A Margarita y Mateo los mató el egoísmo y la ceguera de una sociedad que creyó y calló sin preguntar ni cuestionar, las verdades a medias o las mentiras completas de un proceso que solo existió en la bravuconada de un discurso y de unas armas que nunca se entregaron.
Las otras víctimas de esta desgracia no cuentan o cuentan como Consuelo Gómez, la mamá de Margarita, que hoy nos dice que quiere “morir cuanto antes, porque quiero estar con ella… Pero moriré tranquila el día que se haga justicia y no quede en la impunidad”.
Y no se resolverá, como tantos otros crímenes en los que de una u otra forma está vinculado el Estado. Porque los territorios dominados por el paramilitarismo, también están dominados por el ejército regular de Colombia. Expertos, a veces sin mucha suerte, de desaparecer pruebas, rastros, señas, cuando no, personas y hasta cadaveres. Todo se encubre en el manto de la impunidad claramente blindado por la cultura de una sociedad del “deje así” tan, pero tan colombiana.
No vayan porque hay un muerto en el camino, parece ser el sino trágico de esta sociedad que espanta porque no se espanta con nada. Tal vez la Fiscal General, Viviane Morales, no sepa que Margarita, como ella y como yo, fuimos cinceladas en la palabra, el respeto y la solidaridad cuando ocupamos en distintos momentos de nuestros caminos las mismas aulas de la primera juventud. Esa que recién dejaba Margarita para ir a andar el llano abierto, las serranías, cuencas, montes, ciénagas, quebradas y ríos por entre los almendros del departamento de Córdoba.
Como cuando en vida Pablo Escobar, los gobiernos de Barco y Gaviria lo responsabilizaban de todos los crímenes y sucesos delictivos de todo orden en el país, en este, al parecer, los uribeños, perdón!! los Urabeños son los determinadores de estos asesinatos y ya. Una vez declarado esto, la investigación duerme el sueño de los justos. Ya no nos ocupamos de honrar la Memoria de los Muertos, sino en recordar lo que no hacen los vivos, o mejor, los que están con vida, para este caso la Justicia. Un año y nada. Y habrá otro y nada pasará.
Esta Luna para sus familias, padres, abuelos, hermanos. Una luz que sueño, en cada extremo, es llevada por Margarita y Mateo.