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miércoles, 13 de febrero de 2019

La conexión química del narcotráfico, el ejército de Colombia y cómo proteger la información

Ocurrió hace 30 años. 

Un año y tiempo en el que los reporteros no tu vimos tregua, ni vida. 

Teníamos que informar sobre el estado ininterrumpido de sucesos de sangre y destrucción para garantizar el derecho que tenía la gente de estar informada, pero además, proteger nuestra vida. 

(Mal) Vivíamos de noticia en noticia sin tiempo para pensar, considerar y digerir.

Estábamos en medio de los ataques de la guerrilla (EPL, ELN, M19 o Farc), uno tras otro tras otro asesinato de líderes políticos de la recién creada Unión Patriótica (UP), los atroces y demenciales actos del narcoterrorismo y el asesinato masivo (masacres) de campesinos, mujeres, niños, hombres, ancianos a manos del paramilitarismo.

Apenas había el tiempo de ir a donde un jurista, un juez, un investigador social o un político (ni politólogos o analistas de ahora), para conseguir entender tanta criminalidad en la que estábamos y plantear consultas puntuales de todo cuanto ocurría en el país. 

Era un insumo fundamental que permitiría realizar entrevistas (in) y recoger testimonios que darían cuerpo al relato de la noticia en la narrativa televisiva. 

En general era lo que se hacía regularmente en la reporteria de muchísimos temas para contar la inédita e inenarrable historia de la guerra interna.

Es la historia que seguramente recogerá y de la que dará cuenta la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición CV junto al componente de justicia del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición, la Jurisdicción Especial para la Paz JEP.

En ese 1989 estuve (no conocí) como reportera en muchos municipios del país dando cuenta de un hecho de muerte.

Innumerables veces le pedí perdón a mujeres destrozadas por el dolor de la muerte de un hijo, un hermano un papá o un esposo cuando, bajo mi adusta mascará inexpresiva de dolor (la tal objetividad antiséptica que ya dejé), tenía que solicitar un testimonio de su tragedia ante una cámara de televisión.

La información es un bien público 

Llevaba como tres meses acumulando papeles y datos de voces anónimas que indicaban que el entonces director Nacional de la Policía de Colombia mayor general José Guillermo Medina Sánchez, tenía vínculos con el narcotráfico.

En varias oportunidades presenté el "tema" en el consejo de redacción del Telenoticiero del Medio Día pero, también, siempre recibí la misma respuesta de su directora la periodista Gloria Pachón de Galán: "búnker, sin fuentes que corroboren la historia esa noticia no sale".  

Buena parte de la información me llegaba por escrito en diferentes papeles y escritura. Con ello podía contar una historia porque podía corroborar algunos datos, pero era necesario contrastar y una voz desde adentro y no las tenía. 

No era fácil conseguir que alguien en la institución confirmará datos e  información, tampoco, que me explicará por qué siempre se quemaba el pan en la puerta del horno, es decir, por qué se frustraban operativos para capturar al capo Pablo Escobar.

Decir algo sin certeza ni fuentes no solo era irresponsable de manera profesional, sino que podría significar una demanda contra el noticiero y, de paso, ponerse una lápida encima. 

Hasta que la causalidad y la casualidad, con la historia en la mente, encontró el camino de la publicación. 

La entrega de la carpeta fue cinematográfica

El 9 de febrero de ese año me encontré con el corresponsal para la región andina de la Revista Time, mi colega y amigo Tom Quinn (Thomas Quinn), en la siempre animada celebración del día nacional del periodista que organizaba el Círculo de Periodistas de Bogotá. 

No recuerdo si la fiesta que conseguía reunirnos anualmente ocurrió en el Salón Rojo del Hotel Tequendama o unas calles más abajo en el Centro de Convenciones Gonzalo de Jimenez de Quesada.

Hacía unos años atrás nos conocimos con Tom cuando estuve de corresponsal de la Agencia de Prensa Novosti. Formábamos parte de la Asociación de Prensa Extranjera (APE).    

En "la noche de los mejores" lo acompañaban dos colegas más a quienes me presentó. 

Algo en ese momento me resultó inusual y mi "olfato" me llevó a decirle de manera espontánea: si tienes refuerzos es porque hay algo "gordo". 

Sonrío, como sabemos que nos sonríen para decir sin decir y, entonces, persistí. ¡No me digan que andan tras las huellas de un general narco! 

La sonrisa de Tom se convirtió en una estruendosa carcajada confirmando mi atrevido "anzuelo" por saber en que andarían los guapos colegas de Time que observaban la escena sin comprender mi "juego".

Tom no tuvo otra salida que confirmarme que así era, que había algo muy importante pero, además, revelarme que la noticia saldría en la siguiente edición. 

¡Bien por ustedes que pueden hacerlo! Tengo información pero sin fuentes y.... ya sabes, no puedo decir ni pío. No se lo que sé, dije. ¿Qué sabes tú?

Así que nos apartamos de la algarabía a un rincón y conversamos los tres hasta que concluyó la fiesta.  

Tuve la certeza de la seriedad de su trabajo cuando me confirman algo que sabía por una fuente que no quería hablar: que el retiro de Medina Sánchez se debía a sospechas fundadas de ayudar a Escobar. 

Un hecho que les había confirmado el mismísimo presidente Barco y corroborado por algunos altos oficiales del ejército y la policía descontentos.

Coincidimos en la importancia y valor de los hechos. En la necesidad de dar a conocer esto para comprender la maraña de intereses y corrupción que impedían no solo la detención de los capos de la droga, sino la misma inútil lucha contra el narcotráfico en Colombia.

Tenían lo que yo no tenía: fuentes que confirmaban sus hallazgos periodísticos. 

Acordé entregarles lo que tenía, pues era la única manera de proteger la información y garantizar que este hecho fuera publicado y conocido. Compartíamos una visión común: la información es un bien público.

El país estaba sometido cruelmente a las bombas donde todos los días morían víctimas inocentes en calles, centros comerciales, CAI, bancos, aviones, la calle... y eran asesinados policías por "sapos".

Después de cuatro días de trabajo en Colombia confirmando los hallazgos periodísticos sobre las rutas del narcotráfico, los periodistas de Time regresarían al día siguiente a EEUU con la historia confirmada.  

Mi carpeta contenía una relación de lo que encontrarían y origen y fuentes de los datos y documentos. 

Hicimos un acuerdo entre colegas: la primicia.

Es decir, que el Telenoticiero del Medio Día conocería de inmediato cuando la Revista Time edición February 20, 1989 | Vol. 133 No. 8 del 20 de febrero estuviera en las calles. 

Al día siguiente y después del medio día llegué al segundo piso de ElDorado para traspasarles mi carpeta. Habíamos planeado como sería, dónde y que no nos saludaríamos ni haríamos nada que nos relacionara.

Existía la sospecha de que estaban siendo seguidos por unidades secretas de la policía y del ejército porque "sabían demasiado".

Nos reconocimos con la mirada. Puse el material en el lugar acordado. El proceso fue rápido. Tres minutos después los vi cruzar sin problema la puerta de inmigración.

Los días siguientes previos a la publicación fueron conversaciones telefónicas en las que los apoyé para precisar algún asunto, revisar y reconfirmar datos. No podía quedar ningún "cabo" suelto. Tenían que blindarse por completo ante una demanda. 

En 18 líneas la publicación internacional semanal más leída en ese entonces confirmaba la sospecha: Medina Sánchez estaba en la nómina del narcotraficante y excongresista Escobar. Esta fue la razón del retiro ordenado por el presidente Virgilio Barco en enero de 1989.

La Revista Time publicó un reportaje de página y media titulado: "La Conexión Química. Por qué el comercio de cocaína en América del Sur es una calle de doble vía". 

El recuadro informativo "RETIRO CURIOSO" ocasionaría un suceso sin precedentes en la lucha contra el narcotráfico en la Colombia de los años 80: la comprobación que el director de la policía nacional protegía a Pablo Escobar.

"Cuando el general José Guillermo Medina Sánchez, de 53 años, se retiró como jefe de la Policía Nacional de 80 mil miembros de Colombia el mes pasado, los oficiales de la ley del país se presentaron con el uniforme completo y espadas ceremoniales doradas. Pero, la partida de Medina no fue tan honorable como parecía. Los oficiales de la policía colombiana le informaron a TIME que Medina fue despedido por orden del presidente Virgilio Barco Vargas luego de que el general fuera sospechoso de estar en la nómina de Pablo Escobar Gaviria, patriarca de una de las principales familias del cartel de la droga en Medellín.

Después de que Escobar escapó por poco de la captura en una redada del ejército en una de sus propiedades el año pasado, los funcionarios colombianos sospecharon que podría haber sido informado por Medina. Posteriormente se asignó un equipo de vigilancia militar para seguir al general. Al parecer, la operación de espionaje estableció lazos entre Medina y Escobar y otro barón de la droga, Gonzalo Rodríguez Gacha, apodado "El Mexicano". Al parecer, no estaba seguro de que la evidencia se sostuviera en los tribunales, el gobierno permitió que Medina se retirara. Dos días después de que el sucesor de Medina, el general Miguel Antonio Gómez Padilla, se hiciera cargo, la Policía Nacional lanzó la Operación Primavera, el ataque más exitoso contra los productores de cocaína en la historia de Colombia".

El presidente Barco no le dio la baja cuando tocaba a Medina Sánchez, sino que simplemente lo retiró del ejército. Al parecer era más denigrante y escandaloso que EEUU le quitara la visa que destituir, de manera fulminante, a un narcotraficante general de la República y director Nacional de la Policía.

Preferimos perder una noticia antes que una vida

También sería el inicio y durante más de un año de mi vinculación a un proceso penal acusada de no se qué por dar a conocer la noticia de la Revista Time. Medina Sanchez acusó de demanda y, bueno, el episodio fue de unas proporciones inimaginables.

Durante ese tiempo una vez por semana me reuní a tomar café con el Juez en su despacho de Paloquemao para declarar, una y otra vez, que bajo la Ley 51 del periodista Art.11. (derogada ya), no  estaba  obligada a  dar  a  conocer  mis  fuentes de información ni revelar el origen de la noticia. 

Ese lunes 20 de febrero durante el habitual consejo de redacción de las 6 am se incluyó en la relación de los temas del día: "La noticia de búnker". No se decía más. Sabíamos que ese día saldría a circulación la edición semanal de la publicación esperada. 

Entre esa hora y el momento en que entró vía fax el facsímil de la portada y las paginas 18, 19 y 20 de la noticia en un blanco y negro altamente contrastado, el subdirector Ignacio Greiffenstein y la directora Gloria Pachón orientaron las notas informativas de contexto y reacciones que había que tomar.   

Aun conservo el texto que escribí, tan escueto y preciso como la noticia misma, para revelar en primicia un trabajo periodístico que no pudo dar a conocer el Noticiero en primera persona.

Más allá de la historia periodística que rememoro como anécdota y casi que por completo, lo que quiero resaltar es cómo, para los reporteros de entonces el compromiso con la verdad era una responsabilidad inalterable.

Conseguíamos proteger la información y el derecho que tiene la ciudadanía a enterarse de lo que ocurría más allá de las camisetas de los medios y los egos. 

No fue esa la primera vez ni sería la última en la que, de manera informal y también institucional, acudiríamos a algún tipo de estrategia que consiguiera garantizar el derecho a informar y el derecho de la ciudadanía a estar informada.

Desde la Corporación Medios para la Paz y el Proyecto Antonio Nariño y durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, se desarrollaron iniciativas entre medios y periodistas para proteger la información, especialmente de las regiones, sobre hechos del conflicto armado para publicarlos, de manera simultánea, en varios medios de información escritos.

Eran noticias relacionada con la violación de derechos humanos y que revelarlas en el mismo lugar podría ocasionar amenazas y hasta la muerte del reportero.

En noviembre de 1999 y ante las amenazas y asesinatos de periodistas, 32 directores de medios del país firmaron un Acuerdo por la discreción para elevar el nivel de calidad y responsabilidad en el cubrimiento y difusión de hechos violentos.

Sí. Existió un tiempo del periodismo en el que la pasión, la búsqueda de la verdad y el compromiso con el derecho de la sociedad a estar informada estuvo por encima y constituyeron un ejercicio periodístico responsable y una lucha permanente contra la autocensura. 

La información es un bien público. No le pertenece a los reporteros, periodistas, y tampoco al medio, sino a la sociedad.

sábado, 9 de febrero de 2019

El periodismo como pasión, entendimiento y aprendizaje

Por Ryszard Kapuscinski

Antes, el periodismo era una misión practicada por unas pocas personas con amplios conocimientos de cultura e historia. Lamentablemente ahora ha pasado a ser una profesión de masas en la que no todos son competentes. Hoy lo tratan como una carrera más que puede abandonarse mañana si no rinde los frutos económicos esperados. En consecuencia ha perdido cierto aire aristocrático que lo distinguió en el pasado. Tan es así que en nuestros días, en cada pueblo hay una iglesia y una escuela de periodismo. 

Aprender y ganar

Los reporteros significan un grupo especial entre los periodistas: entregan tiempo, ambiciones, aspiraciones y energía para cumplir con su oficio. Dedicación, concentración y reflexión permanentes constituyen su savia. No obstante, algunos se duermen en sus laureles por enfocarse más en el dinero a costa de la calidad. En ese sentido conviene señalar que en los primeros pasos reporteriles es preferible centrar las miras en la calidad aunque no pueda ganarse mucha plata. Simultáneamente no se logran ambas cosas. Si al inicio se elige ganar menos, al final el periodista sale ganador. Porque nuestro oficio no arroja resultados inmediatos. Hay que trabajar años y años. Antes de los 30 ó 35 todo es aprendizaje. No hay que desesperarse por ganar reconocimientos. La paciencia debe ser una de nuestras virtudes.

En nuestra profesión, más que volvernos cínicos o fríos, el tiempo nos hace más sensibles y vulnerables por las tragedias testimoniadas.

Cazadores furtivos

Nuestra profesión de cronistas, de reporteros, de periodistas, requiere de mucha lectura: es una debilidad pero a la vez una fortaleza de nuestro quehacer. Sin embargo, la mayoría se preocupa más en cómo escribir y muy poco en qué leer. En tales menesteres la ayuda de los colegas es indispensable. Debemos ser cazadores furtivos de otros campos: filosofía, sociología, psicología, antropología, literatura... Y profundizar en los temas. Hacerse sabios. Todo ello con el afán de hacer ver al lector.

Aprendizaje continuo

Años atrás tenía amigos muy talentosos profesionalmente, pero con el transcurso del tiempo desaparecieron del mapa. ¿Qué pasó? Ellos no se desarrollaron por sí mismos. No leían. No participaban en discusiones. No viajaban. Descuidaban su formación...

Debemos aprender a ser humildes y nunca dejar de aprender. Si se apaga el entusiasmo por aprender, se seca el fuego interno. Y si no se prepara uno, se marchita ese entusiasmo. La llama interna no puede descuidarse. No conviene esperar tal sequedad. Mejor prepararse, interesarse, involucrarse, y leer, leer, leer...

Momentos definitorios

El trabajo del reportero consiste en rescatar lo verdadero e interesante. En esa búsqueda solitaria todo depende de la gente. Es un oficio que se emprende a solas, pero está a merced de lo que hacen y dicen los demás. Los primeros 15 minutos frente a personas desconocidas y circunstancias nuevas son definitorios. Esos momentos son los que determinan el futuro e incluso parte de la vida. Esa conciencia genera una extraña e intensa sensación. En un ensayo, cierto autor señala que las relaciones se definen en los primeros segundos. Tal impresión lo marca todo. El resto es una continuación de los contactos iniciales. Por ello son tan importantes los primeros encuentros.

Abrirse al encuentro

Hay mucha gente susceptible a la arrogancia. Y como reportero resulta imprescindible una sincera humildad. Porque lo primero ha de ser el entendimiento frente al otro: el ser humano con todas sus inquietudes y su propio mundo. Como entrevistador no es recomendable la dureza. Mejor crear una atmósfera de confianza. Y la primera señal para encauzar la confianza está en la sonrisa. Lo ideal es abrirse al diálogo pese al tipo de gente. Escuchar al entrevistado y poner de nuestra parte para entenderlo.

El valor de la amistad

Definitivamente en nuestro oficio todo depende de los otros. Un periodista solo no puede hacer nada porque su vida y su quehacer dependen del otro. Si uno no sabe relacionarse con la gente y ganarse su amistad, se ve impedido para desarrollar su labor profesional. Sin el apoyo y la confianza de los otros es imposible ejercer el periodismo.

Conocer y entender el mundo

Para comprender una cultura ajena hay que internarse y asentarse en su tierra. Sólo así podrá captarse esa otredad. Para ello hay que tener plena disposición y desconectarnos de "nuestro" mundo. De esa suerte se entenderán las distintas realidades del entorno visitado. Eso es muy difícil y casi nadie lo intenta realmente. Son pocos los interesados en conocer el mundo. La mayoría de la gente está satisfecha sin conocer nuevos lugares. La inmigración, por lo general, se liga con sucesos lamentables. Se inmigra no por placer o para conocer sino por tragedias.

Dos talleres

Tenemos dos tipos de taller a lo largo de la vida profesional; el del reporteo y la escritura cotidiana, enraizado en la velocidad de la noticia; y el de la pesquisa y la indagación profunda, compenetrado en proyectos históricos de largo aliento. El primero era un sacrificio y me permitía sobrevivir económicamente, pero a la vez me abría la pauta para el segundo al aportar los nutrientes básicos para engendrar mis libros. Resulta obligado plantearse proyectos más profundos, de largo aliento, porque si nos limitamos sólo al primer taller, circunscrito a la veloz coyuntura, estamos perdidos. Así, en el segundo y reposado taller aprovecho lo que no pude incluir en las notas enviadas, en su momento, para la agencia informativa. El lenguaje y manejo periodístico de agencia es muy pobre: de hecho, como me cobraban 50 centavos de dólar por palabra, sólo podía usar 200 palabras para describir intensos y relevantes sucesos de un día. Por eso escribí mis libros.

Trabajar como reportero, con informaciones rápidas, era el precio por hacer lo que me gustaba: conocer gente, sumergirme en culturas, investigar sucesos, aprender del mundo, escribir mis libros, el ser escritor... Resulta fundamental tener conciencia de ello para dominar la situación y no afectarse por las circunstancias. En ese sentido es preciso estar por encima de los hechos para dominarlos como un piloto a la nave que conduce.

https://www.infoamerica.org/teoria_articulos/kapuscinski1.htm

viernes, 8 de febrero de 2019

Hace 25 años los sabios se hicieron oír, pero no fueron escuchados

El 21 de julio de 1994 en el Salón Gobelinos de la Casa de Nariño la "Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo" entregó al entonces presidente Ernesto Samper una proclama, agenda y recomendaciones bajo el titulo "Colombia: al filo de la oportunidad".

Foto Revista Semana -  2/7/2019
"Este es un momento mágico para Colombia. Por primera vez, que yo sepa, un gobierno acepta la posibilidad de hacer un gran vuelco en el triángulo interactivo de la educación, la ciencia y el desarrollo tecnológico de este país. Esto se debe subrayar como una “revolución positiva” y sin precedentes".

Así habló el científico Rodolfo Llinás, uno de los 10 sabios de la Comisión  el 16 de septiembre de 1993 cuando fue convocada e instalada la Comisión de Sabios bajo el mandato el presidente Cesar Gaviria Trujillo.

El destacado grupo interdisciplinario en el que solo había una mujer, la microbiologa y PhD Angela Restrepo, junto al también PhD neurofisiólogo e investigador Rodolfo Llinás; el científico Manuel Elkin Patarroyo; el filósofo, físico y matemático PhD Carlos Eduardo Vasco; el físico PhD Eduardo Posada Flórez; el abogado e historiador Marco Palacios; el investigador agrario y ciencias sociales PhD Fernando Chaparro; el PhD en sistemas urbanos Aldana Valdés, el economista Rodrigo Gutiérrez y el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, recorrió el país hablando y escuchando lo que tenía por decir la Colombia profunda.

La pregunta de fondo en la que se ocupó la Comisión fue: ¿Qué son y para qué sirven la educación, la ciencia y la tecnología al país?

Después de 14 meses de un ejercicio de pensamiento sistémico y universal los "sabios" consiguieron proyectar al país hasta el 2023 en el amplio horizonte de su desarrollo, teniendo como ÚNICO eje, la educación y la investigación científica. Una educación para el nuevo milenio, en el que ya estamos. Un documento de 150 (exquisitas) páginas. 

Boletín IEMP No. 23 de 2015
Los sabios se hicieron oír, pero realmente no fueron escuchados. ¿Sino es así, por qué los estudiantes AÚN se tienen que tomar las calles del país para demandar su derecho a la educación?

Hasta hace seis años (2013), "muchas de las propuestas originales  aún  siguen  vigentes,  es  decir,  es necesario  implementarlas  o  continuar con su desarrollo hasta lograr las metas propuestas", señala un balance realizado 20 años después, por la  Asociación  Colombiana  para  el Avance  de  la  Ciencia  (ACAC) por solicitud del Ministerio Público.

Hoy, 8 de febrero, el actual gobierno instala una nueva "Comisión de Sabios" (con un enfoque, o interés definido dados los perfiles) y conformado por connotadas figuras nacionales e internacionales, algunos repitentes, y quince (15) mujeres que "deben ver lo que tenemos que ser en ciencia".

"Hoy nace, en el marco del Bicentenario, una nueva misión de sabios que tiene como objetivo examinar lo que hemos sido, lo que somos y lo que tenemos que ser en materia de ciencia". 


Yo quiero creer, Brigitte Baptiste, pero no puedo. Y no puedo, porque el cúmulo de evidencia es contundente. 

Como escribió el Nobel en su Proclama en esa Misión de Sabios (1994): "somos dos países a la vez: uno en el papel y otro en la realidad. En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas sin castigo. Amamos a los perros, tapizamos de rosas el mundo, morimos de amor por la patria, pero ignoramos la desaparición de seis especies animales cada hora del día y de la noche por la devastación criminal de los bosques tropicales, y nosotros mismos hemos destruido sin remedio uno de los grandes ríos del planeta". 

No se a que río se refería. Será que hoy está pateando en su tumba por tanta realidad. Un país cada vez más lejos del alcance de los niños.

El siguiente texto es su Proclama. Una lección de historia, vida y humanismo. Pero, nada que aprendemos. Los resaltados son míos.

miércoles, 6 de febrero de 2019

La muerte del río es nuestra propia muerte: Isabel Cristina Zuleta


Isa, Premio Nacional de DDHH 2018 - Foto by @Bunkerglo Septiembre de 2018 

Su sentencia de muerte fue ordenada por su verdugo el 29 de diciembre de 1997.

El atormentado, indómito y bravío Bredunco de León de Greiff, ha recorrido desde esa fecha un lecho minado de corrupción, destrucción y desolación hasta su muerte en nombre del desarrollo, una pobre civilización que tiene trastocada la noción de vida y muerte.

Desde entonces, esta “zona de reserva natural, turística y ambiental” ha sido  mega cementerio y territorio de corrupción, desplazamiento y masacres en su mayoría cometidas por grupos paramilitares, por el ejército y por la policía documentadas por el Movimiento Ríos Vivos.


Hoy no rio. Lloro por el río Cauca.

Quienes han tenido la osadía de defender el río y con ello su vida y la de más de 10 millones de personas en sus 965 kilómetros, especialmente en las estribaciones del cañón en el departamento de Antioquia, han tenido que enfrentar intimidaciones, estigmatización, amenazas, ataques y asesinatos.

En 22 años cerca de 5 mil personas han sido víctimas de asesinato, 1,900 de desaparición forzada y más de 13 mil de desplazamiento forzado.  

Y como si esto fuera poco esta semana vienen por el río.

“No intenten convencernos de que somos una prioridad cuando desde hace 10 años nos están desoyendo, desplazando, maltratando, humillando, violando nuestros derechos, mintiendo, persiguiendo, dejándonos sin trabajo, sin alimentos sin tranquilidad y sin vivienda.

Nos han robado todo lo que teníamos, nuestra vida y ahora atentan contra un bien natural de toda Colombia. La única manera de proteger realmente la vida en el cañón del río Cauca, el Bajo Cauca y de salvar el río es que desmantelen Hidroituango”.

Represar, desviar, contaminar e Hidroituango son antónimos de agua, siembra, cuidado, vida.

No respetar el agua y violentar el curso de un río es un acto terrorista en contra de toda la humanidad.¿Cómo nos han llevado a esta demencial manera de entender el mundo?

“El río Cauca es el segundo río más importante de Colombia. Nace cerca de la laguna del Buey en el Macizo Colombiano. En su recorrido entre las cordilleras central y occidental, el río Cauca pasa por más de 180 municipios en los departamentos de Cauca, Valle del Cauca, Risaralda, Caldas, Antioquia, Sucre y Bolívar”.

Yo rio
De tus cóleras inútiles, oh Río,
Oh tú, Bredunco, oh Cauca, de fragoroso
Peregrinar por chorreras y rocales
-atormentado, indómito y bravío – y
de perezas infinitesimales
en los remansos de absintias aguas quietas, y de lento girar en
espirales,
y de cauce limoso!
Oh Cauca, oh Cauca Río!

León de Greiff





jueves, 13 de diciembre de 2018

Rafa Baena forever and ever

Foto de Nicólas Ordoñez

para Amalia Carrillo,
su gran amor

Esta publicación que ofrece Sentipensantes, son apartes del Texto Especial del periodista Carlos Mauricio Vega publicado en la Revista Arcadia. Aunque tuve la generosa primicia del texto compartido por su autor para incluirlo en mi Blog el 24 de enero del 2017, por razones de DA de la Revista permaneció en la Carpeta Borradores bajo el título: "Derrotas de la muerte". Al cumplirse mañana 14 de diciembre tres años de la mudanza de mi amigo, del cómplice de vida y del gran escritor lo saco del ostracismo de esa carpeta y lo publico bajo un nuevo titulo: "Rafa Baena forever and ever". 


'El periodismo me salvó del aburrimiento perpetuo'

Fue lo que le dijo Rafa en una entrevista a Jorge Consuegra en el 2014.

Rafael Baena Cumplido se evaporó tempranamente, a los 60 años, en su momento más bello, dejando tras de sí una obra copiosa y una lección de dignidad. La sociedad que lo celebró como escritor le falló a la hora de socorrerlo en su enfermedad terminal.

Esa última historia de su vida, su último cubrimiento periodístico, el de su propia muerte, está registrada en su libro póstumo, el octavo de su producción, que sale al mercado este febrero. “Memoria de Derrotas”, una anti-novela en la que el escritor se retrata al revés, propone un anti-yo: el personaje es un editor que intenta escribir infructuosamente una única novela mientras sufre los mismos avatares de Rafael frente a la muerte. 

Tal vez por eso, porque al escribirla sabía que iba a ser póstuma, que cuando la leyeran él ya no iba a estar, la compuso desde el más original de los puntos de vista: el del más allá. Y tal vez por ello escogió como voz una distante tercera persona que se narra a sí misma.

“Memoria de Derrotas”, la única de sus obras de la que podría predicarse que es “de actualidad” en el sentido periodístico de la expresión, está permeada por una perspectiva histórica. 

Esta paradoja la convierte --sin ninguna estridencia-- en un J’Accuse, en una requisitoria implacable contra esta sociedad en donde Baena floreció y languideció simultáneamente, y en donde produjo una obra monumental con un hilo de aliento. 

Foto de Claudia Rubio
“Memoria de Derrotas”, título que tiene un sentido marinero y otro vital, es la contradicción del Baena novelista histórico: celebra el sexo como negación de la muerte, analiza la coyuntura histórica, homenajea a muchos de sus amigos y contemporáneos y deja un fresco conmovedor del país que nos toca vivir: señala la corrupción del periodismo, el desprestigio sin reversa de la política, la perversidad del sistema de salud y la estupidez del aparato cultural. 

Su juicio es contundente y difícilmente cuestionable porque está escrito con la tranquilidad de quien no tiene nada que perder y posee además la autoridad del honesto. Rafael Baena, como predica Kundera en “El Arte de la Novela” acerca de los verdaderos escritores, no le rinde cuentas sino a Cervantes.

Murió en el momento en que quiso, en el pináculo de su maestría como novelista, cuando consideró que su obra estaba terminada. 

Quién lo hubiera creído. Aquel fotógrafo callado, de grandes ojos asombrados, que se comía las uñas hasta la cutícula mientras meditaba alguna respuesta tan contundente como original, apareció de repente como uno de los novelistas colombianos más destacados del siglo XXI.

Digo “de repente”, y el adverbio es injusto, porque detrás de las siete novelas y un ensayo y de las más de 3000 cuartillas de literatura que Rafael Baena pulcramente construyó durante los últimos diez años, hay una dosis de disciplina, abnegación y entrega monumentales. Lo hizo alternando en secreto su formación de escritor con treinta años de duro periodismo, entre los oficios de fotógrafo, reportero, editor y cronista. 

Trabajó en sus novelas los fines de semana y en las madrugadas, y luego continuó de tiempo completo gracias a una escasa pensión de invalidez. Todo ello, mientras levantaba una familia de tres hijos con la literata Amalia Carrillo, su alter ego y compañera hasta siempre, sin cuya callada e infinita gestión no habrían supervivido ni la obra ni el novelista.

Víctima de una enfermedad pulmonar sin regreso, Rafael Baena pasó los últimos diez años de su vida encadenado a una cánula de oxígeno, en su hermoso apartamento de Chapinero Alto. Sin aliento, pero con los arrestos de un atleta, emprendió la composición de siete novelas y un precioso ensayo sobre caballos: casi un libro por año. 

La enfermedad y la presión de la muerte, siempre cercana, lo llevaron a producir al ritmo de una redacción de periódico, similar al que impone la hora de cierre de la edición, que cae como una guadaña sobre los redactores. En este caso la guadaña era literal: con una saturación de oxígeno inferior al 20%, la muerte podía decretarle el tercer out en cualquier momento y sacarlo del montecillo de pitcheo antes de que pudiera lanzar otra serpentina literaria. 

Pero Rafa usó los primeros innings para calentar el brazo en el box de lanzadores del periodismo, y así aprendió a manejar la presión, que muchas veces conlleva al error y a la superficialidad. Sin embargo, para Rafael la presión de la Compañera Muerte, que le respiraba en el hombro, supuso producir no sólo en cantidad sino con perfección y detalle. 

Muchos años de preparación previa y de abrevar en fuentes históricas y familiares debió suponer este proceso para desembocar en la catarata productiva de esos últimos diez años. Desarrolló un método de escritura que lo acompañaba en todo momento. Alguna vez, en una reunión social, lo vieron absorto y callado en una silla. Qué hace, Rafael, le dijeron. El alzó el dedo índice y con la mirada de los ciegos contestó a media sonrisa: “Escribo”.

A ese efecto llevaba siempre en el pecho una pequeña libreta Moleskine en donde tomaba apuntes precisos y claros que luego se trasladaban casi literalmente a los textos definitivos. Amante de la cocina, del fútbol y del béisbol, interrumpía sus lecturas y sus horas de escritura, que eran casi todas, sólo para cocinar de once a una con la minuciosidad y el orden de un artista y para concelebrar cada miérércoles frente al televisor la ceremonia ecuménica de la pelota.

Foto montaje Búnker
Escribió, escribió, escribió incansablemente, sobre guerras ignotas pero imprescindibles para entender lo que ahora nos sucede; sobre héroes olvidados o anónimos, sobre figuras intocables como Bolívar, sobre el mundo del porno, sobre caballos, sobre su juventud setentera. 

Pero para escribir tanto tuvo que haber leído a fondo sobre cosas que ya nadie lee: las guerras púnicas y los ejércitos persas, los cruces de razas de caballos y los cruces de las grandes montañas, las armas de caza y las de guerra, las tácticas cuerpo a cuerpo de la época de las cargas a la bayoneta y las estrategias envolventes de los escuadrones de caballerías de tiempos idos.

Rafael fue un escritor en contravía. En una época de vanguardias ininteligibles y efímeras, que consagra el culto de novelas urbanas como “Opio en las Nubes” de Chaparro Madiedo, o produce efímeros movimientos de contracorriente como McOndo, Rafael emprendió una serie de novelas que muchos editores comerciales condenaron al fracaso: novelas bucólicas, rurales, bélicas y decimonónicas, es decir, a contrapelo de las modas y tendencias y sobre temas que se consideran ya superados. 

La primera de ellas, “Tanta Sangre Vista”, es en realidad la historia de una carta. A través de ella se adivinan unos amores desgraciados en una guerra civil de un país tropical que se vislumbra como Colombia, entre el polvo de datos ciertos y falsos que Baena sopla hacia la realidad como un prestidigitador, para recrearla y hacerla más rica que la realidad misma. 

Una novela sutil y delicadamente construida, olorosa a cuero de alforjas y a almohaza de caballo, en donde un oficial peregrina por un país en guerra con una carta clave para uno de los ejércitos, a horcajadas entre un amor imposible y un deber que le puede costar la vida. Escrita para cumplir con una apuesta, “Tanta Sangre Vista” es una de las mejores óperas primas de un escritor colombiano reciente, comparable tal vez con “Primero Estaba el Mar”, de Tomás González.

Hasta allí el talento de Rafael Baena parecía seguir una derrota normal. El fotógrafo de carácter taciturno, capaz de cubrir con el  mismo profesionalismo tanto un partido de fútbol como un enfrentamiento con la guerrilla, el estudiante que se había destacado en la  universidad por su sencillez y modestia frente a un pénsum que a todas luces le quedaba chico, el callado reportero que con su maestría para titular y mejorar textos ajenos se había ganado el título de editor periodístico en Cambio16, en Cromos, en El Espectador, de pronto demostraba que también podía escribir una buena novela. 

“Tanta Sangre Vista” fue redactada en los tiempos muertos de su trabajo como editor de la revista Credencial y en los vivos fines de semana de su diminuta casa de campo en las montañas de Sopó, a donde llegaba a todo trapo, con la escandola de su prole bajo las lonas de su jeep Willys 1954 verde mate, que junto con el sempiterno cigarrillo, sus enormes ojos grises y su bigote entrecano, se convirtió para sus amigos en su marca de fábrica.

Allá, muy lejos de su Barranquilla adoptiva y del mar de Ciénaga donde buceaba y cazaba con escopeta en sus años colegiales, disfrutó de los caballos de algunos bonvivants cercanos a quienes asombraba con su erudición sobre el tema. Y lo más importante, incubó -al calor de su amistad con sus vecinos de finca, los artistas Javier Gutiérrez y Liliana Wills- sus siguientes libros. Fue Javier, también retratado al aguarrás en estas memorias de derrotados como un escultor de bronces medioevales perdido en el tiempo de lo perecedero, uno de sus lectores de originales y el más despiadado de sus críticos.

Libros que vinieron como una seguidilla de rápidos batazos al jardín izquierdo: primero apareció “Vuelvan Caras Carajo”, otro roletazo en contravía del establishment literario. A través de la voz de uno de los militares ingleses que participaron en la campaña libertadora, resucita y pone a caminar al Negro Rondón, el hombre de la carga del Pantano de Vargas, y a través de él al general Culoeyerro, al Tío, al Longanizo: a Bolívar.

Luego vino “Samaria Films XXX”, original novela, casi de escritura automática, sobre la trasescena de una compañía productora de  porno. Después compuso “La Bala Vendida”, una de las pocas novelas bélicas que aborda la guerra, un tema tradicionalmente machista, desde un punto de vista femenino: desde la ausencia. Por encargo de un editor, escribió entonces una colección de delicados ensayos sobre el papel del caballo en la historia de la humanidad (“Ciertas Personas de Cuatro Patas”). Para entonces ya había alcanzado la maestría, y volvió a sacarla del estadio en 2014 con “Siempre Fue Ahora o Nunca”: una novela donde la voz narrativa es de nuevo femenina y se tejen amores difíciles sobre un bastidor histórico real: la Colombia de los años 80 y 90. Casi 800 páginas sobre guerrilla, paramilitarismo, amor, muerte y periodismo.

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Foto Colprensa
Al cambiar de oficio, de periodista a novelista, Rafael Baena no buscó ni la gloria ni el lucro personal. No utilizó jamás el reconocimiento que le otorgaba sus dos décadas largas de oficio para proyectarse como escritor. 

Sus obras caminaron solas a partir del momento en que las parió. Salvo la mentoría de colegaje que le brindó Darío Jaramillo Agudelo, no requirió el favor de la crítica ni hizo parte de cenáculos literarios ni de movimiento o vanguardia alguna, ni acudió al frecuente recurso del amiguismo para obtener prebendas o favorecimientos que lo sostuvieran en sus solitario empeño. 

Mantuvo una independencia inalienable y ejerció la libertad de opinión absoluta que le es dada a los espíritus libres. Hizo literatura por la literatura misma. 

De tarde en tarde se acordaba de consultar su cuenta bancaria, no para constatar el saldo de sus derechos de autor, siempre magro, sino para confirmar que sus libros circulaban. Tampoco quiso aceptar columna o espacio de opinión periodística alguna. Su alter ego en “Memorias…” lo explica: “… asumir el papel de columnista de prensa exasperaría su sentido del ridículo… Miren qué culto soy, y cuán perspicaz e inteligente, y lo bien que escribo a partir de mi vasta experiencia, queridos y fieles lectores que también pueden encontrarme en Twitter y Facebook. ¿Periodista él? Si bien a lo largo de su vida ha caído muy bajo en varias ocasiones, no piensa exagerar”.
   
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En “Memoria de Derrotas”, Rafael Baena discute e invoca el derecho del novelista a novelarse a sí mismo de una manera no autobiográfica: abre la discusión como un actor que cambia de traje frente al público, y asume las máscaras de sus personajes: Cavadía, en Marcelo, Eloísa su exmujer, en Clara su mejor amiga... Luego la obra adquiere varias dimensiones. Baena recurre a una tradición ya olvidada o al menos desechada por antimoderna: la de la novela dentro de la novela, al estilo de “Historia del Cautivo” o “El Curioso Impertinente”, dos textos breves y autónomos que Cervantes insertó en el Quijote; o la historia del marino amotinado Steelkilt que recoge Melville en “Moby Dick". 

Publicación Revista Arcadia
Baena inventa un escritor antagonista, Juan Eugenio Cavadía, tan odioso como exitoso, quien además le clava la banderilla de casarse con su exmujer. 

A través del artificio de estar obligado a conocer los originales de Cavadía por su oficio de editor, Baena nos permite echar una mirada a los textos más disímiles, que probablemente son embriones de otras tantas novelas o cuentos que él mismo no alcanzó a terminar, y entre los cuales hay por lo menos dos memorables: la historia de la señora Neville, la Catira Inglesa, perdida en los Llanos tras buscar a su marido, un oficial inglés baldado durante la campaña de Boyacá. 

Y la de “Campanas Al Vuelo”, historia de un grupo de soldados de Alfínger muertos de hambre en las selvas del Opón, que primero se devoran a sus guías indios y luego se comen entre sí. Baena crea un clima de sospecha mutua tan intenso como el del “Aguirre o la Ira de Dios” de Werner Herzog. “Empezaba a caer en la duermevela cuando sintió que en su interior la sospecha se abría paso hasta convertirse en categórica clarividencia: acababa de comer carne de humano”. Pero en últimas, el cargo de conciencia del soldado europeo se alivia con la consideración de que al fin y al cabo un indio no es humano. 

A partir de esas reflexiones sobre el origen de nuestra idiosincrasia mestiza, Baena traza finos paralelos con la situación actual, no lejana del canibalismo social y financiero.

Retrata su peregrinación de hospital en hospital y de tutela en tutela hasta que logra que nuestro kafkiano sistema de salud lo ponga en lista de espera para un trasplante de pulmón, que le programan en otra ciudad, en Medellín, a donde debe trasladarse permanentemente, sin recursos y sin otra esperanza que la del azar de que aparezca un donante. Ocurre lo que era de esperarse, es decir nada, y Rafael, es decir, Marcelo, decide “hacerle una inútil morisqueta al sistema” y enviar al cuerno de la luna al trasplante, ubicándose en un territorio de autonomía desde donde se hace dueño de su destino y se da el lujo de decidir cuándo será su cita con la muerte.

“Tras sobrevivir a otra crisis se ha ratificado en su decisión de no esperar a que la muerte venga por él, sino a citarse con ella en un punto y hora determinados”, escribe Baena que escribe Marcelo sobre sí mismo.

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Portada del Libro que será
lanzado el 22 de febrero de 2017
Para llegar a semejante cumbre de serenidad, en la novela y en la vida real, Rafael-Marcelo pasan por un largo proceso que incluye terminar todo lo empezado antes de irse de este mundo. Meta que no es pequeña. 

¿Quién que muera no deja asuntos inconclusos? Rafael cobra por ventanilla el privilegio de su decisión: de no tener que hacer cuentas con las semanas de la pensión ni luchar más con el sistema de salud, ni con la hipoteca, ni con los impuestos, ni con los pagos a 90 días. 

Por eso, los dos últimos años de su vida les parecen a sus amigos inexplicablemente mágicos; porque llevaba una determinación y un derrotero ya inalterables: vigilar las reediciones de sus primeros libros y publicar “La Guerra Perdida del Indio Lorenzo”, su último libro, en donde regresa al género histórico alrededor del conflicto de Panamá. 

Es cuando le contesta a un periodista que le pregunta sobre su próxima novela: “yo creo que me estoy repitiendo. Me parece que aquí planto”. 

Unos meses después de esa respuesta, revisa y aprueba los originales de la transcripción a novela gráfica de “Tanta sangre vista” y muere en su casa, rodeado de quienes le aman, el 14 de diciembre de 2015.

“Ningún tema ni ningún personaje acudieron en mi auxilio para sacarme del marasmo en que se convierte la profesión de periodista tras varios lustros de borronear cuartillas en un vano intento de ordenar el caos del día a día”, escribió Rafael acerca de sus veintipico de años de silencio, anhelando escribir pero sin voz, o habiendo encontrado la voz, pero sin tema. 

Tal vez Rafa, que se ganaba la vida tomando fotos y haciendo crónicas, es decir, contando cosas, gastó buena parte de su tiempo esperando a que le sucediera algo importante a él para contarlo literariamente. Y sin darse cuenta tenía los temas ante sus ojos. 

Y a la señora Muerte, que permea este último libro de “Memoria de Derrotas” y lo convierte en un reto moral, ético, legal, político, filosófico. Un libro como un prisma, de muchas caras, pero sobre todo atravesado por la discusión de la eutanasia, la inmoralidad del sistema de salud, la pacatería de una sociedad católica que se atreve a consagrar constitucionalmente el derecho a morir con dignidad, pero no es capaz de reglamentarlo para hacerlo practicable. Aquí su voz:

“Es nada más un pensamiento, pero su eco rebota en las paredes de la cocina mientras prepara la cafetera: muerte muerte muerte muerte. ¡Coño, qué temita! No es que tenga miedo a la idea, pero tanta reiteración le aburre hasta el cansancio. 

“A lo mejor su obsesión con el tema de la señora Muerte no lo sea tanto. Quizá lo que le ocurre en el fondo es que pretende familiarizarse con ella por si acaso a la hora de la verdad le faltase el empuje suficiente para poner punto final a su existencia de una manera racional.

“Pensar y actuar, para bien y para mal, con la parca siempre como referente, lo conduce a adaptar la realidad para convertir a la insigne guadañadora en protagonista principal de su cotidiano, en el rasero con el que analiza y mide su vida hasta sentir que está apenas a milímetros, a segundos de patear el balde y convertirse en polvo de estrellas”. 

Alguna vez siempre es la última. Buen viaje, forever, querido amigo.