Ahí estaba. Ante la mirada atónita, como siempre, de Simón Bolívar.
Mide 27 pasos míos, que son más bien cortos. Se trataba del protagonista aéreo de la tan
mentada “Operación Jaque”. No está pintado de blanco con el emblema de la Cruz
Roja. Tampoco es verde como contaron algunos medios de información en agosto de 2008. Por primera vez, en su ya largo recorrido de exhibición, había aterrizado en el antejardín de mi casa: la Plaza de Bolívar.
Centenares de personas, especialmente jóvenes y niños, muchisimos, parientes de los
oficiales vinculados a la cuestionable "hazaña" estaban asombrados como Simón Bolívar, pero felices de conocer de cerca un helicóptero y poder encaramarse en uno de los ocho juguetes que ven en la tele, carro-tanques de verdad, que invaden
la plaza de la Libertad y muestra del arsenal de guerra de este país que,
dizque, busca la paz.
Ninguno de los niños con los conversé - porque me pedían les hiciera una foto-, sabían de la historia del
“Libertad 1”. Me parecía mejor así, pensé. Los jóvenes por su parte
no entendían y les parecía “jevi” qué ese helicóptero estuviera ahí, aunque, "más tarde que temprano se sabrá la verdad de la verdad". Pero las señoras, casi no daban crédito a la fascinación que les producía ver al alcance de su mano la nave que
condujo a "la muy ingrata" de Ingrid Betancourt a la libertad. Lo tenían clarísimo.
Aunque los soldados solo abren su boca para decir “muévase para atrás”,
consiguieron confundirme con sus respuestas ante la misma pregunta formulada a
dos uniformados distintos. No los quería poner en dificultades, es que yo no lo recordaba. ¿Quién fabricó el helicóptero? Los rusos, dijo uno.
Los españoles, dijo el otro.
Más allá de la novedad por su tamaño, color y presencia del juguete
al que aún le sacan provecho populista, lo que sí consiguió producirme un
inesperado escalofrío en la soleada y tibia tarde de sol, fue la presencia de los ocho carro tanques puestos
allí.
Por un momento me vi parada mirando, desde la esquina de la Casa del
Florero, como ingresaban a la Plaza del libertador el 6 de noviembre de 1985
los Tanques Uruburu y Cascabel que penetrarían el Palacio de la Justicia y acabarían con la vida de los honorables Magistrados de la CSJ. Armas
de guerra, me parece, del mismo tipo, fueron las que observé hoy en Plaza.
Está claro que las FF.MM ya no saben que hacer con su juguete el helicoptero que las hizo populares medio lavandoles las manos de criminalidad y complicidad con los para-militares. Eso es Colombia. La que 201 años después sigue creyendo, cada 20 de julio, que es independiente. ¿De qué?
Y Simón, una vez más mustio y cagado de palomas (que dicho sea de paso- hay muchas, demasiadas, afeando el lugar y dañando todo cuanto su mierda alcanza), observaba este circo previo a una nueva "celebración" del 20 de julio, Día Nacional de la Independencia.
Qué pesar, pero lo cierto es que ni las armas nos han dado la independencia, ni las leyes nos han dado la libertad.
Fotos by Bunkerglo. Julio 19 de 2011. No se autoriza copiar o reproducir. Todo el material fotográfico está protegido por DA.
90 millas al sur. Foto by bunkerglo - Muelle Mallory Square en Cayo Hueso (Key West)
“Para escribir sobre la vida, ¡primero hay que
vivirla!”, decía. Tenía 63 años, muy joven aún, cuando murió hoy hace cincuenta
años. Cuentan sus biógrafos que el 2 de julio de 1961 su mujer lo encontró sin
vida en el sótano de su casa en Chicago al lado de su escopeta Boss de dos
gatillos. Hay quienes piensan que fue un accidente, pero yo me inclino a creer
que Ernest Hemingway se quitó la vida como lo hizo su padre médico al enterarse que tenía una difícil enfermedad.
Y es
que Hemingway vivió con intensidad la vida para contarnos de la vida misma. Era
un narrador nato y desde los 17 años se dedicó
de manera empírica al periodismo, al cotidiano y al de guerra, que lo
llevó a ser un escritor con un premio Pulitzer por su “Viejo y el Mar” (1953)
publicado por primera vez en la revista Life y un año después, el Nobel de
Literatura. Lo suyo sin duda era escribir.
Fue un relevante corresponsal
cubriendo las guerras del momento: la Gran Guerra o primera guerra mundial
(1914-1918), en la Guerra Civil
Española (1936-1939) , en China con la
invasión japonesa (1937) y en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Sin embargo, lo suyo no era una
actividad profesional para entender el mundo, la gente o estar al lado de las
victimas como lo fue para el corresponsal de guerra y escritor Ryszard
Kapusicinski. “Nada más lejos de él que el engagement político o ideológico.
Estaba en las guerras porque le excitaba la proximidad del combate, porque era
allí “where the action is”.
Pero así
como al parecer vivía con intensidad la guerra, y Adiós a las armas da cuenta
de ello, también condenaba la guerra: “sabemos que las guerras son malas. Sin
embargo, a veces hay que pelear. Pero aun así, la guerra es mala y cualquier
hombre que lo niegue miente”. Se me ocurre que si viviera en estos
tiempos, así como fue testigo de la revolución cubana, hubiera tenido quizás un
puerto en Colombia para escribir textos no menos interesantes sobre el conflicto armado, si bien, las ideologías le parecían fuente de oportunismo para
los escritores.
“Si los muchachos giran a la izquierda en la literatura, puedes
hacer una apuesta que lo próximo será girar a la derecha, y algunos de esos
mismos bastardos van a girar hacia los dos lados. No hay izquierda ni derecha
en la escritura. Sólo existe escribir
bien o escribir mal… El patriotismo podría ser bueno para la leyenda del
escritor, pero malo para su prosa o su poesía”. La vida de Hemingway sin duda
es apasionante, tanto o más que su obra a juzgar por lo que cuentan sus
biógrafos.
Conocí la
que fue su casa es una isla en el extremo suroeste de los Cayos de La Florida
(EEUU) a donde vivió, al parecer, no muchos años y hasta finales de 1940. Primero la alquiló y después la compró cuando se
publicó 'Por quién doblan las campanas'. A cada paso hay un gato que, según
cuentan en el lugar, son descendientes de su primer gato Snowball, cuya
particularidad es que en sus patas traseras tenía un dedo de demás. A mi no me gustan por eso no puedo decir si
eran persas, angoras, siameses, o que,
estas generaciones solo se me antojaban que eran blancos y negros y uno
que otro mestizo (¿), es decir con muchas pintas.
Su casa es de los años 30 y
por el lugar, tamaño, espacios, decoración, etc., se puede decir que a
Hemingway le gustaba la buena vida.Su villa en Cayo Hueso (Key West) es muy amplia y
esta bellamente rodeada de jardines, un
cuidadoso museo en un clima muy húmedo, de altas temperaturas, pero a donde la
brisa del mar nunca está ausente.
Tal vez algunos de los muchos objetos del
lugar sean originales, o mejor, hayan
formado parte de su historia en vida. Lámparas,
adornos, muebles estilo inglés y también el clásico early american
funcionales y cómodos, así como los estantes de libros con miles de volúmenes,
trofeos y posters de corridas de toros hayan estado siempre en ese lugar.
También, por supuesto, su máquina de escribir en la
que escribió tres de sus obras: Muerte en la tarde (1932), Las verdes colinas
de África (1935) y Tener y no tener (1937).-
Este último libro tiene como escenario lo típico
“americano”. “La trama se desarrolla entre Cayo Hueso, sur de la Florida, y la
isla de Cuba. En la mayor parte del libro, Hemingway centra la narración en la
vida y aventuras, de Harry Morgan. Hombre de pocos modales civilizados, pero
audaz. Morgan es dueño de una embarcación que eventualmente arrienda a
pescadores. Pero su principal interés es el contrabando. La obra junto a las
vivencias de Morgan, va mostrando la vida de Key West. Para muchos seguidores
de su obra, Ernest Hemingway, logra acreditar su indiscutible madurez
espiritual como escritor. Porque describe, a Harry Morgan, en su implacable y
solitaria lucha con la vida; y crea a uno de sus personajes más recios y
consistentes”.
En un folleto informativo de la casa - museo se dice que en esta casa se construyó la primera
piscina de la época. La encargó su primera esposa (de quien se divorció a
finales de 1940), para sorprender a Hemingway quien era un casi profesional de
la natación. La piscina costó 20 mil dólares.
La villa de Cayo hueso fue muy conocida por que se
convirtió en el “tertuliadero” en donde Hemingway se reunía con sus amigos los
de la pesca, la caza y contertulios con daiquiris y martinis. También fue su
refugio casi que conventual para pensar y entregarse a la escritura a donde no
permitía que se acercara nadie.
Después de Cuba, a donde vivió por más de 20 años entre la “Finca Vigía” a 15 kilómetros de La Habana
y su yate “El Pilar”, se marchó después del triunfo de la revolución a esta
otra Isla, el médico que su padre quiso que fuera, el violoncelista que
tampoco fue para su madre y el eterno enamoradizo, pero no don juan que dicen, sí fue.
Creo que su libro Por quién doblan las campanas
(1940), además de El Viejo y el Mar, es una de sus novelas más populares o
reconocidas porque fue llevada al cine con la actuación de Ingrid Bergman yGary Cooper. “El título de la novela lo tomó Hemingway, de una frase del poeta
inglés John Dónne que concluye: "La muerte de cualquier hombre me
disminuye a mí, porque yo formo parte de la Humanidad. Y, por consiguiente, no
envíes a preguntar por quién doblan las campanas. Doblan por ti".
Las fotos las tomé en una breve estancia en
la bella y pequeña ciudad de Key West, la punta que esta solo a 90 millas de
Cuba a donde me llevó mi amigo y también periodista Jairo Marin en julio de 2008. Seguramente esta fue la visión (primera imagen) que tuvo sobre el horizonte Heminngway desde los arrecifes de coral de Los Cayos al sur de la costa este de Estados Unidos.
Siempre me han gustado las postales, esas tarjetas
ilustradas con imágenes o fotos usualmente rectangulares hechas en papel grueso
que permiten escribir en uno de sus dorsos y enviarlas con un sello postal de
esos que ya existen pocos. Tengo montones de toda una vida.
Una de las bondades de la fotografía digital es que,
desde que dí el salto de la análoga, comencé a hacer mis propias postales
o posters. Primero fue el medio para enviar mensajes de cumpleaños y, en general
un saludo, después, la idea evolucionó y se convirtió en la manera de compartir
algunas de las muchas fotografías que día a día estoy haciendo.
Hoy es un proyecto que reúne algo más de 200 posters, todos, con imágenes de mi autoría y los textos, las voces de Otros a través de versos, poemas, apartes de
ensayos, pensamientos, frases de cine... Estas son algunas.
A Colombia se la está comiendo el olvido, esa forma de recuerdo invertido
que dialécticamente describía Borges.
Recuerdos borrosos, de bruma, pues son tantos los muertos, tanta la
miseria, tanto lo oprobioso que hay que retener en la memoria, que de
repente vamos olvidando para seguir recordando, reteniendo cada masacre
que va sucediendo, todos esos actos de injusticia que, más que
indignarnos, nos tienen aletargados, quietos, impasibles, dolorosamente,
valga decirlo, indolentes. Pareciera que Gabo hubiera presentido todo
desde antes, y ahora somos ese Macondo que una vez se enfermó de olvido
porque dejó de soñar. Y parece también que no es verdad que no hay mal
que dure cien años, porque tenemos a Colombia, condenada a quién sabe
cuántos años más de soledad.
Aquí la muerte no es esa dama benévola que nos redime de la
eternidad. La muerte es la misma Colombia, y Colombia es la misma
muerte. Aquí la gente se muere de esa enfermedad. Todos estamos muertos,
y no muertos en vida, sino muertos en ese marasmo que implica vivir en
este país, ser ciudadanos de él.
Ana Fabricia sí estaba viva. Muy lejos andaba de eso que ahora nos
identifica como nación; por eso mismo la mataron. Y a Ana Fabricia se la
habrá llevado la muerte y la maldita guerra, pero quienes estamos y aún
procuramos mantener el recuerdo y salir de ese estado comatoso de ser
colombianos no permitiremos que se la lleve el olvido… ni Colombia
tampoco. Ana Fabricia, siempre diré su nombre y no apelaré al pronombre
para recordarla, era de esa tierra querida a la que le compusieron esa
canción que decía que era un himno de paz y alegría, cuyo pueblo era una
oración y un canto de la vida; vibró, siempre vibró, luchó y sobrevivió
hasta cuando pudo, incluso a esos tenebrosísimos ocho años del gobierno
que enalteció al ejército que cometía los asesinatos a mansalva de
jóvenes civiles para presentarlos como bajas guerrilleras, ese mismo que
subsidió a los magnates con los recursos de los campesinos y
desplazados de esta vergonzosa guerra que a duras penas quieren
reconocer, a los que Ana Fabricia dio consuelo, paz, compasión y
refugio. Les sonreía llenándolos de fe y esperanza, y su sola sonrisa,
la cual recuerdo con especial aflicción, me hacía sentir ennoblecida y
orgullosa de ser de su misma raza y de su misma familia, porque sólo los
negros podemos sonreír así.
Ana Fabricia tenía el alma del color de su piel. Ya la historia nos
ha demostrado que las almas blancas no son las más benévolas. Negras,
como el alma de Mandela y Martin Luther King, Toussaine
Louverture,Cesaire Aimee, Benkos Biojó, Dessalines y Juana la Avanzadora
entre otros,como la gente del Pacífico y de la Costa Caribe,…
afortunadamente. Alma alegre, alma noble es el alma negra. Alma que se
compadece y no sabe de la lástima, alma que busca la concordia y la
reconciliación y hace viable lo imposible. Ojalá que yo, que soy mulata,
llegue a tener el alma de ese color y el país se tiña de él para que no
pierda la esperanza. Ya se le llegó la hora al momento en el que lo
malo sea blanco y lo bueno negro en Occidente, pese a la desilusión y el
desasosiego que despertó Obama con su invasión y sus políticas
absurdas.
En honor a Ana Fabricia, a quien espero que no conviertan ni en mártir, ni en heroína, se le dará inicio a Cuadernos de la paz.
Los héroes y los mártires, como dice una amiga “son todos unos
imbéciles que si no se hacen matar, se hacen héroes por haber matado o
sufrido de cuenta de algún miserable más miserable que ellos”. Y Ana
Fabricia ni era miserable, ni miserables eran las personas que
recibieron su ayuda. Ana Fabricia no se hizo matar, Ana Fabricia
simplemente vivió y uno de esos imbéciles que quieren ser héroes de la
seguridad democrática le segó la vida. Ana Fabricia no es mártir ni será
santa, porque vivió la vida y también la padeció con plenitud. Ana
Fabricia es y será una mujer negra y nada más: le dedicó su humanidad a
las víctimas del Estado, de la guerra, de las autodefensas y de la
guerrilla, y terminó por convertirse en una, pero no en una más.
Desafortunadamente son tantas, ya incontables, que no podemos nombrarlas
a todas una y otra vez como a Ana Fabricia, pero sí en nombre de Ana
Fabricia. Y en nombre de Ana Fabricia,Cuadernos de la paz, una iniciativa de dos jóvenes estudiantes que busca darle soporte ideológico y teórico aColombianos
por la paz, se dedicará a examinar y a debatir la democracia, tomará
por bandera los derechos humanos, examinará cautelosamente las
definiciones que hay de modernidad, liberalismo, caridad, Estado,
ciudadanía, Ilustración… No porque Ana Fabricia esté ahora muerta, sino
porque la sentimos viva.
Se les llamará cuadernos en homenaje a José Saramago, también con
el fin de darle continuidad al afán del escritor por darle un poco de
humanidad a este mundo. Apelaremos a la filosofía, a la poesía, a la
literatura, a la música, a la sociología y a la antropología, y a todo
aquello que pueda ilustrarnos en la búsqueda de la paz, compartiéndolos
con los grupos armados y con el gobierno, con la sociedad y las
organizaciones internacionales de derechos humanos. En fin, con todo
aquel que esté interesado.
Y como son un homenaje al escritor portugués, quien el año de la
muerte de Ricardo Reis dijo que nueve meses bastaban para olvidar a una
persona fallecida, pues nueve meses se demora la gestación de un ser
humano, esperamos, en nueve meses, tener las bases suficientes para
tener al menos listo el entable de este grupo de estudios, al cual
convidamos a participar, especialmente, a estudiantes y académicos. Por
supuesto, no será Ana Fabricia el caso, porque con los cuadernos
esperamos precisamente no olvidar jamás su existencia y su labor.
El alma negra de Ana Fabricia no descansará en paz, espero. Ahora
el alma de Ana Fabricia habita en todos nosotros, dándonos fuerzas y
esperanzas.
Un beso al cielo, Ana Fabricia, prima entrañable, mujer afortunadamente irreemplazable.
Piedad Córdoba Ruiz
Tomado de kien & Ke http://ow.ly/5lm3x
Este video fue realizado en el taller "línea del tiempo" en el auditorio de
la Universidad de Antioquia en 2010, Ana Fabricia Córdoba denunció lo
que venía viviendo.
Leo con frecuencia el Blog Mira que te lo tengo dicho de Juan Cruz, escritor y periodista Canario, editor de El País de Madrid. El siguiente texto, el periodismo sin adjetivos, es una lección que quise alojar en Sentipensantes de manera permanente, porque sin duda, además de ser un llamado de atención, es una referencia urgente que no se debe perder de vista por el rigor y enorme responsabilidad que conlleva el periodismo.
El periodismo sin adjetivos
Esta es una profesión humilde; humilde porque es pasajera aunque
imprescindible; sin el periodismo no se puede hacer la historia, o al
menos no se puede rastrear.
El periodismo es la huella que van dejando
los días. En fin. Y es cruel, un oficio cruel, decía Eugenio Scalfari,
el primer director de La repubblica de Roma. Cruel porque domina un
poder que puede afectar a las personas, a las instituciones, y puede
afectarlo muchas veces sin posible defensa de los que sufren el
periodismo cuando éste no se basa en datos ciertos sino en rumores que
se utilizan para dañar.
El poder que tienen (que tenemos) los
periodistas es la raíz de los numerosos contrafuertes que, en algunos
casos los propios profesionales, se pone el periodismo para controlar
adecuadamente su fuerza o su impacto.
Scalfari es también el autor de la
más sólida de las definiciones que conozco de periodista: periodista es
gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Se la escuché
en un aula de la Escuela de Periodismo de El País y ayer la dije en un
aula en la que jóvenes aspirantes a ejercer el oficio me interrogaban
sobre esto que hacemos. En algún momento uno de ellos me preguntó por
mis opiniones acerca del periodismo neutral y del periodismo militante.
Le dije que el periodismo no debe tener adjetivos, y militante debe ser
el periodismo tan solo del periodismo: del rigor, del contraste, del
respeto por las personas y por los datos.
¿Periodismo neutral? Tampoco
existe, pues en medio no hay nadie: cuando uno escribe sobre lo que
ocurre está adoptando un punto de vista, y ese jamás es inocente o
desinformado, en el sentido de que cuando uno narra tiene tras de sí la
tradición de sus propias miradas, de su propio modo de ver la vida.
Un
amigo periodista suele decir que un periódico es una mirada compartida;
ese estado es en el que está el periodismo, o el periodista: ve para
contar, pero no adopta a priori punto de vista ninguno, no va a la plaza
deseando que las cosas se puedan contar desde un punto de vista u otro.
No va a la plaza con adjetivos. Los adjetivos los pone el lector.
¿Neutral? ¿Objetivo? ¿Partidista? ¿Militante? Uf. Pongamos adjetivos al
periodismo y lo habremos puesto cuesta abajo en la rodada como dice la
milonga argentina. Por cierto, llueve en Buenos Aires. A cántaros. Es
lindo ver llover en Buenos Aires. Y me voy, esta mañana me marcho de la
capital de Borges y de Sabato. Mañana hubiera cumplido cien años Sabato.
Bajo el titulo El ranking de los tuiteros colombianosla
revista digital KienyKe.com, generosamente, me incluyó como "una mujer influyente en
twiter", como bien anotan, según su "arbitrario y subjetivo ranking". Lo cierto es que confieso que me gustaría fuera así. Que desde la reflexión, la opinión y
la información realmente se pudiera jalonar una construcción compartida de
sociedad. Pero lo que hago en twitter es pensar en voz alta, casi siempre, de
manera documentada. No siempre soy la que habla o la que dice. En ese espacio cada uno le da el valor y dimensión que quiere a lo que hace y dice, también, el propósito y tiempo que destina en ello. Y sí. La mía es una participación amplia, urgente, inaplazable.
Lo que deben saber los usuarios que en esta comunidad de Twitter eventualmente me leen, en particular mis seguidores, más allá del ranking de @Kienyke o de otras mediciones es que pensar en voz alta y conversar en twitter es una felicidad para mí.
A propósito de la foto, cada
vez que leo en la cima de las altas Cortes la Sentencia de Santander,
se me antoja hablarle y decirle que su sueño nunca ha sido realidad, que
las
armas desde su independencia solo han dejado pobreza, hambre, pena. Que
somos una sociedad atrapada y
rendida ante las armas y el miedo. Que tampoco ha sido posible que la espada de los libertadores haya estado, desde entonces, sometida a las leyes de la República.
Hay
un texto que siento describe, en buena medida, lo que es esta felicidad de aproximarse al Otro y a lo otro. Nunca he conocido un título del texto. A los visitantes que llegaron hasta aquí, en especial a los seguidores de Twitter, gracias por las conversaciones y su inestimable confianza.
Hoy 21 de junio es el día más largo del año en el
hemisferio Norte (solsticio de verano) y el más corto en el hemisferio
Sur (solsticio de invierno). El momento (solsticio) en el que el rey Sol
alcanza su máxima posición meridional o boreal.
Un día/momento del año fecundo de rituales, especialmente En Europa. También se celebra el Día de San Juan en España y en algunos países como Francia, El Día de la Música, del cuál me enteré y disfruté hace dos años en París. Cuentan que aún, en algunos pueblos andinos en Bolivia, Peru y Ecuador se celebra el Inti Raymi o la Fiesta del Sol.
Yo también lo celebró y comparto con ustedes a través de este poema, escrito en 1964 por el gran Thiago de Mello.
A Colombia se la está comiendo el olvido, esa forma de recuerdo invertido
que dialécticamente describía Borges.
Recuerdos borrosos, de bruma, pues son tantos los muertos, tanta la
miseria, tanto lo oprobioso que hay que retener en la memoria, que de
repente vamos olvidando para seguir recordando, reteniendo cada masacre
que va sucediendo, todos esos actos de injusticia que, más que
indignarnos, nos tienen aletargados, quietos, impasibles, dolorosamente,
valga decirlo, indolentes. Pareciera que Gabo hubiera presentido todo
desde antes, y ahora somos ese Macondo que una vez se enfermó de olvido
porque dejó de soñar. Y parece también que no es verdad que no hay mal
que dure cien años, porque tenemos a Colombia, condenada a quién sabe
cuántos años más de soledad.
By Bunkerglo - Abril 2009
Aquí la muerte no es esa dama benévola que nos redime de la
eternidad. La muerte es la misma Colombia, y Colombia es la misma
muerte. Aquí la gente se muere de esa enfermedad. Todos estamos muertos,
y no muertos en vida, sino muertos en ese marasmo que implica vivir en
este país, ser ciudadanos de él.
Ana Fabricia sí estaba viva. Muy lejos andaba de eso que ahora nos
identifica como nación; por eso mismo la mataron. Y a Ana Fabricia se la
habrá llevado la muerte y la maldita guerra, pero quienes estamos y aún
procuramos mantener el recuerdo y salir de ese estado comatoso de ser
colombianos no permitiremos que se la lleve el olvido… ni Colombia
tampoco. Ana Fabricia, siempre diré su nombre y no apelaré al pronombre
para recordarla, era de esa tierra querida a la que le compusieron esa
canción que decía que era un himno de paz y alegría, cuyo pueblo era una
oración y un canto de la vida; vibró, siempre vibró, luchó y sobrevivió
hasta cuando pudo, incluso a esos tenebrosísimos ocho años del gobierno
que enalteció al ejército que cometía los asesinatos a mansalva de
jóvenes civiles para presentarlos como bajas guerrilleras, ese mismo que
subsidió a los magnates con los recursos de los campesinos y
desplazados de esta vergonzosa guerra que a duras penas quieren
reconocer, a los que Ana Fabricia dio consuelo, paz, compasión y
refugio. Les sonreía llenándolos de fe y esperanza, y su sola sonrisa,
la cual recuerdo con especial aflicción, me hacía sentir ennoblecida y
orgullosa de ser de su misma raza y de su misma familia, porque sólo los
negros podemos sonreír así.
Ana Fabricia tenía el alma del color de su piel. Ya la historia nos
ha demostrado que las almas blancas no son las más benévolas. Negras,
como el alma de Mandela y Martin Luther King, Toussaine
Louverture,Cesaire Aimee, Benkos Biojó, Dessalines y Juana la Avanzadora
entre otros,como la gente del Pacífico y de la Costa Caribe,…
afortunadamente. Alma alegre, alma noble es el alma negra. Alma que se
compadece y no sabe de la lástima, alma que busca la concordia y la
reconciliación y hace viable lo imposible. Ojalá que yo, que soy mulata,
llegue a tener el alma de ese color y el país se tiña de él para que no
pierda la esperanza. Ya se le llegó la hora al momento en el que lo
malo sea blanco y lo bueno negro en Occidente, pese a la desilusión y el
desasosiego que despertó Obama con su invasión y sus políticas
absurdas.
En honor a Ana Fabricia, a quien espero que no conviertan ni en mártir, ni en heroína, se le dará inicio a Cuadernos de la paz.
Los héroes y los mártires, como dice una amiga “son todos unos
imbéciles que si no se hacen matar, se hacen héroes por haber matado o
sufrido de cuenta de algún miserable más miserable que ellos”. Y Ana
Fabricia ni era miserable, ni miserables eran las personas que
recibieron su ayuda. Ana Fabricia no se hizo matar, Ana Fabricia
simplemente vivió y uno de esos imbéciles que quieren ser héroes de la
seguridad democrática le segó la vida. Ana Fabricia no es mártir ni será
santa, porque vivió la vida y también la padeció con plenitud. Ana
Fabricia es y será una mujer negra y nada más: le dedicó su humanidad a
las víctimas del Estado, de la guerra, de las autodefensas y de la
guerrilla, y terminó por convertirse en una, pero no en una más.
Desafortunadamente son tantas, ya incontables, que no podemos nombrarlas
a todas una y otra vez como a Ana Fabricia, pero sí en nombre de Ana
Fabricia. Y en nombre de Ana Fabricia,Cuadernos de la paz, una iniciativa de dos jóvenes estudiantes que busca darle soporte ideológico y teórico a Colombianos
por la paz, se dedicará a examinar y a debatir la democracia, tomará
por bandera los derechos humanos, examinará cautelosamente las
definiciones que hay de modernidad, liberalismo, caridad, Estado,
ciudadanía, Ilustración… No porque Ana Fabricia esté ahora muerta, sino
porque la sentimos viva.
Se les llamará cuadernos en homenaje a José Saramago, también con
el fin de darle continuidad al afán del escritor por darle un poco de
humanidad a este mundo. Apelaremos a la filosofía, a la poesía, a la
literatura, a la música, a la sociología y a la antropología, y a todo
aquello que pueda ilustrarnos en la búsqueda de la paz, compartiéndolos
con los grupos armados y con el gobierno, con la sociedad y las
organizaciones internacionales de derechos humanos. En fin, con todo
aquel que esté interesado.
Y como son un homenaje al escritor portugués, quien el año de la
muerte de Ricardo Reis dijo que nueve meses bastaban para olvidar a una
persona fallecida, pues nueve meses se demora la gestación de un ser
humano, esperamos, en nueve meses, tener las bases suficientes para
tener al menos listo el entable de este grupo de estudios, al cual
convidamos a participar, especialmente, a estudiantes y académicos. Por
supuesto, no será Ana Fabricia el caso, porque con los cuadernos
esperamos precisamente no olvidar jamás su existencia y su labor.
El alma negra de Ana Fabricia no descansará en paz, espero. Ahora
el alma de Ana Fabricia habita en todos nosotros, dándonos fuerzas y
esperanzas.
Un beso al cielo, Ana Fabricia, prima entrañable, mujer afortunadamente irreemplazable.
Piedad Córdoba Ruiz
Publicado y tomado de kien&Kehttp://ow.ly/5lm3x Junio 12 de 2011
Este video fue realizado en el taller "línea del tiempo" en el auditorio de
la Universidad de Antioquia en 2010, Ana Fabricia Córdoba denunció lo
que venía viviendo.
18 defensores de derechos humanos asesinados en 2011. Ya son 102 desde 2007
"Los encuentro muy afectados" emocionalmente. "Les han matado al papá, a
la mamá y a los dos hermanos. Manifestaron el deseo de irse del país",
dijo el vicepresidente de Colombia, Angelino Garzón, tras reunirse con
los hijos de Ana Fabricia Córdoba, la líder social asesinada el 7 de
junio.
Se marchan del país Diana, de 27 años, Carlos Arturo, de 18, y Carolina
Ospina Córdoba, de 12. El crimen perpetrado en Medellín, capital
industrial de Colombia, fue otra gota que rebasó la copa en la guerra
sucia más larga de América Latina.