Nadie sabe que existe y miles pasan a diario sobre él para llegar al centro histórico de Bogotá por la vía circunvalar.
Ayer, en medio de un muy lento tránsito quede detenida sobre el puente - que no es el de Las Aguas ni El Libertador y aún no descubro su nombre- desde la ventana del auto divisé por entre una baranda de cemento un resplandor que atrapó mi atención.
Bajé el vidrio y escuché la caudalosa fuerza cristalina de un río. Fue un momento muy conmovedor. Nunca antes había vi en este tanta agua correr. ¡Bendito invierno! pensé.
Mi mamá recuerda con frecuencia historias de su niñez jugando en su orilla o huyendo de su caudal. Era la parte más norte de la antigua de Bogotá a principios de 1900.
Es el río Vicachá o "resplandor de la noche" como fue conocido por los indígenas hasta la llegada del colonialismo y las sotanas a nuestra tierra que fue renombrado como se conoce hoy: el río San Francisco.
Algún genio estilo Enrique Peñalosa que quiere hacer lo mismo con miles de hectáreas de agua - Reserva van den Hammen, se le ocurrió canalizar el río "resplandor de la noche" (o mejor sería decir tapó) en 1930 para poner encima el cemento de la Avenida Jiménez y, más recientemente, en 1999 dejaron que viéramos un hilo de su existencia en el mal llamado "eje ambiental" sobre esta misma vía.
El Vicachá se alimenta de varias quebradas y nace en el páramos Cruz Verde, fábrica del agua con la que creció la Bogotá Colonial y del Nuevo Reino, pero que hoy muere en el nauseabundo río Bogotá de las que miles de veces se ha anunciado su recuperación (la de los bolsillos de los anunciantes de estas promesas).
@Bunkerglo
Serie Desde la ventana
1 comentario:
Hermoso articulo¡¡ Inspirador, para aquellos que añoramos la libertad de este rio sagrado para siempre¡¡
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