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miércoles, 15 de agosto de 2012

Más deportistas menos congresistas



La gente estaba feliz. Aguardaba ansiosa el lento paso de la caravana victoriosa. El bullicio eufórico de los jóvenes y jovencitas del San Bartolomé agolpados tras las rejas, desafiaba las cornetas y el aleteo de palomas que acudían al vuelo para admirar en directo a los nuevos ídolos. El amarillo azul y rojo se imponían en el escenario a medio hacer que un puñado de trabajadores montaba para la cita de Salsa del 17 ante las Cortes. 

Más deportistas, menos congresistas coreó con fuerza la exigua pero potente y emotiva multitud al arribo de la los olimpistas sobre la Calle de San Carlos. 


Mensajeros, vendedores ambulantes, transeúntes, estudiantes del Colego Mayor, empleados del sector, turistas, vecinos de La Candelaria y uno que otro funcionario del Congreso y de la Alcaldía, se abalanzaron sobre la máquina de bomberos que movilizó a los ocho medallistas olímpicos y sus acompañantes a la Casa de Nariño. 

Los reyes del momento portaban sobre sus corazones el oro, la plata y el bronce. Sonreían, izaban sus trofeos y con gestos de grandeza y satisfacción agradecían a la naciente fanaticada que alborozada reconocía sus triunfos.

Los nuevos arquetipos de la utopía nacional ejecutaron con contundencia lo que mejor sabían hacer en la arena: competir. Aunque no consiguieron que en Colombia se suspendiera la guerra como en la antigua Grecia, sí lograron proporcionarnos un despertar distinto durante unos segundos que se  han convertido en días.

Cuando vi al Pibe Valderrama caminar por Londres con la llama Olímpica y a Mariana Sajón llevar el estandarte nacional en la inauguración olímpica, presentí buenos augurios.

Pocos conocían quiénes eran los 104 atletas que competirían en las 18 disciplinas y modalidades. Mucho menos la dimensión y talento de estos gladiadores. De que no sepamos nada se ha encargado con generosidad el “periodismo deportivo”.

Medios y reporteros se acomodaron hace años en la formula ‘fácil’ de narrar, hablar y vender el fútbol. Lo demás es lo demás y no sin cierto desprecio. De algún modo impusieron que solo se viera el árbol y nunca no mostraron el florido bosque deportivo. Así es como llevan hace tiempos haciéndonos goles.

Y no es que las ligas deportivas no hagan o divulguen sus torneos como pretenden hacernos creer. Lo que ocurre es que medios ni periodistas los registran. No se divulga. Son "disciplinas secundarias".

Para el Estado colombiano y sus distintos gobiernos tampoco han sido importantes “esos otros deportes”. Como no lo son suficientemente la ciencia, la tecnología, la investigación, la cultura y la educación... ¡Ningún espacio de creación y felicidad!

Si Colombia invirtiera muchiiiisimo más en educación y en deporte y muchiiiisimo menos en la guerra, tal vez  se podría comenzar a hablar de paz.
 
En Londres 96 competidores se batieron de manera individual en arco, atletismo (pista, campo, salto y obstáculos), boxeo, ciclismo (pista, ruta, bicicrós y ciclo montañismo), ecuestre, esgrima, gimnasia, judo, pesas, lucha, natación taekwondo, tenis, pingpong, tiro, triatlón y hasta vela. Pero trabajar en equipo no era una fortaleza. En su debut olímpico el seleccionado femenino fue eliminado de la contienda casi que a la entrada. 

No somos capaces de ser todos para uno y uno para todos. Quizás esta sea nuestra principal característica como país: no tenemos un sueño común. Un proyecto general. Colectivo. No tenemos noción de lo significa ser Nación.  

La búsqueda del bienestar y calidad de vida como esencia en un Estado Social de Derecho nunca ha podido ser una tarea común que nos implique a todos por igual. Somos incapaces de pensar en el Otro. Ineptos para construir en un territorio que lo tiene todo y más para nuestra felicidad. 

Será porque la felicidad es para tercos como lo describió bellamente el escritor Arturo Guerrero en esa concepción propia de atletas olímpicos. “Músculos a tono, intuiciones elásticas, lubricación de sudor sobre neuronas, respiración a ritmo de respiración amada, nutrición del alma con fríjoles compartidos, fantasías prestas a descubrir el milagro cotidiano”.

Por eso la gesta de estos jóvenes deportistas fue una proeza personal. Individual. Si acaso familiar. Nunca social. Jamás nacional. 

Son marcas y retos individuales, personales igual que lo son sus modalidades deportivas. Así como las millares de personas que día a día luchan por un espacio de inclusión. Es la historia de gente de vidas cruzadas por la violencia “que por fin traen plata y no plomo al podio de la nación luego de asaltar el cielo de Londres”. 

Estos son los nuevos héroes que dejaron de ser anónimos para miles de jóvenes en el país por obra y gracia de sus proezas competitivas. Empuñaron su aliento con determinación pero sin ferocidad. Promesa de que todo puede ser mejor. Lo más parecido a lo que queremos en este territorio que no es el paraíso ni tampoco la meca de la felicidad.

Todos sacan pecho menos ellos y hasta hablan de las lecciones de éxito para las empresas. “El deporte le está aportando al país un modelo a imitar. Hoy, cuando la competitividad está en el centro de la agenda económica con la firma de múltiples acuerdos comerciales, vale la pena considerar estas lecciones”.

Hoy el presidente Juan Manuel Santos acicaló con la “Cruz de Boyacá" a los ocho medallistas y les ofreció beca, casa y carro (la forma del gobierno de decir que el deporte marcha sobre ruedas, como trinó @IvanMarinSoyYo). Lo que no prometió fue modificar la Ley. Tampoco el presupuesto general de la Nación. Atletas y directivos seguirám como vienen aruñando migajas. 

¿Se revisará y potenciará el plan decenal del deporte para que este no sea la segunda sino la primera profesión de los atletas? ¿Atenderan la perspectiva de los deportistas y la anunciada "mejor y más moderna pista de bicicrós en el país” no será otra declaración más a la bandera y la ebriedad otra quimera de oro como la de “Zorobabelia, la perla negra del atletismo”?

Si utiliza alguna foto de este Post y del Blog debe indicar el siguiente crédito: "Foto(s) by Bunkerglo/Gloria Ortega Pérez http://somossentipensantes.blogspot.com". La autora comparte su obra exclusivamente en medios digitales. No autoriza la reproducción parcial o total de los materiales (fotos y textos) en ningún medio impreso sin expresa autorización de su propietaria. Derechos protegidos por CC Creative Commons.

4 comentarios:

Luis Javier Mejía Maya dijo...

Mi querida amiga, excelente tu artículo sobre atletismo y deporte en Colombia. Tocas temas importantes.

Desde el punto de vista antropológico y de cultura social es interesante el entusiasmo que despiertan los atletas que triunfan. y el contraste que la gente establece con los políticos. Me parece que hay una búsqueda colectiva de personajes modelos que nos muestren a alguien que triunfa por esfuerzo, dedicación, mérito propio; al contrario de los políticos de los cuales hay muchos que comienzan pero los que triunfan lo deben a su oportunismo, capacidad de arrimarse a un buen patrón y finalmente a una selección a dedo para una alta posición del estado.

Pero, fíjate, hay un efecto perverso en esa búsqueda del personaje modelo y el reconocimiento de méritos en la identificación de mucha gente con Alvaro Uribe quien ha logrado proyectar una imagen de figurón hecho por sí mismo cuando en realidad es el perfecto ejemplo de alguien que hizo carrera empujado a dedo. Ello me indica que la gente tiene la aspiración correcta pero el conocimiento insuficiente para formar criterio.

Lo otro es tu referencia a la falta de propósito nacional. Yo creo que hay un propósito nacional propuesto por las elites, y no hay uno propuesto por fuerzas alternativas. El propuesto por las elites es similar al "socialismo" de los países africanos en el que todo el pueblo trabaja para sacar adelante [enriquecer, dar poder, entregar la economía] a la familia y la tribu del presidente. Lo grave en Colombia es que hay un suficiente número de colombianos del montón -masas que llamamos- que por la razón que fuere subscribe a ese modelo y lo hace viable.

Otra cosa que me llama la atención de este fervor que han despertado los atletas olímpicos; es similar al que despierta cualquier colombiano que reciba reconocimiento internacional en las artes o la ciencia. Es como si 40 millones de colombianos se sintieran solidaria y mancomunadamente autores, gestores, participantes, inspiradores y financistas en el esfuerzo de quien ganó el reconocimiento. Es obviamente una satisfacción espuria, aunque entendible. Se presenta en el contexto de unas elites que ignoran a tantos colombianos con méritos para ser reconocidos por su trabajo real, eficiente, transformador, en beneficio de la sociedad mientras promueven, premian, homenajean y "enmedallan" a tanto mediocre surgido de sus filas o útil a sus intereses.

Luis Javier Mejía

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Muy buenas las fotos y lo que escribió Gloria.

Mi comentario es que los colombianos se sienten orgullosísimos cuando sus compatriotas adquieren galardones en el exterior porque saben que no es fácil obtener medallas de oro, plata, bronce u otros premios en el exterior. Ellos entienden que estos deportistas, artistas, científicos, etc., con talento, tremendo esfuerzo, sacrificio y visión lograron obtener la admiración en el extranjero lo que es extremadamente difícil y entonces ahora con los atletas olímpicos el pueblo colombiano les quiere demostrar cuánto aprecian sus esfuerzos y talentos y que también los han llenado de orgullo durante las olimpiadas porque no hay nada más emocionante que ver a un compatriota recibir una medalla olímpica y verlos envueltos en nuestro tricolor en Londres o donde sea. Yo por lo menos eché un par de lagrimotas cuando a la atleta/ciclista Mariana Pajón le colgaron su medalla de oro en estas olimpiadas en Londres y al que ganó la de bronce, ¿Carlos Oquendo?

Sí, es verdad que el gobierno colombiano necesita invertir más dinero en la educación, los deportes, las ciencias, la tecnología y la investigación y esto ayudaría a mejorar el sistema de vida para los jóvenes y para todos. Una inversión de buenas proporciones en todo lo mencionado antes traería enormes adelantos a la gente y al país.

Otro comentario: creo que esta vez enviaron un número grande de atletas: 104, que es el mayor número que Colombia haya enviado a competir en las olimpiadas desde 1932 cuando parece que empezó a participar en los juegos olímpicos. Las atletas colombianas eran más numerosas que los hombres! Y la verdad que esta es la primera vez que yo pude ver que colombianos ganaron medallas de oro, plata y bronce. Nunca antes vi a ningún colombiano participando en otras olimpiadas. Pero puedo estar equivocada pues solo miro la tele por la noche y por no más de dos horas que es lo que me permite mi vida de trabajadora empedernida.

La mala reputación que los medios de comunicación han difundido por más de cuatro décadas acerca de los colombianos y la droga y la violencia nos han dejado el espíritu y el ego muy maltratados y más bien yo diría heridos profundamente. Así que cuando alguien o algo pasa bueno con los colombianos o al país el espíritu y el ego se llenan de euforia pues nos vindicamos un poco con el mundo entero con cada cosa buena que pasa y que es publicada. Así que creo y veo tan sincera la muestra de alegría y de orgullo de los colombianos que salieron a recibir a sus atletas victoriosos de las olimpiadas del 2012.

Luz Leguízamo

Gloria Ortega Pérez /bunker dijo...

Creo que como dice Luz Leguízamo, buena parte de la felicidad de muchos colombianos con sus deportistas olímpicos (en general con quienes sobresalen en el exterior) se deba a que sabemos que todo cuanto uno consigue en Colombia es resultado del esfuerzo propio y nunca de ayuda alguna del Estado.
La paz –de la que tanto se habla por esto días- no es solo conseguir silenciar las armas de las Farc y del Estado, sino que este último destine las cuantiosas sumas de la guerra a la educación, los deportes, las ciencias, la tecnología y la investigación.
Por otro lado, no creo que Colombia y sus gente tenga mala reputación por obra y gracia de los medios. Los medios lo único que han hecho es contar lo que somos, algunos más rigurosamente que otros. Colombia es un Estado mafioso, sus instituciones fueron secuestradas por el narcotráfico y el paramilitarismo, sino, como se explica que el 80% de altos funcionarios de gobierno Uribe estén investigados y muchísimos en la cárcel a causa de esos dos fenómenos.
Es cierto, duele y mucho, pero si no llamamos las cosas por su nombre y asumimos lo que somos y queremos cambiar, difícilmente este país vivirá alguna transformación que valga la pena como no sea la de ser aún más delincuente.

Muchas gracias por compartir su reflexión,
Gloria

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