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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Eran las 11:30 am. Regresaba junto con mi colega y amiga Constanza Vieira de tomar café en el Automático de la Plaza Santander. En el pasillo de ingreso del edificio donde quedaba la Agencia de Prensa Novosti -APN- (Cra.7 No. 14 - 40) de la que eramos corresponsales de prensa, escuchamos rafagas de metralleta.Regresamos de inmediato a la calle pero, desde allí y a escasa 3 calles de Plaza de Bolívar no advertímos mayor cosa. Pensamos que podría tratarse de algún episodio de bala (nunca metralleta) a los que ya estábamos acostumbradas en esa esquina y punto del centro histórico bogotano entre comerciantes de esmeraldas.
Volvimos a ingresar al edificio y en la oficina de APN en el piso 7 alguién llamó y nos enteramos que “algo pasaba” en Plaza de Bolívar. No recuerdo si fuí sola o con alguien más de la oficina. LLegué hasta las gradas del Palacio de Justicia por el costado de la carrera 7. Permanecí un momento allí de manera increiblemente imprudente, hasta que me sacó la fuerza pública que llegaba armada y con prisa al lugar. Pasó mucho tiempo antes de que acordonaran la plaza. Permanecí en la calle adyacente a la Catedral y Casa del Florero hasta que llegó, como a la 1:30 de la tarde, el primer tanque cascabel y veo como se encarama y rompe la puerta principal del Palacio. Todo el tiempo que estuve en el lugar, como hasta las 4 de la tarde que conseguí que mi credencial de periodista sirviera, fue un tiempo de silencioso reproche de cómo los imbéciles del M19 se habían tomado el Palacio y no el Congreso. Resistí en condición de “sapa”, pues no tenía asignado (autorizado) el cubrimiento ya que no era algo que le interesara demasiado a la entonces URSS. Dos días antes me había separado y el 7 de noviembre me iría a hacer mi duelo a una playa pero tuve que aplazar mi viaje algunas semanas más, primero por los hechos del palacio y después porque el 13 de noviembre quedamos sumidos en la tragedia de Armero. Las siguientes horas y hasta el final las lloré por televisión. Vivía mis primeros 25 años entre las ilusiones de una paz. Como ahora.