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viernes, 27 de diciembre de 2019

Odio a los indiferentes

Paro Nacional - Plaza de Bolívar - Diciembre 4 de 2019 - Foto @Bunkerglo
"Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes. 

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes".

Antonio Gramsci
1891 - 1937
Filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Qué la diferencia no sea una razón para extinguirnos, declara Francia Márquez

Francia Helena Márquez Mina, activista y defensora de los DDHH, fue galardonada con el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos que concede la Fundación Casa Amèrica Catalunya. Esta distinción le fue entregada, en su XVIII edición, el 9 de diciembre en un acto en la sede de Casa Amèrica Catalunya, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos. La Fundación Amèrica Catalunya reconoce a Márquez su labor  en defensa del medio ambiente y de los derechos de la comunidad afrocolombiana y destacar su contribución a la paz en Colombia.


Núria Marín, presidenta de la Diputación de Barcelona, entregó el Premio Joan Alsina a la activista medioambiental y defensora de los derechos humanos Francia Márquez en el acto presidido por la Directora General de la Fundación Marta Nin i Camps con la asistencia de diversas personalidades, colombianos y amigos de la Casa América.

"Antes de venir acá estaba pensando en qué decir. En si escribía un texto para compartirlo con ustedes y tome la decisión que esta noche, quien hablara a través de mí, fueran mis ancestros, mis ancestras, los líderes sociales que han asesinado en nuestro país, la gente que sigue muriendo en el mundo. Que sean sus espíritus quienes hoy se expresen ante ustedes.

Quiero iniciar agradeciendo a la Casa América Cataluña por este Premio, por este reconocimiento. Un premio de derechos humanos en honor a un líder, Joan Alsina, quien de alguna manera también ejerció el liderazgo por cuidar la vida, por cuidar el territorio y que fue asesinado en Chile.

Hoy el mundo y la vida en mi planeta se están agotando. Mucha gente está muriendo, no solo porque nos asesinan, sino también porque nos dejan morir.

Levantar nuestra voz es una necesidad. Levantar la voz colectivamente.

Este premio no es un premio entregado a Francia Márquez, es un premio en honor y en homenaje a toda la gente que sigue luchando en Colombia.

El pueblo afrocolombiano, el pueblo indígena, el pueblo campesino, a los jóvenes estudiantes, a las mujeres que usamos nuestro amor maternal, que usamos nuestro instinto del cuidado para seguir defendiendo la vida, para seguir demandando garantías para la paz.

Este es un reconocimiento a los niños y niñas que también hoy levantan la voz. A los que están demandando de nosotros, los adultos, cuidar su futuro, cuidar la casa grande, cuidar el planeta tierra que se está extinguiendo.

Esos jóvenes, que con rebeldía, están diciendo: ¡basta ya! No queremos seguir viviendo una política de muerte.

Este es un homenaje a esos jóvenes que hoy están diciendo, con fuerza, que los políticos, que los gobiernos, se han metiendo con la generación equivocada. Porque esta generación que se está levantando, que está despertando, no se va seguir dejando pisotear su humanidad.

Este es un premio a esa gente que está levantando la voz en Colombia, a los artistas que están acompañando, con el lenguaje del amor, la música, al paro nacional.

Estar aquí en España para mí no es fácil. Y no es fácil porque venir aquí también recuerda la historia de lo que fue la esclavitud para nuestro pueblo, en la cual, España, fue responsable de las consecuencias de la esclavitud que hoy seguimos padeciendo en el mundo.

Yo viaje a Senegal hace unos meses atrás y pude visitar la Isla de Gorée, uno de los puertos de donde enviaban a la gente que fue desarraigada de África.

Estando ahí me pregunté: qué clase de seres humanos pudieron hacer esto; qué clase de seres humanos pudieron arrancarnos de nuestras familias; qué clase de seres humanos pudieron deshumanizarnos de esa manera tan cruel como lo están haciendo.

Seis millones de seres humanos murieron ahogados en el mar. Pero esa barbarie no ha parado. Hoy la gente sigue muriendo. Hoy África sigue muriendo. En las narices de ustedes. En la puerta de su casa. Tenemos que parar esa muerte ya. No es justo que, después de haber sufrido la esclavitud, la barbarie de lo que fue la esclavitud, nuestro pueblo siga condenado a morir.

La gente que está huyendo de África, cruzando el mediterráneo, no está muriendo porque quieren venir buscando mejores oportunidades acá. Está muriendo porque Europa, EEUU, y todos estos países que dicen ser desarrollados, destruyeron su casa. Porque ya no hay vida en su casa. Por eso están huyendo. Buscando vivir en otro lugar. Buscando evitar que los sigan asesinando en su país.

Entonces esto tiene que parar. No podemos seguir contando muertos que el mar se sigue tragando. Es hora de seguir levantando la voz como seres humanos y de parar la violencia en el mundo, de luchar porque la paz sea en el mundo. De luchar porque no nos matemos como seres humanos. Que la diferencia no sea una razón para extinguirnos. Para asesinarnos. Luchar, para que todos podamos vivir en paz. En paz con nosotros y en paz con la naturaleza. En paz con la casa grande.

Me duele el alma, me duele el corazón de ver tantas injusticias en el mundo. Y por eso sigo levantando la voz. No como individuo, sino como parte de un pueblo racializado, excluido, marginado y violentado.

Un pueblo al que no se le garantiza el acceso a la justicia, un pueblo al que no se les considera seres humanos. Esa es la lucha que seguimos empujando. Esa es la lucha que iniciaron hace 400 años lo ancestros y ancestras, y esa es la lucha que, como afrodescendientes, que como seres humanos ustedes y nosotros debemos seguir empujando.

La lucha es contra el patriarcado que sigue violentando a las mujeres, que sigue asesinando a las mujeres. Que sigue negándonos oportunidades a las mujeres.

La lucha es contra el racismo estructural que envenena nuestros cuerpos, que nos deja morir, que permite que nuestros niños y niñas hoy mueran de hambre.

La lucha es contra la política de la muerte, que sigue privilegiando a unos, que sigue planteando a unos como superiores y a otros simplemente definen que rumbo les toca asumir. Define la vida que queremos vivir y nos desecha como cosa, como basura.

Es frente a eso que seguimos levantado la voz y que la vamos seguir levantando hasta el día que ya no existamos en este planeta, hasta el día que nos vamos.

Soy porque somos. 

¡El pueblo no se rinde carajo!

El territorio es la vida. La vida no se vende, se ama y se defiende.

¡Y que viva el paro nacional en Colombia!

¡Qué viva la lucha de los pueblos en América Latina!

¡Qué viva la lucha del pueblo indígena afrodescendiente y campesino en Ecuador!

¡Qué viva la lucha del pueblo chileno que hoy se levanta en contra de la tiranía!

¡Qué viva la lucha en el mundo!

Muchas gracias".

Francia Márquez
Barcelona, diciembre 9 de 2019

“El territorio ha sido nuestro padre, nuestra madre y lo seguirá siendo para nuestros niños: Francia Márquez

Este acto que hoy reúne a Iberoamérica alrededor de la colombiana Francia Elena Márquez Mina, es una celebración a su voz, a su resistencia, a la expresión de su identidad universal y humana.  

Ella es una y miles de mujeres negras, campesinas, indígenas que, desde las montañas, selvas, campos y riveras de la Colombia profunda, desde muy joven se levantó para decir: ¡ya basta!, y con valentía reclamar y defender su territorio, su dignidad ancestral y el derecho a vivir en paz. 

Una historia de lucha que se cimentó no en el sufrimiento, el dolor o la rabia, sino desde la fuerza del amor y recuerdo de una infancia feliz de muchas lunas llenas a orillas del río Ovejas, de la mano de su abuelo, comiendo plátano y asando pescado.  

Un vínculo natural y ancestral de un pueblo anfibio – como los miles que existen en este país –enclavado en las montañas del norte del Cauca y donde los niños como ella crecían abrazados por los ríos Ovejas y Cauca aprendiendo a cultivar, a pescar y a hacer minería artesanal. 

No en vano Francia apunta con frecuencia que tiene el ombligo sembrado es su territorio. 

“Soy porque somos. Hago parte de la lucha histórica de la comunidad afrodescendiente de Colombia, de América, de África, del mundo. Sigo el legado ancestral de luchar por la libertad, por la vida digna, por el bienestar social, por el territorio como espacio de vida en un proceso continuo y colectivo”.

Territorio que, como dice, es mucho, muchísimo más, que una mera extensión de tierra. 

“El territorio son relaciones que se tejen. Es mi cuerpo, es todo lo que me rodea. Es crear comunidad. Son los Otros. Son valores ancestrales como la solidaridad y la espiritualidad”. 

Fue en su comunidad donde le enseñaron a amar y valorar el territorio como espacio de vida, a luchar por este, incluso, poniendo en riesgo la propia vida. A sus ancestros les costó muchos años de trabajo y sufrimiento en las minas y las haciendas esclavistas.

“El territorio ha sido nuestro padre, nuestra madre y lo seguirá siendo para nuestros niños”. 

Apenas dejando su niñez Francia ya comprendía, como una sentipensante neta, que el cambio social era una labor de todos y no solo de los políticos y gobernantes. Qué eso tenía que ver con ella, y toma el camino que la ha traído hasta aquí.

A sus 15 años de edad enfrenta el primero de los ataques contra el alma de su territorio: la desviación del río Ovejas para llenar una represa que le daría energía eléctrica a su pueblo La Toma fundado en 1636, promesa de desarrollo que hasta hoy no han recibido.

Su tiempo de juventud danzando al ritmo de la marimba jugas y currulaos, de hacer teatro y de cantaora de las historias míticas de su pueblo, quedó suspendido en el tiempo para ponerse a estudiar derecho y seguir las huellas de sus ancestros esclavizados y continuar avanzando por condiciones de una vida digna, en defensa del territorio, el ambiente y el agua.

Francia cuestiona y presiona al Estado y a sus gobiernos; hace retirar la invasión de retroexcavadoras ilegales en su territorio; se opone a la incursión de multinacionales mineras; marcha con 200 mujeres desde su región a Bogotá para exigir a la Corte Constitucional frenar la explotación minera y denuncia a grupos armados de las guerrillas, narcotráfico, paramilitares y delincuencia, a todos, por atacar su cultura anfibia, destruir el tejido ancestral humano y la vida del territorio que solo han llevado violencia y pobreza a su comunidad. 

Se levanta para detener la destrucción de los ríos, los bosques y páramos en su país en nombre del desarrollo junto a los que sueñan con una Colombia humana que cambie el modelo económico de muerte y de paso uno que proteja la vida.

“Nosotros somos parte de la naturaleza, no dueños. Debemos hacer conciencia porque estamos viendo los efectos del cambio climático. En Colombia hay alrededor de 80 ríos envenenados con mercurio. Eso ¿qué significa para la vida de los colombianos?”. 

Pero a ella, también, la han querido callar.  

Como lo han hecho con más de 700 líderes sociales y 135 excombatientes de las FARC desde la firma del Acuerdo del Fin del Conflicto Armado (2016). Todos, asesinatos anunciadas y sepultados en la impunidad de una justicia inoperante y un gobierno mudo ante el genocidio. 

El Cauca ha sido una región muy golpeada por la violencia a lo largo de su historia. También, la que tiene la más amplia biodiversidad de Colombia. La habitan todos los pueblos étnicos: indígenas, campesinos y negros. Fue casa de la colonia española y cuna del racismo y la exclusión. Donde hoy más se castiga el liderazgo con la muerte. 

En el camino de su vida muchos seres queridos han sido asesinados y estigmatizados por su trabajo. “Nos ven más como un estorbo y no como personas que contribuimos al bienestar social, que construimos nación y país”.

Y, aunque su talante y liderazgo sean ya reconocidas en el mundo, ella nunca está a salvo. Vive en desarraigo y continuo desplazamiento forzado interno en su país, y su comunidad y territorio en peligro.

Esta valerosa mujer campesina de 38 años y madre cabeza de familia de dos hijos, viene y va, huyendo de su casa por denunciar la minería ilegal, y sobrevivido a un intento de asesinato y constantes amenazas (Mayo 4 de 2019).

Es otra más entre los millones de mujeres y hombres, estudiantes, maestros, indígenas, campesinos, empleados, trabajadores, intelectuales, artistas, familias que, desde el pasado 21 de noviembre, se tomaron las calles de Colombia en un Paro Nacional Indefinido para exigir, al gobierno, que pare el asesinato de líderes sociales, que se cumplan los acuerdos de paz pactados, que acabe la corrupción y se detenga toda medida gubernamental que vulnere los derechos humanos, económicos, sociales y culturales de todos.

Francia no está dispuesta a ser una más. A que los hijos de sus ancestros estén en las calles, en los semáforos, cuidando niños en casas de familia para que la ‘gente de saco y corbata los trate como basura.’ 

“Como comunidades negras llevamos 400 años de crear y parir para la paz hombres y mujeres de bien. Avanzar en la construcción de la paz implica el respeto a la verdad, honrar la palabra”.

Sueña con que toda la sociedad de su país sea más activa y se mueva para proteger la vida en Colombia y en América Latina, para que entre todos ayudemos a proteger el planeta y con ello, a la humanidad.  

Una historia de vida y lucha que le ha merecido ser destacada por la Iglesia Sueca con el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia (2015), el Premio Goldman a la Defensa de la naturaleza y el ambiente (2018), el recién reconocimiento anual de la BBC como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo (2019) y hoy, honrarla, con el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos que le concede la Fundación Casa Amèrica Catalunya.

Francia Elena Márquez Mina es una líder extraordinaria.

No se rinde. 
No renuncia. 
Persiste.
Resiste.  


Diciembre 6 de 2019, Bogotá, Colombia
Gloria Ortega Pérez
Periodista

Esta glosa (texto), es un tejido hecho a partir de declaraciones de Francia Márquez, recogidas en entrevistas, informes, videos y opiniones, en medios impresos y digitales nacionales e internacionales. Así que la autora es, realmente, Francia Márquez. La Casa Amèrica Catalunya me honra mediante el privilegio de este encargo.