sean o no funcionarios públicos.
La investigación, que quizás avance o la entierren con el video revelado por Dávila, tiene que ver, sin duda, con la confirmada existencia de la “comunidad del anillo” que según el abogado Jesús Vergara “reinó en 10 cursos de la Policía".
¿Se equivocó Dávila?
Aunque he cuestionado a Vicky Dávila (y Claudia Gurissati) haber usado el periodismo a favor de Álvaro Uribe Vélez por ser manifiestamente partidarias de este, creo que Dávila no se equivocó en publicar el video, aunque sí cometió algunos errores.
No fue lanzando una moneda a cara y sello como decidió publicarlo y algunos periodistas ̶ que no entiendo por qué ̶ le quieren hacer creer a las audiencias y a la opinión pública.
La atención y tranquilidad invertidas en esta investigación reciente por Dávila en La FM y la periodista Claudia Morales en Caracol son muy importantes.
Pero hay tres cosas que no hizo suficientemente bien Vicky Dávila, errores en los que incurrió a mi modo de ver.
Primero. Haber revelado el material informativo (el video) con un ropaje sensacionalista de “primicia”; “prueba reina”, etc. Mejor dicho, en su estilo amarillista opacando y distrayendo en gran medida la atención sobre el fondo del asunto.
Segundo. Haber expuesto a las audiencias a un material delicado sin un recuento amplio y suficiente sobre los antecedentes y el estado actual de las investigaciones.
Se equivocó al dar por hecho que como ella, la gente tenía en la cabeza la historia.
Todos olvidaron la investigación –como acá pasa de todo y nunca pasa nada– entonces las audiencias en general no consiguieron asociar una cosa con la otra.
Ver el video en el contexto de una investigación para que pudieran advertir, y ver más allá como ella y como otros más entendimos que todo tenía que ver entre sí.
Tercero. Haber explicado a las audiencias por qué era importante para la investigación que su equipo adelantaba y para el medio dar a conocer el video.
Advertir, además, que el contenido había que verlo, no con un adulto responsable, sino con una visión de largo alcance.
Por eso quizás la gente se quedó con el contenido sexual y no textual.
Pero ni los periodistas -muchos de ellos sus amigos- ni los enredados (los de las redes), tampoco hicieron la tarea de indagar por cuenta propia y riesgo.
Fue un error, recurrente en el periodismo, dar por sentado que las audiencias recuerdan todo y, en este caso específico, era muy importante acompañarlas con elementos de contexto en la comprensión de un vídeo tan importante.
¿Sopeso Dávila lo que pasaría?
Sí, creo. Desde el principio que acometió la investigación de manera paralela con Claudia Morales.
Las dos sabían en lo que se metían. En las fauces del poder. No investigaban curas pederastas sino a miembros de dos instituciones - Policía Nacional y Congreso de la República- presuntamente vinculados con delitos de trata de personas para someterlas a prostitución.
Como señala la escritora Carolina Sanín ¡La "comunidad del anillo" no es un grupo activista LGBTI!
Estos políticos, dice, “que buscan la mutua complicidad (y que, en rigor, no puede decirse que estén en el clóset, sino que simplemente obtienen placer comprometiendo y comprando la dignidad de hombres y mujeres, así como comprometen y compran la dignidad del electorado), serían los primeros que no votarían jamás por garantizar los derechos y la igualdad de la población homosexual, y son los primeros defensores de la ubicuidad y la supremacía de la "familia tradicional".
Sí. Estoy de acuerdo con publicar el video, le respondí a mi sobrino de manera más breve, pero con las mismas razones que aquí expongo.
A la pregunta que nos hace Nacho Greiffenstein respondo no. No lo hubiera publicado de manera completa, aunque sabemos que tarde que temprano se conocería de manera íntegra por otros medios y por otro medio.
Lo hubiera editado e intervenido. Le pondría subtítulos, eliminaría la voz… Etc., es decir lo “suavizaría” un poco. La conversación no tenía nada de erótica y si más bien ordinaria.
¿Qué quien ganó? Perdimos todos.
La sociedad y su derecho de saber acerca de los funcionarios públicos de manera clara, transparente y con elementos que les ayude y permitiera entender el video.
¿La democracia? Desde luego. Porque quedó lesionado el derecho a la información y a ser informados.
(Caricatura añadida después de publicado el post, con autorización de su autor Xtian).
¿Debió renunciar Dávila?
No. Y lo lamento. Tampoco creo que lo hizo por su propia iniciativa. No es su carácter. Por eso se le midió a la investigación más compleja, delicada y peligrosa, creo, en toda su carrera periodística. Pienso, más bien, que fue CENSURADA.
Dávila sí intentó inaugurar una nueva etapa en el periodismo. Pero no como dice La Silla Vacía porque reveló una conversación íntima de dos personas.
Esa "nueva" etapa (por lo menos en la radio) era la de aproximarse a temas vetados, difíciles y complejos como los que atañen a los abusos del poder usando el sexo para ello.
“La rumba del poder, la costumbre patriarcal de acostarse con jóvenes coartados y explotados, no se traduce en una preferencia sexual, ni mucho menos en una reivindicación de la libertad sexual.
Es exactamente lo contrario: es una manifestación más del ansia de dominio sobre el débil. Se trata de un comercio de secretos e influencias (te tapo tus infidelidades, me tapas mis robos al erario, yo te apruebo tus nombramientos, te consigo a un muchacho asustado para que quede a tu merced y tengas una experiencia más de tu poderío, tú a cambio obstaculizas el proceso que me tienen en un juzgado, etc.)”, nos ilustra Sanín.
Quizás ya nunca conozcamos quienes eran los congresistas de la “comunidad del anillo” que abusaron de alguno de los 300 muchachos, o tal vez como en Spotlight estas personas usadas y abusadas comiencen a hablar. Como ayer lo hizo un policía.
Opinión especulativa: La cabeza de Dávila anoche tuvo el valor del precio del azúcar en la bolsa de New York. “Hagámonos pasito que yo no tengo ningún cartel del azúcar”.
Casi todo el generalato cuando cae es por enriquecimiento ilícito, como los narcotraficantes, pero no por delitos asociados a la trata de personas y prostitución homosexual.
No fue el medio. Tampoco la periodista los que destruyeron la “honorable” vida de Ferro. Y aunque a muchos no les parezca, primó el bien común.