por María Victoria Estrada*
Pensar que Juan Manuel
Santos y Oscar Iván Zuluaga son sustancialmente diferentes es pensar que los
dos tienen una concepción diferente acerca de la economía y de la inversión
social, lo que representaría una postura diferente al neo liberalismo.
Los dos
son exactamente iguales. Claro está que los que en este país hemos tenido una postura humanista no estamos de acuerdo con ninguno de los dos.
A mis sesenta años pertenezco
a la generación de mediados del siglo XX. Tengo un hijo de 40 años y dos
mas de 35 y 27 años. Puedo expresar que nunca en la vida ni ellos ni yo hemos sabido lo que es habitar un
país sin conflicto armado y, por supuesto, cero paz. He aquí la diferencia entre
Santos y Zuluaga.
Tampoco mi mamá que nació en 1931. A sus 83 años hoy tiene la firme convicción de votar con claridad de
conciencia por Juan Manuel Santos. No porque este sea liberal o de centro o
de izquierda. Ni siquiera porque sea un demócrata. Es porque ella considera
que es la primera vez que se está cerca de una negociación con la guerrilla. Un problema para ella muy grave, tanto en el pasado como
en el presente. En su opinión, Santos como presidente lo esta haciendo bien
para contribuir al sosiego del diario vivir.
En Colombia la situación es muy fregada - expresa-. Toda la vida han matado. La época que ella vivió eran solamente dos
partidos. Por eso fue que hubo frente nacional. Ahora todos se desprestigian. En la campaña todos desprestigiaban a Santos. Ahora todo es peor. Hay mucha
violencia y muchos grupos. Hace falta mucho respeto hacia las personas.
Es así de sencillo. Tres
generaciones… Totalmente afectadas por la guerra y claro, todas las generaciones anteriores a estas.
En el seno de las familias colombianas existen relatos que cuentan el
vínculo de algún familiar que participó de la guerra de los Mil Días, o en el Bogotazo 9.4.48.
Tropel ha habido siempre y también relatos alrededor del
desplazamiento vivido en todo el territorio nacional. No en vano somos el
segundo país del mundo en desplazamiento forzado interno. También hay familias que
reclaman sus muertos porque simplemente desaparecieron. Hoy el número de
desaparecidos es descomunal, como lo son
las fosas comunes que aún no se terminan de identificar.
Es así como se gesta ese
monstruo que se les ha salido de las manos a todos los que han dominado este
país: las llamadas clases dominantes.
Así se llega a la total oscuridad, a esa
mezcla siniestra de políticos, narcotráfico y para-militarismo que culmina en un proceso en el que se diseña
y se implementa. Un proyecto político militar cuyo propósito es “re-fundar el país”. Esta maquinación,
intriga, plan procedimiento nos
acompaño, se gesta y se implementa con
mayor ahínco entre el 2002 y el 2010.
Los medios de
comunicación tienen una deuda social con el país por su
parcialidad y su forma de informar, los hablados y los escritos –con las respectivas excepciones–. Los comentarios que hacen hoy alrededor de lo ocurrido el 25 de mayo
del 2014 con relación al número de votos de los dos candidatos en mención,
causa dolor, impotencia, angustia.
Es como si solamente contara el resultado
final.
Pero el análisis ante la ausencia
de formación política del pueblo colombiano no cuenta. Ni la falta de educación, ni la pobreza o miseria extrema donde se
entiende por participación el voto. Y es de lo más natural en los diferentes
sectores que este cueste un asado, o un mercado, o valor en pesos o en
“mermelada” como hoy se le denomina a la
corrupción parlamentaria.
Cuando a los niños y las niñas entre los siete y los doce
años se les indaga por la política, los imaginarios que han anidado desde la
experiencia y sus referentes históricos y culturales lo que evidencia es
exactamente lo expuesto anteriormente y concluyen diciendo que el voto se le da
al que mas ofrezca…
Y que decir de nuestros
niños y niñas que en sus diferentes ciclos de vida entre los 0 a 6, los 7 a 12
y hasta los 17, años que les ha correspondido a lo largo y ancho del país percibir, sentir, ver, escuchar, olfatear la guerra y con ella, el horror, la profanación, los abusos y vejámenes que
esta trae consigo.
Aún el país no ha descifrado ni se ha enterado mas allá
del odio y el resentimiento que son adjetivos calificativos que siempre se
enuncian, que hay otras afectaciones causadas por la guerra como el miedo, la obediencia, el sometimiento.
Aún no se habla públicamente de sus improntas, huellas, marcas, señales que la
experiencia de vivir la guerra ha dejado
en el cuerpo de las y los colombianos en
nuestra estructura física, emocional, espiritual y mental.
Y digo nuestra
porque a todos y a todas nos afecta.
Todos y todas la padecemos, no importa el nivel de cercanía o
distancia, porque somos parte de la misma estructura y no hay nada que ocurra
en ella que no nos afecte a todos, pensar lo contrario es negarnos a la
circularidad de la que hacemos parte.
Este es un momento de
esos en los que cada día que pasa entre el 25 de mayo y el 15 de junio en los
que es imposible ser imparcial, tomar decisiones frente a lo que le espera al
país con uno y otro candidato es fundamental.
Y al igual que el titulo del
presente relato solo se trata de cambiar el paradigma de “ver para creer” por la posibilidad que todos y todas tenemos de creer
para ver un país, en el que pensar
diferente no cueste la vida…
Por supuesto desde el sentido de lo humano, desde la vida misma, mi voto es por la “paz”.
María Victoria Estrada*, María V o Vicky, es una educadora que encontró en la comunicación y el juego las herramientas fundamentales para construir desde el espacio de diálogo, la construcción en democracia. Comparto cada una de las lineas de este texto que compartió con sus amigos. Le solicité su autorización para publicar en Sentipensantes la reflexión que acaba de leer. Como ella, yo y muchos más, desde el latido de la vida sentimos que vivimos y participamos en un trascendental momento de nuestra historia nacional. Siempre fue ahora o nunca.
1 comentario:
Excelentes reflexiones de nuestra querida Ma.V. en la que nos muestra su coherencia política y su pedagogía por la formación ciudadana. Oportuna y contundente. Abrazos compartidos para las dos.
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