Para Alberto Rodríguez Tosca
poeta cubano-colombiano
¡Grande su palabra, grande en la amistad!
Por Andrea Roca
Vengo a pegar un grito vagabundo por mi amigo
Albert.
Se fue al inicio del otoño cuando las hojas de los
árboles se caen. Recogeré varias de ellas para separar las páginas de su libro
que más me gusta.
Cuando lo conocí me asomaba a la adolescencia y no
paraba de preguntar -cosa que no ha cambiado tanto-, y recuerdo ahora esa larga
caminata un domingo soleado de enero en Bogotá.
Recorrimos a pie, por entre los
separadores sembrados de árboles, las calles que van de La Soledad al Parque
Simón Bolívar. Mi padre pateaba piedritas mientras conversaba con otros más
adelante; él y yo, atrás. Escuchaba atento todas mis teorías de peladita como
si fuera muy importante y serio lo que le decía.
Lo quise, lo quise mucho desde el principio.
Contaba chistes malos que son los que más me hacen reír, de esos de párvulo en
primero de primaria. Cuando hablaba de cine lo hacía desde su gran conocimiento
pero con una falta de pretensión desarmante, como desarmantes eran sus ojos que
miraban como venado a punto de ser cazado y su sonrisa de dientes separados.
Él
se reía como el niño cubano que dejó en la puerta de su casa hace muchos años;
el mismo niño que se fue a recoger hace poco antes de irse para ese lugar donde
dicen, ninguno sufre, porque allí somos nadie y todo a la vez.
El arro' congrí que nos hizo en Medellín a un grupo
selecto de enfiestados comensales, fue el primer plato cubano que probé en mi
vida. No habrá nadie que pueda cambiar ese recuerdo feliz comiendo un plato de
arroz.
Lo quise, lo quise mucho desde el principio. Él
también me quiso, me quiso mucho desde el principio. ¿Y cómo no estar feliz por
eso? Entre todas las posibilidades del mundo que existían para no encontrarnos,
nos encontramos. Qué fortuna, caballero.
El último intercambio de correos que tuvimos fue
sobre el afecto y una camisa. No pudimos despedirnos en una de mis visitas a
Colombia, pero le dejé un regalo: una camisa de tela fina que solo le podía
quedar bien a un flaco como él. A lo que respondió:
"Mi muy querida Andrea:
Gracias por tu regalo y siento no haberte escrito
antes. Es la camisa más linda que tengo y tú -aunque nos veamos con tan poca
frecuencia- una de mis mejores amigas. No es retórica, y tú lo sabes.
Un gran abrazo, A."
Chao mushasho -como dicen en tu Cuba-. Mushasho
bello, ¡ahinamá!
Alberto Rodríguez Tosca vivió en Bogotá desde 1994. Un poeta, ensayista y narrador cuya voz y nombre enaltecen la literatura iberoamericana. Su huella de amistad es atesorada entre los poetas locales que lo acogieron como a uno más. Se marchó, con sus 53 años a cuestas y un cáncer que lo acosó por un corto tiempo, en la madrugada del 16 de septiembre en La Habana.
Las fotos se las tomé el 23 de marzo de 2012 en La Casa Tomada durante la presentación del Libro El país Imaginado del también poeta Robison Quintero.