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lunes, 9 de diciembre de 2019

“El territorio ha sido nuestro padre, nuestra madre y lo seguirá siendo para nuestros niños: Francia Márquez

Este acto que hoy reúne a Iberoamérica alrededor de la colombiana Francia Elena Márquez Mina, es una celebración a su voz, a su resistencia, a la expresión de su identidad universal y humana.  

Ella es una y miles de mujeres negras, campesinas, indígenas que, desde las montañas, selvas, campos y riveras de la Colombia profunda, desde muy joven se levantó para decir: ¡ya basta!, y con valentía reclamar y defender su territorio, su dignidad ancestral y el derecho a vivir en paz. 

Una historia de lucha que se cimentó no en el sufrimiento, el dolor o la rabia, sino desde la fuerza del amor y recuerdo de una infancia feliz de muchas lunas llenas a orillas del río Ovejas, de la mano de su abuelo, comiendo plátano y asando pescado.  

Un vínculo natural y ancestral de un pueblo anfibio – como los miles que existen en este país –enclavado en las montañas del norte del Cauca y donde los niños como ella crecían abrazados por los ríos Ovejas y Cauca aprendiendo a cultivar, a pescar y a hacer minería artesanal. 

No en vano Francia apunta con frecuencia que tiene el ombligo sembrado es su territorio. 

“Soy porque somos. Hago parte de la lucha histórica de la comunidad afrodescendiente de Colombia, de América, de África, del mundo. Sigo el legado ancestral de luchar por la libertad, por la vida digna, por el bienestar social, por el territorio como espacio de vida en un proceso continuo y colectivo”.

Territorio que, como dice, es mucho, muchísimo más, que una mera extensión de tierra. 

“El territorio son relaciones que se tejen. Es mi cuerpo, es todo lo que me rodea. Es crear comunidad. Son los Otros. Son valores ancestrales como la solidaridad y la espiritualidad”. 

Fue en su comunidad donde le enseñaron a amar y valorar el territorio como espacio de vida, a luchar por este, incluso, poniendo en riesgo la propia vida. A sus ancestros les costó muchos años de trabajo y sufrimiento en las minas y las haciendas esclavistas.

“El territorio ha sido nuestro padre, nuestra madre y lo seguirá siendo para nuestros niños”. 

Apenas dejando su niñez Francia ya comprendía, como una sentipensante neta, que el cambio social era una labor de todos y no solo de los políticos y gobernantes. Qué eso tenía que ver con ella, y toma el camino que la ha traído hasta aquí.

A sus 15 años de edad enfrenta el primero de los ataques contra el alma de su territorio: la desviación del río Ovejas para llenar una represa que le daría energía eléctrica a su pueblo La Toma fundado en 1636, promesa de desarrollo que hasta hoy no han recibido.

Su tiempo de juventud danzando al ritmo de la marimba jugas y currulaos, de hacer teatro y de cantaora de las historias míticas de su pueblo, quedó suspendido en el tiempo para ponerse a estudiar derecho y seguir las huellas de sus ancestros esclavizados y continuar avanzando por condiciones de una vida digna, en defensa del territorio, el ambiente y el agua.

Francia cuestiona y presiona al Estado y a sus gobiernos; hace retirar la invasión de retroexcavadoras ilegales en su territorio; se opone a la incursión de multinacionales mineras; marcha con 200 mujeres desde su región a Bogotá para exigir a la Corte Constitucional frenar la explotación minera y denuncia a grupos armados de las guerrillas, narcotráfico, paramilitares y delincuencia, a todos, por atacar su cultura anfibia, destruir el tejido ancestral humano y la vida del territorio que solo han llevado violencia y pobreza a su comunidad. 

Se levanta para detener la destrucción de los ríos, los bosques y páramos en su país en nombre del desarrollo junto a los que sueñan con una Colombia humana que cambie el modelo económico de muerte y de paso uno que proteja la vida.

“Nosotros somos parte de la naturaleza, no dueños. Debemos hacer conciencia porque estamos viendo los efectos del cambio climático. En Colombia hay alrededor de 80 ríos envenenados con mercurio. Eso ¿qué significa para la vida de los colombianos?”. 

Pero a ella, también, la han querido callar.  

Como lo han hecho con más de 700 líderes sociales y 135 excombatientes de las FARC desde la firma del Acuerdo del Fin del Conflicto Armado (2016). Todos, asesinatos anunciadas y sepultados en la impunidad de una justicia inoperante y un gobierno mudo ante el genocidio. 

El Cauca ha sido una región muy golpeada por la violencia a lo largo de su historia. También, la que tiene la más amplia biodiversidad de Colombia. La habitan todos los pueblos étnicos: indígenas, campesinos y negros. Fue casa de la colonia española y cuna del racismo y la exclusión. Donde hoy más se castiga el liderazgo con la muerte. 

En el camino de su vida muchos seres queridos han sido asesinados y estigmatizados por su trabajo. “Nos ven más como un estorbo y no como personas que contribuimos al bienestar social, que construimos nación y país”.

Y, aunque su talante y liderazgo sean ya reconocidas en el mundo, ella nunca está a salvo. Vive en desarraigo y continuo desplazamiento forzado interno en su país, y su comunidad y territorio en peligro.

Esta valerosa mujer campesina de 38 años y madre cabeza de familia de dos hijos, viene y va, huyendo de su casa por denunciar la minería ilegal, y sobrevivido a un intento de asesinato y constantes amenazas (Mayo 4 de 2019).

Es otra más entre los millones de mujeres y hombres, estudiantes, maestros, indígenas, campesinos, empleados, trabajadores, intelectuales, artistas, familias que, desde el pasado 21 de noviembre, se tomaron las calles de Colombia en un Paro Nacional Indefinido para exigir, al gobierno, que pare el asesinato de líderes sociales, que se cumplan los acuerdos de paz pactados, que acabe la corrupción y se detenga toda medida gubernamental que vulnere los derechos humanos, económicos, sociales y culturales de todos.

Francia no está dispuesta a ser una más. A que los hijos de sus ancestros estén en las calles, en los semáforos, cuidando niños en casas de familia para que la ‘gente de saco y corbata los trate como basura.’ 

“Como comunidades negras llevamos 400 años de crear y parir para la paz hombres y mujeres de bien. Avanzar en la construcción de la paz implica el respeto a la verdad, honrar la palabra”.

Sueña con que toda la sociedad de su país sea más activa y se mueva para proteger la vida en Colombia y en América Latina, para que entre todos ayudemos a proteger el planeta y con ello, a la humanidad.  

Una historia de vida y lucha que le ha merecido ser destacada por la Iglesia Sueca con el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos en Colombia (2015), el Premio Goldman a la Defensa de la naturaleza y el ambiente (2018), el recién reconocimiento anual de la BBC como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo (2019) y hoy, honrarla, con el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos que le concede la Fundación Casa Amèrica Catalunya.

Francia Elena Márquez Mina es una líder extraordinaria.

No se rinde. 
No renuncia. 
Persiste.
Resiste.  


Diciembre 6 de 2019, Bogotá, Colombia
Gloria Ortega Pérez
Periodista

Esta glosa (texto), es un tejido hecho a partir de declaraciones de Francia Márquez, recogidas en entrevistas, informes, videos y opiniones, en medios impresos y digitales nacionales e internacionales. Así que la autora es, realmente, Francia Márquez. La Casa Amèrica Catalunya me honra mediante el privilegio de este encargo.

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