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90 millas al sur. Foto by bunkerglo - Muelle Mallory Square en Cayo Hueso (Key West) |
“Para escribir sobre la vida, ¡primero hay que
vivirla!”, decía. Tenía 63 años, muy joven aún, cuando murió hoy hace cincuenta
años. Cuentan sus biógrafos que el 2 de julio de 1961 su mujer lo encontró sin
vida en el sótano de su casa en Chicago al lado de su escopeta Boss de dos
gatillos. Hay quienes piensan que fue un accidente, pero yo me inclino a creer
que Ernest Hemingway se quitó la vida como lo hizo su padre médico al enterarse que tenía una difícil enfermedad.
Y es
que Hemingway vivió con intensidad la vida para contarnos de la vida misma. Era
un narrador nato y desde los 17 años se dedicó
de manera empírica al periodismo, al cotidiano y al de guerra, que lo
llevó a ser un escritor con un premio Pulitzer por su “Viejo y el Mar” (1953)
publicado por primera vez en la revista Life y un año después, el Nobel de
Literatura. Lo suyo sin duda era escribir.
Fue un relevante corresponsal
cubriendo las guerras del momento: la Gran Guerra o primera guerra mundial
(1914-1918), en la Guerra Civil
Española (1936-1939) , en China con la
invasión japonesa (1937) y en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Sin embargo, lo suyo no era una
actividad profesional para entender el mundo, la gente o estar al lado de las
victimas como lo fue para el corresponsal de guerra y escritor Ryszard
Kapusicinski. “Nada más lejos de él que el engagement político o ideológico.
Estaba en las guerras porque le excitaba la proximidad del combate, porque era
allí “where the action is”.
Pero así
como al parecer vivía con intensidad la guerra, y Adiós a las armas da cuenta
de ello, también condenaba la guerra: “sabemos que las guerras son malas. Sin
embargo, a veces hay que pelear. Pero aun así, la guerra es mala y cualquier
hombre que lo niegue miente”. Se me ocurre que si viviera en estos
tiempos, así como fue testigo de la revolución cubana, hubiera tenido quizás un
puerto en Colombia para escribir textos no menos interesantes sobre el conflicto armado, si bien, las ideologías le parecían fuente de oportunismo para
los escritores.
“Si los muchachos giran a la izquierda en la literatura, puedes
hacer una apuesta que lo próximo será girar a la derecha, y algunos de esos
mismos bastardos van a girar hacia los dos lados. No hay izquierda ni derecha
en la escritura. Sólo existe escribir
bien o escribir mal… El patriotismo podría ser bueno para la leyenda del
escritor, pero malo para su prosa o su poesía”. La vida de Hemingway sin duda
es apasionante, tanto o más que su obra a juzgar por lo que cuentan sus
biógrafos.
Conocí la
que fue su casa es una isla en el extremo suroeste de los Cayos de La Florida
(EEUU) a donde vivió, al parecer, no muchos años y hasta finales de 1940. Primero la alquiló y después la compró cuando se
publicó 'Por quién doblan las campanas'. A cada paso hay un gato que, según
cuentan en el lugar, son descendientes de su primer gato Snowball, cuya
particularidad es que en sus patas traseras tenía un dedo de demás. A mi no me gustan por eso no puedo decir si
eran persas, angoras, siameses, o que,
estas generaciones solo se me antojaban que eran blancos y negros y uno
que otro mestizo (¿), es decir con muchas pintas.
Su casa es de los años 30 y
por el lugar, tamaño, espacios, decoración, etc., se puede decir que a
Hemingway le gustaba la buena vida.Su villa en Cayo Hueso (Key West) es muy amplia y
esta bellamente rodeada de jardines, un
cuidadoso museo en un clima muy húmedo, de altas temperaturas, pero a donde la
brisa del mar nunca está ausente.
Tal vez algunos de los muchos objetos del
lugar sean originales, o mejor, hayan
formado parte de su historia en vida. Lámparas,
adornos, muebles estilo inglés y también el clásico early american
funcionales y cómodos, así como los estantes de libros con miles de volúmenes,
trofeos y posters de corridas de toros hayan estado siempre en ese lugar.
También, por supuesto, su máquina de escribir en la
que escribió tres de sus obras: Muerte en la tarde (1932), Las verdes colinas
de África (1935) y Tener y no tener (1937).-
Este último libro tiene como escenario lo típico
“americano”. “La trama se desarrolla entre Cayo Hueso, sur de la Florida, y la
isla de Cuba. En la mayor parte del libro, Hemingway centra la narración en la
vida y aventuras, de Harry Morgan. Hombre de pocos modales civilizados, pero
audaz. Morgan es dueño de una embarcación que eventualmente arrienda a
pescadores. Pero su principal interés es el contrabando. La obra junto a las
vivencias de Morgan, va mostrando la vida de Key West. Para muchos seguidores
de su obra, Ernest Hemingway, logra acreditar su indiscutible madurez
espiritual como escritor. Porque describe, a Harry Morgan, en su implacable y
solitaria lucha con la vida; y crea a uno de sus personajes más recios y
consistentes”.
En un folleto informativo de la casa - museo se dice que en esta casa se construyó la primera
piscina de la época. La encargó su primera esposa (de quien se divorció a
finales de 1940), para sorprender a Hemingway quien era un casi profesional de
la natación. La piscina costó 20 mil dólares.
La villa de Cayo hueso fue muy conocida por que se
convirtió en el “tertuliadero” en donde Hemingway se reunía con sus amigos los
de la pesca, la caza y contertulios con daiquiris y martinis. También fue su
refugio casi que conventual para pensar y entregarse a la escritura a donde no
permitía que se acercara nadie.
Después de Cuba, a donde vivió por más de 20 años entre la “Finca Vigía” a 15 kilómetros de La Habana
y su yate “El Pilar”, se marchó después del triunfo de la revolución a esta
otra Isla, el médico que su padre quiso que fuera, el violoncelista que
tampoco fue para su madre y el eterno enamoradizo, pero no don juan que dicen, sí fue.
Creo que su libro Por quién doblan las campanas
(1940), además de El Viejo y el Mar, es una de sus novelas más populares o
reconocidas porque fue llevada al cine con la actuación de Ingrid Bergman yGary Cooper. “El título de la novela lo tomó Hemingway, de una frase del poeta
inglés John Dónne que concluye: "La muerte de cualquier hombre me
disminuye a mí, porque yo formo parte de la Humanidad. Y, por consiguiente, no
envíes a preguntar por quién doblan las campanas. Doblan por ti".
Las fotos las tomé en una breve estancia en
la bella y pequeña ciudad de Key West, la punta que esta solo a 90 millas de
Cuba a donde me llevó mi amigo y también periodista Jairo Marin en julio de 2008. Seguramente esta fue la visión (primera imagen) que tuvo sobre el horizonte Heminngway desde los arrecifes de coral de Los Cayos al sur de la costa este de Estados Unidos.