Es imposible no andar el
país sin conmoverse. Bien sea por su tierra, por sus paisajes, por sus ríos, por
sus cielos… por la opulencia de su tesoro natural, pero muy especialmente por
lo extraordinario y humano de sus gentes, de los Otros.
Aunque buena parte del tiempo permanecí en una aula conversando sobre la libertad de prensa (!!) y el periodismo escolar, desde la voz y mirada fresca de un grupo de jovencitos y jovencitas de los colegios oficiales de Caquetá, el olor a vida en remolino era latente.

Una cosa es Bogotá y otra el resto del país. Estamos separados de esos Otros en Caquetá, por un anudado verde resplandor de montañas, efigies anónimas de cuyo rastro apenas si sabemos. Perdimos la capacidad de asombrarnos, conmovernos y movernos por la vida.
Aunque buena parte del tiempo permanecí en una aula conversando sobre la libertad de prensa (!!) y el periodismo escolar, desde la voz y mirada fresca de un grupo de jovencitos y jovencitas de los colegios oficiales de Caquetá, el olor a vida en remolino era latente.
Una cosa es Bogotá y otra el resto del país. Estamos separados de esos Otros en Caquetá, por un anudado verde resplandor de montañas, efigies anónimas de cuyo rastro apenas si sabemos. Perdimos la capacidad de asombrarnos, conmovernos y movernos por la vida.
Participamos en el 16º Encuentro Departamental de Periodismo Escolar en Florencia con la juventud caqueteña, a través de dos talleres, uno de crónica periodística y otro de libertad de prensa (del que hablaré en otro post). Por ahora, la primera historia.
Las impresiones que quedan cuando vemos, en un paro que no existe, a centenares de campesinos juntos –más de 8 mil me decían-apiñados, sudorosos, altivos… con una carga de esperanza en sus rostros, por soluciones eternamente aplazadas a sus problemas. Florencia está apenas a 45 minutos o una hora y media de vuelo. Los medios locales se ocupan de informar a sus 140 mil habitantes, pero para los medios nacionales, 40 y tanto millones, no se dice e informa nada.
Por Arturo Guerrero
Semanas después de
levantado el paro campesino en el país, las entradas a Florencia, Caquetá,
están asediadas por cambuches de plástico negro en los que hormiguean labriegos
de botas pantaneras y amplios sombreros de paja. Desde que dos centenares de
policías antidisturbios los obligaron a retirar enormes piedras, los indignados
no bloquean vías.


Colegios oficiales de
bachillerato participaron durante la semana en un encuentro de periodismo
escolar. Los maestros impulsan estas iniciativas extracurriculares para evitar
que los muchachos ‘se vayan al monte’, eufemismo para significar que ingresen a
grupos armados o a negocios propios del tráfico ilícito. Estos pululan, apenas
al otro lado de puentes que cruzan ríos y quebradas como el Hacha y la Perdiz.
Interrogados los adolescentes sobre su sueños, algunos muchachos indican que ser oficiales de policía o fuerza aérea. Las niñas se inclinan por medicina forense. La investigación criminalística las apasiona, quieren develar un misterio. También hay otros que aspiran a hacer familia o a ser presentadoras de televisión. Uno discrepó, quiere indagar en qué consiste la felicidad.
Interrogados los adolescentes sobre su sueños, algunos muchachos indican que ser oficiales de policía o fuerza aérea. Las niñas se inclinan por medicina forense. La investigación criminalística las apasiona, quieren develar un misterio. También hay otros que aspiran a hacer familia o a ser presentadoras de televisión. Uno discrepó, quiere indagar en qué consiste la felicidad.
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