El conflicto armado lo dañó todo. Rompió la trama vital en las familias.
La filigrana de conexiones humanas anudadas por la libertad de ser y pensar de
manera diferente en una sociedad.
El estigma, el señalamiento y el desprecio se
apoderaron de nuestras mentes. Nos acostumbramos al abrazo silencioso y gris de
los funerales.
Todos hemos estado expuestos al conflicto armado. A todas su formas de
violencia y también a todas sus maneras de complicidades. Por acción y por omisión.
Un hecho que, tarde que temprano, debemos asumir y aceptar para poder
cambiarlo.
Hoy nos recuerda la periodista Patricia Lara que “un informe de prensa
que dice que nuestro conflicto armado nos ha dejado 34.813 secuestros, 792.382
homicidios y 124.696 desapariciones forzadas, cifras de la Unidad de Víctimas
que, sumadas, equivalen a 917.078 muertos”. A esta sumemos las más de 6
millones de personas víctimas del desplazamiento forzado interno. (Ver: ¿No son suficientes 917.078 muertos? El Espectador).
Estamos atrapados en el odio. La venganza. La desconfianza. Pero lo más
terrible, separados por dentro de la posibilidad de soñar e imaginar cómo se
vive en un país sin el zumbido de las balas y los ríos de sangre.
Por esto y más el voto en blanco no
sirve en la elección del 15/6. Debemos entender que el domingo
no elegiremos solamente al Presidente. Lo que decidiremos es si elegimos el camino nada fácil de la paz o echamos para atrás y
regresamos al camino de la guerra. Eso es lo que está en juego. (Ver: Ciudadanos impecables, El Tiempo).
Creo que llegamos a un punto de no retorno. Quizás el 15/6 sea una especie
de referéndum anticipado. Eligiendo a Santos a al "Zurriago" también estamos señalando como será nuestro destino inmediato y futuro. Terminar
o no el conflicto armado con las FARC (y pronto con el ELN) o mediante el diálogo y el acuerdo (solución política) deponiendo el odio
para dejar las armas o entregando el poder otra vez a la mafia paramilitar y del narcotráfico del Uribismo para que implemente
su política de tierra arrasada, muerte y no futuro. (Ver: Acabar el conflicto en Colombia: una elección racional. Focoeconómico.org).
Es decir, si regresamos a
un pasado no muy lejano que aún duele hasta la médula o de una buena vez entre todos construimos
el país que queremos sin muerte, sin destrucción, sin infamias, sin impunidad.
Como dice el padre Pacho de Roux,
quiero “hacerles caer en la cuenta de la gravedad de la crisis espiritual en la
que está el país. Nosotros hemos llegado a niveles de victimizaciones
espantosos. En Colombia aceptamos que haya falsos positivos para premiar al
Ejército por sus logros, que haya chuzadas porque los enemigos pueden estar en
cualquier parte, que haya minas antipersona porque no se puede dejar acercar al
enemigo, las desmovilizaciones falsas para engañar al enemigo. Vimos pasar las
masacres y los secuestros más largos del mundo. La guerra colombiana ha sido
bárbara”. (Ver: Francisco de Roux sobre el proceso de paz).
Por eso, en esta
oportunidad, el voto en blanco significará más guerra.
Es legítimo hacerlo. Es un
derecho. Pero sepan que no expresaran su inconformidad “porque ninguno de los
candidatos encarna solución a las necesidades estructurales del país; ni
aseguran la paz que la democracia colombiana se merece”. (Ver: Por qué voto en blanco, Jacinto Villegas.@villegasjacinto).
Votar en blanco significa
no haberse podido conectar con el momento histórico ni entender la coyuntura de
no retroceder y perder lo ganado en cuatro años y eliminar un avanzado proceso
de acuerdos para el fin del conflicto armado con las FARC.
Es tanto como decir que la
guerra que claramente representa Álvaro Uribe Vélez a través de Oscar Iván Zuluaga
y la paz a la que le apuesta Juan Manuel Santos son lo mismo o es un asunto irrelevante. (Ver: La paz le pertenece a todos los colombianos: Juan Manuel Santos. Blogs Capital).
Si nosotros no nos
perdonamos, no habrá paz en Colombia. Siempre fue ahora o nunca.
Un post hecho pensando en @Penelope @PortonLatino y @jacintovillegas.
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