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sábado, 9 de febrero de 2013

La conquista de cada pedacito de nuestra independencia exige una batalla: Kapuscinski

Tenía un fin: que las cosas verdaderamente importantes las conociera todo el mundo. Su objetivo nunca fue ganar dinero, por eso nunca consideró que el periodismo era un trabajo sino una misión. Vivió con austeridad y humildad. Arriesgo su vida muchas veces para vivir el latido de ser periodista. 

En el siguiente texto recojo, de manera libre, algunas de las reflexiones más explicitas de Ryszard Kapuscinsky sobre el periodismo. Mejor: sobre el buen periodismo. Una de las más importantes lecciones de quien siempre será mí más elevado referente profesional y humano. Las reescribo y comparto hoy 9 de febrero, día en que se celebra el día del periodista en Colombia. 


Pregunta del público: (...) Quisiera saber, primero en su experiencia como persona y luego como periodista, cuál ha sido su relación con el poder, en especial con los regímenes de la Europa del Este, y cuál debería ser hoy la relación del periodista con el poder. 

RK. Es una pregunta verdaderamente compleja. Tengo una larga trayectoria periodística que explicar y sería necesario todo un libro para responder cumplidamente. No hay una única regla. Lo ideal es ser lo más independiente posible, pero la vida está muy lejos de ser ideal. El periodista se ve sometido a muchas y distintas presiones para que escriba lo que su jefe quiere que escriba. Nuestra profesión es una lucha constante entre nuestro propio sueño, nuestra voluntad de ser completamente independientes y las situaciones reales en que nos encontramos, que nos obligan a ser, en cambio, dependientes de los intereses, puntos de vista, expectativas de nuestros editores. 

Hay países en los que existe la censura, y entonces es necesario luchar para evitarla y para escribir, en lo posible, todo lo que uno pretende escribir, a pesar de todo. Hay países en los que existe libertad de expresión, en los que no se da una censura oficial, pero la libertad del periodista está limitada por los intereses de la cabecera para la que trabaja. 

En muchos casos el periodista, especialmente si es joven, debe afrontar muchos compromisos y  usar diversas tácticas para evitar el choque directo y así ir tirando.
Pero no siempre es posible, y éste es el motivo por el que se dan tantos casos de persecución. 

Son tácticas de persuasión indudablemente muy distintas de las acciones violentas de las que hablamos antes: asumen la forma del despido, de la marginación efectiva de la vida laboral, de la amenaza de naturaleza económica. En general, se trata de una profesión que requiere una lucha continua y un estado de alerta constante (…) Es difícil decir si en un determinado país la situación es mejor o peor que en otro. Las cosas fluctúan, cambian en pocos años. En general, la conquista de cada pedacito de nuestra independencia exige una batalla. 

Cada uno de nosotros, después de cierto número de años de trabajo y de viajes, tiene en su currículum al menos algún caso personal de persecución, de expulsión de algún país, de detención, de tensiones con la policía o las autoridades, que tal vez se niegan a conceder un visado, que utilizan centenares de recursos para ponernos las cosas difíciles. 

Pregunta del público: Al principio de nuestro encuentro, ha dicho usted que no hay que cansarse nunca de estudiar el mundo, porque éste cambia constantemente a nuestro alrededor. Debemos, en consecuencia, intentar anticiparnos a los acontecimientos, prever el futuro. Eso me ha recordado una frase del historiador Hobsbawm, en su libro Entrevista sobre el nuevo siglo. Pero ¿cuál es la relación entre crónica e historia, entre el periodista y el historiador? ¿No ocurre a veces que hacemos el mismo trabajo? 

Ryszard Kapuscinsky: Yo soy licenciado en historia, y ser historiador es mi trabajo. Mientras estaba completando mi currículum académico, me encontré con que tenía que elegir entre continuar mis estudios históricos para convertirme en un profesor de historia, un académico, o estudiar la historia misma en el momento de su desarrollo, lo que es el periodismo. Elegí este segundo camino.

Todo periodista es un historiador. Lo que el hace es investigar, explorar, describir la historia y su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista. El buen y el mal periodismo se diferencia fácilmente: en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenéis también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico. Encontramos el relato del mero hecho, pero no conocemos ni las cusas ni los precedentes. La historia responde simplemente a la pregunta: por ¿qué?. 

En nuestra profesión, es muy importante prestarle mucha atención al lector (o telespectador) al que nos dirigimos. De un hecho concreto, nosotros conocemos muchas más cosas que él; es más, a menudo no sabe nada sobre el mismo. Debemos, por tanto, ser muy equilibrados. Tenemos que introducirlo a la comprensión del acontecimiento, diciéndole que ha sucedido antes, contándole la historia de él mismo.

Pregunta del público: Hay dramas de la historia contemporánea que han sido poco o nada tratados por los periódicos. Me refiero, por ejemplo, a las persecuciones de algunas minorías religiosas o étnicas en Irán. 

Ryszard Kapuscinsky: ¿Cómo es posible que ciertos hechos nunca hayan formado parte de la agenda de la prensa internacional? Porque la prensa internacional está manipulada. Y las razones de dicha manipulación son diversas. Hay, por ejemplo, razones ideológicas: entre las actividades humanas, los medios de comunicación son los más manipulados porque son instrumentos para determinar la opinión pública, algo que puede ocurrir de maneras diversas, dependiendo de quién los gestione.

Hay diversas técnicas de manipulación. En los periódicos se puede llevar a cabo una manipulación según lo que se escoja colocar en la primera página, según el título y el espacio que dedicamos a un acontecimiento. En la prensa hay cientos de manera de manipular las noticias. Y otros cientos existen en la radio y en la televisión. Y sin decir mentiras. El problema de la radio y de la televisión es que no es necesario mentir: podemos limitarnos a no decir la verdad. El sistema es muy sencillo: omitir el tema. 

La selección de lo que tenéis que escribir está completamente reservada a vuestra intuición, a vuestro talento y a vuestros principios éticos. Podemos mentir sin pretenderlo, sólo porque nuestra memoria es limitada o los recuerdos son erróneos, o bien a causa de nuestras emociones. 

La mayor parte de los espectadores de la televisión reciben de forma muy pasiva lo que está les ofrece. Los patronos de los grandes grupos televisivos deciden por ellos qué deben pensar. Determinan la lista de las cosas en que pensar y qué pensar sobre ellas. No podemos pretender que el telespectador medio pueda llevar a cabo estudios independientes sobre la situación del mundo, sería imposible incluso para los especialistas. 

El ciudadano medio, que trabaja, vuelve a casa cansado y quiere tan sólo estar un rato con su familia, recibe únicamente lo que le llega en esos cinco minutos de telediario. Los temas principales que dan vida a “las noticias del día” deciden qué pensar del mundo y cómo lo pensamos. 

Se trata de un arma fundamental en la construcción de la opinión pública. Si no hablamos de un acontecimiento, éste, simplemente, no existe. Para muchos, de hecho, las “noticias del día” son la única vía para conocer algo del mundo. 

El problema de los televisores y, en general, de todos los medios de comunicación, es que son tan grandes, influyentes  e importantes que han empezado a construir un mundo propio. Un mundo que tiene poco que ver con la realidad. Pero, por otro lado, estos medios no están interesados en reflejar la realidad del mundo, sino en competir entre ellos. Una cadena televisiva, o un periódico, no puede permitirse carecer de la noticia que posee su rival directo. Así, todos ellos acaban observando no la vida real, sino a la competencia. 

Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico. Es necesario diferenciar: una cosa es ser escépticos, realistas, prudentes. Eso es absolutamente necesario, de otro modo, no se podría hacer periodismo. Algo muy distinto es ser cínicos, una actitud incompatible con la profesión del periodista. El cinismo es una actitud inhumana, que nos aleja automáticamente de nuestro oficio, al menos si uno lo concibe de forma seria. 

En mi vida, me he encontrado con centenares de grandes, maravillosos periodistas, de distintos países y épocas distintas. Ninguno de ellos era un cínico. Al contrario, eran personas que valoraban mucho lo que estaban haciendo, muy serias; en general, personas muy humanas  (...).  

Nuestra profesión necesita continuos reajuste, modificaciones, mejoras. Claro está, debemos atenernos a ciertas reglas generales. Ser eticamente correctos, por ejemplo, es una de las principales responsabilidades que tenemos. 

En distintas partes del mundo se trata de una profesión muy peligrosa. Quien decide hacer este trabajo y está dispuesto a dejarse la piel en ello, con riesgo y sufrimiento, no puede ser un cínico. 

Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. 

En este sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos. 

El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo. 


NOTA. Esta “clase” forma parte de la conversación que sostuvo Ryszard Kapucisnki con María Nadotti el 27 de noviembre de 1999 en Apulia, Italia, en el marco del “VI Congreso del Redacto Social titulado De Raza y de clase, El periodismo entre deseo de elitismo, implicación e indiferencia, y fue publicada en el año 2000 por la editorial Anagrama (sello que ha publicado en español la obra de Ricardo) bajo el título Los cínicos no sirven para este oficio. Foto tomada de la web.

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