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lunes, 27 de mayo de 2013

El Estado que se niega a dialogar, pone en riesgo a su población

Ayer conocimos los colombianos el I Acuerdo en la agenda de diálogo entre la guerrilla de las Farc y el Estado colombiano a través del gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Diálogo que se inició en octubre de 2012  para poner fin al conflicto armado e iniciar un camino de construcción de la Paz en condiciones de no guerra.

La defensa de la paz y la construcción de la democracia en condiciones de participación e igualdad son nociones que se conocen en Colombia, pero sobre el papel. Incluso sentarnos a dialogar es un ejercicio que nos ha sido difícil como nación.

El 14 de mayo de 1989, en las montañas del Cauca, se sucedió un inesperado "foro". El educador, escritor y filósofo Estanislao Zuleta visitó a Carlos Pizarro en la “Ciudadela de la Paz” en el “idílico paraje” y asentamiento provisional en las montañas del Cauca que el presidente liberal Virgilio Barco adjudicó al M-19, en enero de 1989, para que se desarrollara el diálogo para la desmovilización y reincorporación del M-19 a la vida civil. 


Un territorio en el que surgió “lo maravilloso de lo pequeño”, como lo soñó Pizarro y representó el acuerdo de paz.

Allí estuvo la manada, como diría Kapuscisnki. Cientos de periodistas yendo, viniendo y viviendo para realizar la cobertura de la desmovilización y entrega de armas del  M-19 el 2 de marzo de 1990. Un proceso histórico en el que los combatientes creían y soñaban un país posible a donde cupiéramos todos pensando, hablando y construyendo. 

Según me cuenta Rafael Vergara, algún oficioso asistente en el encuentro grabó la exposición cuya transcripción de 70 páginas llegó poco después a su cuidado. Ya estando en Ciudad de México (1991), Rafael se encierra a "conversar con el texto de Zuleta ya ha muerto. De ahí renace el largo texto en homenaje póstumo, mutado de lo hablado a lo escrito” y cuyo titulo original es: La construcción de la democracia tiene dos problemas: nuestra historia y la democracia misma: Estalisnao Zuleta.

Con “la frialdad de un erudito” y, seguramente en tono de educador más que de filósofo, Zuleta le habló a los guerrilleros apelando a su característica oratoria. Su reflexión no fue sobre los asuntos sociales, ni agrarios, ni económicos, y menos  sobre la participación política de la guerrilla que, también hoy, es asuntos de fuertes debates  y discursos públicos.  

Zuleta reflexionó sobre el valor sagrado del diálogo, la participación, la igualdad, la paz, los derechos humanos, la cultura. Sobre los conflictos que enfrenta la democracia, sobre la comprensión que se tiene de esta y su débil funcionamiento.

Los sueños, deseos, esperanza y fe de millones de colombianos, de manera especial a los más golpeados y ninguneados por el conflicto armado, los indígenas y campesinos colombianos esta en juego. 

Sentipensantes presenta algunos apartes de la exposición de Estalisnao Zuleta recogidas en el documento, tan actuales y válidas para la Colombia del 2013. Quizás releer este texto nos permita seguir en el camino del entendimiento y comprensión en este momento histórico. 




Momento y encuentro

Con las luces del alba despuntando entre los cerros, Estanislao Zuleta, un heterodoxo e iconoclasta filósofo colombiano, marxista inorgánico y freudiano, explorador de los laberintos del pensamiento y profesor universitario antidogmático, subió pesadamente al auto que debía conducirlo a un lugar sui generis: Santo Domingo, Cauca "Ciudadela de la paz".

Salió de Cali y entre las verdes montañas, un firmamento azul intenso y limpio y múltiples retenes militares, institucionales o sorpresivos, fue poco a poco adentrándose en este mundo real maravilloso que es la Colombia de hoy. Lleno de ilusión y con 88 mil muertos flotándole en la cabeza – la dura y la fría estadística de los últimos 4 años de violencia o, si se quiere, de los años de gobierno del presidente liberal Virgilio Barco – fue rutinariamente sorprendido por un retén militar desplegado visiblemente en Tacuyo, Cauca.

“¡Ah!, va a verse con guerrilleros del M-19”, exclama con energía un joven oficial, lo reseña en el libro de “Visitantes” y lo deja seguir. Superando un nuevo y último retén, un kilómetro de tierra de nadie, una pequeñísima frontera separa dos mundos que extrañamente coexisten.

En la Fonda – el retén guerrillero -, otro joven de aspecto similar, más informal quizá reconoce sus canas y su larga barba blanca. Se levanta la barrera y se abre a sus ojos y sentido un campamento en tregua, la realidad de unos acuerdos suscritos con el gobierno en 1989 y que preveían concentraciones de hombres en armas con voluntad de dejarlas y reincorporarse a la vida civil.

Uno de los autores de esta experiencia inédita, Carlos Pizarro, comandante de la organización, lo esperaba con su Estado Mayor y doscientos guerrilleros de distinta procedencia, como distintos eran sus grados de cultura y extracción social.

Pese a la fuerte tensión existente entre ejército y guerrilla, el filósofo fue el primero en llegar a darle una voz de aliento a lo nuevo,  lo desconocido. El 14 de mayo de 1989, sentado en el centro de un imponente escenario natural: Los Andes, el frío, antiquísimas palmeras de cera que tocan los cielos, un riachuelo saltarín que baja del páramo y un centenar de guerrilleros de piel cobriza, negra o blanca, inició esta charla informal, que hoy, en versión libre y resumida presentamos como homenaje póstumo del quehacer de un filósofo y un universitario en una sociedad en crisis.

"Las precisiones

A ustedes que se embarcaron en la defensa de la paz y en la lucha por construir una democracia amplia y participativa, voy a hablarles de lo difícil que es sustentar y defender la democracia. Hay dos problemas: nuestra historia y la democracia misma. 

La democracia no pertenece a la tradición de la izquierda y esto hay que decirlo francamente. La tradición nuestra ha estado determinada por el marxismo, que no es un pensamiento democrático. En sentido estricto, ideológico, Marx no lo era. Cuando Marx comentó los derechos humanos confundió la ideología individualista, sensualista, utilitaria y liberal de la época con el acontecimiento político mismo. Marx criticó una ideología que proclamó los derechos humanos como una expresión simple del egoísmo del mundo capitalista, del mundo burgués individualista, y de paso criticó esa concepción de los derechos.

Los derechos humanos

Los derechos humanos como expresión, tienen un origen: la declaración francesa y la norteamericana, que son anteriores a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU y los cuales son retomados por ésta torpemente. Así, se asimila democracia con derechos humanos, considerados son conceptualmente una misma cosa. Y esto es torpe porque la Declaración está basada en una cierta concepción  ideológica de la naturaleza humana. Se dice, por ejemplo, “Dado que todos los hombres nacen libres e iguales (...) deben tratarse con fraternidad y todos tienen derechos...”

La verdad es que, pese a lo generoso, es radicalmente falso: los hombres, sinceramente, no nacen libres e iguales. Los gorriones si nacen libres e iguales; los hombres nacemos en clases y razas distintas: unos nacen con poder, otros con debilidad, mientras unos tienen la posibilidad de abusar, otros – la mayoría – son vulnerables a los abusos. Lo que parece positivo – “libres e iguales” – termina siendo negativo y restrictivo.

Es el caso de aquel principio que se maneja con gran liberalidad: “El derecho de cada cual termina donde comienza el del otro”. ¿Cuál derecho? ¿El de la propiedad? Eso era lo que le molestaba a Marx. Hablando de la propiedad, este principio es correcto, pero no se ve claro por qué mi derecho a educarme termina donde comienza el derecho del otro, o mi derecho a tener casa o salud. Ahora bien, el derecho de asociación depende de que los demás tengan ese derecho. Si no hay derecho a libre asociación o si sólo tiene derecho a existir un partido único, entonces yo en verdad no tengo ningún derecho. Es el caso también de la libertad de expresión.

Si el Estado sólo quiere escuchar su propia voz y además pretende que es la voz del pueblo, la libre expresión no existe. Esa libertad es de todos o no existe. En las sociedades teocráticas existe la libertad de expresión, pero ésta es la del Imán.

El diálogo como necesidad

El diálogo es hoy el elemento más importante para la humanidad, estamos en el aprendizaje del diálogo.

Hace muchísimos años - 500.000 - la humanidad se encontraba también en el borde de perecer, las otras especies estaban mejor armadas y amenazaban con el aniquilamiento. Comenzó entonces el agrupamiento en tribus y, como no es instintivo en nosotros ser gregarios, la humanidad tuvo que inventar el lenguaje, las instituciones, las leyes, la prohibición del incesto, inventar el Estado porque sólo en grupo podía hacerse frente a los desafíos del medio hostil externo.

Ahora la humanidad tiene que inventar el diálogo también para sobrevivir. Ahora la destrucción no se debe sólo al medio hostil externo, ella misma se autoamenaza con las armas nucleares, con la destrucción de la naturaleza. El diálogo y la concertación son las armas de la supervivencia: o aprendemos o sucumbimos.

Si cada Estado, pongámoslo a ese nivel, en nombre de su soberanía se niega a dialogar, pone en riesgo a su población y a la humanidad.

Al nivel macro o máximo el diálogo es una condición fundamental de sobrevivencia. Pero el diálogo tiene que ser racional, ofrecerse a la argumentación, estar dispuesto, abierto a escuchar al otro; tener capacidad argumental de sustentar sus propias posiciones.

La democracia se conquista a diario

Como decía al iniciar esta charla; todo poder - y esto hay que aprenderlo - si no está controlado por aquéllos sobre los que se ejerce tiende inmediatamente al abuso de poder. Si un poder no es objetable, discutible, disputable y sustituible se identifica con el abuso de poder, es en sí un abuso - por tal no puede ser legítimo -. El abuso de poder se ejerce sobre los sectores más vulnerables de la sociedad, por eso es ahí en donde debe darse la mayor solidaridad.

Este es un tema máximo de la lucha efectiva por la democracia. Los derechos se han ido conquistando poco a poco pese a que la Declaración de los Derechos Humanos va a cumplir dos siglos. El derecho de asociación sindical fue conquistado en el siglo pasado tras largas luchas, mientras que el voto femenino se conquistó hasta este siglo. La proclamación de los derechos humanos no significa el ejercicio inmediato de los mismos, son conquistas que van creciendo, ¡Esto es la Democracia!.

A la conquista de derechos se le puede dar varios nombres: en nuestra manera de luchar por la democracia le llamamos poder popular. Cuando se conquista el derecho de asociación sindical o el derecho de organización de masas - comunas municipales, juntas de acción comunal, formas orgánicas de presión - ha crecido el poder popular: la democracia, y se ha hecho una conquista contra la miseria. La miseria no es sólo carencia de alimento, de vestido, de vivienda, de servicios... , es, además de estas carencias, impotencia para luchar con eficacia contra ellas. Impotencia es dispersión. Hay una miseria más triste que cualquier miseria cuantificable en cifras, en calorías, en carencia de agua, medicinas, en salario, en ingresos, y es esa misma miseria cuando no es vivida en forma de solidaridad sino de dispersión.

Cuando cada familia en el barrio vive su pequeña tragedia aisladamente de los otros sin que esa muchedumbre de tragedias superadas puedan dar lugar a un proyecto común, a una acción mancomunada, a un trabajo en comunidad, esa miseria de la dispersión, del aislamiento y la separación es la más triste de todas, porque es la miseria sin esperanza.

Sobre todo, la esperanza

El hombre puede estar privado de cualquier cosa menos de esperanza. Según la leyenda griega, Prometeo fue encanado al Cáucaso por haber revelado a los hombres los secretos divinos: les entregó el fuego, los metales, las artes, la agricultura; entonces los dioses, celosos de ese ser que iba a crecer tanto, lo condenaron al terrible suplicio. Sin embargo, Prometeo dice en el texto de Esquilo "No, no solamente les di lo que dicen los dioses, les di más que eso, les di algo más importante, ¡les di la esperanza!".

Y en efecto, lo que hay que vencer es la incapacidad de los pueblos por organizar la esperanza, una esperanza razonable, no el delirio de que alguien va a llegar y va a trastocar el mundo, sí una esperanza, una fuerza creciente.

La lucha por la democracia es la lucha por la fuerza creciente del pueblo, no se trata de sustitutirlo por un ejército aunque sea muy eficaz y bien intencionado, la lucha es por hacer que crezca la fuerza del pueblo mismo. Esto nos da un panorama efectivo de que en qué consiste la democracia.

La cultura es un arma poderosa

Es importante que la democracia se conceda de manera concertada, pero no es suficiente. Es valioso que se escriban leyes en libros, pero de poco valen si no existe el poder de hacerlas cumplir o si no están impresas en la mente de los hombres o el pueblo no las conoce. Tener un derecho que no se conoce es lo mismo que no tenerlo.

Así pasa en nuestro pueblo: aunque existe un personero, un procurador ante quienes quejarse de los abusos del ejército o de la policía, esto no se hace porque se desconoce la existencia o función de ese derecho. Por eso hablaba antes de la miseria más allá de las duras carencias materiales, ese aspecto triste de la miseria cuando se vive como fatalidad natural. "De malas, ¿no?", dice la gente: 

"Nosotros que no tenemos más que un platito de arroz y una sopita de nada. De malas, ¿no?..." Esa es la tragedia más triste, la tragedia sin esperanza, la que no da lugar a un combate, a una lucha, a una suma de fuerzas, sino a la dispersión. Es que la resignación es una de las virtudes, menos democráticas que se haya inventado; la esperanza es todo lo contrario: la más democrática.

La democracia no es para celebrar que ya se dio. ¡No!, es para que crezca, y crece cuando se expande la cultura. Entonces la capacidad de decidir es mayor y más eficaz. Hay más capacidad de inventar, de participar, de producir organizaciones, de intervenir sobre la historia, la economía. La democracia crece en la medida que crece la cultura.

La medida de lo democrático

Las autoridades son democráticas, no por lo que está escrito en una Constitución. La Constitución, aunque lo diga, no es democrática si no encarna las actividades y los sentimientos de un pueblo y las relaciones que los pueblos tienen entre sí. El antiguo cristianismo decía, con razón, que la letra mata y que el espíritu vivifica. Pero: ¿Cuál es el espíritu de la democracia? : el pueblo en lucha de sus derechos, por los nuevos derechos. Lo demás es la letra de la democracia.

Democracia total no existe si no hay praxis constante, por eso la tarea de desarrollar la democracia es finita.

Si uno quiere saber en qué medida es democrático un país, lo que hay que investigar no es lo que la Constitución dice, lo que el sistema dice de sí mismo, sino lo que el sistema hace, es decir, de qué manera viven los ciudadanos ahí. A los individuos no se les puede juzgar por lo que dicen de sí mismos - y esto sucede en los Estados o los regímenes - cualquiera puede decir que es un genio incomprendido o un Estado democrático. Lo que se requiere saber qué genialidades hace, cuáles derechos pueden ejercer los individuos.


Nuestra Antidemocracia

Una cosa son los derechos y otras las posibilidades. ¿De qué sirve el derecho de expresión si no existen los medios personales o colectivos para ejercerlos?

Entonces, suele confundirse la defensa de la democracia con la defensa de sociedades injustas, que se autoproclaman “democráticas”. De aquí la dificultad en defenderla.

Los enemigos: El ayer y el hoy

Ustedes se han comprometido a defender, promover y construir una  democracia ampliada, participativa y van a encontrarse con grandes dificultades, reservas y hasta hostilidades.

Clásicamente se ha combatido la democracia de dos formas, y este debate tiene ya milenios. Se la ha combatido desde el racionalismo y desde el irracionalismo.

El ejemplo del racionalismo está en Platón, que era adversario de la democracia ateniense. Si bien se trataba de una forma de gobierno extremadamente limitada, pues sólo tenían derecho a ejercerla los ciudadanos con exclusión de los esclavos, que eran la mayoría, la democracia era muy desarrollada. Durante la época de Pericles, el ciudadano ejercía su derecho: polimizaba en la plaza pública, hacía propuestas, vetaba, decidía por votación, elegía al dirigente por un período... ejercía las ventajas de la democracia. Nadie ocupa el poder por derecho propio, sólo se puede ocupar por delegación transitoria, 4,5 o 6 años y cumplido el periodo, elecciones y vuelve y juega. Reconquistar o perder el poder es el rasgo esencial, no existe el derecho propio o por sangre, nobleza, derecho de propiedad, herencia o porque se tiene la “VERDAD”.

Para Platón, a la autoridad o el poder los legitima sólo el saber, por eso propuso en la República el gobierno de los filósofos y para justificarse daba un ejemplo: el del capitán del barco. ¿Quién puede serlo? Sólo el que mejor conozca la navegación, los vientos, los mares, y las estrellas para guiarse. Esa, para él, es la autoridad legítima. Ni la elección por parte de la mayoría de la tripulación, ni un asalto al barco, ni un golpe de Estado, digamos, legitima; sólo el saber puede hacerlo. Claro, Platón se olvidaba de un pequeño e importantísimo detalle: en política no se trata solamente de lo verdadero y lo falso sino también de los intereses. Si ese señor que sabe tanto de las mareas y las estrellas y que domina los vientos tiene la particularidad de querer llevar el barco a un puerto donde sólo él y su familia hacen buenos negocios y donde la tripulación no quiere ir, su poder nunca será legítimo.

Otro elemento más: en el barco está bien que sólo haya un piloto y no que tres partidos estén disputándose el timón y sucesivamente cambiando el rumbo, porque a lo mejor se estrella el barco o no llega a ninguna parte. Si dejamos la metáfora y nos adentramos en las sociedades, el asunto se complica por aquello de los intereses encontrados, los grupos de opinión o de poder diferentes.

Me he ido a ese ejemplo tan antiguo porque la idea del saber como legitimidad está absolutamente presente hoy: las minorías son las que tienen formación, son las más ilustradas. Los opositores de la democracia, las mayorías ni siquiera saben o entienden; entienden los expertos, los ilustres, los padres de la patria, los tecnócratas... y se preguntan ¿para qué un plebiscito si el pueblo no sabe de qué está opinando? Pan y circo, a lo sumo.

No, no es una idea rara de Platón, es una corriente antidemocrática en el presente. El saber, por ejemplo – ese privilegio que “legitima” e ilumina sobre el destino de la historia y sus leyes -, no necesita estar ya en los filósofos, puede estar en el comité central de un partido o en el club de los expresidentes. Esos que tienen hoy el poder “legítimo” del saber son Platón, o los que en nombre de la ciencia del marxismo-leninismo o de la revelación, del Corán o del neoliberalismo, se colocan por encima de la sociedad y representan la antidemocracia del hoy.

Pero el asunto no queda allí, se da también una manipulación de la “verdad” o las “verdades”. ¿Cómo va a ser falso que el saber del Corán se lo dictó el arcángel San Gabriel a Mahoma en una cueva? ¿O que, como vocero del Espíritu Santo y especialista en las comunicaciones del cielo, vino a contarle a la virgen María sobre su embarazo...? 

Esos, junto con los racistas o los “representantes imaginarios”, son los adversarios de la democracia.

Los “representantes imaginarios” son, por ejemplo, los representantes del ataque. El ejército se siente representante de la patria. Nadie lo ha nombrado, pero actúa en su nombre, olvidándose que la patria somos todos. Se autoprocloma defensor frente al enemigo interno y eso autojustifica su acción. No son quizá peligrosos en el sentido político, pero sí en el otro sentido.

Volviendo a la legitimidad del saber y su superación, quizá lo que se necesita es que la gente aprenda por sí misma, se lance a bailar; que la gente participe, que elija nuevamente, que se equivoque; porque sólo actuando se aprende el ejercicio de la democracia, sólo bailando se aprende a bailar.
No es que se dé a la gente clases de democracia para que, ya graduada, pueda votar o pueda asociarse.

La democracia como fuerza

Hoy, más que nunca, se requiere del control del poder porque el poder sin control termina en abuso. Se necesita el control del poder político, del poder del Estado por parte de quienes lo soportan. Un control efectivo.

La democracia es para los pueblos la cátedra IN VIVO de la política, la necesidad de aprender a luchar continuamente por sus intereses y a averiguar cuáles son. La universidad de la democracia es la vida misma. La democracia es siempre un proceso en ampliación, no existe como obra terminada.

El poder necesita ser controlado y no sólo el poder político. Una persona abusa de su poder económico cuando agrede a sus empleados. Por ello, los trabajadores deben tener derecho a asociarse en un sindicato que, como tal, se convierta en un poder, en contrapeso frente al capitalista. ¿Qué obliga al capitalista a conversar con el trabajador? El temor a un paro que le pueda afectar sus ganancias, es lo que obliga a conversar con sus trabajadores, a aceptar un pliego de peticiones. La capacidad del trabajador limita la posibilidad del abuso del poder que tiene el capitalista y así en el conjunto de la sociedad.

En nuestra época, el diálogo es lo más importante, pero detrás de él tiene que haber fuerza, sin que esto signifique necesariamente violencia. No se trata que el sindicato se tome la fábrica a bala, sino que tenga como tal capacidad de agrupar la fuerza de todos los trabajadores.

La fuerza tiene muchas formas. Es muy probable que el gobierno no se siente a discutir con trece ilustres pensadores inermes, pero sí lo hace con el M-19 y ello se debe a que le reconoce algún poder.

Esto deja claro que no fue un error el proceso en que se construyó ese poder porque él dio pie a que hubiera diálogo. Y el diálogo apoyado por las masas es la fuerza y es tan decisivo o más que un poder armado.

Es que las armas no lo son todo, no hay que creer demasiado en ellas. El caso de la España y la Argentina de hoy son muy educativos al respecto. Ambos ejércitos han tratado de dar golpes de Estado y han fracasado porque han tenido toda la sociedad en contra. La capacidad de dominar a una población rechaza en forma unánime el régimen.

Pluralismo: Esencia de la Unidad

Si uno no está dispuesto a poner en práctica estos principios, podrá hacer pactos de no-agresión por comodidad, pero no habrá diálogo. La hipótesis de "yo tengo toda la verdad, el otro está completamente equivocado" o "no tengo nada que aprender en esta discusión", en síntesis, la subvaloración del contrario, atentan contra los principios que deben regir el diálogo, porque este impone la argumentación de que la argumentación del otro puede tener aspectos válidos; nos referimos al valor educativo de la diferencia, de la pluralidad.

Una característica esencial de la mentalidad democrática, en un sentido moderno, es la aceptación del pluralismo por la sola razón de la imposibilidad de conseguir la unanimidad. Los hombres, los partidos, los grupos de intereses, piensan distinto; las gentes tienen diversas opiniones, creencias, religiones, gustos. Someternos a una sola idea o creencia produce terror absoluto, aunque por el terror es imposible someter al ser humano.

Por terror lo pueden obligar a uno a hacer cosas que uno no desea, pero hay dos cosas a las que nadie puede obligarnos: a amar y a pensar. El más horrible tirano con un aparataje terrible nos puede obligar a arrodillarnos; puede torturarnos para, a veces con éxito, lograr confesiones; puede intimidarnos con su estado de sitio para que no salgamos a la calle, pero lo que no puede hacer es obligarnos a pensar como él o a amar o dejar de amar lo que se ama. Hay un margen no tocable de la libertad. Ese límite es el que determina el fracaso del tirano; un límite no traspasable que es donde el hombre piensa, desea y ama.

Hay que aprender a amar la pluralidad y esto, reconozcámoslo, es difícil. Estamos acostumbrados a creer en nuestra idea como la única verdadera, no cuestionable no enriquecible. Estamos acostumbrados a declarar herejes o revisionistas, o cualquier cosa, al que difiere de nuestra idea. Estamos acostumbrados a pensar en términos de buenos y malos, a organizar partidos fanáticos que producen naturalmente - así como el hígado produce bilis - sus ortodoxos y sus herejes.

El ocaso de los dioses

En este sentido, la primera mitad del siglo XX fue una época catastrófica para la humanidad. Es la época de los partidos de derecha a izquierda en el poder: Hitler y Stalin; la verdad absoluta de un lado y del otro, la historia como seguridad de realización de la idea.

En la historia triunfa la raza superior o la victoria histórica será del socialismo y del proletariado. En síntesis, en la historia triunfará la verdad. Estar en contra de los que yo digo no es estar en contra mía como persona, es estar en contra de la historia y la naturaleza de las cosas, en contra - en otra época - de Dios. Es criticar o estar antagonizando contra tres enemigos terribles que al mismo tiempo lo habilitan, lo hicieron y lo dominan a uno y todo lo que existe; la Historia, la Naturaleza y Dios. Y con voceros en la tierra contra los que no caben antagonismos; porque la crítica, por ejemplo, a Stalin no es contra la persona, es contra la Historia Universal, pues él es un instrumento, voz de la historia. Esta es una de las formas más perversas de la "Identidad imaginaria".

Si quien habla es el representante de Dios, ustedes verán las dificultades que significa estar en desacuerdo con dios. Es grotesco, pero funciona. Hoy sigue siendo gravísimo enfrentarse a esos dioses, pero tienen un contrincante: la democracia, la diferencia nutriente de la igualdad. Hay que aprender que la pluralidades un enriquecimiento y que el diálogo racional es la manera efectiva y real de tratar a los hombres como iguales. Ahí es donde se aprende la noción de igualdad. Igualdad en sentido preciso no-semejanza: o uniformidad; igualdad como existencia de diferencias que no se convierten en pretextos de dominación. Diferencia de ideales, de deseos, de pensamiento, de gustos, de costumbres... Igualdad es que la diferencia no dé pie a que unos dominen a otros.

Esa igualdad es la que se produce en el diálogo racional. El diálogo con argumentos es una escuela de igualdad humana, por eso la argumentación, la demostración se hace entre iguales que se reconocen y respetan. Si a un ser se le ve como inferior se le amenaza, se le intimida o se le obliga; si se le ve como superior se le suplica, se le seduce.

Existe una gran diferencia entre aceptar porque se está de acuerdo con un argumento correcto, a aceptar por temor a que me disparen o me peguen.

La medida de lo democrático

Las autoridades son democráticas, no por lo que está escrito en una Constitución. La Constitución, aunque lo diga, no es democrática si no encarna las actividades y los sentimientos de un pueblo y las relaciones que los pueblos tienen entre sí. El antiguo cristianismo decía, con razón, que la letra mata y que el espíritu vivifica. Pero: ¿Cuál es el espíritu de la democracia? : el pueblo en lucha de sus derechos, por los nuevos derechos. Lo demás es la letra de la democracia.

Democracia total no existe si no hay praxis constante, por eso la tarea de desarrollar la democracia es finita.

Si uno quiere saber en qué medida es democrático un país, lo que hay que investigar no es lo que la Constitución dice, lo que el sistema dice de sí mismo, sino lo que el sistema hace, es decir, de qué manera viven los ciudadanos ahí. A los individuos no se les puede juzgar por lo que dicen de sí mismos - y esto sucede en los Estados o los regímenes - cualquiera puede decir que es un genio incomprendido o un Estado democrático. Lo que se requiere saber qué genialidades hace, cuáles derechos pueden ejercer los individuos".

Fotos by Bunkerglo. Autor invitado: Rafael Vergara Navarro.

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