¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en
Varsovia.
Impresiones de viaje.
Me gusta Varsovia. Esa mezcla de monumentales edificios palaciegos,
clásicos y vanguardistas rascacielos, la hacen una ciudad particular. Todo
funciona y con precisión. El polaco sonríe fácilmente, no es bullicioso, ama la
bicicleta como el mejor medio para moverse en la ciudad, y aunque tiene red de
buses, tranvía y metro, se queja de sus medios de transporte.
¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en
Varsovia.
Varsovia es verde. Amplia. Naturalmente limpia y ordenada. Me dicen que
no existe un solo letrero que indique que así deba ser el comportamiento de
propios y extraños, pero tampoco hay en cada esquina o calle una caneca de la
basura. No se cómo lo hacen, ¡pero lo hacen! No hay basura en NINGUNA PARTE de
sus calles. Tampoco NINGÚN HUECO.
Hay algo que la hace particular, especial, y es que no es una ciudad
ruidosa. No hay bulla. En ninguna parte hay escándalo. Solo se escucha el
murmullo de sonrisas de la gente que conversa mirándose a los ojos, el paso
veloz de los tranvías, el cambio de luz del semáforo o el choque de vasos y
copas en los bares y restaurantes.
Creo que nunca antes había constatado cómo a un lugar le cabe, de
manera perfecta, la metáfora del Ave Fénix que surgió de entre las
cenizas. Eso pasó con Warsaw.
Después de la segunda guerra mundial a donde quedó prácticamente
destruida, su reconstrucción es perfecta y queda uno con la sensación de que
aquí nunca antes ha pasado nada parecido. Las fachadas del 100% de su parte
antigua son una réplica exacta, realizada por artistas, arquitectos e
ingenieros que copiaron miles de imágenes y la dejaron como antes de su
destrucción.
Varsovia es una de esas ciudades como Bonn o Paris que todo está puesto
como para rodar una película. Una soberbia producción y casting a dónde todo
está en el lugar requerido y gente bella con un especial glamour dispuesta a
protagonizar un filme clásico, vanguardista, de esas grandes historias que
trascienden.
En la capital polaca viven cerca de 2 millones de personas, pero tienen
una línea de metro que atraviesa de norte a sur la ciudad, dicen muy útil para
los que viven en los suburbios.
Los autobuses cubren una zona mucho más amplia
que el metro, pero el eficaz, rápido y sencillo tranvía tiene una red de 20
líneas y casi 500 kilómetros de recorrido.
Cuando busqué por la Web donde
hospedarme me decidí por Hostel Planet ubicado al frente tengo una estación de
tranvía y dos calles más al norte de bus.
He caminado de cabo a rabo la ciudad y me he movido usando todos sus medios
de transporte que, aunque es costoso, da gusto pagarlo. Un recorrido puede costar
4,29 zloty (que es igual a 1 euro), pero si se compran varios, baja la tarifa y
si comprar por tiempo. Un tiquete para usar en 24 horas de 15 zloty, se puede utilizar
todos los medios por el mismo valor.
La gente usa mucho la bicicleta. Pueden ir por cualquier vía e incluso
por los anchos andenes, pues no existe exclusividad de vías o senderos solo
para ciclistas.
El peatón es el amo de la ciudad, así que incluso el tranvía se
detiene si por semaforización el peatón tiene la vía.
Los buses todos tienen un
sistema de inclinación para que, cuando deba subir un anciano o anciana (no me gusta nombrarlos como "la tercera edad"), el bus se incline casi que hasta el piso y estas
personas no deban esforzarse para nada al ingresar al bus.
Andan conectados, pero con la ciudad y la ciudad con la gente.
Todo parece estar hecho para que sean felices. En serio. Aunque me he movido
por solo 5 distritos (algo así como La Candelaria, Chapinero, El Chico, Normandía
o la Ciudadela Colsubsidio de Bogotá en distancias y zonas, no por
estratificación social o paisaje urbano), no he visto a un solo niño o anciano
o persona en estado de mendicidad. Tampoco vendedores ambulantes.
Cada paso dado por sus amplios espacios urbanos con las cámaras
terciadas y un morral en la espalda (agua, trípode, pilas…y un segundo par de
zapatos), ha sido sin la menor sensación de inseguridad o peligro… y Bogotá
siempre en mi mente.
Una y otra vez venían las mismas preguntas en los recorridos: ¿Será tan
complicado construir una ciudad amable, funcional, comunicada, verde?
¡Ay Bogotá! Si solo tuvieras la tercera parte de lo que encuentro en
Varsovia.
Aunque desde el aeropuerto, pasando por sus calles, restaurantes,
museos, etc., se cuenta con información precisa que coincide de manera exacta a
la que aparece en los mapas que entregan gratuitamente en muchas partes, la
pequeña dificultad es que solo aparece en el enigmático polaco.
Entonces, perderme y desperderme es fácil, pero además, forma parte de
mi natural carácter y, la verdad, lo convertí en un gusto.
Me obliga a
contactar al Otro, a pensar como pregunto lo que debo preguntar, a hacer un
comentario, trabar una nueva amistad… es fascinante. Y Varsovia no ha sido la
excepción ni en mi primera visita ni en esta segunda vez.
Here speak Polish or Polish no more, me decían dos jóvenes policías en
un inglés básico -como el mío- mientras consultaban sus Smartphone para indicarme
con certeza cual número de tranvía me llevaría de regreso al Hotel.
Un momento
en el que me enteré que ya había terminado el concierto de Paul McCartney y
escuchar, después del consabido I’m from Colombia, un sonoro ¡Oh, Shakira!
En la capital polaca de habla polaco o polaco. Solo quienes trabajan en
los hoteles –no exagero- hablan inglés. Los segundos y terceros idiomas son el
ruso, el francés y hasta el italiano. Así que hacerse entender es un ejercicio
cifrado y tejido por sonrisas, señas y medias palabras en español e inglés que
son completadas en polaco.
Mi nueva llegada a Warsaw tiene
el mismo motivo: los Kapuscinski.