La conocí leyendo en letras de molde sus textos
en El Espectador bajo la
dirección de Don Guillermo Cano. Una discípula destacada que recogió sus
lecciones haciéndolas suyas en el ejercicio periodístico durante casi cinco décadas de actividad
y compartiéndolas desde la academia con estudiantes.
Aun siendo yo estudiante en el Externado de
Colombia fue mi modelo a seguir junto con otros grandes como Germán Castro
Caycedo, por mencionar alguno, de esa bella época dorada en dónde el rigor y la
ética alumbraban las letras del periodismo en Colombia, leíamos seis diarios en
Bogotá y veíamos 8 noticieros de TV. Había trabajo para todos y el disenso enriquecía.
Trabajé un corto tiempo bajo su dirección
haciendo un reemplazo de un colega en el noticiero de TV Promec. Después nos juntó intereses comunes: la defensa de la libertad de expresión, la
comprensión de la tutela
y los medios; la formación de audiencias, la
ética para periodistas, el urgente y aún difícil trabajo gremial y, más
recientemente, la fotografía y los medios digitales y convergentes.
Siempre ha sido una periodista independiente.
Rigurosa. Precisa. Directa. También una mujer y ciudadana clara, respetuosa y
amable. Es referente por su calidad humana, ciudadana
y profesional. Sus columnas de opinión “Ocurrencias” (años 70/90) y después “Escarbando”
(90-2000) fueron un hito de obligada lectura por las audiencias, y en especial, por el gremio periodístico.
Abogada, politóloga, periodista, investigadora,
escritora, docente… MaríaTe fue “directora de la revista
Alternativa y del programa De dominio público. Fue presidenta
del Círculo de Periodistas de Bogotá y miembro de su comisión de ética. Miembro fundadora del Instituto de Estudios sobre Comunicación y
Cultura (IECO), de la Fundación para la Libertad de prensa y de Medios para la
paz. Recibió el Premio nacional de periodismo Simón Bolívar en 1981”.
Desde hace algunas semanas tengo el
privilegio, desde el periodismo, de acompañarla en la divulgación de su primera
exposición de arte: TRONCOS.
Después de seis años de indagar, preguntar,
experimentar, descubrir, asombrarse y trascender con el lenguaje del arte y a
través de estos trozos de vida, nos revela su faceta hasta hoy oculta.
La que sigue es la entrevista que me concedió para contar de la primera exposición de Troncos en Bogotá, su faceta en el arte y en la que el periodismo sigue tan
presente como en sus cincuenta
años de ejercicio profesional.
¿Qué son
estas nuevas “ocurrencias” en tu vida periodística?
Mi vida periodística terminó hace ya mucho tiempo porque
este es un oficio que se ejerce profesionalmente cuando se está en un medio con
todos los principios éticos del periodismo.
En este momento soy una abuela cibernauta. Sigo aprendiendo, preguntando. Tengo un
Blog desde el que continúo haciendo
análisis de medios y formación de lectores de medios. Troncos es mi otra
cara oculta. Así que manejo tanto el rol de abuela cibernauta como el de “tronquera”.
¿Te
tropezaste con algún tronco?
Estoy mucho tiempo en Ubaté y fue allí donde los
troncos me empezaron a obsesionar. Creo que el arte es una obsesión. Yo pinté al
óleo muchas cosas –entre otras los retratos de mis hijos – y de pronto comencé a
mirar troncos de una manera distinta. Me obsesioné con esa manera de mirar. Supe
que iba a ser una etapa importante de mi vida. Abandoné el retrato y me dediqué
solamente a los troncos y a la fotografía.
¿Cómo das el
paso de la pintura en óleo a los troncos?
Comencé hace seis años a recoger troncos y a ver
toda su alma, ̶ porque los troncos
tienen alma cuando uno los mira de cierta manera ̶ y
enseguida comencé a explorar que materiales usaba.
Arranqué con el óleo pero vi que no funcionaba en
la madera, se demoraba demasiado tiempo. Después descubrí y me quedé en el
acrílico. Igual pasó con los barnices, las lacas… A ensayar. Eso es lo lindo
cuando se empieza un camino: que uno comienza a ver qué sirve y que no sirve, cómo
lo utiliza. Y por el método que tú y yo conocemos del periodismo ̶ de ensayo y error ̶ va
llegando a lo que uno cree que es lo que uno quiere representar.
¿Cómo pasas de lo figurativo
del retrato a lo abstracto en los Troncos?
Por la memoria. Uno a los 70 años ya tiene acumuladas
experiencias. Nosotros hemos viajado mucho y siempre he ido a museos. Me
interesan ciertos pintores, ciertos escultores…
¿Cómo
cuáles?
Todos los impresionistas, los medioevales…
Obviamente los españoles Goya, Velázquez. Son unos absolutos genios. Tengo la
obsesión de ver como pintan. Y cómo pintan me da ideas. En los museos me dirijo
a un pintor que quiero analizar y me quedo ahí por horas.
Entonces creo que ese aprendizaje está en la
memoria. Después salen cosas que uno no espera, pero que vienen de allá lejos,
de esos caminos de los museos. También he tomado cursos no formales.
Creo que hoy día uno no tiene que formalizar tanto
el arte sino que el arte surge en mil experiencias que me da el periodismo, la
fotografía, lo visual. Cuando estuve en televisión fui pésima porque tengo muy mala
capacidad de expresión, pero si me interesan las lógicas de los medios.
Entonces, en las lógicas de los medios están las
formas y los contenidos, como también están en los troncos. Todo esto se va
uniendo como en un rompecabezas y, a los 70 años uno ya tiene derecho a jugar
al rompecabezas y hacer cosas que uno quiere perdurables.
¿El arte es tu
nuevo lenguaje de expresión frente a ámbitos de tu preocupación humana,
ciudadana, periodística, política…?
Es fundamental. Lo que yo pienso, lo que yo siento
cuando miro al país o cuando miro al mundo influye de una manera sustancial y
fundamental en la manera cómo voy a tratar los troncos.
Por ejemplo la serie que se llama Identidad es
sobre Colombia. La serie de los grises es más abstracta. Me parece que lo
abstracto mezclado a la forma que tienen los troncos cuando los miro y los
escojo me va inspirando y me hacen crear algo que quiero expresar.
¿Cuándo coges
un tronco observas de entrada algo en este o pasa un tiempo de relacionamiento
con ese trozo de materia orgánica y descubres algo? ¿Cómo es
ese proceso creativo?
Siempre estoy caminando por el campo. Muchos
kilómetros. Allí empiezo a mirar los troncos. Los hay dos tipos: los troncos
vivos y los troncos muertos. Los vivos también tienen unas formas muy bellas ̶ tengo muchas fotografías en el blog ̶ entonces a partir de ahí comienzo a ver mucha
vida.
Cuando tropiezo con troncos que han caído o cortado
porque amenazan desplomarse sobre un camino, cuerdas eléctricas, etc., los veo
en su forma bruta y empiezo a mirarlos para ver que me sugieren. A partir de ahí,
con mis amigos Pacho y Eva que trabajan en la finca les digo: Pacho cortemos
por acá, este pedazo y este. A partir de ahí ya estoy empezando a ver alguna
forma que va a implicar violencia, amor, desamor… Todos los conceptos de la
vida humana.
¿Es decir que cada tronco de tu obra no es el que encontraste sino el que has cincelado, roto, curado, que has mirado con la luz de la
pintura?
No porque yo no soy escultora. Varias personas me
han señalado que lo que soy es una pintora. El curador de hecho habla de
pintura. Porque los troncos, sus pedazos, están ahí.
¿Los troncos en sí
mismos ya son una escultura?
No tienen todavía la forma de
escultura pero les voy dando ese sentido a partir de los huecos, las grietas
y los salientes que dicen algo, pero el significado se lo doy yo. Por ejemplo
(me muestra obra) este se llama Nueva Generación porque hay un deseo de
avanzar, de seguir. Este se llama víctimas....
A partir de ahí busco otra manera de expresar la
máscara… A esta serie les puse los colores de la bandera, pero unos colores muy
diseminados. Y los grises son otro tema, ahí lo que busco es más lo abstracto:
una que se llama paloma, imploración porque me parece que es un ruego a que por
favor no sigamos así. Entonces cada uno tiene su sentido. Desplegando es como
moviendo los brazos. En fin, aparecen las formas en el tronco sin que yo lo
haya tocado.
¿En qué
punto del camino está María Teresa Herrán con respeto a la obra troncos? ¿Cuánto tiempo estarán
contigo? ¿Qué sientes que podrá ser tu camino desde el trabajo del arte?
Todavía estoy obsesionada con los troncos pero de
otra manera. La exposición Troncos es identidad, depredación, violencia,
minería ilegal… Un trabajo de hace 6 años. Pero ahora estoy viendo, buscando
concretamente rostros en los troncos porque siempre me han obsesionado los
rostros de la gente.
Después del
camino recorrido en el periodismo ¿Qué significa llegar a esta instancia?
Pues mijita a los 70 años ya no tengo mucho camino
(risas) pero sí estoy en una etapa de placidez. Creo que el arte requiere de una placidez que sea entusiasta. Es decir: uno a los 70 años está más allá del
bien y del mal. Entonces no le importa seguir mucho hacia adelante sino lo que le importa es presente. Y esa placidez se refleja en que yo paso horas y
horas sola, con los troncos y se me va el tiempo.
No me doy cuenta y a veces comparo esas horas de
placidez con las horas en las que uno ve a esa Colombia gruñona, peleona, que
está perdiendo el tiempo en reunionitis, dialoguitis y entonces me siento
feliz. ¡Menos mal ya no estoy en estos... agites!
¿Expusiste
alguna vez oleos?
No. Nunca.
¿Por qué?
Porque no me sentía segura. Por ejemplo en tres oleos de formato grande que son mis hijos está expresado como los quiero y cómo son sus
personalidades. El rojo, verde y azul. Ahí les puse todo el color y el afecto
como principiante. A veces lo que uno hace como principiante es perdurable.
¿Qué
expectativa tienes con la exposición de troncos?
Aspiro como aspiraba en el periodismo, primero, a
divulgar. A que se conozca lo que estoy haciendo y no por vanidad sino por
necesidad. Como a veces decimos con Javier Darío (Restrepo): a estas edades es una
necesidad de trascendencia, de dejar algo que trascienda de la vida cotidiana… Se
tiene necesidad de transmitir. En eso, creo, se parece el arte y el periodismo.
Si uno transmite, está contento. Qué otras personas reflexionen sobre la
identidad, sobre los abstractos, en fin, sobre todas las cosas y eso es una
necesidad que lo hace a uno feliz.
Durante esta
conversación el periodismo ha estado presente todo el tiempo. Me pregunto sí es una
sombra o una luz.
Durante mucho tiempo había, ̶ y sobre todo aquí en Colombia ̶ la idea de que el periodismo no era
literatura. Y el periodismo es literatura. Y la consagración de Svetlana fue la
demostración de qué sí.
Hoy la gran oportunidad que hay en el arte y
en el periodismo es que todo se puede mezclar con unos principios universales.
Ya no existen esos compartimentos estancos en que se decidía esto sí es arte y
esto no. Es decir, le da mucha oportunidad, a veces desperdiciada para hacer
cosas distintas. Mezclar imágenes, vídeos, oleos… Todas las posibilidades del
arte son inmensas.
Pareciera que estamos viviendo en un momento en el
que para expresarnos nos permite usar muchas herramientas y hacer ese ejercicio
[el periodismo] más universal…
Así que clarísimo. Casi que ahora el reto no es
tanto la cantidad de oportunidades que antes eran muy escasas. El reto ahora es
darle sentido a esas oportunidades.
Fotos de Jairo A. Llano.
Exposición de TRONCOS 12-17 de diciembre, Galería Cero, Bogotá.