en la Universidad de Stanford durante la apertura del curso de 2005. Cuando lo vean entenderan el titulo de este post.
jueves, 6 de octubre de 2011
sábado, 1 de octubre de 2011
24-0 Hoy toda bala es pérdida en Bogotá
Pequeña Nohora Muñoz:
que los angeles, hados y dioses del universo te protegan de tus captores
Desde que conozco a Cesar López le ha apostado a la vida y a la paz.
Así que no me sorprende que hoy, Día Mundial de la No Violencia, este liderando
una jornada para que ninguna persona muera a manos de otra persona. ¡Qué no
haya una sola muerte violenta en Colombia!
Tampoco es motivo de asombro que a las 12:15 de la tarde Antanas Mockus llegara a la Plaza de Bolívar para sumarse al plantón de esta
nueva jornada y quimérica ilusión de paz, y se fundiera un abrazo cerrado, largo, amoroso, vital con el músico.
“El padre de todo esto es Antanas”, me recuerda Cesar López siempre amable y sereno, pero visiblemente desconcertado por la “molestia” que le expresaran en la Alcaldía de Bogotá (¿la Alcaldesa(e) Clara López? ¿La Secretaria de Gobierno Barragán?), de que: “o se van Mockus y Parody, o se desmontan todas las carpas”. ¿Dilema? ¡Sagrado rostro! Qué ignorantes y torpes.
Entonces, lo que quiso ser un genuino acto solidario (que no
político) 24-0 en el Día Mundial de la no Violencia, terminó siendo para Mockus una fugaz
y quizás hasta incomoda presencia, que se sumaba a los naturales huéspedes en la plaza tutelados por Bolívar,
las horrorosas palomas y sus alimentadores, junto a los vendedores de globos, algodón
de azúcar, niños, unos pocos turistas y, por su puesto, la pobreza e indigencia
con rostro.
Fugaz, pero no desapercibida. Los pocos participantes del 24-0 rodearon a Antanas (dicen que también a Gina pero yo no estaba ahí), solo para expresarle el inmenso cariño que le tienen. Ah, sí, porque de política nadie dijo ni pío. Es más. Creería que, aparte de los fotógrafos de Parody y Mockus y quizás, ni el mismo Cesar, tenían ni idea de la noticia y curioso titular de El Espectador Antanas Mockus se pone en las manos de Gina Parody.
Y es que el eslogan de “La vida es Sagrada” que conoció el país en 2010 no es una "buena frase" acuñada por un publicista en campaña, sino una sentencia que surgió una semana después del atentado que hicieron las milicias urbanas de las Farc, tres minutos antes de que se posesionara Álvaro Uribe Vélez como Presidente de Colombia el 7 de agosto de 2002.
Los morteros y rockets lanzados desde el barrio Santa Isabel hirieron a
13 personas y mataron a 27 más, entre ellas, a tres niñas cuando cayó todo este material de guerra en el "hábitat" de
cientos de mendigos e indigentes en “El Cartucho”, (actual Parque Tercer
Milenio), a pocas calles del centro del poder del país.
Eran días de una dura violencia de las Farc, del ELN, de los paras y
del Estado.
Antanas Mockus era el Alcalde de Bogotá y Cesar López ya aparecía de improviso por las esquinas de la ciudad con su "Orquesta Neutral" protestando contra la violencia. Así que no era extraño ni difícil este encuentro haciendo resistencia civil por la vida.
Antanas Mockus era el Alcalde de Bogotá y Cesar López ya aparecía de improviso por las esquinas de la ciudad con su "Orquesta Neutral" protestando contra la violencia. Así que no era extraño ni difícil este encuentro haciendo resistencia civil por la vida.
La muerte de las tres niñas en "El Cartucho" fue el detonante para que,
de manera espontánea, surgiera ese movimiento de resistencia civil 5 o 7 días después
de los atentados.
Jornada de Resistencia Civil para protestar por la vinculación de los niños y niñas en el conflicto armado que se realizó, también, en la Plaza de Bolívar. Una vez más López y Mockus se encontraban con un mismo propósito: llamar la atención de la ciudadanía, del país en el cuidado de la vida de la infancia.
Jornada de Resistencia Civil para protestar por la vinculación de los niños y niñas en el conflicto armado que se realizó, también, en la Plaza de Bolívar. Una vez más López y Mockus se encontraban con un mismo propósito: llamar la atención de la ciudadanía, del país en el cuidado de la vida de la infancia.
Todos nos pusimos la camiseta que decía “Protejamos a los niños y las niñas, su vida es sagrada” y, el primer viernes de cada mes, durante la administración "Para vivir todos del mismo lado", se realizó esta actividad ciudadana.
Se realizaron más de 20 jornadas de Resistencia Civil, primero en la Plaza de Bolívar y después en el Parque Renacimiento (esquina del Cementerio Central de Bogotá), todas bajo el impulso y apoyo del DABS (Departamento administrativo de bienestar social), hoy Secretaria de Integración Social del Distrito.
Casi siempre estaba Cesar López y su "Orquesta Neutral", pero después se fueron sumando escritores, poetas, periodistas y más músicos entre a quienes recuerdo al periodista Arturo Guerrero, a la poetisa María Mercedes Carranza (q.d.p.)... Incluso estuvo el mismísimo Alcalde de Palermo, Sicilia, Leoluca Orlando, según me recordó la H. Representante Ángela María Robledo, en ese entonces, directora del DABS.
La palabra, la poesía, la música fueron el telón para recordar, cada
mes, los nombres de los niños y niñas asesinados o secuestrados en Colombia.
“33 niños y niñas murieron víctimas del conflicto armado en septiembre [de 2002]”, y el Alcalde o alguien más leía los nombres de estas personitas. Un encuentro emotivo, siempre muy triste, y al que en cada nueva jornada llegaban papas, mamás, familiares de estas víctimas acompañadas de mujeres y hombres trabajadores, funcionarios del distrito. Muy pocas veces faltó Mockus en estos encuentros.
“33 niños y niñas murieron víctimas del conflicto armado en septiembre [de 2002]”, y el Alcalde o alguien más leía los nombres de estas personitas. Un encuentro emotivo, siempre muy triste, y al que en cada nueva jornada llegaban papas, mamás, familiares de estas víctimas acompañadas de mujeres y hombres trabajadores, funcionarios del distrito. Muy pocas veces faltó Mockus en estos encuentros.
Según el informe revelado el 18 de septiembre pasado por la ONG Human Rigts Watch, “el panorama de los niños y de las niñas víctimas del conflicto armado y de todo tipo de violencia en el país, parece invariable. 7 mil niños-as se encuentran en las filas de los grupos armados; cerca de un millón cien mil en situación de desplazamiento y 357 secuestrados a diciembre de 2002 a causa del conflicto armado en Colombia”, informaba en una nota de prensa el DABS en noviembre 7 de 2003.
En ese mismo año López hace su primera Escopetarra eléctrica musical, quería que su sentido humano y su voz detuvieran más y todas las muertes violentas, después del demencial ataque terrorista contra el club El Nogal. Así que ver a César López una vez más convocando una jornada de
Resistencia Civil, esta vez de 24HS, es ver su siempre renovada apuesta de su Pacto por La
Vida que, desde entonces, viene tejiendo de manera coherente, consistente y
continua porque, como él dice, “toda bala es perdida”.
Lo que si sorprende, y hasta resulta ridículo es que la Alcaldía
haya pretendido presionar a César López por la presencia de Mockus y Parody. La alcaldesa López debe recordar que ya en 1996, el “ciudadano
imperfecto”, -como se llama así mismo Antanas Mockus-, promovió el primer desarme
en Bogotá y cambió bonos por armas.
Alguna vez en una conferencia
sobre hedonismo y pragmatismo, este mismo ciudadano citó una
bella frase de Kant que dice: “Si eres consecuente con tus principios, no te
garantizo la felicidad”. Y Mockus añadió "una de dos: o eres feliz, y se
añadiría a la felicidad, que la merecías, o eres infeliz y tendrás el consuelo
de que te merecías la felicidad". Y hoy yo me merecía la felicidad de ver el encuentro de Antanas y
Cesar.
Ojalá que el mensaje sea claro para quienes portan armas: arreglen sus diferencias a gritos, pero no a bala. Por favor, quienes sean que sean y tengan secuestrada a la niña Nohora Muñoz, que si son hombres como creo que son, pues que se vea que los son y la liberen para que regrese a su hogar.
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Coletilla. Saludé a Gina Parody y le susurré un par de cosas: no traicionar los
principios de Antanas y que, tampoco, se traicionara ella. No recuerdo si me
lo prometió, pero al final me pidió que nos hiciéramos una foto y acepté.
lunes, 12 de septiembre de 2011
La globalización del mal
Este texto que leerá a continuación sobre el 11/9 fue escrito por el periodista polaco Ryszard Kapuscinski.
Vivimos en un mundo muy complejo, lleno de diferencias, con muchos niveles y planos. Por eso, para responder a la pregunta de si el mundo de hoy es distinto al que existía antes del 11 de septiembre, primero tenemos que definir el punto de partida de nuestro análisis de la realidad. Yo parto de la perspectiva que tiene el reportero, un testigo de los conflictos y transformaciones culturales que se pueden observar viajando por el mundo.
Si admitimos que la realidad que nos rodea
puede ser representada por una pirámide, veremos que en su base, en el
punto más bajo, allí donde está el plano de las relaciones entre los
seres humanos, de la vida cotidiana, nada o muy poco ha cambiado. No
cabe la menor duda de que el 11 de septiembre fue un día trágico para
las personas que murieron aplastadas por los escombros de las Torres
Gemelas, para sus familiares y amigos más cercanos, pero lo cierto es
que la humanidad sigue levantándose cada día, como lo hacía antes del
ataque, para trabajar, educar a los niños, planear las vacaciones, gozar
de las alegrías, sufrir enfermedades y, en definitiva, para morir. La
prosaica vida cotidiana siempre se impone y triunfa. Los temores e
inquietudes que sentían los hombres antes del 11 de septiembre siguen
presentes en sus vidas. No hay indicios de que, en el futuro más cercano
y en ese nivel de la vida, se producirá algún cambio fundamental. La
historia nos confirma que las grandes crisis que ya azotaron a la
humanidad en el pasado demostraron su extraordinaria resistencia.
Muchos
han afirmado que en el nivel más bajo de nuestra pirámide aumentaría la
animosidad de los europeos y norteamericanos hacia los árabes y que
entre los musulmanes también crecería la hostilidad hacia los ciudadanos
occidentales. Muchos han previsto la intensificación de los conflictos
entre las dos civilizaciones, pero nada de eso ha sucedido. En
Occidente, los ataques contra los musulmanes han sido esporádicos y de
mínima significación. Al mismo tiempo, yo no he sentido cambio alguno en
el tratamiento que me otorgan en los países árabes que visito.
Donde
sí se han producido cambios importantes es en los niveles superiores de
nuestra pirámide. En primer lugar, los sucesos del 11 de septiembre
demostraron que la distancia ya no basta de por sí para garantizar la
seguridad. Descubrimos con horror que la distancia ya no nos pone a
salvo. Hoy podemos ser blancos y víctimas de ataques terroristas todos y
en cualquier punto del planeta. En una palabra, después del 11 de
septiembre ya no nos sentimos seguros, cuando vivimos lejos del enemigo
en potencia; ya no nos sentimos particularmente protegidos por el océano
que nos separa de él.
En segundo lugar, el 11 de septiembre
demostró que en nuestro globo ya no hay santuarios. Y no sólo se trata
de que todos puedan ser atacados por todos, de que cualquier país pueda
atacar a otro. Ese peligro ya existía mucho antes. La novedad del 11 de
septiembre consiste en que demostró que en el mundo hay fuerzas que no
representan los intereses de un determinado Estado, pero que, a pesar de
ello, constituyen un enorme peligro incluso para los más potentes.
Hasta ahora, el pensamiento estratégico se basaba en el supuesto de que
las guerras se libraban entre Estados. Hoy, los estrategas tienen que
remodelar con urgencia sus ideas, porque a los Estados se enfrentan
fuerzas difíciles de situar. Ha cambiado la imagen del enemigo, porque
ya no viste un uniforme concreto, lo cual dificulta su identificación,
pero también porque puede hacer mucho daño, aunque no tiene tanques ni
cañones. Es muy difícil combatir a un enemigo imposible de situar y con
planes imposibles de conocer. Antes, cuando teníamos buenas relaciones
con un Estado, podíamos tener casi la absoluta seguridad de que no sería
un peligro para nosotros. Hoy podemos tener magníficos contactos
políticos, económicos y culturales con un país y ser víctimas de un
ataque lanzado desde su territorio. Esto se debe a que han aparecido
fuerzas que no se someten a ningún centro de poder, que no representan
los intereses de Estados concretos, pero que están en condiciones de
aprovechar el territorio o la infraestructura de un país para atacar a
otro. Esa situación nos confirma que ya somos testigos de la
globalización del mal. Consiguen voz y voto -con sus actos-
organizaciones y fuerzas que actúan al margen de las estructuras de los
Estados nacionales. Y ese proceso no concierne solamente al terrorismo.
Se relaciona también con el narcotráfico, la compra y venta de armas y
otras fechorías. Eso significa que ha aparecido un ente internacional
totalmente nuevo, aún no definido del todo, que escapa a las formas que
tenían hasta ahora los sujetos de la vida internacional.
Fortalecimiento del Estado
Un
tercer cambio generado por el 11 de septiembre es el fortalecimiento de
la idea del Estado, algo paradójico, porque el terrorismo siempre busca
su debilitamiento. La globalización neoliberal también debilitó mucho
el papel del Estado, porque promovió las corporaciones supranacionales,
el flujo ilimitado de los capitales y la creación de mercados
financieros mundiales. Como consecuencia, el Estado fue en gran medida
marginado. Esa consecuencia la sufrió también Estados Unidos, país en el
que había una oposición cada vez más potente ante una posición
demasiado fuerte del poder estatal. '¿Para qué queremos un Gobierno tan
potente? ¿Para qué pagamos impuestos tan altos?', preguntaban muchos
norteamericanos. Sin embargo, el 11 de septiembre demostró que, en el
mundo contemporáneo, las sociedades pueden sentirse seguras y protegidas
solamente dentro de los Estados. Sólo el Estado puede garantizar la
correspondiente protección a la sociedad. El ataque contra Estados
Unidos demostró que el hombre y la sociedad no pueden funcionar sin el
Estado.
Desde el 11 de septiembre -y éste es otro cambio
importante-, la globalización se valora de otra manera. Hasta ahora
prevalecía la opinión de que era una bendición para la humanidad, algo
que nos ayudaría a resolver todos los problemas. Mientras tanto, nos
topamos, por sorpresa, con otros rostros muy distintos de la
globalización, que es un proceso lleno de contradicciones internas, un
proceso que puede generar fenómenos negativos.
George Soros, una gran figura de las finanzas mundiales, advierte en On Globalization
que ese proceso genera también grandes amenazas. Soros advierte que
crece la dominación de dos grandes instituciones financieras, el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, que ya imponen sus
concepciones a los Estados nacionales debilitando su posición.
Los
sucesos del 11 de septiembre nos obligaron a percibir el mundo con más
serenidad y ecuanimidad. Pudieron convertirse, incluso, en el punto de
partida para un análisis serio y profundo de la situación en nuestro
planeta. Lamentablemente, lo único que se supo hacer fue dar una
respuesta militar a los terroristas. Nos dejamos embaucar por algunos
políticos que sostienen que, si no fuese por el terrorismo, viviríamos
en el mejor de los mundos. Pero la verdad es que, como dijo un
comentarista norteamericano, 'el derrumbamiento de las Torres Gemelas
fue el fin de las vacaciones que tomamos de la historia'. El fin de la
guerra fría se caracterizó por la euforia que sentíamos tras el fracaso
del comunismo. Parecía que todos los problemas habían terminado.
Mientras tanto, aunque el ataque contra EE.UU. demostró que la euforia
era prematura, nosotros no supimos abordar con seriedad lo que puede
depararnos el futuro. Desaprovechamos la oportunidad que se nos presentó
para tratar con seriedad los problemas que acarrea la globalización.
Yo
creo que el terrorismo, tanto el individual como el que practicaron y
practican distintas organizaciones, jamás fue una gran amenaza para el
mundo. Algo muy distinto es el terrorismo de Estado que practicaron y
practican los regímenes totalitarios. La mayoría de las sociedades del
mundo no se sienten amenazadas por el terrorismo. Claro que en la
historia de muchos países el terrorismo dejó huellas, pero se trata de
actos de importancia secundaria. El problema que ahora enfrentamos
consiste en la dimensión global del terrorismo. Ésa es una novedad,
porque antes siempre fue practicado por organizaciones marginales.
Hoy,
lo que puede sobrecogernos es que un país tan potente como EE.UU. fue
golpeado de manera dolorosa por una pequeña organización. Todos
coinciden en que el gran éxito de Al Qaeda, una organización integrada
apenas por varios miles de militantes, consistió en que supo aprovechar
para sus propios fines el gran liberalismo que impera en EE.UU. y que se
basa en la confianza mutua. Por ejemplo, allí bastaba dar el número de
nuestra cuenta bancaria para disipar todas las dudas y ser tratado con
la máxima confianza.
Yo estuve en Estados Unidos antes del 11 de
septiembre. Aterricé en el aeropuerto Kennedy de Nueva York. Tenía que
coger allí el avión de Washington. Estuve media hora buscando el lugar
en que debía embarcar. Recorrí el aeropuerto de cabo a rabo y me pareció
que, de haber tenido malas intenciones, hubiese podido hacer cualquier
cosa, porque nadie se interesó por mí. Antes de llegar a Estados Unidos,
di prácticamente la vuelta al mundo y en todas partes me controlaron el
equipaje, cosa que no ocurrió en Nueva York.
Nos queda el
consuelo de que los terroristas ya no podrán repetir un ataque como el
del 11 de septiembre, porque la vigilancia ahora es muy grande. Los
norteamericanos se han dado cuenta de que incluso un control mínimo en
sus aeropuertos hubiese frustrado el ataque contra Nueva York y
Washington. Por eso creo que después del 11 de septiembre, para aumentar
la seguridad, no hacían falta las medidas típicas de un régimen
policial. Hubiese bastado un control apenas algo mayor.
En EE.UU.
todos saben que la gran eficacia del sistema norteamericano radica en
la libertad que garantiza. Toda limitación de esa libertad, por ejemplo,
mediante el control estricto de las personas y mercancías en la
frontera, sería un freno para el desarrollo. ¿Cuántos barcos de los
miles y miles que atracan en los puertos de Estados Unidos pueden ser
controlados? Apenas un pequeño porcentaje, porque, si quisiéramos
controlarlos todos de manera minuciosa, provocaríamos la paralización de
la economía. Todas las limitaciones de la libertad y de la democracia
causan efectos muy negativos sobre el funcionamiento del capitalismo. El
terrorismo podría ser erradicado completamente en veinticuatro horas,
pero a condición de que implantásemos un régimen totalitario, y eso no
estamos dispuestos a hacerlo, porque sabemos que destruiríamos la
sociedad cívica y la democracia.
Libertad y eficacia
El
conflicto entre la libertad y la eficacia de los sistemas estatales es,
hoy por hoy, el problema más importante no sólo para EE.UU., sino
también para el mundo entero. Ése es, a mi modo de ver, uno de los retos
más serios que se plantean ante la humanidad en el siglo XXI. Hay que
definir las proporciones óptimas entre la seguridad por un lado y la
libertad y el bienestar por otro, es decir, resolver un problema que
todavía no ha sido planteado con toda la claridad que merece. En el
siglo XIX y a comienzos del siglo XX, la libertad y la democracia no
estaban en peligro. Hoy sí lo están, porque la globalización conduce
hacia dos fenómenos sumamente peligrosos. El primero es la privatización
de la violencia. La democracia y el capitalismo se desarrollaron en los
tiempos en los que la aplicación de la violencia estaba monopolizada
por el Estado. La violencia tenía uniformes, armas y carnés. El Estado
era el único con derecho a hacer uso de la violencia. Hoy, cualquiera
puede tener un arma, y hay cientos o miles de ejércitos privados.
Hay que hacerse, pues, la pregunta: ¿cómo proteger en esas condiciones
los mecanismos de la democracia? No sabemos responder a esa pregunta.
Ahora bien, eso no significa que en EE.UU. no se analice el asunto. Por
el contrario, ese país es uno de los centros de discusiones y análisis
más serios sobre los fenómenos que aquí nos ocupan. Es en las
universidades norteamericanas donde surgen los análisis más acertados
sobre los fenómenos que tienen lugar en el mundo. Es también en EE.UU.
donde encontraremos los mejores y más críticos análisis sobre EE.UU.. Y
no es casual que sus adversarios más radicales aprovechen con frecuencia
los argumentos formulados por los pensadores norteamericanos.
El
gran problema radica en que en Estados Unidos hay un gran abismo entre
el pensamiento universitario y las concepciones de los círculos
políticos. Cuando se conoce la vida de las universidades, uno se siente
admirado por el nivel y la gran clase de las discusiones que se
organizan en sus aulas. Lamentablemente, los políticos son totalmente
impermeables a las ideas y argumentos de sus colegas profesores y
científicos. Y ésa es otra prueba más de la complejidad que tienen la
sociedad norteamericana y su sistema estatal.
Sea como fuere, hay
que reconocer que son las ideas formuladas en las escuelas superiores
norteamericanas las que dictan hoy al mundo los temas de las principales
discusiones y polémicas sobre el presente y el futuro. Todos los
grandes debates de los últimos decenios concernieron a concepciones de
gran importancia surgidas en EE.UU., generadas por el pensamiento
norteamericano. Un ejemplo muy útil es la tesis que formuló Francis
Fukuyama sobre el fin de la historia. A principios de la década de los
años noventa proclamó que el fin del comunismo significaba el fin de los
conflictos. De esa circunstancia, el pensador norteamericano sacó la
conclusión de que, por consiguiente, la democracia liberal triunfaría en
todas partes en tanto que régimen ideal que desean todos los humanos.
Seis años después, Samuel Huntington formuló su concepción sobre la
confrontación entre las civilizaciones. Entonces se propagó la idea de
que todos los conflictos existentes se debían a las diferencias entre
las civilizaciones. La última gran idea fue formulada por Robert Kagan,
autor de la afirmación de que los grandes aliados, Estados Unidos y
Europa, se separan. Y es muy probable que esa circunstancia sea el
cambio más importante promovido por los sucesos del 11 de septiembre.
En
el pasado hablamos de un mundo dividido en Norte y Sur y luego en ricos
y pobres. Hace no muy poco se describía el mundo con la frase 'The West
and the Rest' (Occidente y los demás). Hoy se reemplaza la palabra West con el término America: 'The America and the Rest'. Y Kagan hace referencia a ese nuevo paradigma en nuestro pensamiento sobre el mundo.
Kagan afirma que ya no existe la noción occidente,
que se ha producido una ruptura en el Atlántico. La guerra fría unió
durante 50 años las dos orillas del océano. Hoy, cuando ya no existe el
enemigo común, EE.UU. y Europa no quieren seguir caminando por la misma
senda. Por el contrario, tienen dos visiones distintas del mundo y, por
consiguiente, el abismo sólo puede ensancharse y profundizarse. La
grieta apareció el 11 de septiembre, porque desde aquel día, la
Administración norteamericana considera que en el resto del mundo
imperan el desorden y la anarquía, es decir, un peligro mortal. Es esa
concepción sobre el mundo la que induce a EE.UU. a concentrarse en la
lucha. Washington cree que el caos puede ser controlado solamente con
las armas. Y de ahí las enormes cuotas que gasta EE.UU. en armas, mucho
más de lo que gastan todos los demás miembros de la Alianza Atlántica.
Mientras tanto, Europa, que no olvida la experiencia de la II Guerra
Mundial y de los regímenes totalitarios, promueve otra visión del mundo,
kantiana, la visión de un mundo de paz eterna. Europa ve su visión
civilizadora en el intercambio de ideas, en el mantenimiento de
negociaciones y en la búsqueda de compromisos. Cuando las concepciones
son tan distintas, tan dispares, es inútil pensar que EE.UU. y Europa
conseguirán un punto de encuentro.
Observamos una creciente
marginación de las organizaciones internacionales. Prueba de ello es la
ONU, que ya no desempeña el importante papel que tenía en el pasado. Ha
perdido su autoridad incluso el Consejo de Seguridad, porque se dedica a
aprobar resoluciones que nadie cumple.
En esa situación no puede extrañar que en EE.UU. todos coincidan en que deben comportarse en el mundo como el sheriff
que impone el orden. Por eso, la discusión no se desarrolla en torno a
si debe desempeñar o no ese papel, sino a cómo debe hacerlo. Ciertos
círculos norteamericanos consideran que EE.UU. puede cumplir esa misión
en solitario, por su cuenta y responsabilidad, mientras que otros creen
que hay que conseguir aliados. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld
suele decir: 'Podemos arreglarnos solos'. El secretario de Estado Colin
Powell es más prudente: 'Queremos montar una coalición'.
Líderes y potencia
Para
saber qué camino elegirá en definitiva EE.UU., tenemos que analizar lo
que dicen sus líderes. Parece que confían plenamente en la potencia de
su país y de sus fuerzas armadas, con las que nadie puede competir.
Están convencidos de que únicamente EE.UU. puede realizar cualquier
operación militar, en cualquier momento y en cualquier punto del
planeta. Ese sentimiento de fuerza ilimitada que anima a los líderes
norteamericanos no siempre va acompañado del conocimiento necesario
sobre el mundo y sus complejos procesos. Por eso, los que preparan la
guerra contra Irak tienen la seguridad de que alcanzarán un gran éxito.
Más objetivos parecen ser los militares norteamericanos. Fueron sus
analistas los que previeron en la década de los años noventa el aumento
de los conflictos. Fueron los expertos del Pentágono los que indicaron
que el enfrentamiento entre los ricos y los pobres, así como la falta de
perspectivas, acumularían enormes capas de frustración, ira y agresión
que se convertirían en fuentes de trastornos muy difíciles de controlar.
Pero no hay que perder la esperanza. En primer lugar, el hombre
está dotado de un potente instinto de autoconservación y, en segundo
lugar, las sociedades, por lo general, suelen rechazar las soluciones
extremistas, radicales, y optar por los caminos de la prudencia y la
moderación. Los extremistas pueden conseguir respaldo, pero sólo en el
ámbito local y por poco tiempo. Cuando el hombre llega a un lugar en el
que poco antes se combatió, donde aún se ven las huellas de los
enfrentamientos, lo primero que suele hacer es limpiar el terreno,
restablecer el orden. Los hombres, por lo regular ancianos, porque los
jóvenes murieron en los choques, retiran los escombros, cierran con
cartones las ventanas sin cristales y encienden el fuego. Las mujeres,
mientras tanto, barren y cocinan. Todos juntos restablecen la
normalidad, y ésa es la gran fuerza de la humanidad.
Ryszard Kapuscinski. Periodista y escritor.
* Publicado en el mes de Septiembre de 2002 entre otros medios en The New York Times y el periódico El País.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
El 9/11 ocurrió algo más que unos atentados terroristas
Manhattan - Foto de Agencia - Intervención by Bun |
Es inevitable no hablar del 9/11. Lo que ocurrió ese martes del 2001 en el país más poderoso del mundo, se sintió en los siguientes años en Colombia.
EEUU fue atacado en sus entrañas, pero también, desde sus entrañas se produjo un feroz y consentido contra-ataque de defensa, pero también, de venganza.
El demencial acto de terror que acabó con la vida de miles de personas al convertir las míticas Torres Gemelas en Manhattan en toneladas de escombros y polvo, patentó a los EE.UU. el execrable derecho de crear guerras porque sí y fuera de su territorio.
Una patente de corso que, hábilmente, fue apropiada en la Repúblic Banana de Colombia durante los siguientes 8 años bajo el nombre de "seguridad democrática". Gatuperio con el que Álvaro Uribe Vélez terminó haciendo exactamente lo mismo que Bush en Irak: meterse en el rancho de Ecuador y bombardear su territorio.
Alguien golpea con insistencia la puerta de la habitación del Hotel Vintage Court de SF. Son las 5:45 am.
Me levanto adormilada y con prisa y abro la puerta. María Victoria en ropa de dormir ingresa exclamando sobresaltada: ¡Pasó algo terrible! ¡Pasó algo
terrible! Una frase que, para mi colega Elizabeth Vargas, directora de la FLIP, nos resultaba harto familiar y miedosa.
¿Qué paso en Colombia? Preguntamos al unísono y con notable impaciencia. No, no, nada, en Colombia no pasó nada. Es en Nueva York... Nos dice María Victoria visiblemente angustiada, mientras, en lo más profundo de mí, sentía
un alivio. Solo por esta vez no se trataba de una noticia sobre una nueva desgracia en el país.
Regresé a la cama y encendí el TV (8:45 a.m. hora de NY - 5:45 am. hora de SF). La primera imagen que apareció en la pantalla fue un plano cerrado de la cúspide humeante de
una de las Torres Gemelas. Cambié de inmediato el canal buscando un noticiero pensando que había sintonizado
una película, pero no, en mi rápido zapping aparecía la misma imagen en la infinita relación de canales de la TV.
Las Torres en vivo y en directo sitiadas por un
humo espeso y negro y llamaradas color naranja. Pensamos: un incendió, sí, eso era... Hasta que,
pocos segundos después, en la pantalla vemos en vivo y en directo cómo un avión se incrusta en la otra Torre. ¿¡Qué!? ¿¡Qué es esto!? Me restregué los ojos no dando crédito a lo que veía. Quedamos mudas. Un profundo silencio cayó sobre nosotras tres. Lloramos.
Ese día sería el comienzo de la vieja nueva y recién cruzada entre “el
bien” y “el mal”.
La mirada brillaba de odio. Para vengar las
muertes de los miles de civiles en Nueva York, Washington y Pittsburgh, Estados
Unidos podría terminar persiguiendo sombras, decía el artículo central de Newsweek en su edición
extra. Como así ocurriría en los últimos 10 años.
George W. Bush envió un mensaje al mundo: “que no se equivoquen: Estados Unidos perseguirá y
castigará a aquellos responsables por esos actos cobardes”.
Pocos día antes, en la primera semana de ese septiembre, habías estado en NY.
Mientras María Victoria, quen residía en WDC visitaba a un hermano en el piso 90 de una una de las gemelas del Word Trade Center WTC, no acepté la propuesta de Pablo de hacer una
infinita cola para subir al último piso y divisar el extraordinario panorama de la ciudad.
Elizabeth y yo lo habíamos hecho en otras visitas a la ciudad y desistimos para sumergirnos en el centro comercial de los pisos bajos del sótano y recorrer las bellas tiendas asegurándonos de ingresar donde decía SALE.
La tragedia de WTC estaba entre nosotros. En el
rostro de inmenso y profundo dolor de María Victoria Somogyi, nuestra acompañante y guía durante la gira oficial que habíamos emprendido desde Washinton D.C. y que nos llevó por Boston, NY, SF y Chicago, esta última, destino al que no pudimos llegar. Era poco lo que
podíamos hacer por María Victoria más allá de comprometernos cumplir, pese a nuestro gen periodístico, en ser en extremo prudentes.
Durante la gira informativa y de formación que adelantábamos sobre la libertad de expresión y prensa en los EEUU, invitados por el gobierno USA, portábamos visible en el equipaje y en una credencial un aviso que decía únicamente VIP. "Very People Important", identificación que nos dio el Departamento de Estado y que nos acreditaba y facilitaba la movilidad en las distintas ciudades del recorrido y el ingreso a los del Bulding del Estado.
Así que nuestra profunda
solidaridad de pesar y afecto hacia MaríaV se tradujo en “liberarla” un poco de su
responsabilidad con los tres periodistas colombianos: Elizabeth, Pablo Buitrago y yo huéspedes del gobierno americano en
calidad de becarios.
Avanzaba la mañana de ese 11 de septiembre y con ella la revelación de detalles de lo que siguió ocurriendo por días, así como las conjeturas, las especulaciones, los análisis y un desasosiego y tristeza sin par.
En los primeros minutos las
conjeturas alcanzaron a plantear un accidente aéreo, pero después de la estrellada del segundo avión no cabía la
menor duda que se trataba de un atentado terrorista de proporciones
inimaginables.
Aunque los medios televisivos norteamericanos señalaban a palestinos del Hamas o la Yihad islámica, no había terminado la mañana y el espionaje USA daba sus primeros resultados.
Dicen haber detectado un mensaje de 'parte de victoria' de un completo desconocido para mí, un tal Osama bin Laden. Pensé, ¿Cómo era posible tal certeza y que hubieran sido incapaces de impedir esos actos terroristas?
En el lobby del Vintage Court, en pleno centro de San
Francisco C.A. nos dimos cita, de manera espontánea, todos los huéspedes del hotel. Japoneses, alemanes,
ingleses, gringos... y los únicos latinoamericanos, los cuatro colombianos. Bebíamos como agua desmedidas jarradas de un desabrido café americano mientras conversábamos y algunos más fumábamos, de manera estricta, en la
calle, afuera del Hotel.
Quince minutos después de la embestida del segundo avión, a las 6 de la mañana, ya estaba recorriendo con prisa
muchas calles en busca de algún local (tienda) abierta para comprar tarjetas y
llamar a Bogotá. Todo lucía fantasmal.
Nadie salió de sus viviendas esa mañana. La ciudad estaba vacía. En el bar que frecuentamos durante esos pocos días por su amplio y seguro menú de periódicos y periodistas y mejor café, no estaba cerrado, pero tampoco había nadie.
Regrese con varias tarjetas para llamar y, luego de hablar con mi mamá en Bogotá mapa en mano para que tuviera claro que su amada hija estaba al oro lado y segura, bueno, como se podía estar seguro en ese entonces, me dediqué a reportar, vía telefónica y por correo electrónico, datos e información a algunos colegas de la prensa y la radio en Colombia de todo cuanto observé en las calles y describían los noticieros de TV que seguían en directo el terrible suceso.
María Victoria Somogyi seguía presa de la hacer seguimiento a la situación. Esta zipaquireña admiradora de Germán Castro Caycedo, no salía de su asombro. Desde que había salido del país un poco más de 30 años y tiempo de residir en los EEUU no imaginó que algo así pudiera ocurrir.
Es traductora simultánea y fue contactada por la oficina internacional de visitantes de Bureau of Educational and Cultural Affairs United States Department of State para acompañar a los periodistas colombianos en su gira USA.
Risueña, franca, directa y muy rigurosa con el tiempo, era un soporte profesional indispensable en la intensa agenda de encuentros informativos en universidades, organizaciones y medios periodísticos que, para hablar sobre la libertad de expresión en EEUU, sostuvimos en Washington, Bostón, New York y San Francisco durante los 22 días previstos en la agenda que hubo que abortar sin que consiguiéramos llegar a Chicago.
Así como en NY, en SF el cielo era azul y brillante esa mañana. Condición casi que maquiavélica para que, sin la menor dificultad de visibilidad, los dos aviones impactaran contra las Torres Gemelas, uno más contra el Pentágono en Washington y otro, el que no llegó a SF, se estrellara en Pittsburgh.
Si algo distingue a San Francisco son los ríos humanos desbordando las calles con todos los colores y tamaños y lenguas del universo. Una torre de Babel.
Sin embargo, ese día y parte del siguiente, por las calles no había nadie. No transitaba ningún auto. Estaba desocupada. Fantasmal. Ninguna línea del tranvía arribó por sus empinadas calles.
El San Francisco Chronicle, el diario más importante de la ciudad, al medio día del 11 de septiembre tenía su edición extra agotada. Las entradas de los hoteles estaban desbordadas de huéspedes ansiosos por irse. Nosotros aún no. Teníamos algo de tensión. Tan acostumbrados al miedo colombiano, allí también había algo de temor.
Mientras se sucedía la cacería feroz por establecer el autor intelectual de los ataques terroristas, nosotros éramos acosados por un pensamiento que hoy no es más que una especial anécdota en este itinerario como becaría en la que participé delegada por la Corporación Medios para la Paz de la que hacía parte como miembro de su junta directiva. La historia es como sigue.
La agenda de actividades en libertad de expresión en EEUU
incluía una visita y briefing en el emblemático The New York Times.
Luego de recorrer sus diferentes pisos, áreas y secciones, nuestro anfitrión, un editor de pelo blanco de la sección internacional y otros cuatro periodistas visitantes de Suiza nos juntamos para el briefing previsto alrededor de una inmensa mesa cuadrada en un salón adyacente a la inmensa sala de redacción del periódico.
Una vez superamos el tema que los colegas suizos habían propuesto como tema de su interés, las “vacas locas”, el editor del periódico nos invitó a los colombianos para que formuláramos alguna pregunta.
Sin premeditación ni alevosía - es decir, de manera inconsulta y espontánea- Pablo tomó la
palabra y preguntó: ¿Nos podría comentar en caso de un atentado terrorista contra los EEUU, cómo
prepara el periódico la editorial del día siguiente? Lo consultan con alguien?
Hablan con el Presidente?
Pablo Buitrago (centro) Elizabeth Vargas (a su izq). |
La respuesta no se hizo esperar.
Nuestro interlocutor, un
hombre de unos 50 y tantos años, con una notable experiencia y pasión por el oficio, le pide a Pablo comedidamente, pero evidentemente sorprendido, que propusiera otro tema, que hiciera otra pregunta para hablar
de cosas más reales y menos hipotéticas.
Y claro, apoyamos a Pablo. Ya éramos tres los que insistíamos en conversar sobre a pregunta y persistimos, porque
consideramos que no había nada de hipotético en la pregunta y que cabía esa posibilidad.
Pero, una vez más, el editor nos responde, solo que esta vez con una generosa y amplia exposición de datos, fechas y hazañas para ilustrarnos acerca del poderoso escudo aéreo de protección de los EEUU y su absoluta efectividad. Mientras lo escuchaba mi mente voló y puso a Superman en el techo del periódico en el 620 Eighth Avenue.
Así que, ese martes 11, mientras deambulábamos por la ciudad, no dejábamos de recordar -como hasta hoy- cada uno de los detalles de ese encuentro preguntándonos en qué momento la CIA, el FBI y todas las ias de la inteligencia norteamericana nos vendrían a buscar para "pedirnos explicaciones" acerca de qué sabíamos sobre el atentado.
Cuando George Bush proclamó su "guerra contra el
terrorismo" el 7 de octubre de ese año, el recién elegido presidente
Álvaro Uribe capitalizó el llamado del gringo en su discurso de “seguridad
democrática”.
Así comienzan a crecer sus ínfulas y velada sed de venganza, y con ello, su
conocida y peligrosa obsesión de ver en cada contradictor desarmado a un guerrillero, a
un terrorista como enemigos nacionales.
FARC, ELN, AUC, ETA… Colombia… España, por
mencionar solo algunos lugares de las tales "madrigueras de terroristas".
Hasta ese 10 de
septiembre EEUU venía haciendo en los patios, especialmente en el ámbito
económico lo que le daba la gana, sino que lo diga el cronista Germán Castro Caycedo. La
diferencia ahora es que, desde el 11 tienen "licencia" para hacerlo.
Y, en un
mundo globalizado, qué? Qué de la ONU? Qué de la OEA? Qué de la OTAN y sus 18
aliados que, por primera vez en su historia invocó el artículo V del Tratado
que obliga a los Estados miembros a ayudarse mutuamente si uno de ellos es
atacado? ¿Qué esta en la balanza? ¿Seguridad y Libertad? ¿De quién, por qué? ¿Para
qué? ¿Qué forma tendrá la respuesta
militar de Bush si la CIA el FBI, el Pentagono y todas las policías secretas?
¿Están absolutamente seguros (pese a que “Os odia” ha negado en dos
oportunidades ser el autor intelectual de las acciones terroristas), que realmente sea el
saudita Osama Bin Laden el autor intelectual del bárbaro atentado? ¿Y después de destruirlo qué? ¿Por
dónde continuará USA en su reacción defensiva contra el terrorismo? Porque, no
se nos olvide que Bush ha advertido que le han declarado la Guerra a USA, no que
USA la haya declarado.
Fueron las preguntas que me hice en casa de mi amigo y fotógrafo Federico Serrano en Miami Fla., cinco días después que conseguimos salir de S.F. hacia la puerta de mi salida de EEUU. Un transito que cumplí de manera generosa y reparadora hasta el último día de septiembre cuando regresé al país.
Y el cuadragésimo tercer presidente, que como Uribe también estuvo 8 años consecutivos en el poder, hizo su anunciada guerra en 2003. Y también es asesinado Bin Laden, pero en el 2011.
Bush invade a sangre y fuego
a Irak so pretexto de buscar armas de destrucción masiva, y de paso, dar con el
paradero de Osama bin Laden.
“El gobierno de Uribe Vélez fue el único
sudamericano que apoyó la aventura criminal del presidente Bush de invadir Irak
bajo falsas acusaciones y mentiras preparadas por sus asesores militares y de
seguridad”, escribió Apolinar Diaz-Callejas.
Pero No En Nuestro Nombre gritamos millones en planeta. No queremos guerras y rechazamos la de Irak. Recuerdo que una noche en Marzo de 2003 salimos y
protestamos en la Plaza de Bolívar contra la guerra y contra la decisión de
Uribe de apoyarla.
El recién posesionado Uribe Vélez dejó de llamar a las Farc, al Eln y a las Auc
"grupos irregulares" o "actores irregulares armados", y comenzó a decirles terroristas.
Poco tiempo
tuvo que pasar para que, por arte de magia, desaparecieran 40 y tantos años de
un conflicto armado interno para convertirlo en terrorismo. En “Colombia no hay
violencia política sino terrorismo”, advirtió. Por eso, también de manera "velada" fue cerrando con el terror de sus acciones los espacios democráticos
en el país.
Pasaron las horas y dos días después, la gente comenzó a salir a las calles en la bella ciudad de San Francisco.
Los
medios ya no solo hablaban de la tragedia, sino del terrorista del mundo más buscado Osama bin Laden y de Al Qaeda.
María Victoria, con un temple digno de una mujer
colombiana se ocupó
de movilizar a su familia en EEUU y conseguir un largo, pero seguro itinerario
que la llevaría nuevamente a NY para reunirse con su familia y honrar la vida
de su hermano.
Nosotros, entretanto, andábamos las calles de SF durante cinco días en espera de poder volar y llegar a Miami vía regreso a Bogotá.
El 11/09 ocurrió algo más que unos atentados
terroristas en EEUU. También tomó impulso el desafuero criminal de un gobierno
en Colombia que estuvo ocho años en el poder y del que, aún hoy, se continúan develando sus abusos y crímenes.
Coletilla. Tengo muchos motivos para recordar el 11 de
septiembre y no solo el del 2001. Ese día, pero en 1973, la fuerza armada y
carabineros en Chile dieron un golpe de Estado para derrocar a SalvadorAllende, presidente socialista de la Unión Popular y de quien recientemente se
comprobará se suicidó al interior del presidencial Palacio de La Moneda ese
mismo día. Apenas ocho años después, en
1981, nacía una bella y talentosa mujer, mi primera sobrina, María José Díaz y,
también, los 11 de septiembre celebramos el cumpleaños de mi amiga y también
colega Gloria Cecilia Gómez.
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