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jueves, 23 de junio de 2016

Cesó la horrible noche: el último día de la guerra



Pensando en Sara, Nico y Juan José

Hoy es el último día del conflicto armado con las Farc-EP. Esta organización guerrillera le dice adiós a las armas por la vía de la palabra, de la conversación, de la confianza, de los acuerdos, de los disensos y ya no más por la vía de la guerra. 

Pensé que no estaría viva para este momento. Se siente extraño el último día de la guerra. Soy sobreviviente y testiga de este conflicto armado. Como lo somos todos y cada uno de los colombianos, con o sin víctimas directas de esta larga y horrible noche. 

Miles de personas murieron por crímenes que nunca cometieron. Somos una sociedad urdida entre lágrimas y odio. Asesinaban a uno y otro y otro y a otro y otros en una espiral de nunca acabar, que no terminaba, sin fin.

"Algo mal hicimos como sociedad para sufrir 60 años de violencia. Tengamos la grandeza de perdonarnos por la paz", como dijo Maurice Armitage, alcalde de Cali. 

¡Cuantos abrazos e hijos perdidos! 

El desamparo fue la saga casi que inamovible junto a la indiferencia e insolidaridad por todo cuanto hemos vivido y especialmente, por quienes lo han padecido mucho más. "Tanta sangre vista", como escribió Rafa Baena.

Hoy empezará Colombia a escribir la historia de "Había una vez una guerrilla... y después de 52 años firmaron el fin del conflicto armado". Un cuento que escribirán los niños de hoy con la letra de la amistad, de la confianza, del interés común, ah sí... eso se llama paz.

"La dura realidad es una desoladora confusión de herniosos ideales y torpes realizaciones, pero siempre habrá algunos empecinados, héroes, santos y artistas, que en sus vidas y en sus obras alcanzan pedazos del Absoluto, que nos ayudan a soportar las repugnantes relatividades", cómo escribió Ernesto Sábato en su Antes del Fin

Y en Colombia tenemos a esos empecinados. 

Los que cayeron bajo el fuego de las balas asesinas, y los que durante en los últimos casi cuatro años en La Habana (Cuba) sostienen una conversación genuina, honesta, desde el corazón, con el convencimiento de que las armas ni la guerra son el camino ya para alcanzar las soluciones de la infelicidad de un pueblo.  

Hoy cesó la horrible (Uribe) noche. 

La música y la voz serán en adelante el único rumor de fondo en nuestras disputas y diferencias, y no el golpeteo de la balas y el estruendo de las pipetas-bomba ni el grito aterrador de la muerte.

Pasaremos la última página de una historia de 52 años de muerte y destrucción con un final feliz. 

Renacemos de entre las cenizas para alzar el vuelo, sin armas, por todos y cada uno de los colombianos que no conocemos pero que pasan penurias. 

Hoy dejaremos el horror y barbarie, del secuestro, de la incertidumbre, del miedo. 

Al fin llegó ese punto final. Hoy damos la cuota inicial en la construcción de un proyecto común, de nación, reconociéndonos como somos, desde la diferencia; mirándonos desde el Otro para desde ahí retomar la mejor ruta, la de la palabra y la mirada para andar la vida.   

Estoy muy emocionada. Solo siento una profunda gratitud por quienes han dejado la piel en la cerca en los últimos 52 años para que podamos vivir este día. 

Por los abuelos que llevan a cuestas todas nuestras guerras, por los niños pequeños y los que nacen hoy de esta tribu llamada Colombia. 

Sara, Nico y Juan José, mis amados sobrinos, 7 meses, 7 y 14 años, aún no son conscientes de ello. No saben ni comprenden que hoy es el día más importante de sus vidas. 

Ninguno de los tres será no serán ya potenciales combatientes en armas y sus rebeldías, trascendentes, gigantes y muy humanas, seguro se expresarán como ciudadanos libres, sin ataduras, sin miedo. Serán creadores y constructores de bien-estar en su país.

La colombianidad, nuestras vidas y la de los niños hoy toman otuna nueva ruta.

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