¿Qué es la libertad de expresión? Sin la libertad de ofender, aquella deja de existir. Salman Rushdie
El caso de Luis Agustin González es uno de los 25 de acoso judicial a un periodista que, bajo las figuras de la calumnia y la injuria registró la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- entre 2010-2011. Sin embargo, la decisión absolutoria del delito de calumnia que falló la Corte Suprema de Justicia, es un hecho que puede comenzar a romper la "censura sutil, imperceptible y difícil de probar" en la que ha caído el periodismo colombiano en las últimas dos décadas.
Un año después, entre el 18 de julio y el 12 de septiembre,
Luis Agustín González acudía por primera vez en su vida a una instancia judicial: el Juzgado Primero Penal Municipal y sus tres audiencias,
una preparatoria y dos más de su juicio oral. Así iniciaba un camino incierto en
los tribunales de justicia del país, para dar una batalla en defensa de su derecho a ejercer el
periodismo en libertad de informar y, muy especialmente, de opinar.
Pese a lo difícil de estos seis años, Luis Agustín no dejó de
ejercer el periodismo en su ciudad y región. Hoy 16 de julio de 2013 fue el final de este largo y azaroso periodo en su vida y en el de su familia. "Me quité un piano de encima", expresó el periodista mientras tomabamos un tinto y celebrabamos la esperada, pero sobre todo deseada decisión. La Corte Suprema de Justicia lo absolvió del delito de injuria y levantó todas las medidas restrictivas impuestas en su contra.
Su familia, en especial su mamá que le pidió más de una vez que dejara de ser periodista, vivieron, segun sus palabras, una tragedia. Luis Agustín había decidido pelear contra uno de los poderes económicos y políticos en una región, y lo hacía en solitario. Hoy, con la cabeza en alto y la humildad que lo caracteriza, atendía con atención una decisión que reivindica su labor de llamar las cosas por su nombre, sin miedo, con rigor y valor. Hace periodismo.
Hoy lo ví ingresar a las 8 en punto a la Sala Plena de la H. Corte Suprema. Se quitó la cachucha pero no su chaleco caqui de dril marcado con la palabra PRENSA. Dos prendas que lo distinguen en cualquier lugar y que usa a diario. Es su armadura más preciada y de la que se siente profundamente orgulloso.
Todo en Luis Agustín es auténtico. Cómo habla, cómo saluda y la manera como se expresa de la creciente y difícil situación de las comunidades de su provincia. Aunque le cuesta admitir que fue un tiempo duro, para él, por encima de todo, lo que existe es la dignidad.
Luis Agustín cree que su caso ha reabierto el camino para un periodismo más libre. Más del lado de las comunidades y menos de los políticos como ocurre, recurrentemente y de manera evidente, fuera de las grandes ciudades. Es crítico de como se hace ese periodismo y de qué manera esto afecta la democracia.
El problema de la prensa es que nunca da batallas ni señalamientos, dice de manera clara y directa. Es una de esas personas que no hipotecan su conciencia para subsistir haciendo lo que le gusta: periodismo. Su independencia profesional ha sido labrada en la dinámica del oficio, el fuego de las tutelas, las presiones de funcionarios corruptos y las amenazas de cuanto alcalde pasa por la administración de Fusagasugá. Ha conseguido no depender de la pauta comercial oficial porque casi siempre le ha sido esquiva debido a su permanente fiscalización de los recursos públicos y actuaciones de funcionarios locales.
Como lo describía su abogado Pedro vaca, Luis Agustín es un ciudadano con una hoja de vida intachable dedicada al periodismo, actividad considerada altruista dentro de la sociedad; que hace parte de una tradición familiar de gente correcta, de gente de buena, de valores. Cree que hace un rol en la sociedad para que las cosas que han sido complicadas en el pasado en nuestro país, puedan ir siendo superadas. Un periodista que tiene perspectivas críticas, que rinde cuentas de sus impuestos con total transparencia y que tiene respeto ante las autoridades de sus decisiones.
El caso de Luis Agustín González se convierte en emblemático para la libertad de expresión y de opinión, así como para el ejercicio periodístico en libertad en Colombia. Es la primera pez que un periodista es condenado por calumnia e injuria, y absuelto en instancias distintas.
Sin embargo, no es del todo claro que este sea el punto de partida para que el periodismo en general pueda ser ejercido sin la presión, la intimidación y el temor de una demanda, una denuncia y el desgaste costoso e innecesario, tanto para el periodista como para el Estado, por quienes buscan acallar, silenciar y censurar una actividad fundamental en una democracia. (Ver informe FLIP 2012).
El papel de la Fundación para la Libertad de Prensa -FLIP- y el eco que el caso tuvo en los medios de información como El Espectador, fueron fundamentales para visibilizar no solo la situación del periodista González, sino que, a través de su caso, revelar el grave riesgo que corrió y que aún corre la libertad de expresión en Colombia.
Como lo deseaba el editorialista de El Espectador en febrero pasado, la Corte Suprema sentó un buen precedente en el caso de González, "para que se ratifique que la democracia no depende únicamente de llenar un tarjetón, sino de que se pueda debatir abiertamente".
En lo personal celebro que Luis Agustín continúe su labor de informar y fiscalizar a los gamonales, politiqueros, figurillas, muchas veces al parecer con psiquis alteradas, con la seguridad de que su opinión y expresión, más allá de que sean fuertes o insultantes, no sean objeto de censura y mucho menos de acoso judicial. Su entereza, dignidad y decisión la dar esta batalla jurídica no sin sufrimiento e incertidumbre para él y su familia, honran al periodismo.
Ahora es necesario y urgente, no solo importante, que los medios de información y el periodismo digital conozcan la decisión de la Corte Suprema de Justicia, apropien su contenido y se blinden del acoso judicial. En este link puede leer Fallo completo.
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