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miércoles, 8 de junio de 2011

Constitución Política de 1991: ¿Celebrando qué?

El Bolívar de la Plaza que lleva su nombre. Abril 7 de 2011
Hace 20 años 4 mujeres y 66 hombres elegidos mediante el voto popular, estudiaron, diseñaron y concensuaron en nombre del pueblo un nuevo pacto social y político para el país. 

Esta nueva Carta Política que tomó cinco mese construir se hizo porque algunos pensaron que la que teníamos no servía para buscar la paz, democratizar la vida social y desarrollar y proteger los derechos humanos y fundamentales.

Para lo que vemos hoy no hacía falta tremenda tarea. Desde entonces el crimen esta más organizado que nunca, la corrupción es aún más repugnante y la impunidad sigue imperturbable, incólume como siempre, mandato y pan nuestro de cada día en este territorio. 

Los que se inventaron tremendo desafío - el de la Constituyente-, no fueron ni los parlamentarios y menos aún los partidos políticos y sus líderes que vemos desfilar ufanándose por estos días y que también desde entonces están igual o peor.

Los intrépidos y audaces innovadores son los mismos que hoy están mamados de la violencia y la corrupción, que sienten frustradas sus esperanzas en intentos de fracasadas reformas constitucionales para que cupiéramos todos, con los mismos derechos y oportunidades, pero sobre todo, para conseguir la paz en Colombia. 

Lo apostaron todo. Son los de la “Séptima papeleta” o papalote (?), los mismos o parecidos a los que en el presente encarnan la “Ola Verde”, jóvenes y muchísimos seguidores, seguramente, los hijos del siglo XXI llevando a cuestas el XX sin mayores cambios. 

Día Nacional Contra el Genocidio UP Octubre 11 de 2007
El 11 de marzo de 1990, además de elegir al heredero César Gaviria a la Presidencia de la República ya que no dejaron que fuera Luis Carlos Galán, 5.095.631 de colombianos dijeron con su voto que estaban de acuerdo en convocar una Asamblea Nacional Constituyente tal y como ocurrió ocho meses después.  

Por primera vez mediante el sufragio y sin tinta indeleble, el 9 de diciembrede 1990 los sufragantes eligieron a 70 Constituyentes entre los postulantes de 119 listas para que, en nombre de todos, tramitaran deliberaciones, acuerdos y disensos  de la nueva guía política para todos.

El debate fue entre los dos partidos políticos hegémonicos de siempre, pero además el partido comunista que nunca nadie menciona, el amnistiado, indultado y desarmado movimiento M19 y el de Salvación Nacional desaparecidos ya. También y por primera vez la comunidad indígena y afro descendiente en calidad de minorías, algunas iglesias, gremios, estudiantes, periodistas… Una buena muestra del amplio y rico variopinto paisaje nacional.
Exposición ¡Ya vuelvo! Museo Nacional Marzo 2010
En fin... se juntaron todos. En lo formal toto funcionó a las mil maravillas. Una presidencia colegiada repartida en tres presidentes (Antonio Navarro, Horacio Serpa y Alvaro Gómez), una mesa directiva, no pocas comisiones y subcomisiones, una secretaría y secretarias a granel, asistentes, asesores, oficina de prensa y periodistas, y por supuesto, las reglas del juego para la deliberación en un ambiente de tolerancia y pluralismo               e x c e p c i o n a l e s.

Hicieron tarea. Tiraron por tierra la Constitución de 1886 y crearon la de 1991. Que dizque para que cupiéramos todos. Mujeres, niños, viejos, blancos, mestizos, negros, indígenas, liberales, comunistas, conservadores, de derechas, de izquierda, de centros, agnósticos, cristianos, judíos, amarillos, grises, los del sur, los del norte, del oeste al este… Por fin se cerraría la brecha social, económica, cultural y política entre los excluidos, los pobres y las minorías de toda índole.
El Jaguey, Magdalena enero de 2011
La nueva Constitución haría el milagro: que participaríamos más, iríamos más a las urnas (y no las de cristal de ahora); el Estado sería más legal, más gerente, más eficiente y los gobiernos nunca jamás serían corruptos. 

Pactamos ser una sociedad más co-rresponsable, compasiva, justa, solidaria. Como en España, nos podríamos juntar gentes de derechas con gentes de izquierdas a tomar café en los Valdez - como con mi amigo Juan Manuel Saenz-, sin que fuéramos vistos de manera sospechosa y tampoco nos matáramos. 

La justicia sería digna, rápida y eficiente, así que la Tutela y las Acciones Populares estarían previstas como meros mecanismos que se utilizarían muy ocasionalmente para garantizar derechos y libertades. Tal vez por eso entró en la nueva Carta: no parecía importale a nadie.  

El sindicalismo se convertiría, también al fin, en una opción colectiva en defensa de los derechos de los trabajadores, de la organización y participación política y social. La democracia participativa sería nuestro norte y la fundación de partidos de oposición, de izquierda las más de las veces, serían organismos vivos, dinámicos, crecientes y respetados. Transitaríamos el presente construyendo un futuro prometedor de progreso, de igualdad, de respeto, de soberanía, de armonía, de inclusión… de paz.  Un mar de mermelada, como diría mi amiga la educadora María Victoria Estrada. Claro que sí! ¡El renacimiento de Colombia! ¡La democrática al fin! Refundaríamos la Patria.

Pueblo Uwa llora a sus muertos en Plaza de Bolívar Sep.1 de 2009
Y así fue. Se refundó la patria. La del narcotráfico. La del paramilitarismo. La de la corrupción. En palabras de Claudia López, la mafia creó un nuevo país que es el que tenemos hoy, 20 años después. 

Pasaron de agache con la complicidad de Gaviria, Samper, Pastrana y Uribe y, durante 20 años no han hecho más que cogerse, manosear, abusar y violar una y otra vez la Constitución Política dejando a su paso todo tipo de hijos y engendros a su acomodo. Eso sí, todos al unísono con el mismo propósito (pre-texto?) que en 1991: buscar la tan anhelada paz, democratizar la vida social y desarrollar y proteger los derechos humanos y fundamentales de todos. 

“La inmoralidad que hoy invade todos los estamentos de la sociedad colombiana tuvo su origen en la desarreglada conducta de los congresistas. Si hoy se consultara a los colombianos, la inmensa mayoría, cercana a la unanimidad, se mostraría partidaria de que se cerrara el Capitolio y en sus entradas se pusiera la célebre leyenda de Cromwell: Se alquila esta casa, por merecido desahucio de sus voraces e inescrupulosos inquilinos. Pero, cuidado. Los que merecen ser sancionados con una reforma sustancial que elimine de raíz los vicios del clientelismo, son los congresistas, no el Congreso, que tiene que existir como una pieza maestra, fundamental e insustituible de la democracia”. Escribió un editorialista en El Tiempo pero no de este fin de semana, sino del 9 de diciembre de 1991.

Familias de las víctimas "Falsos positivos" Soacha Mayo 21 de 2010
Tampoco es cierto, como señala El Espectador que “al estancamiento social, por fortuna, no lo ha seguido un incremento de la violencia. Aunque muchos oscurezcan este logro con el final de los 90, época de auge de las guerrillas, expansión del paramilitarismo y del narcotráfico, lo cierto es que la tasa de homicidios en 1991 era de 70 por 10 mil habitantes, en 1999 descendió a 60 y hoy oscila alrededor de los 40. Al igual que la libertad, el orden del país ha mejorado gracias a la Constituyente”. 

En 1991 fueron asesinados 13 periodistas y según el DAS se registraron 46 masacres. Urabá se convirtió “en la bisagra entre un antes y después de la dinámica del conflicto armado en la segunda mitad de los años noventa, permitiendo la consolidación de la estructura paramilitar, despliegue ofensivo de mayor cobertura territorial y con mayor liderazgo político dentro de las Autodefensas Unidas de Colombia: las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU).” 
Así que las armas que dejaban unos (la guerrilla de los 80) las tomaban otros (narcotraficantes y paramilitares). Pero poder no lo han soltado ni unos ni otros desde entonces. Nunca ha sido posible que sean monopolio del Estado. Dos décadas más sin que el conflicto armado interno se resuelva. Cuatro generaciones en 60 años perdidas entre balas, cementerios y lutos sin cuidar.

El poder ciudadano hoy tampoco existe. Es un embeleco. Nadie dice nada. Nadie ve nada. Nadie se subleva más. Nadie se indigna como en otras partes. La injusticia prevalece. La impunidad es la realidad pura y dura. Los privilegios son para los que tienen el poder. El legal y el ilegal económico, financiero y político. El atropello, el abuso y el crimen son las máximas normas, los valores fundacionales. Una sociedad de matoneo y de matones donde se hacen acuerdos privados para feriarse el Estado y sus instituciones en baños, hoteles y moteles. 

Marcha sindical contra Ley 100 - Mayo 24 de 2011
Ok. Admitámoslo. Concedo que por entre las hendijas desvencijadas del remedo de democracia  el respeto a la identidad sexual se viene abriendo camino a sangre y Tutela, también, el libre desarrollo de la personalidad. Y aunque hay mayor libertad religiosa por ser un país Laico (aunque el mismísimo Procurador Genera de la Nación Ordoñez se lo quiera pasar por la galleta), todos los gobernantes de turno hacen de la iglesia católica el credo nacional.  

Como conversaba con @danielruge y quien motivó este Post (en febrero pasado y que hoy 6 de junio reedito), hace 20 años, como ahora, el asunto no era de leyes pero sí de normas. La Constitución Política (1886) que guiaba a la sociedad no era la responsable de la exclusión, de la existencia de la guerrilla, tampoco de las autodefensas, de los narcos y menos de la corrupción. 

Se hizo una nueva Constitución para pactar la paz. ¿Cuál paz? Lo único que ha habido desde 1991 es más y más y más violencia, exclusión y corrupción sinigual. Las FARC siguen ahí. Los narcos también. Los paracos en el Congreso. Los corruptos del sector público y privado devorando con cínica ambición el Estado. No hay partidos de oposición. El Congreso tiene el mismo letrero de entonces: “se vende”. Las minorías afrodescendientes y los indígenas siguen igual o peor. La única norma, la de la Vida, desapareció.

Jardín Infantil Bogotá Loclaidad La Candelaria
En ese momento histérico - más que histórico- al igual que hoy mis argumentos siguen siendo los mismos: no es por la vía de las reformas o de una nueva Constitución que transformaremos nuestra realidad. 

En 1991 hubo mucha pompa y pompas de jabón. "Un circo" montado desde el deseo y no con los pies en la tierra. No eran esas las reformas que necesitábamos en ese entonces (como tampoco ahora), sino las que se siguen aplazando y ya no será posible hacer.

Una reforma agraria que, por vía de "reparar" el sufrimiento de 4 millones de víctimas, recientemente el gobierno de turno tuvo que acometer.  Ahora buscamos expropiar y recuperar la tierra que usurparon a sangre y fuero a dignos campesinos e indígenas, los ganaderos, terratenientes, narcos, paras, políticos... toda esa enjambre de hampones. 

La Constitución del 1991 fue una declaración a la bandera con fotos de primera plana. Letra bella y muerta porque los colombianos capaces y con voluntad humana para enfrentar la exclusión y garantizar el derecho a existir, fueron sometidos a bala y terminaron en las tumba. Todo se "montó" para darle ingreso a la vida civil al M19 (y detrás de ellos al EPL...), pero nada se hizo en serio. Le hicieron conejo incluso a la misma guerrilla que entregó las armas para incorporarse a la vida civil y política.   

Marcha contra Paramilitarismo Febrero 6 de 2008
El espectáculo mediático fue fascinante. Aunque en ese entonces cubría "el acontecer" político para un noticiero de TV, fueron pocas las veces que me asignaron informar sobre el desarrollo de la Constituyente. Mi centro de atención y ocupación fue seguir los no pocos sucesos de violaciones a los DDHH qué, como ahora, se presentaban a granel pero como “hechos aislados” de las FFMM y de Policía. 

Una época en la que estuve de cabeza entre expedientes y documentos que daban cuenta de las mismas espantosas historias de terror. Una sociedad sitiada por los mismos de siempre: ejército corrupto, policía corrupta, políticos corruptos, y la cirminalidad de las FARC, los narcos y el paramilitarismo. 

El terrorismo nos impedía dormir con tranquilidad hasta que nos acostumbramos tanto y tanto, que hoy somos prisioneros de la indiferencia. Por eso el asesinato de Mateo y Margarita en San Bernardo del Viento tan solo nos sacude, pero los de Silvia Mora y Juan Carlos Ariza en Cereté no nos despierta al fin. Tampoco el de la líder comunitaria Ana Fabricia Córdoba.

Creo que los Constituyentes, en general, eran personas bien intencionadas que entregaron un trabajo de óptima calidad. Hace 20 años la Constituyente significó una válvula social importante, una oxigenada, una esperanza (concepto en el que no creo) en medio del terror. Y ya ven como estamos hoy. Un país de víctimas, sin dignidad e indigno, poblado  de viudas y huérfanos sumergidos en la sangre. La divisa es la impunidad. 

Una sociedad sometida a un Estado corrupto hurtado y en poder de las mafias. 

La Constitución Política de 1991 es otro muerto más. ¿Celebrando qué?

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